DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 9

 CAPÍTULO 9


Jimin POV:

 

Cuando hemos permanecido el tiempo suficiente como para hacerle sentir incómodo por las miradas de los pacientes al otro lado del cristal, habla en susurros para pedirme permiso y salir. Sin querer provocarle otro ataque de ansiedad acato sus deseos y ambos regresamos a las instalaciones y caminamos entre los pasillos pero por lo que veo de muy mejor humor. Mira al frente y saluda con educación a todos aquellos que le reconocen. Rápidamente le recompenso en su comportamiento con una sonrisa sincera y él mira a otra parte haciendo un mohín con los labios como si no viera real mi gesto.

Paseamos por todos los pasillos y bajamos a otras plantas aunque no fuera recomendable. Caminamos pacíficamente en completo silencio sin necesidad de hablar. Yo al menos no lo necesito porque su silencio es francamente agradable, sus pasos son silenciosos, casi como los de un felino y sus expresiones, un tanto graciosas. De vez en cuando le hago alguna que otra pregunta cualquiera para comprobar que no se ha vuelto mudo de repente y me contesta con asentimientos o negaciones, o bien en palabras pequeñas y frases cortas. “Sí”. “No”. “Mañana”… No le obligo a que se esfuerce más porque ya es suficiente por hoy.

Cuando llega la hora de comer aparecemos en los comedores y me conduzco con él hasta donde las camareras le sirven una bandeja con comida. Por lo que veo no es más que un poco de arroz en un cuenco blanco, una sopa con fideos candentes en otro y un poco de carne a la plancha. Parece pollo. A su lado, una pequeña botella de agua mineral.

–Sírvame a mí también una bandeja de eso. –Le dijo a la mujer tras el delantal y asintiendo divertida aunque algo extrañada, me da una bandeja exactamente igual–. JungKook a mi lado me mira justamente de la misma manera que la mujer–. No quiero tener que ir luego a la cafetería. Si voy a pasar el día a tu lado debo adecuar mis horarios. –Se encoge de hombros ante mis palabras y nos conducimos de nuevo a la misma mesa en la que ha desayunado.

Una vez sentados coge sus palillos y comienza a rebuscar en el arroz. Tras estar así por un minuto entero sin cesar, coge un poco y me lo extiende estirado todo el brazo y mirando fijamente mis labios cerca de su comida.

–¿Quieres que lo pruebe? –Le pregunto dándome cuenta que el hecho de que yo probase su desayuno esta mañana le ayudó a comer mejor. JungKook asiente y abro mis labios donde introduce el poco arroz que me ha proporcionado.

El mismo ritual lo repite con la sopa de fideos dándome un pequeño sorbo de su cuenco y con la carne, regalándome una pequeña porción. Cuando se siente satisfecho con los alimentos comienza a comer y yo hago lo mismo contrayendo mi rostro en una mueca terriblemente desagradable al ser plenamente consciente de lo sosa que está la comida. El arroz no lleva ni pizca de sal, el pollo ni una sola gota de aceite y la sopa, no sabe más que a agua. Tras hacer la misma mueca tres veces seguidas JungKook se aguanta la risa mirándome detenidamente.

–Esto está malísimo. –Digo paladeando el almidón del arroz en mi lengua.

–Sí. –Dice simple.

–Un día te traigo comida de la cafetería. –Él me mira con una sonrisa triste en su rostro y yo hago un puchero siendo consciente de que probablemente me penalizaran por ello–. ¿No extrañas la buena comida?

–Sí.

–¡Mira! –Digo con una sonrisa enorme en mi rostro–. ¡Ahí tienes un motivo para recuperarte!

–No. –Dice seco mirándome sin expresión–. Me dijiste que no hablaríamos de eso hoy.

–Ups. –Asiento–. Está bien. No hablaremos de eso, pero dime, ¿qué echas de menos de la vida normal?

–No mucho.

–¿Qué? –Pregunto mientras me llevo otro trozo del insulso pollo en mi plato.

–Comer bien, tomar café, leer libros interesantes, no estas mierdas que tienen aquí…

–¿Café? ¿Libros? Eres una persona simple… –Digo mientras le veo asentir–. No has dicho “Familia” “Amigos” “Salir de fiesta…”

–No tengo amigos. Y mi familia ni pisa por aquí.

–Oh… –Siento que he metido la pata con mis palabras pero rápido me mira fijo con una triste sonrisa en sus labios dándome a entender que no le importa–. ¿Por qué no tienes amigos? –Su sonrisa triste se torna cínica y niega con la cabeza mientras la mantiene y sigue comiendo.

–No juegues así conmigo. –Me advierte y yo asiento resignado a su comportamiento.

–Está bien. –Cambio de tema–. ¿Qué libro te gustaría leer? Yo no entiendo mucho de esto, la verdad.

–No lo sé. –De repente detiene sus palillos y me mira con una mirada iluminadora–. Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Ese, ese quiero leer. –Dice mientras asiente para sí mismo y regresa a comer. Yo frunzo el ceño.

–Que nombre tan raro para un libro. No sé qué diablos es eso…

–Fue el último libro que leí antes de ingresar aquí.

–¿Fue bonito?

–No. Fue agradable. Ameno. Entretenido.

–¿Bonito no? –Río yo solo pero el parece no darse cuenta y continúa comiendo sin más. Ambos terminamos de hacerlo y tras recogerlo todo, poso mi mano en su hombro con lo que consigo que se aleje de mí dando un respingo. Me disculpo de inmediato ya que ha sido como un acto reflejo y le miro a los ojos firmemente–. ¿Qué hacemos ahora? ¿Quieres seguir paseado?

–No. Quiero ir a mi cuarto. Me siento muy cansado y quiero dormir. –Me dice con una expresión derrotada y asiento acompañándole por el pasillo.

Tras alcanzar su puerta me deja entrar al contrario que con el baño y nada más cruzar el umbral se deja caer en la cama y mira al techo posando ambas manos sobre su abdomen. Su respiración es fuerte y pesada. Realmente no está acostumbrado a andar de allí para acá. Me quedo mirándole y como no le veo con intenciones de hacer nada por la labor, me acerco yo hasta la ventana para correr las cortinas y crear una atmosfera mucho más agradable para conciliar el sueño y cierro las que dan al pasillo. Él me detiene nada más lo he hecho.

–Nos tienen dicho que no hagamos eso. Que tenemos que estar controlados.

–¿Prefieres que las deje como estaban?

–No. Solo te digo que serás tú quien acarree con las consecuencias. Yo te he avisado. –Le guiño un ojo y dejo todo como yo he querido porque me parece la mejor manera. Cierro la puerta del baño, compruebo que se han llevado la ropa sucia de esta mañana y me acerco a su cama para arroparle con una manta negra con flores blancas y amarillas. Él no me quita ojo de encima y frunce el ceño–. No soy un bebé.

–Es mi trabajo.

–¿Arropar gente? Qué deprimente. –Me encojo de hombros y siento la tentación, por poco irrefrenable, de acariciar su cabeza pero me detengo a tiempo de provocar en él alguna reacción desagradable. Me limito a acercarme a la puerta y despedirme de él.

–¿Necesitas algo más?

–Nada más.

–Bien. Nos vemos luego. Vendré en tres horas. –Asiente y se gira para quedar tumbado en posición fetal y se acurruca bajo la manta.

 

 

–Wow, eso es conseguir mucho. –Me dice Yoongi en mi despacho. Sí, al fin han habilitado el antiguo despacho del hombre al que sustituyo para poder trabajar en él. Es algo pequeño, con un pequeño trozo del techo enmohecido, los muebles vacíos y las paredes completamente desnudas, pero me hace sentir bien, me da seguridad dentro de este edificio–. ¿Y dices que habla con normalidad?

–Sí, aunque a veces cuando no le gusta lo que digo o no se siente obligado a contestar porque da por finalizada la conversación, no lo hace. Es decir, habla lo estrictamente necesario.

–Eso no importa. ¿Sabes cuánto tiempo lleva sin dirigirle la palabra a nadie? Ya pudiste comprobarlo conmigo, esta mañana.

–Sí. Se alteró bastante.

–Ah, no. Eso no fue por mi culpa. –Frunzo el ceño mientras entrelazo mis manos sobre mi regado. Ambos estamos el uno frente al otro sentado en la mesa de mi despacho.

–¿Hum? ¿Qué quieres decir? Estaba muy calmado hasta que tú viniste.

–Yo solo provoqué que dejara de hablar. Fue cuando tú subiste el tono de voz que se asustó. No le gustan estas cosas.

–Oh. –Hago memoria acordándome–. Tienes razón.

Cuando termino la conversación me dirijo al cuarto de Jeon porque han pasado exactamente tres horas y antes de llegar ya veo que ha descorrido la cortina que da al pasillo por lo que entiendo que ya se ha despertado pero tras mirar dentro, no lo encuentro. Miro más detalladamente y asustándome, entro sin llamar y miro a todas partes. La habitación no es muy grande por lo que entiendo que o bien se ha escondido debajo de la cama o está encerrado en el cuarto de baño. Descartando la primera opción porque realmente no le veo haciendo ese tipo de cosas entro rápido al baño encontrándomelo sentado en el retrete lo que me impulsa a cerrar de nuevo la puerta pero veo que está completamente vestido y sentado sobre la taza bajada, simplemente haciendo nada.

–¿Qué haces ahí? –Le pregunto en un susurro y me mira encogiéndose de hombros–. ¿Ibas a ducharte? ¿A mear?

–No. A veces, hago esto.

–¿Hacer qué?

–Enfrentarme a mis miedos.

–¿Tienes miedo de estar en el baño? –Mira a todas partes buscando las mejores palabras.

–A veces, es bueno recordar. Y aquí dentro, recuerdo mejor.

–¿Qué recuerdas?

–¿Sabes? –Me dice no queriendo responder a mi pregunta–. Contigo aquí, es más fácil recordar.

 

 

 

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