EL PESO DE NUESTRA PERDICIÓN (YoonMin) - Capítulo 16
CAPÍTULO 16
Yoongi POV:
Llego a prisa hasta el hospital. Entro con las
manos abarrotadas de libros y cartas y subo a prisa por las escaleras en
dirección a mi consulta. Lo hago a paso rápido mientras siento que puedo estar
perdiendo cualquier carta o sobre por ahí sin darme cuenta. Solo escucho el
sonido de mi respiración acelerada y el de mis tripas sonando por el hambre. El
sonido de mis pasos reverbera por el piso a través de los pasillos y cuando
diviso las puertas de mi consulta no las encuentro vacías. Una de las enfermeras
está ahí parada enfrente mirando a todas partes con nerviosismo. No es hasta
que me divisa acercándome a gran velocidad que no parece encontrar lo que
buscaba con la mirada de forma tan desesperada. Me mira y me señala con uno de
sus dedos de forma nerviosa y ansiosa. Yo caigo sobre la puerta de mi consulta
y me adentro en el despacho.
-Llega tarde, señor Min. ¿Dónde se ha metido?
El paciente ya le espera en la sala de proyecciones. –Dice ella casi indignada
pero en primero lugar, yo no debería haber salido de la clínica en mi horario
de trabajo y menos llegar tarde a la consulta. Con una sonrisa abochornada me
disculpo ante ella aunque en realidad tenga que pagar cuentas más tarde con
Jin.
-Siento la tardanza. Tuve que solucionar unos
temas personales. Le digo a ella y parece satisfecha mientras me ve
deshaciéndome de todo lo que he traído en mis brazos sobre la caja en mi
escritorio con las pertenencias de Jimin. Después me deshago del abrigo y me
pongo la bata sobre mi cuerpo saliendo de nuevo de la consulta con un
nerviosismo que no remite y con las pulsaciones aceleradas por el conocimiento
de que he llegado más tarde de lo que me esperaba. Salgo con ella al pasillo y
ambos caminamos en dirección a las escaleras para subir a la última planta.
Ella me sigue con el rostro tranquilo pero con un evidente nerviosismo
corporal. Manos inquietas, pasos rápidos.
-¿El paciente ya está allí? –Pregunto a lo que
ella asiente y yo la miro curioso-. ¿Ha ido con subordinación? –Ella piensa
unos segundos en una palabra que describa el comportamiento exacto de la
situación.
-Al principio sí. Estaba confuso con que no
fueses tú el que fuese a buscarle pero cuando hemos ido a la sala de proyección
ha comenzado a ponerse nerviosismo y el hecho de que no estuviese usted creo
que lo ha agravado todo. Han tenido que ayudarme Jin y otro enfermero a
llevarlo a la sala.
-¿Se ha puesto violento de nuevo?
-Solo nervioso. Decía que esperaría en su
cuarto a que usted viniese.
-¿Por qué no habéis accedido?
-Señor. Disculpe mi atrevimiento, pero no
sabíamos cuando iba a llegar y no íbamos a perder tiempo. En una hora otro
paciente necesitará la sala. –Dice ella mirándome con recelo por mi tardanza y
acabo suspirando largamente, asintiendo-. Ya le hemos conectado al sedante.
Tardará unos minutos en hacerle efecto pero creo que ya han pasado esos
minutos. –Dice pensativa y al fin llegamos a la sala de reproducciones a lo que
lo primero que recibo es una fría mirada de Jin, negativa y reprochadora que me
hace bajar el rostro, apagar las luces y me encamino al pequeño bulto de la
fila de adelante que mira alrededor buscándome con la mirada. Cuando llego a su
lado recibo la sonriente mirada de su rostro y una sonrisa de sus labios. Está
de nuevo atado de manos y cuello y de uno de sus brazos se extiende una aguja
enganchada a un gotero que poco a poco le sedará y le dejará en un estado de
tranquilidad y calma que le hará parecer ido. Aún se le nota presente pero su
sonrisa me demuestra que ya le comienza a hacer efecto. Al reconocerme me sonríe
y yo me siento a su lado posando una de mis manos en la suya, susurrándole.
-Ya he llegado. Siento la tardanza. Ya podemos
comenzar. –Él asiente un tanto nervioso y mira a la pantalla sin necesidad de
pinzas para los ojos ni mi voz pidiéndole que se comporte. Miro a mi espalda
indicándole a Jin que puede comenzar a reproducir el video y me responde con
una mirada profesional, alardeando de su excéntrica profesionalidad. Ya deben haberle explicado en qué consiste esta
terapia. Intento de reducción de la aversión hacia la heterosexualidad. Tan
simple como mostrarle un video de unas relaciones heterosexuales o simples
imágenes de mujeres desnudas o en ropa provocativa creando una atmósfera de
confort y sosiego que le proporciona la droga en vena que está sintiendo.
-Yoongi… -Habla Jimin mientras el video
comienza a reproducirse y tuerce su mirada para intentar mirarme pero al no
conseguirlo se limita a ver la pantalla, pero sabe que ha llamado mi atención.
-Shh… -le chisto-. Atento a la pantalla. –Le
digo pero no me obedece.
-¿Dónde has estado? Has tardado… -Dice y yo le
miro con el ceño fruncido. Miro mi reloj en el bolsillo del chaleco siendo
consciente de que llego media hora tarde. Tal vez él lleve enchufado al sedando
más de veinte minutos y esos son los que el video dura, con lo que acabará el
doble de drogado de lo que se supone que tiene que terminar. No tendrá una
sensación de confort, sino un mareo y embotamiento generalizado como la
sensación de varias copas de coñac con el estómago vacío. Si no vomita es muy
probable que se quede dormido ahí mismo, sentado frente a la pantalla. Miro a
la enfermera que mira distraída la escena en la pantalla y después miro a Jimin
sentado a mi lado. Yo poso de nuevo mi mano sobre la suya y le susurro.
-Perdóname. Está todo bien. Disfruta del video.
–Le digo a lo que asiente y no puedo contenerme a preguntarle-. ¿Cómo te
sientes?
-Me siento bien. –Contesta con seguridad y se
deja caer en el asiento con una expresión relajada y con su mano medio muerta
bajo la mía. La retiro de él y me la quedo mirando, pequeña regordeta, rosada,
dulce, brillante. Muerta.
-Bien. Sigue viendo el video. Acabaremos
pronto. –Le digo a lo que asiente con dificultad de nuevo y se queda mirando la
pantalla pero dudo que realmente pueda estar viendo algo más que un conjunto de
imágenes borrosas de colorido anaranjado y con movimientos rítmicos y vulgares.
Demasiado ensayado, demasiado ficticio. Yo me dejo caer en mi asiento y le miro
de reojo como está mirando con ojos cristalinos la pantalla. No sé qué diablos
puede estar pasando por su mente pero en la mía hay demasiadas cosas
revoloteando alrededor. La posibilidad de leer sus cartas escritas a Jeon en mi
despacho, las palabras de la señora Jeon al decirme que hizo sufrir a su hijo.
No creo que sea capaz de hacer daño a nadie y sin embargo yo me siento tan
vulnerable frente a él. Como si tratase con un peligroso sociópata me manipula
a su antojo con un par de palabras bien ensayadas y esa mirada de cordero
degollado. Maldita sea.
Pasados los veinte minutos que dura la
grabación las luces se encienden gracias a la enfermera y el proyector se apaga
a manos de Jin. Lo primero que hago es quitarle la vía a Jimin del brazo con lo
que deje de sumar más morfina a su cuerpo. Él apenas siente la aguja saliendo
de él. Sigue con la mirada hacia el frente pero solo me tiene a mí como centro
focal y no creo que en realidad me vea. Le quito las argollas de las manos y le
librero el cuello con lo que él, al sentirse liberado, vuelve un poco más en
sí. Yo me arrodillo frente a él, entre sus piernas abiertas, y paso mi mano
abierta frente a su rostro repetidas veces para que enfoque su mirada en la
mía. Lo hace a los segundos con algo de dificultad y al entrar en su campo de
visión me sonríe atontado a lo que me hace sonreír a mí también.
-¿Cómo te encuentras? –Le pregunto a lo que él
asiente y sonríe ampliamente hasta hacer desaparecer sus ojos en dos líneas
oscuras.
-Muy bien. –Canturrea divertido y deja caer sus
manos en su regazo, tranquilo.
-Me gusta verte así de relajado. ¿No es mejor
así que tan nervioso y violento? –Le pregunto a lo que asiente de nuevo y llevo
una de mis manos a retirar un mechón que cubre su frente y el contacto no
parece sentirlo, o no al menos hasta que no he retirado mi mano que él deja de
sonreír y me mira, desde la corta distancia y con una mueca cansada y confusa,
pero tranquila-. Si te ha gustado el video, podemos volver a verlo cuando
quieras. –Le digo a lo que asiente.
-Como quieras, hyung… -Me contesta y comienzo a
dudar de que realmente me esté escuchando con lo que acabo incorporándome y le
extiendo la mano para que se ponga también en pie. Lo hace tambaleándose y paso
su brazo alrededor de mis hombros, ayudándose a caminar en el estado en que se
encuentra. Apenas da dos pasos y tengo que rodearle la cintura con mi brazo
para impedir que se dé de boca contra el suelo.
-Haz un esfuerzo, Jimin. –Le digo frustrado y
él alza un poco el rostro agarrándose con fuerza a mi bata con sus pequeñas manos endebles. La
enfermera viene al lado contrario en donde yo estoy del cuerpo de Jimin y está
a punto de imitarme pero le niego con el rostro-. No se preocupe, yo lo llevaré
a su cuarto. No le molesten hasta mañana. Creo que dormirá del tirón en cuanto
lo tumbe en la cama. –Le digo a lo que la enfermera me mira dubitativa unos
segundos pero acaba asintiendo y se retira para recoger el gotero del asiento y
yo salgo de la habitación recibiendo una luz de atardecer algo anaranjada.
Camino con Jimin a lo largo del pasillo escuchando sus murmullos, unos
maullidos de gato, unos gemidos confusos, más bien fatigados. Tiene momentos en
los que camina más erguidos pero otros en los que baja su rostro, cansado.
-Yoongie hyung… -Me llama en un susurro y yo
evito contestarle concentrando mis fuerzas en que no caigamos por las
escaleras. Cuando llegamos a su cuarto abro con cuidado la puerta y camino con
él hasta dentro. Él se deshace de mi garre viéndose con fuerza de sujetarse en
el pie de la cama en forma de varilla de metal. Se sujeta ahí y respira con
tranquilidad y yo cierro la puerta y me acerco de nuevo a Jimin cogiendo su
rostro en mis manos y levantándolo para hacer que me mire. Lo hace y me enfoca
en su mirada. Me sonríe. De nuevo esa fugaz sonrisa que atonta todos mis
sentidos como la droga que corre por sus venas.
-¿Cómo te encuentras? –Pregunto a lo que él
asiente como una respuesta afirmativa y se sujeta con su mano libre a mi
hombro. No parece que vaya a desfallecer. Más bien parece alguien que ha
ingerido gran cantidad de alcohol y no puede manejar el mareo en su mente-. ¿Te
da todo vueltas? –Pregunto pero él tarda en contestarme. Asiente pero no muy
seguro-. ¿Qué sientes?
-Cansancio. Sueño. –Dice-. Hay partes de mí que
no siento. Mi mente… -piensa-. No funciona bien.
-Es normal, tranquilo. Dormirás y mañana
estarás como nuevo. –Digo e intento conducirle a la cama pero él se mantiene
aferrado con fuerza al metal de la cama y a mi hombro. Yo regreso un paso atrás
y me le quedo mirando. Sus ojos recorren mi rostro con una expresión vacía pero
con una dulce mirada compasiva.
-Pensé que no volverías. –Dice a lo que yo
frunzo el ceño y me devuelve una expresión cansada.
-No pensarías que iba a dejar el tratamiento a
medias, ¿verdad?
-La gente es así. –Dice, tranquilo-. Se marcha
cuando más la necesitas. –Contesta y yo le miro con tristeza infundada,
acariciando de nuevo ese mechón que se empeña en caer sobre su frente.
-Lo sé. –Le digo y asiento-. Vamos, es tarde,
tienes que descansar. ¿Quieres rezar?
-Hoy no he pecado. –Dice tranquilo y yo le
sonrío, conforme. Mis dedos se conducen a su oreja y le retiro el pelo dejando
esta al descubierto. Es pequeña, preciosa, perfectamente tallada. Rosada,
acaramelada.
-Aun así es bueno rezar… -Suspiro pero no tengo
ninguna esperanza porque pueda hacer el mínimo esfuerzo. Me sorprende su mano
recorriendo la línea de mi cuello desde mi hombro y después hace el mismo gesto
que he hecho yo con él, retira mi pelo colándolo tras mi oreja dejando al descubierto
mi piel ahí. Me mira directo a esa zona y me hace sentir tremendamente
avergonzado al descubrirme presa de esa mirada tan inconsciente y curiosa. Me
dejo caer por la calidez de la yema de sus dedos sobre mi piel. Miro el resto
de su rostro. Sus labios están entreabiertos respirando con tranquilidad a
través de ellos. Su mano en la cama no se suelta. Su columna, erguida hasta que
su rostro queda a mi altura, a unos centímetros del mío. No es hasta que no me
golpea su aliento que no soy consciente de la cercanía de nuestros cuerpos. Si
me esfuerzo puedo incluso sentir los golpes de su corazón a través de su pecho.
No. Son los míos. Maldita sea-. ¿Seguro que estás bien? –Le pregunto a lo que
asiente.
-Me siento genial, hyung. Ya no duele.
-¿El qué?
-Nada hyung. Ya no duele nada. –Me dice
convencido y con una voz tranquila. Ha sido un susurro y me aterra la
posibilidad de que no haya necesitado más. Apenas un susurro para decírmelo.
Sus ojos han dejado de mirar su mano sobre mi cabello que ahora está en mi
nuca. Estamos tan cerca que siento como me flaquean las piernas. Su rostro
acaba, inexplicablemente y por algún motivo, chocando con el mío y nuestros
labios se hunden, prolongando el contacto. Todo es su iniciativa, de un valor
provocado por la morfina, pero un valiente atrevimiento que a mí me deja del
todo perplejo. Cierro los ojos frunciendo el ceño y con una de mis manos en su
mandíbula, la otra en su cintura. No sé cómo ha llegado ahí, pero ahí está,
sujetándole con fuerza. Su lengua se desenvuelve tranquila en el interior de mi
boca y yo me atrevo a colar la mía entre sus labios. Me recibe una cavidad
caliente y húmeda, jugosa, dulce. El contacto tiene que romperse en algún
momento necesitados de aire pero yo no dejo que finalice ahí, llevo mis dos
manos a su cuello y le atraigo a mí con violencia y necesidad. Una ardiente
necesidad desbocada que me consume lentamente por cada segundo que siento como
sus labios se despegan de los míos. Él me corresponde con una expresión
tranquila, dejándose hacer, con sus manos acariciándome desde mis hombros hasta
mi nuca.
Cuando el beso se termina sé que se ha
terminado y que no va a volver a suceder porque mi mirada de terror puedo verla
reflejada en sus ojos. Me llevo mis dedos a mis labios y él me sonríe, tranquilo.
Reconfortándome a mí. Su mano se cierne sobre mi muñeca y me retira mi mano de
mis labios. Se deja espacio y me abraza con tranquilidad. Con una sumisa
decisión necesitada. Se deja caer en mis brazos y con su cabeza en mi hombro,
se duerme. Cae en un profundo sueño reparador inducido por la alta cantidad de
morfina. Sus labios sobre los míos aún forman parte de un recuerdo demasiado
vivido. Los siento aun moverse sobre mí, su sabor recorre mis papilas
gustativas, siento cosquillas en mi lengua. Me siento flaquear. Me siento
perdido.
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