DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 10

CAPÍTULO 10


JungKook POV:

 

De repente, algo parece despertar dentro de mí. Algo me dice, no, me llama a gritos porque regrese al pasado y es una extraña sensación en la que la situación en la que me encuentro es la causa por la que recuerdo, por la que me obligo a viajar. Normalmente solo necesito estar aquí dentro una hora para comenzar a sentir ese miedo irracional, no mezclado con claustrofobia, pero si es una extraña asfixia inhumana. No veo las pareces acercarse a mí. Siento un cosquilleo interno que me hace sentir completamente importante. Todo ello sumado con ver aparecer su cuerpo frente a mí, esto es toda una locura.

–¿Sabes? –Le digo olvidando por completo lo que me estaba diciendo–. Contigo aquí, es más fácil recordar.

Recordar ya no supone un esfuerzo, viene solo y me golpea como el viendo en un día de otoño. No. Lo verdaderamente difícil es controlarme dentro del recuerdo pero cuando este se hace tan real, incluso asusta. La misma situación, la misma persona. Me gustaría decir que yo he cambiado pero lo único diferente en mí es nada.

–¡Míralo! –Grita la voz de Jimin con un deje algo más agudo, un registro un poco más infantil. Rápido, ante sus palabras alzo el rostro para mirar su expresión pero me doy cuenta de que él realmente no ha pronunciado ninguna palabra. Él no ha vocalizado ni ha sido consciente de ese grito en mi mente. Cuando me descubre mirándole con el ceño fruncido él realiza la misma expresión confusa. Yo sin embargo sigo oyéndolo–. ¿Estabas escondido? ¿Eh? ¡Qué cobarde esconderse aquí en el baño!

Me gustaría decir que las voces en mi cabeza tienen autoridad por ellas mismas para decir cosas que ellas piensan, y es verdad, pero no en este caso. Esto no es más que el sonido de un recuerdo. Las imágenes, ya las tengo frente a mí. Jimin, Park Jimin entrado de golpe en el cubículo de un baño en la escuela para descubrirme y sonreírme de esa sádica manera que me indica lo que viene a continuación. Yo solo con esa intensa mirada y la sonrisa, me hielo de miedo a sabiendas que me pegará una paliza como cada día, él y sus amigos a los que llama a voces.

–¡La rata está aquí! ¡La he encontrado! –Qué irónica es la vida que se aprenda mi nombre ahora dentro de mi cabeza cuando fuera nunca lo pronunció una sola vez.

–Por–Por favor… –Gimoteo en alto para ambas realidades–. Dé–Déjame en paz.

–¿Quiere que vuelva más tarde? –Dicen unos labios ante mí pero en mi mente, algo muy malo sucede.

–¡Ni lo pienses! – Una mano aferra fuertemente mis cabellos y me saca a la fuera del cubículo, arrastrándome por el suelo mientras recibo una serie de patadas. Yo me limito a llevar mis manos a mi cabellera y sujetar fuertemente mi pelo para que no sea tirado. Antes incluso de cubrir mi cuerpo prefiero deshacerme del agarre en mi cabeza porque realmente duele. Las voces de cinco personas en mi mente se juntan con las de un hombre a mi lado, frente a mí, muy cerca. Y al abrir los ojos de nuevo, ya que estaba yo inmerso en mi recuerdo, su rostro aparece para degollar toda posibilidad de salvación. Soy consciente de que seré golpeado de nuevo por el mismo rostro y las mismas manos que me marcaron durante años. Regreso muy fielmente a ese mundo que creí ya en el pasado.

Aquellas manos se acercan a mi rostro y tiemblo ante el contacto sobre mis mejillas. Sus ojos me miran intensamente y sus labios hablan, haciéndose evidente su voz frente a las que se manifiestan en mi mente.

–¿Qué te ocurre, Jeon? –Oír mi apellido desde su voz, desde él mismo se me hace extremadamente raro, como si este fuera el Jimin irreal, desde luego que lo es y se empeña en demostrármelo dada la circunstancia, mi problema y su situación. A pesar de todo, no puedo evitar contestarle, suplicarle por mi vida.

–No me golpees. –Le ruego temblando a medida que pasa el tiempo y ambos seguimos aquí dentro. Cada vez mi cuerpo se adapta más a la posible realidad de que me golpee y me tenso haciendo que el temblor sea mucho más evidente–. Te lo suplico.

–No lo haré. –Me dice mientras me obliga a mirarle a los ojos. Sus ojos, a través del cristal en la gafas, se ven oscuros pero sinceros. Una leve, muy tenue sonrisa, aparece de entre sus labios y mientras me acaricia las mejillas con los pulgares, me abraza. El contacto es mucho más intenso y fuerte de lo que jamás he sentido. Incluso apenas reconozco que me está abrazando, que estoy siendo abrazado, porque hace años que nadie me abraza. Nadie lo ha hecho y él lo está haciendo sin mi permiso. Y sin embargo, no hago nada. No puedo hacer nada–. ¡No! ¡No Jeon! ¿Por qué lloras? –Me pregunta alejándose de mí y no es hasta que no me lo dice que no me doy cuenta. Llevo las yemas de mis dedos a mis mejillas y palpo la humedad de mis lágrimas. Le miro algo atónito, sorprendido como él.

–No lo sé.

 

Jimin POV:

 

Tras que llorara en mis brazos por quince minutos, desorientado y confuso, le sugerí que saliéramos a dar una vuelta por los pasillos como hicimos en la mañana y accedió alegando que necesitaba aire. Caminamos por unas horas hasta que fue la hora de cenar y nos sentamos el uno frente al otro como cada día para vernos obligados a compartir la comida por su inseguridad. Unas verduras fritas y algo de arroz. Demasiado poco para alguien de su complexión pero no pareció quejarse tanto por la cantidad, como por el sabor soso de todo. Cuando ambos terminamos sin mantener conversación alguna, le acompañé a su cuarto y cerrando ventanas y apagando luces, le dejé ahí en la cama tumbado, viendo como poco a poco desaparecía de su campo de visión. No fue una sensación cómoda, en realidad, me observaba como si ansiara que desapareciera pero no tuviera el valor para decirlo, y sin embargo tenía la constante necesidad de que me llamaba desde su interior. Suplicaba porque no le abandona. Olvidando todos mis pensamientos me dirigí al coche y conduje hasta mi casa para despejar mi mente.

Antes de entrar por la puerta de mi nuevo hogar por las escaleras sube Taehyung con unas bolsas de la mano. Serán las once de la noche por lo que supongo que lleva toda la tarde fuera de compras. Nada más verme me sonríe y se coloca de pie frente a la puerta a la derecha de la mía y deja las bolsas en el suelo para sacar su llave y abrir la puerta.

–¿Vives a mi lado? –Le pregunto mientras yo abro mi puerta.

–Sí. –Dice con una enorme sonrisa–. Me gusta alquilar los pisos cercanos a los míos porque así puedo tener más controlados a los inquilinos. –Comprendo su sentimiento y antes de entrar en mi casa me quedo mirando cómo está atareado intentando coger de nuevo todas las bolsas.

–¿Necesitas ayuda?

–Pues sí, la verdad. Muchas gracias. –Me dice mientras me acerco y recojo cuatro de las diez bolsas que lleva. Algunas son pequeñas y apenas pesan pero otras parecen repletas de ropa y pesan lo suficiente como para desequilíbrame. Por las marcas de las bolsas no diría que sean marcas muy conocidas pero aun así hay una importante suma de dinero.

–¿Compras pre-navideñas? –Le pregunto y él niega con la cabeza.

–¡Qué vá! Aún quedan dos meses. No, no. La mitad son cosas que me he traído del hospital por mi madre, ropa para lavar y eso. El resto cosas que he ido comprado, cosas de las que se encargaría mi madre.

–Oh, ya veo. –Nada más entrar en el salón veo que la distribución no es muy diferente a la de mi piso pero se nota una clara diferencia en que es mucho más personal y hay fotos familiares y objetos por todas partes. Incluso puedo ver una foto de TaeHyung de bebé desnudo, o al menos entiendo que es él, y rápidamente aparto la mirada algo cohibido. Me choca que no le avergüence tener esas cosas al alcance la vista de todo el mundo que entre aquí como yo–. Bueno, si no hay nada más…

–¡Oh! –Dice de repente y sale corriendo en dirección a la cocina. Me habla desde allí–. Hice una remesa de magdalenas y me han sobrado. –Regresa con una pequeña cesta de mimbre repleta de magdalenas con glaseado de colores. Me la extiende y yo abro mis ojos como platos comprobando la perfecta presentación que tienen–. Aún están deliciosas pero no me las comeré y no quiero tirarlas. Por favor, acéptalas.

–¿Seguro que no las vas a comer? Ya he aceptado el vino, me parece una grosería…

–¡Nada de eso! –Sonrío avergonzado mientras cojo la cesta en mis manos. La verdad es que me encanta todo lo dulce.

–¿Tratas así de bien a todos tus inquilinos? –Le pregunto y él asiente sonriendo–. En ese caso las acepto. –Mientras me despido de él y salgo de su casa el olor dulce me persigue y se me hace la boca agua. Nada más llego a mi casa dejo la cesta en la cocina y cojo una de las magdalenas mirando el glaseado en su superficie. El de esta es de un color azul con pequeñas perlas de chocolate negro. La muerdo de una vez y esta explota en el interior de mi boca con un relleno de chocolate líquido que me pone los pelos de punta. El placer que siento en mi paladar es insuperable y más cuando lo comparo con la insulsa cena que acabo de consumir. El segundo muerdo ya se lo doy en el salón mientras introduzco el segundo CD en el casete. Me siento saboreando le chocolate en mis labios y mancho estos con aun más cobertura de color. Lleno mis carrillos mientras el silencio se hace eco en la estancia. Es un silencio diferente en el que no es que todo esté en silencio sino en que algo debería sobresalir frente al resto.

De la media hora de grabación solo se oye la voz de Jeon en los últimos diez minutos, lo que me ha llevado a comerme otras dos magdalenas en los que esperaba. Cuando estoy terminando la tercera, habla.

–No, otra vez no. –Suspira casi en un susurro. Debo aguzar el oído para prestar más atención. Su voz es de decepción–. Dije que esto pasaría. Vuelve a estar ahí, ¿no lo veis? Por favor, no me dejéis a solas con Él. –Enfatiza la palabra–. Me golpeará de nuevo. Me hará daño, ¿no me habéis visto? Él tiene la culpa. –Su voz se torna de repente asustadiza y arrepentida de sus palabras. Pierde todo valor para arremeter contra aquella persona que parece estar viendo y se dirige exclusivamente a las personas que controlan sus reacciones–. ¡No! ¡Sacadme de aquí! ¡Va a matarme, lo ha dicho! ¿No lo oís? ¡No! –Grita por unos minutos más y degenera en el llanto.

Dejo de comer de inmediato porque ha conseguido trasmitirme su terror.

 

 

 

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