DENTRO DE LA ESQUIZOFRENIA (JiKook) - Capítulo 3
CAPÍTULO 3
Jimin
POV:
Llevando dos bandejas en mis manos me encamino junto con Yoongi, a una mesa de todas las que están vacías. Me sigue muy de cerca y me sonríe cada vez que le miro agradeciendo que le ayude ya que no puede usar uno de sus brazos.
A nuestro alrededor se extiende una sala con las paredes pintadas en blanco y mesas, distribuidas por doquier, algunas ocupadas y otras libres para nosotros. Al fondo, de donde venimos, una barra con un buffet que sirven para los empleados a la hora de comer. El ambiente es algo menos agradable que en el hospital de Busán.
–¿Te sientes mejor? –Le pregunto una vez en la mesa. Él se sienta despacio, teniendo en cuenta que debe acostumbrarse a no usar su brazo demasiado. Cuando le pregunto, su rostro se frunce y parece que quiera negar con la cabeza pero acaba asintiendo, como si con mis palabras le recordasen que debe sentir dolor.
–Estoy bien, gracias. –Dado que la herida se ha producido en el brazo izquierdo no le impide demasiado para comer pero aun así le noto incómodo. No es de extrañar.
–Bueno, y dime. ¿Cómo es mi paciente?
–¿Jeon? Un demonio. –Dice simple y conciso. Me hace pensar que no es la primera vez que esa ese término para describirle. Tal vez sea algo así como su mote.
–No creo que esa sea la forma más adecuada de tratar a un paciente de…
–De veras que lo es. –Dice algo más bajo–. Cuando habla, parece completamente lúcido, no como el resto de enfermos.
–En eso consiste la esquizofrenia, es decir, lo pacientes son conscientes de que están enfermos.
–A veces pienso que no está enfermo. Solo que es asocial.
–¿Está usted seguro…?
–Claro que no es así. –Yoongi comienza a comer con dificultad–. Sus análisis denotan un evidente exceso de dopamina. Está realmente enfermo pero su esquizofrenia no es de esas que le hacen decir cosas como “Soy hijo del emperador” o “Tengo órdenes especiales que pueden aniquilarte” “Pertenezco a una raza superior” –En sus palabras denoto una clara ira. Una inquina arraigada durante mucho tiempo. Intentando olvidarla miro más detalladamente su rostro. Sus labios son finos, sus ojos, no tan pequeños como creí en un principio.
–¿Cuánto tiempo llevas siendo su enfermero?
–Cuatro años. Ingresó aquí con dieciocho aunque su enfermedad se diagnosticó antes. Acabó sucumbiendo a ella y desde entonces está aquí. Yo trabajo solo como enfermero, no como psicólogo así que no soy quien más tiempo pasa con él.
–¿Es complicado?
–En realidad no tanto. Más que complicado es aburrido y monótono. Siempre lo mismo. Siempre al mismo. –Él niega con la cabeza mientras mira de reojo su brazo–. Bueno, no siempre. Con estos nunca se sabe.
–¿Cómo ha ocurrido eso? –Señalo su brazo y parece entender de lo que hablo.
–Siempre estoy con él en las horas de las comidas y he observado que hace un par de días no comió alegando que le metían las pastillas de antidopamina entre la carne. Yo no tenía ni idea de que en verdad así era en ocasiones y hoy descubrió una en el arroz. Me quedé tan sorprendido como él cuando escarbando en él recogió entre sus palillos una pastilla del mismo color y tamaño que un grano de arroz. De haber sido yo seguro que no me habría dado ni cuenta.
–¿Cómo es posible que lo supiera?
–Tal vez notara efectos secundarios y llegase a esa conclusión.
–¿No toma la medicación? –Niega de nuevo.
–No quiere ni oír hablar de ella. No es un chico muy hablador y lo poco que dice es para exigir que no se le medique.
–¿Por qué?
–No lo sé. Pero muchos lo hacen, no les gusta sentirse dominados por un medicamento. Depender de él, ¿me entiendes?
–Es necesaria para que se recupere. –Yoongi se encoge de hombros.
–Lo sé. Díselo a él.
–¿Aún no me has explicado como…? –Señalo su brazo de nuevo con los palillos.
–Ah, cierto. Mientras su hora de la comida, yo tenía una botella de cristal a mi lado de donde yo bebía agua. Tras encontrar la pastilla se enfadó y cogió la botella estampándola en mi brazo.
–Oh, ya veo.
–Hum… –Hace un extraño puchero y sigue comiendo.
–¿Estás enfadado? –Suspira y deja caer los hombros derrotado. Niega con la cabeza.
–No, solo cansado.
–Ya veo. Debe ser agotador.
–No te haces una idea. –Termina poco a poco su comida.
–¿Por qué se ha despedido el antiguo psiquiatra?
–Este trabajo te mata. –Dice llevándose el índice a su sien y tocando allí repetidas veces–. Estar rodeado de enfermos mentales te trastorna a ti también.
–Ya he estado antes trabajando con enfermos…
–No tantos años como el señor Kang. –Entiendo que es el hombre al que estoy sucediendo–. Más de treinta años. –Niega con la cabeza–. Seguro que tú no tienes ni esos.
–Tengo veintisiete.
–¿Solo? –Pregunta sonriendo–. Te queda mucho por aguantar.
JungKook
POV:
La luz de la ventana es más intensa. Es por la tarde.
La luz es mucho más intensa, ahora más que antes. Calienta mi piel.
–Defectuoso. Feo. Muérete ya. Parásito.
Pastillero.
–¿Qué haces aquí? –Pregunto a la nada. Al rostro de Él. A su rostro.
–¿No lo sabes? Es tu culpa. Siempre es tu
culpa.
–¡No me digas eso! –Grito sintiendo como mis cuerdas vocales se desgarran. Él sonríe y se marcha como si de una nube de humo se tratara, lentamente y describiendo sinuosas espirales con su propio cuerpo. Suspiro una vez se ha ido pero en realidad mis pensamientos internos, conscientes y voluntarios son mucho más crueles haciéndome cómplice de una de tantas visiones pero esta vez, no estoy tan claro de que haya sido producto de mi imaginación.
Con frecuencia, su rostro se me aparece. Con frecuencia, le oigo, le veo, me mira y me sonríe. He llegado incluso a sentí como me toca, cómo me agrede incluso como me intenta asfixiar pero hoy, su imagen ha sido demasiado nítida. Ha sido demasiado real y juraría que podía ver las sombras y la luz reflejadas en su rostro con claridad. La perfecta forma de su nariz y sus gruesos labios. El hombre frente a mi no es el mismo que el de mis visiones pero su esencia permanece. Parece que entre ambos la edad haya hecho mella pero su fría mirada perdura en él y me ha hecho revivir por un segundo de nuevo el deseo del suicidio ante la idea de lanzarme a los brazos de la locura.
Y sin embargo, algo pareciera diferente. Algo que he temido por mucho tiempo y que al fin he visto claro. Sus ojos me miraban pero su persona permanecía oculta tras varios velos de indiferencia. Varias personalidades atrás se quedó la sombra que me visita con frecuencia. Ella si sabe como asustarme y sabe cómo hacerme sentir pequeño e inútil. Sin embargo la mirada que me ha lanzado hoy, juraría que he dejado de existir y solo miraba la habitación vacía a la espera de algo. Ha mirado dentro, esperando a la reacción de la nada, porque nada ha ocurrido, y se ha marchado tan despreocupado como ha aparecido.
Me ha dejado ahí, con el corazón en la garganta por presentarse a mí de una forma tan evidente. A las dos horas de aquello he llegado incluso a asumir que todo ha sido producto de mis delirios que con los días parecen crecer en fuerza e intensidad, sin embargo la pequeña parte racional que aún queda en mí me obliga a permanecer con la esperanza de que en verdad es Él. Era Él. Yo lo sé, pero no sé si él lo sabrá.
Él sol calienta mis mejillas. Es una sensación agradable.
–Déjate ir.
–¿Eres real?
–Tú me haces real.
–¿Yo?
–Siempre te ha gustado. Soy tu culpa. Tú me
haces estar aquí.
–No quiero que estés aquí.
–Claro que sí. Ya no sabes vivir sin mí.
¿Qué es lo peor? Que tiene razón.
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