IDENTIDADES [PARTE III] - Capítulo 34
CAPÍTULO 34
Jimin
POV:
Barcelona.
Bueno amor, en este punto de la historia nos situamos. He de reconocer que a pesar de no tener a mi hija a mi lado, y creyendo que había sido asesinada, fueron unos años tranquilos, apacibles y llenos de nuevas experiencias que me descubrían un poco más de ti, más de tu vida y de tu cultura. Me habría gustado disfrutar más de esos momentos en los que te tuve para mí, en los que me sentía persona frente a soldado y he de reconocer que al principio se me hizo difícil pero no me quedaba otro remedio que asumir la situación y asimilarla. Camuflarme en ella y fingir que todo estaba bien. No lo estaba, como sabrás.
Llegar a Barcelona supuso un choque de cultura que me atontó momentáneamente. Un nuevo idioma por aprender, una nueva cultura en donde refugiarme. Los españoles, pese a toda su publicidad internacional, la mayoría no pasan de meros racistas escépticos de culturas ajenas y clasificadores por facciones asiáticas. Solo por mis ojos me tacharon de chino. ¿No es ridículo? Soy mejor que cualquier chino de pacotilla, soy mejor que cualquier español de mierda, pero me hacían sentir tan pequeño e indefenso que a veces me juzgaba si realmente no había vivido toda la vida engañado, pensando que me habían adoctrinado para creerme superior pero en realidad yo era la mierda más pequeña de la suela del primer viandante. Eso era, entre más cosas, demoledor.
Recuerdo cuando me veían al volante del taxi que conducía, me miraban recelosos, y se daban la vuelta buscando otro taxi en donde condujera alguien con rasgos occidentales. Cuando se arriesgaban a tomar mis servicios descubrían que tenía agilidad al volante y que me sabía orientar bien en la ciudad. Yo no me caracterizaba por tener paciencia en los atascos, pero los españoles, menos. Recuerdo un día de verano, en pleno atasco cuando un par de chicos jóvenes hablaban en la parte trasera del taxi y yo no hacía más que suspirar, sintiendo formarse gotas de sudor en mi frente mientras el coche de adelante pisaba el freno y nuevamente nos deteníamos. Ellos me miraron por el retrovisor y yo retiré la mirada, avergonzado.
—¿Quieres uno? —Me preguntó uno de los chicos y me extendió por la derecha un paquete de cigarrillos Winston*. Yo fruncí el ceño pero negué con el rostro, esbozando una amable sonrisa. Ellos se sacaron uno cada uno—. Espero que no le importe que fumemos, pero es que llegamos tarde y estamos muy nerviosos. –Dijeron—. Abriremos la ventanilla. –Ambos abrieron la ventanilla de cada uno de sus lados y volví a arrancar el coche para avanzar un metro. Comenzaron a sonar cláxones de los coches laterales. Los chicos habían sobrepasado el límite de estrés por llegar tarde a donde tuvieran que ir y se limitaban a reírse jocosos de la situación.
—Maldita ciudad. –Dijo el otro. Yo casi estuve por asentir pero eso habría sido grosero por mi parte porque yo era el extranjero y ellos dos, no—. Disculpe. –Me llamó—. En la siguiente rotonda gire por la primera salida. Bajaremos ahí. –Asentir.
—Claro. Sin problema. –Dije en un español aún endeble. El coche seguía parado y al parecer, antes de escuchar el sonido del resto de coches alrededor, prefirieron entablar una conversación.
—¿De dónde es usted? Se nota que aún no domina el idioma. –Yo les miré por el retrovisor. La pregunta había sido amable y me miraban con una curiosidad necesitada de entretenimiento. Yo suspiré. ¿Qué decirles? Era todo tan complejo…
—Soy de Corea del Sur. –Ellos asintieron, uno de ellos sonrió emocionado.
—¡No me diga! Iré de Erasmus allí. –Yo le miré, sorprendido—. Estudio filología de lenguas asiáticas. Las lenguas cuneiformes son fascinantes, ¿no cree? –Asentí, francamente fascinado por cómo se sentía emocionado. Yo sonreí y me sentí alabado aunque no fuera a mi país al que se refería. De todas formas, me hizo sentir un cálido sentimiento dentro de mi estómago.
—¿Ha viajado alguna vez a Asia? –Él negó.
—No. Pero quiero recorrerme Asia oriental entera.
—Yo estuve en Japón. –Dije, él me miró sorprendido—. Y en China. Ambos son hermosos.
—De seguro que sí. –Ambos asentimos. Él otro chico preguntó algo.
—¿Qué es lo mejor de Corea del Sur? –Pensé francamente en mi estancia en Seúl y solo recordé vagamente el hambre, el dolor físico y las noches de frío y humedad. Fruncí el ceño.
—La comida. La comida es deliciosa. –Ambos me miraron sonrientes y pensativos por mis palabras, imaginándose los platos de la gastronomía de Seúl. El primero me preguntó algo.
—¿Cuánto llevas en España?
—Unos meses. –Dije.
—¡Vaya! ¡No puedo creerlo! Siento haber dicho que hablabas mal, hablas muy bien para el poco tiempo que llevas aquí. –Me dijo y yo me sonrojé por la altura de su voz, casi más que por sus palabras. Sonreí discreto y el otro habló después.
—¿Has venido solo?
—Con mi… —Dudé casi al instante. Conocía la palabra para decir “novio” pero no estaba seguro de que les gustase oírme decir eso. Me imaginaba cómo saldrían por la puerta dando un portazo y sin pagarme la carrera. Me imaginaba sus miradas decepcionadas a través del retrovisor y como ambos me darían una paliza solo por mi condición sexual. Me lo había imaginado muchas veces y antes de poder darles una respuesta, ellos se adelantaron.
—¿Pareja? –Preguntaron. Yo asentí—. ¿Ella es también de Corea del Sur? –Asentí de nuevo pero oírte llamar de esa forma me hizo sentir enfadado y negué con el rostro.
—Es un chico. –Aclaré. Hubo un segundo de silencio y ellos enrojecieron. Hablaron casi atropelladamente.
—Lo, lo sentimos… ¿Él es del Sur? –Asentí, confuso, un poco desorientado. El atasco comenzaba a disolverse.
—Sí, él es de allí. De Seúl. –El chico de la carrera filológica asintió.
—¿Y tú, de qué parte de Corea eres? –Enmudecí—. ¿Seúl? ¿Busán?
—Sí, eso. Busán. ¿Sabes mucho de Corea?
—Bastante. He estudiado historia asiática, y geografía de Asia. –Llegamos al destino donde me habían indicado y paré el coche en el primer lugar de estacionamiento permitido. Se bajaron tras darme el dinero y el chico se despidió de mí por la ventanilla—. Ya te lo habrán dicho, pero, bienvenido a España, espero que aquí encuentres lo que estáis buscando tú y tu pareja. Dale saludos de mi parte. –Asentí, un tanto enmudecido. Aquél chico me hizo sentir que aun tenía posibilidad de encajar dentro de este país y cada día esperaba que alguien como él entrara en el taxi, me diera una agradable conversación y se despidiera de mí con amabilidad. ¿Era tanto pedir? Claro que sí lo era.
No creas que mis palabra intentan mostrarte todo lo malo que había allí, todo lo mal que lo pasé. Ya te he dicho que aquellos fueron buenos años pero en comparación con los anteriores, no tenían el listón demasiado alto, ¿no crees? Llegar a casa y verte allí, esperándome con una cerveza en la mano, o el olor de la cena llegando desde el portal. Me gustaba que aunque yo llegase muy tarde, tú siempre me esperases. Me gustaba sentir tus caricias cuando recordaba a mi hija y caía inevitablemente en el llanto.
Meses después adoptamos a Yoogeun, dándole un hogar y regalándome el papel de padre formal y atento que siempre había deseado tener yo. Me dio la oportunidad de verme reflejado en sus ojos y comprender de otra forma lo que significaba ser padre. Para HyeGun fui un padre ausente y distante. Frío y seco. Pero para YooGeun fui el padre de los deberes, con quien estudiar y aprender. Contigo se divertía, y eso era casi tan importante como lo anterior, pero por primera vez me sentía realmente realizado como padre. Con HyeGun intenté ser una autoridad, para YooGeun solo fui alguien a quien querer, y eso era suficiente para mí.
Después de aquello conocimos a Luhan. Casi inmediatamente. Tengo la sospecha, aunque no la certeza, de que al regresar a Seúl, uno de los lacayos de Namjoon nos vio de pasada y debió reconocerme, o tal vez, te reconocieran a ti como el chico al que ha dejado al norte sin su mejor espía. ¿No crees? Creo que es lo único que pudo suceder. De repente choca con nosotros en medio de la calle, después se compra un piso al lado del nuestro y puede controlarnos las veinticuatro horas diarias.
No me hubiera extrañado que hubiera instalado cámaras en nuestra casa, en un pequeño descuido por nuestra parte. Micrófonos como mínimo. Estuvo siguiendo nuestros horarios, conociéndonos, adentrándose en nuestras vidas, encariñándose de nuestro hijo, ganándoselo a pulso como un amigo. He de reconocer que su nombre había desaparecido de mi disco duro y su rostro había cambiado mucho desde entonces. No recordaba tampoco ni sus facciones. Parecía amable, sincero, atento, cuidadoso. Pero claro, comparado conmigo en la oficina donde fui tu jefe, era todo un maestro. Eso me hizo sentir decepcionado.
Cuando llegamos a casa aquél día después de confirmar mis sospechas, ver a la soledad rodearme fue, demoledor. El olor en el ambiente, el silencio alrededor, era como retroceder a un pasado que casi creía olvidado. Regresé a ese instante en que me recorrí mi casa entera buscando a mi hija por todas partes, recuerdo las palabras de NamJoon, recuerdo su mirada, la frialdad de sus gestos. Recuerdo mi llanto y la soledad demoledora. Cuando me encontré en ella junto contigo me sentí defraudado, perdido, abandonado. Tu compañía no hacía sino provocarme una repulsión incontrolable hacia mí que, por desgracia, proyectaba en ti haciéndote sentir horrible a todas horas. Supongo que te acordarás de todo ello, sin duda. Y no quiero repetirte esos amargos momentos, no es mi misión hacerte sentir como entonces. No quiero que me recuerdes como aquel hombre frío que antes de dormir a tu lado te dirigía una fría mirada y te insultaba en murmullos, consciente de que le escuchabas. No quiero que te acuerdes de cómo desprecié tu abrazo, en el que sin duda me habría sentido tan cálido. Tampoco tus besos, que me habrían saciado. Alejándote de mi yo me fustigaba, y eso era casi inevitable.
A partir de que viajamos a China nuestra vida se tornó extraña y desencajada, como un molde mal encuadrado. No hace falta que te lo explique. Durante este tiempo fue mi verdadero yo el que veías, habituado a un país recto y con normas estrictas. Pero a la vez, es a partir de ahora que más secretos te guardé, y sé que es difícil de superar después de nuestro primer encuentro. Debí contarte muchas cosas en esos días en los que te quedabas mirando por la ventana a un horizonte extraño, pero consideré que tenías suficientes cosas en la cabeza como para no preocuparte más. Y de haberlo hecho, probablemente los acontecimientos no hubieran salido tal como lo han hecho, y créeme, esta es la mejor situación que pudo suceder.
Sé paciente y no te exaltes por nada, ya da igual.
———.———
Winston: es una marca de cigarrillos creada por la misma compañía tabacalera estadounidense que Camel, R.J.Reynolds Tobacco (RJR) en 1954. Tras su lanzamiento se convirtió en la marca americana más conocida de cigarrillos con filtro. El nombre de la marca proviene de la ciudad donde se localiza RJR, Winston—Salem, Carolina del Norte. Winston consiguió ser número uno en ventas de los EE.UU. desde 1966 hasta 1975.
Comentarios
Publicar un comentario