EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 17

 CAPÍTULO 17


YoonGi POV:

 

Salgo muy despacio por la puerta, intentando que esta haga el mínimo ruido dejando el interior de la habitación en una oscura tiniebla en donde solo se oye el sonido de la respiración de Jimin lentamente, formando parte de un bulto redondeado sobre la cama. Cuando estoy fuera cierro con mucho cuidado y termino de girar el pomo soltándolo aún con nerviosismo. Me quedo unos segundos así, escuchando el sonido del interior apenas imperceptible. Ahora solo puedo oír el sonido de mi acelerada respiración y mi desbocado pulso. Mi mano tiembla, mis labios están ya torturados por mis propios dientes. Podría caerme al suelo y vomitar, o sonreír como un idiota, o arrancarme el pelo a tirones por la impotencia y desesperación que luchan en mi interior. Una mano sobre mi hombro me sobresalta haciéndome dar un respingo.

-¿Estás bien? –Me pregunta Jin en mi espalda y me giro a él posando suavemente una mano sobre mi pecho sintiendo como mi corazón acaba de sufrir un golpe inmenso. Me apoyo en la puerta de la habitación de Jimin y miro a Jin con una mirada asesina, inquiriéndole que pudo haberme dado un infarto.

-¿Qué diablos te sucede? –Pregunto susurrando irguiéndome un poco a lo que él me devuelve esa mirada de pocos amigos que me regaló al entrar en la sala de proyecciones. Yo me quito la mano de mi pecho y me aliso la bata sobre mis hombros. Me recompongo tosiendo.

-¿Qué te ha pasado a ti, YoonGi? –Me pregunta con un tono de confianza pero recriminándome mi comportamiento. Yo le chisto posando un dedo sobre mis hombros.

-Shhh… está durmiendo. –Señalo la puerta detrás de mí y él me mira como si yo acabase de decir una tontería.

-Está sedado, por el amor de Dios. Ni aunque le violes se enteraría. –Dice a lo que me suben los colores a las mejillas y con un gesto de desagrado y orgullo me giro y comienzo a caminar pasillo adelante hacia mi consulta. De súbito recuerdo que allí tengo las cartas de Jimin, y me siento ansioso por leerlas, pero Jin me sigue con una mueca desagradada, con pasos acelerados y con una sensación de nerviosismo que consigue invadirme. Me desagrada su cercanía, su absurda necesidad de mantener una relación de amistad para conmigo. Es tan infantil, tan poco profesional. Demasiado entrometido-. ¿Por qué has llegado tarde? –Me pregunta cuando se pone a mi altura. Comienza a caminar a mi lado.

-He tenido que atender unos asuntos personales. Lo siento. –Le digo a lo que él arruga la nariz, escéptico.

-Tú no tienes de eso. –Contesta.

-¿Qué no tengo?

-Asuntos personales. –Aclara mirándome con una expresión divertida que borra cuando yo le fulmino con la mirada. Chasquea la lengua-. En serio, ¿qué ha pasado?

-Nada. –Digo pero no le sirve de nada mi respuesta.

-Eres muy metódico, nunca llegas tarde a ninguna de tus terapias ni desatiendes a tus pacientes. Algo muy grave ha tenido que suceder… -Inquiere.

-Oh, vamos Jin. ¿Quieres oír la verdad? Salí a comer fuera y perdí la noción del tiempo. Solo eso.

-¿Eso es lo que te ha hecho llegar tarde? –Me pregunta pensativo-. Tienes una cafetería abajo.

-Estoy cansado de esa bazofia. Enserio. Solo quería comer en un sitio diferente. Después me he pasado por una librería, se me ha venido el tiempo encima y no me he dado cuenta de volver. Lo siento. –Digo algo más firme y serio con la intención de terminar la conversación, no de que me crea. Cuando llegamos a la puerta de mi consulta estoy a punto de abrirla pero Jin me detiene con un toque sutil por el brazo. Yo me giro a él, algo impaciente.

-Jimin ya lleva una semana aquí. –Sentencia y yo asiento-. ¿Has notado alguna mejora? –Pienso.

-Aún es pronto para notar una mejora. Sabes que es necesario al menos tres semanas. Aún está en la fase de negación aunque poco a poco va cediendo a la subordinación. –Jin asiente-. ¿Por qué lo preguntas?

-No sé si estás siendo del todo rígido con él. –Yo abro los ojos sorprendido y con una expresión ofendida.

-¿Insinúas que no hago bien mi trabajo? –Le pregunto levantando levemente el tono de voz a lo que él se encoge de hombros, un poco arrepentido.

-No digo eso, solo que tal vez…

-¿Qué estás intentando decirme? –Le corto.

-Jimin no paró de preguntar por ti en todo el tiempo en que no estuviste. Estaba como desesperado porque tú estuvieses con él. Sin ti no cede a nada.

-¿Y? Solo es profesional.

-Parece más bien un crío sobreprotegido. –Yo frunzo el ceño.

-He aprendido, doctor Kim, que con él es mejor no llevarle la contraria, tenerle a la defensiva solo hace que te vuelvas loco. –Jin me mira confuso y curioso-. Si le sigues la corriente y le hablas con tranquilidad, entiende las situaciones e incluso es mucho más receptivo.

-Se comporta como un niño malcriado. –Yo niego.

-Es mucho más inteligente que tú. Me gustaría verte en su situación. –Sentencio y retrocedo hasta entrar en mi consulta y cierro la puerta delante de mí dando un fuerte portazo que sentencie la conversación. Cuando me quedo en silencio oigo el sonido de sus pasos alejarse lentamente de la puerta y me quedo ahí parado con una sensación de bochorno y ofensa que me deja un regusto amargo en la boca. Hago una mueca orgullosa y me giro a mi escritorio viendo sobre este la caja de cartón tal como la dejé al regresar. Verla me hace sentir aliviado y entusiasmado. Me abalanzo sobre ella sentándome en la silla del escritorio y me voy directamente a la foto que rescaté de la casa del chico Jeon. Miro la foto, amarillenta y con una de las esquinas doblada. Está en un estado deplorable y se supone que es más o menos reciente. La giro encontrándome el sello de la fecha en que fue impresa y es de hace menos de un año. Sin duda haber estado en el fondo de esa caja mohosa y mugrienta la ha deteriorado pero seguro que no ha sido la única fuente de deterioro. Miro más atentamente el rostro que se desdibujaba como una nieve borrosa en mi mente. Facciones agradables, suaves y aniñadas. Ojos grandes, oscuros, porte elegante y sin duda puedo ver en la forma en que recibe mi mirada, que es un chico inteligente. No parece enfermo pero sí tremendamente ilusionado. Parece infantil, dulce. No puedo imaginármelo como un cadáver sobre una mesa metálica.

Acabo cediendo a la espera y cojo las cartas comenzando a ordenarlas por fechas. Estaban en desorden pero con paciencia y aprovechando que no son fechas muy equidistantes acabo cediendo a la adrenalina de caer sobre la primera y me quedo con ella en las manos. Paso mis dedos por la superficie, me fijo en cada uno de los detalles, de las arrugas del papel, de la forma en que está abierta. Con cuidado y seguramente con un abrecartas. La solapa sigue pegada pero hay un corte en la parte de arriba del sobre. La forma de abrirlo tiene un evidente carácter formal, nada personal. Probablemente ni se dio cuenta de quién era pero algunas de las cartas están abiertas de forma similar. Reconozco la letra de Jimin de su diario y leo su dirección y la dirección de Jeon. No me contengo a sacar el contenido del interior y lo leo, impaciente, disfrutando de la lectura. Solo necesitaría una taza de café que me acompañe en la velada.

 

19 – 01 – 1937

Hola, soy Park Jimin.

 Querido Jeon, no sabes cuánto me he pensado qué escribirte, de qué hablarte, cuan largas deben ser las cartas, o mis palabras. Ambos sabemos que el problema no es la dificultad ni el contexto, es la intensidad con la que la soltamos. Es ese silencio entre las conversaciones, nuestras miradas. No sé a qué la insistencia para que hablemos de esta forma, supongo que una conversación a más largo plazo es algo más intenso y expectante. ¿Sabes? No suelo hablar por carta con nadie. Bueno, en realidad no suelo hablar con nadie, en general. No sé si te lo he contado o simplemente hablamos de filosofía y teología, pero eres la única persona con la que hablo y salgo fuera de mi entorno familiar.

Ya veo que el esfuerzo por pensar en qué decirte no ha servido de nada, ahora me pongo a desvariar y no estás tú para detenerme con una de esas miradas de soberbia que me avisa de que me estoy excediendo en mis palabrería. Hay muchas cosas de las que hemos hablado pero aun tengo unas cuantas preguntas que hacerte. No sé si esta conversación la tendremos en persona una vez que nos veamos o esta será una relación aparte. Una nueva vida, una conversación en espera de la presencia de respuesta. ¿Eso es lo que quieres? Bueno, si es así, ya lo averiguaremos. Las preguntas que me vienen a la cabeza cuando pienso en ti son las siguientes. ¿Por qué nunca me hablas de tu familia? ¿Por qué evitas siempre los temas sobre tu padre? ¿He dicho algo mal? ¿No soy de confianza?

Contestarme cuando puedas, me avergüenza sentirme tan vulnerable a tu respuesta. Lo siento por este desastre. Nos vemos por la universidad.

Park Jimin.

 

Cuando termino no puedo contenerme a leer la siguiente, abierta de la misma forma profesional y segura. Un corte limpio, una maestría con ese cuchillo.

 

22 – 01 – 1937

Me alegra saber que la vergüenza por hablarnos es mutua. No me siento tan violento al entrometerme en tu vida de esta manera. Tienes razón, el tiempo que pasamos juntos no es suficiente para lo que ambos necesitamos pero créeme, que pienso en ti más de lo que crees. Tus palabras, muchas de ellas, se quedaban flotando por mi mente cuando no estamos juntos y eso llega un punto en que acaba casi trastornándome. Nunca nadie me había hablado de esta forma, hasta el punto de hacerme creer que realmente yo soy el que está esquivado. No hablo de meros problemas sustanciales, sino de grandes concepciones. Tu sugerencia sobre leer a Platón me ha hecho darme cuenta de muchas de las barbaridades que hoy consideramos algo descabellado y todas proceden de un mero pensamiento de un hombre acomodado de la antigua Grecia. Nada cambia, ¿verdad? toda mi vida se sustentaba en la idea de Heráclito, nunca nos bañaremos dos veces en el mismo río, pero tienes mucha más razón de la que quisiera admitir. No hay una sola palabra tuya que no haya cavilado hasta la perforación de mi inconsciente e incluso he llegado a soñar que nos encontrábamos tu y yo sentados frente a un juego de ajedrez hablando distendidamente. ¿No es un tópico? Supongo que no me da la imaginación para más. No soy alguien creativo y menos en mi inconsciente.

¿Sabes? He releído varias veces tu carta y perdona si soy algo crítico pero me veo en la obligación de decirte que te has excedido con tu simpleza. Sueles tener las palabras justas pero esta vez te has quedado corto, Jeon. Refutando mi teoría con la falta de tus palabras has demostrado que evitas hablarme de tu familia. Sabes que respeto el silencio como el mejor de los argumentos, pero solo necesitarías una palabra para quitarme la curiosidad, dos para hacerme comprender. Tres para satisfacer toda mi necesidad de aliviarte. Puedo deducir mucho de tu silencio, y nada de lo que pienso es algo bueno. Antes de que yo pueda sacar conjeturas descabelladas me gustaría que al menos me asegurases que nada malo sucede. De lo contrario, sabes que somos amigos, y podemos hablar de lo que sea. Hemos arrastrado a Dios por el asfalto, creo que podemos con esto y con más.

De forma consciente, o tal vez no, me has dado a entender cuando nos vimos al día siguiente de que te llegase la carta que nuestra forma de ser el uno frente al otro sería algo completamente hipócrita. Tanto que alardeas de ser alguien de palabra, y de confianza te muestras tan ausente como el resto. Hablándome de Aristóteles y de Sócrates mientras yo te miro y sonrío atontado como suelo hacer. Y seguiré haciéndolo, no te equivoques. Yo también soy un hipócrita empedernido. Me encanta estar frente a un escenario y fingir que mantenemos largas conversaciones inteligentes mientras lo único que buscarnos es encontrarnos a nosotros mismos en nuestras propias respuestas. ¿Verdad?

Espero que no leas rencor o miedo, o incluso ira en mis palabras. Este mundo es otro en donde yo no sonrío escuchándote, no es un mundo donde tú me escuchas con oídos atentos. Te haces el loco y seleccionas cuidadosamente mis palabras. Aquí no entra la filosofía como teoría, sino como una endeble práctica. No hay psicología, no hay literatura. Estamos tú yo frente al papel. ¿No es eso lo que querías? No va a ser fácil de llevar.

Contéstame cuando puedas.

Te quiere, Park Jimin.

 

24 – 01 – 1937

Querido Jeon, me gusta escuchar la melodiosa sinfonía de tu sinceridad tanto como cuando tocas para mí esa melodía de Schubert. Nunca había oído esa canción y eso que me siento un gran apasionado de todo tipo de clásicos, desde el arte a la literatura, sin embargo la música se me debe haber quedado por el camino. Déjame decirte que me siento muy feliz de que me contestes tan a prisa y eso no sé si es bueno, mostrándome un gran entusiasmo, o por el contrario es una férrea necesidad que no puedes evitar controlar. Me da miedo pensar que es así pero de todas formas no voy a meterme aun con eso. Quiero hablar de lo que me has estado narrado que te sucede.

Déjame decirte que no soy un psicólogo pero he estado informándome sobre la interpretación de los sueños que ha escrito Freud y no he sacado mucho en claro, la verdad. Me he informado sobre la persona en sí, y he decirte que alguien tan pedante no creo que pueda servir de ayuda ni para sí mismo. Aun así, acerca de tus pesadillas, no puedo explicarte en qué sentido eso puede tener una interpretación clara. Me atrevería a decirte que dejes de asistir a convenciones de arte moderno porque no te hace bien la idea del surrealismo, y aun así, creo que no serviría de nada. ¿No es una idea demasiado banida? Un monstruo bajo la cama. Freud te diría algo así como que tienes un gran secreto escondido. ¿No? ¿Qué interpretación le das tú a eso? Dices que has estado soñando eso por semanas. Me da miedo pensar que desde que nos conocemos. ¿Tiene algo que ver conmigo? Vaya tontería, ni tú sabes qué diablos significa. ¿Por qué me pongo yo a hablar de esto?

¿Sabes? Creo que me estoy engañando a mi mismo pensando que tenemos una relación de esas tan estereotipadas en donde dos elegantes caballeros van a tomar un café y hablan animadamente sobre la economía y la política actual. Creo que lo hago porque la idea de implicarme tanto con una persona me pondría nervioso y podría llegar a cometer la locura de echarte de mi vida.

Sigues rehuyendo mis peticiones acerca de tu familia. No lo dejaré correr. Comenzaré a leer entre líneas si no eres más específico.

Te quiere, Park Jimin.

 

 

 

 

 

 

  Capítulo 16                            Capítulo 18

 Índice de capítulos

 

Comentarios

Entradas populares