DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 2

 CAPÍTULO 2


Jimin POV:

Mi vida en la adolescencia no fue sencilla. Durante muchos años mi padre se deleitaba abusando sin consentimiento de mi madre aprovechando las noches en las que llegaba borracho a casa. Aún recuerdo sus gritos pidiendo porque se detuviera pero tras comprender que nadie la ayudaría, se dejaba hacer entre sollozos y lamentos. Yo, escuchando aquello desde mi cuarto en la habitación contigua, cubría mis labios como si mi respiración pudiera provocar su ira. Y así era, porque cuando no se saciaba con mi madre, venía a mi cuarto para golpearme.

A veces pienso en ellos nunca con añoranza. En cuanto pude, me largué de aquél mundo porque durante años me prometí a mi mismo que huiría en cuanto se me presentara la mínima oportunidad. Así hice. Antes de terminar la universidad apalabré con un conocido un piso que dejaba en alquiler y tras hablar de una tarifa mucho más baja de la que me hubieran pedido en cualquier otra parte, cogí todas mis pertenencias y desaparecí sin apenas dar explicaciones. Mi madre lloró el primer día y mi padre, no recuerdo haberme despedido de él.

Cuando llegué a aquella casa un extraño sentimiento me invadió. Un sentimiento que jamás podía haber imaginado ni sentido antes. Era como sentir los verdaderos brazos de una madre rodearte, o como se suponía que así debía ser. Cada mueble, cada pequeña gota de pintura en las paredes, cada baldosa en el suelo. Todo me rodeaba, me consolaba. Me aseguraba que había merecido la pena esperar. Al fin un hogar.

Tal vez ese apego a mi casa haya hecho que declinase en la primera llamada la oferta por trabajar en el hospital psiquiátrico de Seúl. Tener que trasladarme por no sé cuanto tiempo para atender a un paciente que no me incumbe se me izo demasiado pesado como para soportarlo y verme rodeado de la calidad de mi hogar, con mi humilde sueldo en el hospital de Busán, con mi vida de siempre, era una oferta que declinaba la balanza a mi favor.

La siguiente llamada fue hecha en un modo más cordial y amigable que tras unas dulces y flexibles palabras se encontraba una cifra mucho más tentadora que la primera y angustiado por mis sentimientos encontrados decidí acceder pero pedí un mes mínimo antes de ir para poder encontrar una casa y hacer la mudanza que no pretendía que fuera por mucho tiempo. Antes de tres semanas volvieron a llamarme de manera más urgente, necesitados de mi presencia. El psiquiatra que se encargaba del chico al que voy a atender, había pedido su renuncia. Solicitó la jubilación anticipada y se largó dejándolo a él y a todo el equipo atónitos. No me dijeron los motivos de su inesperada renuncia pero no debió ser algo agradable.

Y aquí estoy, acercándome ya al psiquiátrico y buscando por algún lado el parking donde poder dejar el coche. Nada más salir de este recuerdo que todas mis pertenencias están en el maletero y eso no hace sino aumentar mis ansias por llegar al apartamento que me espera. Suspiro pesadamente y me conduzco dentro donde busco con la mirada cualquier tipo de señalización donde me indique a qué planta debo acceder. Leo en una lista sobre una pared al lado de una secretaria un panel plastificado donde me señala las siete plantas y qué tratan en cada una. La que busco es la séptima.

Enfermedades psicológicas incurables.

Resignado a la atenta mirada de la mujer a mi lado que me sonríe le pregunto si el doctor NamJoon puede recibirme y me invita a acompañarme a la séptima planta. Dado que no es de buena secretaria salir de su puesto de trabajo me niego a ello y subo yo solo en el ascensor a la espera de acostumbrarme al olor del hospital igual que me acostumbraba cada mañana al de Busán. Este es mucho más intenso, tanto que me llega a marear.

Me miro en el espejo ajustando mi corbata bajo el jersey gris de lana sobre mi cuerpo y coloco más cómodamente mis gafas sobre el tabique nasal. Muerdo mi labio inferior, mis manos sudan un poco y cuando las puertas se abren, salgo casi como un instinto. Camino por el pasillo blanco y a medida que camino ralentizo el paso fijándome en que en las blancas baldosas del suelo hay pequeñas gotas de sangre.

Cuando detengo mis pasos, un hombre con un pijama blanco, entiendo que es el traje de los aquí encerrados, pasa por mi lado mirándome de arriba abajo. Su pelo ya es cano y probablemente esta persona lleve años aquí dentro. Camina con soltura y sin dudar en sus pasos. Debe conocerse este hospital mucho mejor que yo me conozco a mí mismo. O tal vez no. Tal vez algo en su mente no le permita acceder a esta realidad mejor que a mí. Habla para sí mismo dejándome escucharle atentamente.

–Soy el elegido de Dios. Los mortales moriremos pero solo yo reencarnaré mi alma. Soy el elegido por Dios. Manténganme al cuidado de… –Dejo de oírle mientras se aleja y regreso

Dadas su palabra tal vez sufra esquizofrenia paranoica de grandeza* ya que se siente mejor que el resto nada más que por una ilusión de su mente. Cuánto me gustaría aclararle a ese hombre que en mi mente no cabe la idea de que Dios exista y de existir, dudo mucho que escogiera a un pobre enfermo para representarle.

Cuando ha desaparecido ya de mi vista, me centro de nuevo en las pequeñas gotas de sangre que parecen pisadas por varios pies y a medida que camino, se hacen más abundantes. Algo dentro de mí me hace pensar que debo seguir la sangre para llegar a mi objetivo pero no estoy seguro, aun así, alguien se para delante de mí y me impide seguir el recorrido de las manchas. Unas deportivas negras pisan sin cuidado la sangre en el suelo y se paran delante de mis ojos. A medida que asciendo, una bata blanca me indica que esta persona debe tener un cargo importante como doctor en este centro psiquiátrico, y la placa en su bata, me lo confirma.

Doctor Kim Namjoon.

Bajo esta placa, en un bolsillo de la bata sobresalen los capuchones de dos bolígrafos, ambos de diferentes colores. Bajo la prenda hospitalaria, puedo ver una camisa gris, casi azul y unos vaqueros oscuros. Pero no es su ropa en lo que más me fijo, sino en su amarga y dura expresión. Tal vez tenga algo que ver con la sangre en sus manos.

–¿Doctor Park Jimin? –Me pregunta y asiento un poco nervioso aún. El nerviosismo desaparece cuando su expresión y sus facciones cambian a unas necesitadas y preocupadas–. Por favor, acompáñeme. –Hace un amago de sujetar mi brazo para que le siga pero tras alejarme de él por miedo a que me manche, comprende que no ha sido buena idea. Se disculpa y ambos nos encaminamos a un paso rápido siguiendo la sangre, como supuse.

Llega un momento en que nos vemos obligados a pisar un gran charco que al parecer han pisado ya varias personas antes que yo. A lo lejos, veo venir un hombre con uniforme azul, una fregona de la mano, y un cubo cargado de agua. Dado el tiempo que ha trascurrido desde la llamada hasta ahora me hace pensar que tal vez este hombre sea el único en todo el hospital encargado de la limpieza.

–¡Cuidado, maldita sea! –Oigo una voz de hombre dentro de una sala cercana, a donde poco a poco nos dirigimos–. ¡Hazlo bien o me lo haré yo solo!

Cuando cruzamos la puerta descubro a un hombre sentado sobre una silla con el brazo extendido sobre una mesa mientras una enfermera le cose una herida en su brazo. Este, de pelo negro y ojos pequeños frunce su ceño haciendo que sus ojos desaparezcan aun más. Al principio me asusto dado que su tez es bastante pálida y me hace pensar que tal vez haya sufrido una gran pérdida de sangre. Dado su enfado, parece ser que está bastante lúcido.

–Park Jimin, –dice Namjoon mirándome. El hombre con la herida y yo le miramos interrogantes–. Este es el doctor Min Yoongi. Es el encargado del paciente en lo que se refiere a temas médicos. Revisiones fisiológicas*, para que me entiendas.

–En otras palabras, –dice él–, quien le limpia el culo, le inyecta morfina cuando se le va la cabeza y quien le da las pastillas. Cosa, que no volveré a hacer. –Señala su brazo y debo entender que esa ha sido la causa de su brote de ira.

–¿En qué se requieren mis servicios aquí? –Pregunto sin apartar la vista de la cantidad de gasas que hay cubiertas de sangre sobre la mesa y la aguja de metal que se hunde en la carne de Yoongi y reaparece cosiendo la herida.

–Usted se encargará de controlar su estado y hacer que mejore.

–¿Mejorar?

–Al menos que tome la medicación. –Dice Namjoon encogiéndose de hombros.

–¿No toma su medicación?

–Mira lo que me ha hecho por intentar dársela. –Dice Yoongi señalando su brazo. Yo aparto la vista poniendo los ojos en blanco. La palabra “incompetentes” cruza mi mente unos segundos.

–Quiero verle.

–Está en una de las habitaciones de reclusión.

–Me da igual. –Mi voz es firme y mi mirada directa a sus ojos. No dudo en lo que quiero–. Solo serán unos segundos.

 

JungKook POV:

 

Mi corazón parece ir a un ritmo más lento que minutos antes. Siento mis brazos entumecidos por la prenda y mis piernas con frío. Este es mi castigo por mi comportamiento pero no estoy dispuesto a dejarme curar tan fácilmente.

Estás defectuoso. –Me dice Él.

–¡Cállate! Estoy bien. –Digo aunque sé que no me escucha. A veces, hablamos como si pudiera entenderme pero otras es solo un abuso constante de críticas e insultos que se empeña en repetirme. Algunos los ha repetido tantas veces que han perdido todo su significado. Palabras que carecen ya de valor y que ha dejado de usar porque sabe, no me afectan más. Otras veces se limita a decir verdades que duelen, esto es lo peor. Que todo es verdad pero nuevamente me pregunto si es real lo que me dice, o por el contrario lo que yo veo. A veces, ambas son  las mismas pero otras, me hace contradecir. Yo mismo me confundo en lo que pienso y él se empeña en querer hacerme perder en mí mismo.

Sin embargo, Eso es mucho más amable conmigo, al contrario que con los demás. A veces echo en falta su presencia en mi mente y otra simplemente prefiero no verle por una temporada. Algunas, se manifiesta ante mis ojos de diferentes formas haciendo aún más evidentes sus brotes de ira que yo no puedo reflejar. Me pide cosas que soy incapaz de cumplir y aunque no le obedezca, Eso se empeña en seguir acompañándome. A veces, es bueno.

–No dejes que te mire de esa forma. Bórrale la sonrisa.

Otras, no tanto.

–Sientes curiosidad por saber qué hay bajo su piel, ¿cierto? Ver la sangre manar de su carne, sus gritos son dulces.

Cuando sucumbo a sus deseos, parece calmarse y desaparecer por días. Cuando permanezco ignorándolo, la voz se hace más fuerte y evidente. Casi duele y en ocasiones me veo obligado a cubrir mis oídos. Infantil acto por mi parte porque eso no hace sino hacer más evidente la voz dentro de mi cabeza. Es gracioso en ocasiones cuando me pide por mutilar los genitales femeninos de algunas empleadas del hospital o cuando se siente curioso por descubrir qué es aquello que esconden en la comida que tanto me amansa. Hoy lo descubrí tras encontrar entre los granos de arroz una pequeña pastilla blanca que ya reconozco de tantas veces que me he negado a tomarla.

Ver aquello no solo me hizo sentir engañado y furioso, sino que confirmaba la teoría de Eso en mi cabeza y por lo tanto reafirmaba una de las tantas realidades que se me presentan, que me rodean. Yo odio que me descubran cosas nuevas. Mantenerme bajo el control de mi locura se ha convertido para mí en una rutina, en un estilo voluntario de vida pero hay días en los que desearía no haber tenido jamás esta enfermedad. Porque sí, sé que estoy enfermo. Las personas como yo lo sabemos, lo asumimos y nos vemos obligados a vivir junto con esto. En esos días, he llegado incluso a plantearme de una manera muy seria el suicidio. Ya me lo planteé hace años. Ahora, vuelvo a hacerlo porque la voz regresa a mi mente con demasiada fuerza. Algunos días, parece despertar con ánimo y energías para hundirme y muchos lo consigue. Él. Él sabe cómo hacerlo. Sabe cómo hacerme caer.

¡Unos pasos se acercan!

Rápidamente encojo mi cuerpo en mí mismo y miro la ventana cerrada en la puerta de metal a la espera de que alguien se asome a ella. Está tapiada con el mismo material del que la puerta está hecha por lo que tiene que abrirlo desde fuera para poder mirar el interior de la celda.

Espero pacientemente escuchando pasos y voces ya conocidas. Algunas, menos que otras. Otras, más que algunas. Yo no hago el más mínimo movimiento y espero pacientemente a que aparezcan por la puerta los doctores pero tras pensarlo recuerdo que suelen dejarme por horas aquí dentro y dudo mucho que lleve apenas una. Pienso que no viene a por mí. Pienso que no soy el objetivo de sus pasos.

–Mentira. Tú. Siempre eres tú. Siempre te observamos.

La voz regresa de nuevo y no suele hacerlo en un momento como este cuando me concentro en las personas al otro lado de la puerta. Mi cabeza duele. Mis miembros están entumecidos. Oigo voces exteriores a mi cabeza. Voces al otro lado de la puerta.

–Aquí es. –Dice Namjoon a quien reconozco. Hay más de una persona junto a él pero solo una de ellas abre la pequeña ventana y acerca su rostro a ella. Todo mi cuerpo parece sufrir un colapso y siento como se desconecta de mi cerebro. Ya nada me ayuda a moverme, levantarme o simplemente salir corriendo. La luz que entra desde el pasillo ilumina mi rostro, nos ilumina a ambos y ambos nos miramos unos segundos. Me explora con la mirada pero yo no necesito hacerlo para asegurarme de quién es. Es ÉL. 

 

———.———

 

*Delirios de grandeza: La persona se siente extremadamente sospechosa, perseguida, o con sentimientos de grandiosidad, o siente una combinación de estas emociones. Delirios de grandeza: la persona cree que posee poderes especiales. “Me siento elegido para hacer una misión, me comunico directamente con Dios”.

*Fisiológicas: Adjetivo que indica que algo es perteneciente o relativo a la Fisiología. Esta palabra indica, por lo tanto que algo está relacionado con el funcionamiento biológico de los seres vivos. Deriva de la palabra 'Fisiología', formada con los términos griegos φυσις (physis, 'naturaleza') yλογος (logos, 'conocimiento', 'estudio') y el sufijo '-ico', que forma adjetivos que indican relación, propiedad o pertenencia.

 


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