IDENTIDADES [PARTE III] - Capítulo 14
CAPÍTULO 14
Jimin
POV:
Nada más terminamos nuestros entrenamientos en el ejército nos ubicaron en casas en el centro de la ciudad desde donde pudiéramos obrar con total libertad. Antes de poder asistir a mi casa, NamJoon me reunió en su despacho y me recibió con una gran sonrisa orgullosa. En ese momento pude ver en sus ojos el mismo sentimiento que cabría esperar de un padre o un hermano. Nadie me había felicitado por todo el trabajo invertido y el esfuerzo, y la sangre derramada. Pero ahí estaba él, para darme un abrazo y unas palmaditas en la espalda como amable forma de mostrar su cariño. Yo me quedé atontado con mi nariz en la línea de su hombro apoyada y respiré profundo. Él me necesitaba tanto como yo le necesitaba a él.
—Enhorabuena, Jimin. Ven, siéntate aquí. –Me senté frente a él en el despacho y mientras se acomodaba en su silla yo no paraba de juguetear con mis dedos, inquieto y sonriente—. Como sabrás, tus compañeros ya han sido ubicados en diferentes casas alrededor de Pyongyang. –Asentí—. Pero te he traído aquí porque tengo que darte algo. –Se inclinó sobre uno de los cajones del escritorio y sacó un sobre marrón color crema. Me lo extendió y me dejó que mirara dentro con total libertad—. Esta es toda tu documentación con fotografías actuales y con tu nueva dirección en el pasaporte, el DNI y todo lo demás. Escrituras de la casa, libro de familia… En los documentos figuras como trabajador para el ejército. Militar, en otras palabras. Tienes los estudios para ello y has estado dos años trabajando muy duro junto a los militares, instruyéndote…
—Entiendo que no puedes especificar más sobre mi trabajo, lo comprendo… —Él me miró sorprendido y sonrió inmediatamente.
—Ya veinte años, Jimin. –Me dijo y asentí. –Algunos que no han querido ser ubicados aun se han quedado con sus padres. Algunos con padres impedidos o enfermos. –Me dijo tan solo como dato curioso—. Pero tú eres libre ahora de hacer tu vida siempre que cumplas con tu trabajo tal como se espera de ti. ¿Entendido? –Asentí sonriendo.
—Muchas gracias. –Él asintió y me entregó las llaves de mi piso. Unas llaves con un llavero de la bandera de nuestro país. Supuse que era un regalo y le agradecí por ello a lo que él le quitó importancia. Se veían tremendamente pesadas en mis manos y jugueteé con ellas unos segundos—. He guardad toda esta información durante tus estudios, pero es hora de que la tengas tú. Al resto como comprenderás se la guardaban sus padres pero creí que era mejor tenerla yo… —Asentí. Me despedí de él y me fui a mi nueva casa. Mis piernas temblaban y mis manos agarrando las pequeñas maletas que llevaba conmigo estaban sudando. Era principios de verano y hacía algo de calor pero yo me sentía mil veces más excitado de lo normal y conseguía que todo mi cuerpo temblara de emoción.
Cuando llegué al edificio me quedé mirando alrededor grabando en mi mente cada pequeño detalle de mi nuevo hábitat. A la izquierda se extendía una explanada que habían convertido hacía poco en una pequeña plaza con algunos columpios para los niños y una fuente con chorros que salían del suelo. Como empezaba el calor había algún niño jugueteando en ella pero, levemente acobardado, tan solo llegaba a salpicarse con el agua. Al fondo se veían más edificios y algunos rascacielos, pero dejaba una hermosa vista del sol al salir. A mi derecha estaba el gran edificio que ahora sería mi hogar. Un edificio de hormigón pintado en naranja con grandes cristaleras distribuyendo los pisos. Sé que la descripción te suena familiar, Jeon, porque es exactamente el mismo bloque de pisos en el que estuvimos viviendo cuando nos mudamos aquí. Alrededor de este había varias tiendas de ultramarinos, algunos restaurantes… me llegaba el olor de comida recién cocinada y no podía evitar sentirme tremendamente satisfecho con todo lo que había hecho en mi vida. Compensaba los malos recuerdos y el futuro que yo me planteaba se me mostraba tan dulce como un toffee de caramelo.
Me adentré en el edificio y en el ascensor para subir hasta la que sería mi nueva casa y una vez estuve frente a la puerta tenía el deseo de no entrar y alargar la espera para que fuera más excitante, más interesante. Quería agarrar este momento y sostenerlo todo el tiempo que fuera posible. Pero mi cuerpo no me obedeció y actuó de forma mecánica abriendo la puerta y adentrándome dentro sin problema ni reparo. El olor era un olor artificial, como la habitación de un hotel que ha sido recién limpiada. Esa fue la impresión que me dio peor tras ver que todos los muebles eran nuevos, que todo estaba pulcro y sin un solo defecto, no me sentí incómodo en absoluto.
Dejé las maletas a la puerta, en el recibidor al principio del pasillo y camine a lo largo de este con ojos curiosos y sin poder evitar sonreír en todo momento. Solo en el pasillo había dos habitaciones, como tu bien sabrás, una con una cama de matrimonio y la otra con una individual. Un cuarto de baño en el otro extremo de la pared. No voy a extenderme en descripciones de la casa porque sé que la recuerdas bien y al detalle, así que me limitaré a decir que nada más llegar y revisarlo todo me senté en la mesa de la cocina donde solíamos comer y me serví un vaso de agua del grifo y me lo bebí familiarizándome con el silencio del hogar que me acompañaría los próximos años.
No la sentía aun mi casa pero poco a poco cada pequeño detalle iba calando en mí con complicidad. La nevera estaba llena de comida. En el armario descubrí unos cuantos trajes de vestir, tres para ser exactos. No parecían muy caros pero sí elegantes. La tela no era muy buena, pero en mi cuerpo quedaban perfectos y yo sabía que no esperaban que asistiera a ninguna boda, por lo que supe de inmediato que los necesitaría para futuras misiones. Había corbatas a juego y dos pares de zapatos.
En mi maleta solo había ropa militar y de deporte. Ropa interior y algo un poco más decente como unos vaqueros gastados y alguna camisa a cuadros. Nada más. Lo único que había necesitado durante todo este tiempo y lo básico para vivir. Cuando me vi rodeado de las cuatro paredes que serían mi hogar me di cuenta de que no había pensado en mí jamás y que esta casa sería de ahora en adelante el único lugar en el que podría hacerlo. Me miré ante el espejo del baño, me duché, me afeité y me corté un poco el pelo. Me había acostumbrado a ver como se hacía en el ejército y yo mismo me rasuré la nuca y me corté el flequillo con cuidado. Como el resultado no me había hecho sentir satisfecho me retiré el pelo hacia atrás con los dedos pasándolos por mi cuero cabelludo y me decidí a colocar poco a poco mis pertenencias.
La ropa en el armario, los pocos libros que conservaba en una estantería en el dormitorio, y estaba a punto de guardar mi documentación en un cajón de la mesilla cuando me encontré un sobre beige sin dirección ni nombre. Lo abrí encontrándome primero con un fajo de billetes, uno importante que me haría comer durante meses, o bien comprarme algo de ropa nueva y concederme un poco de dignidad sobre mí mismo. También había unas cuantas fotos de mi infancia, un poco descoloridas y al parecer, manoseadas, y una nota. La leí sentándome por primera vez en la cama. En la que sería mí cama.
Bienvenido a tu nuevo hogar.
Espero que aquí seas feliz y puedas vivir
junto con tu esposa, y ver crecer a tus hijos, y envejecer con todos ellos.
Aquí te dejo unas cuantas fotos que, aunque dolorosas, sé que las necesitarás
en un futuro para decirles a tus hijos de dónde vienes, quién eres. También te
dejo un poco de dinero ya que no tienes ayuda económica de familiares y sé que
es muy difícil empezar de cero. También habrás visto que hay comida suficiente
en la nevera como para que te alimentes bien durante semanas, aunque siempre
puedes ir a algún restaurante de la zona. Tengo entendido que son económicos y
se comen muy bien. No descuides tu ejercicio físico y tu buena alimentación.
Muy pronto tendrás noticias de mí.
Namjoon.
Al contrario de lo que pensé, las fotos no eran dolorosas. El dinero me hizo bien y con él me compré algo de ropa y el resto lo guardé. Debería empezar a ahorrar y a mantener mi dinero a salvo. Todo lo que pudiera ahorrar sería bueno, deseaba formar una familia algún día, una como la que mis padres no supieron sostener.
…
Era una mañana tremendamente agradable. El calor se había vuelto un poco agobiante pero nada a lo que yo no estuviera hecho y mientras estaba sentado frente a un libro tirado en el sofá, el teléfono sonó con insistencia. Justo en ese instante me daba cuenta que desde que me había instalado en esa casa era la primera vez que lo escuchaba sonar. No tenía a nadie que me llamara ni tampoco a quien llamar. Me levanté de un salto sintiendo mi cuerpo nervioso y excitado y cogí el auricular poniéndomelo en la oreja. Contesté sonriendo. No sé porque no me sorprendió escuchar la voz de NamJoon al otro lado.
—Mi querido Park Jimin. ¿Cómo te va todo? –Hacía más de dos meses que no sabía nada de él.
—Bien. Supongo que la llamada no es solo de cortesía, ¿no? –Escuché su risa al otro lado.
—Siempre tan listo. Ven a mi despacho en una hora.
—¿Trabajo? –Pregunté.
—Lo sabrás cuando vengas. No seas impaciente.—Sonreí y le despedí. Miré el reloj y me daba tiempo a hacerme algo de comer y salir de casa. Andando estaba a solo unos minutos de su despacho y eso era beneficioso. Al pensarlo y ser consciente, pensé que tal vez me hubiera asignado aquella casa adrede. Ya no importa, supongo.
Pasada la hora tal y como me había pedido estaba ya subiendo el ascensor para encaminarme por los pasillos a su despacho y cuando entré llamando antes y accediendo a su permiso, me encontré a otro hombre sentado en una de las dos sillas que usualmente están destinadas a las visitas. Namjoon estaba sentado frente al escritorio hablando con esa persona y al verme entrar, esbozó una sonrisa amable. El chico se giró a mí y descubrí un tierno y amigable rostro que me sonrió sin querer, casi con complicidad de un secreto que yo no conocía. Sus ojos eran rasgados y al sonreírme, se transformaron en dos líneas negras y curvas. Sus mejillas dejaron entrever dos blancas filas de dientes. Su pelo, largo y negro estaba algo revuelto en el flequillo, más que descuidado parecía casual.
—Bienvenido, Jimin. Ven, siéntate. –Me dijo y me senté en la silla al lado del desconocido y este se inclinó levemente a mí como saludo. Yo hice una inclinación algo más pronunciada. Namjoon nos presentó—. Jimin, este es Byun Baekhyun. –Yo asentí sonriéndole—. Baekhyun, este es Park Jimin, tu compañero en esta misión.
—¿Es el chico del que me has hablado? –Él asintió.
—Sí, el valiente e inteligente Park Jimin. Esta es su primera misión y confío en que le cuides y le enseñes todo lo que debe saber.
—Encantado. –Me dijo el chico poniendo sus manos sobre su regazo y mostrándose dulce y aniñado. Me sorprendió su coqueta apariencia pero pensé mejor y me di cuenta de que yo no debía estar muy lejos de parecerme a él. Aunque lo de él tuviera más delito porque era mayor que yo, pero al fin y al cabo, no se requieren hombre rudos y con malas pintas para misiones como estas en las que estarán cientos de ojos sobre ti. Lo único que se buscaban era pasar inadvertido y cuánto más comunes y dulces fueran nuestros rostros menos se sospecharía de nosotros.
—Mañana de madrugada os espera un coche aquí en la puerta del edificio. A las cuatro de la mañana. Cogéis el coche y conducís hasta Pekín*. –Mis ojos se abrieron por la emoción y la sorpresa. Él continuó hablando para mí—. Baekhyun es nuestro especialista en misiones en China. Él habla bien el idioma y te hará las de intérprete si lo necesitas. Conoce bien las carreteras y como llegar y volver. Pero conduciréis ambos. Tenéis que llegar a Pekín para pasado mañana, a primera hora.
—¿Pekín? –Pregunté.
—Sí, sé que está un poco lejos pero no podéis perder tiempo.
—Tardaremos muchas horas.
—Lo sé. Por eso salís esta noche de madrugada. Y no creáis que os dejo un coche cualquiera, así que cuidádmelo. Estaréis en Pekín antes de que os den las doce de la noche de mañana. ¿Entendido? –Ambos nos sentimos preocupados. Él nos cedió un mapa con la ruta marcada y nos explicó las ciudades por las que pasaríamos. También el lugar en que debíamos alojarnos por una noche y el lugar que deberíamos allanar para buscar la información que requeríamos. Al parecer algo acerca de unos documentos en una carpeta que iban a ser inmediatamente enviados a Estados Unidos sobre nuestro país. Algo que debíamos interceptar—. Jimin, esto es para ti. –Me extendió un sobre. Lo miré detenidamente. Era un sobre exactamente igual que el que me dio el día en que me mudé, y contenía exactamente las mismas cosas, pero en realidad, nada era lo mismo—. Desde ahora sois ciudadanos de Corea del Sur. Léete la información, Jimin. Si te preguntan deberás saberte todo lo que necesitas. De ahora en adelante en tus misiones esta será la documentación que debas llevar a todas partes. La otra, mejor déjala si no es de vital importancia o para largas misiones. ¿Entendido? –Asentí—. Ya le he dado a Baekhyun el dinero que gastareis en estos días para gasolina, comida y lo esencial. Llevaos una mochila con lo básico. Un par de mudas, algo de ropa… lo que queráis.
—¿Por qué no vamos en avión? –Pregunté.
—Porque de Pekín a Pyongyang solo hay vuelos cada dos semanas. La información ha sido descubierta en Pekín hace un día. Y en dos, será enviada. Por favor, tened cuidado y lo más importante, no dejéis que la información llegue a Estados Unidos.
Yo no me resistí a sacar mi pasaporte falso y me sentí completamente extrañado al verme con nacionalidad surcoreana. Me daba incluso la impresión de que la fotografía de mi rostro había cambiado sutilmente mis rasgos y fruncí el ceño. La fecha de nacimiento y el nombre coincidían, pero según aquello yo había nacido en Busán. Pensé en la ciudad y me pregunté cómo diablos sería. Nunca me interesé lo mínimo por ella.
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Pekín, Pequín o Beijing (chino simplificado y tradicional: 北京, pinyin: Běijīng, Wade—Giles: Pei—ching, pronunciado: [Péi—Chíng] literalmente «capital del Norte») es la capital de la República Popular China y es una de las ciudades más pobladas del mundo con 21 150 000 personas en 2013.
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