IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 34
CAPÍTULO 34
Jungkook
POV:
Horas después aún seguía llorando, se calmaba a ratos y hacía esfuerzos por
mantener una conversación pero volvía a derrumbarse nuevamente tras un par de
palabras. Le abrazo y hago todo lo que me pide pero nada parece ser suficiente.
Si esperaba palabras de consolación no soy la persona adecuada porque no puedo
llegar a entender sus sentimientos. La noche llega y ambos estamos frente al
sofá, él esperando a caer rendido por el cansancio y yo por él.
Sus ojos están rojos, sus mejillas secas pero ruborizadas también. Sus labios hinchados y sus manos temblorosas. A veces, sin que se dé cuenta le miro y veo como muerde su labio para evitar llorar de nuevo. Lo hace por mí, para que no le vea así pero en realidad me sorprende descubrir hasta qué punto está dispuesto a llegar por su dolor y es irónico que sea de un norcoreano de quien aprenda.
No come, no habla apenas y son las tres de la mañana y no se mueve de aquí a mi lado. Mira la tele fijo, sin inmutarse. Comienzo a preocuparme pero lo comprendo.
—Tengo pastillas para dormir, —susurro—, ¿quieres una? –Asiente sin mirarme.
Yo me levanto y voy a la cocina para rescatar del cajón de los medicamentos unas pastillas que compré hace algún tiempo cuando el estrés en la oficina superaba mis nervios. Me siento de nuevo y le doy una pastilla que rápido se la traga sin agua. Pasan dos segundos, en lo que yo dejo la caja sobre la mesa y me siento en el otro extremo del sofá cuando él deja reposar su cabeza en mis piernas y encoge su cuerpo formando una bola. Sigue mirando la tele como aquella vez que se quedó dormido en mis piernas y no puedo evitar recordar aquello.
—Si quieres, puedes irte a dormir ya. Yo me quedaré aquí, si no te importa. –Me dice con un nudo en la garganta. No hablaba en horas.
—No. me quedaré hasta que te duermas y luego te subiré a la cama.
—¿Dormirás conmigo?
—Sí. No voy a dejarte solo.
—Kookie… —Susurra pero no me llama. Coge mi mano, y rodeándose la cintura con ella la pone sobre su pecho para acariciarla y jugar con ella hasta caer dormido. Espero unos minutos y cuando yo también empiezo a sentirme cansado apago la televisión y me levanto sorteando su cuerpo para cogerlo en mis brazos y llevarlo a la habitación. Se agarra a mi cuello y se deja llevar tan fácil como si fuera un niño.
Acabo tumbado a su lado abrazando su cuerpo tan fuerte como él me lo permita. Cierro los ojos creyéndome valiente para dormir y afrontar mis sueños. Me equivoco, ya que regresan la culpabilidad y los remordimientos por haber causado la muerte de su hija.
…
El sonido del despertador me avisa como cada mañana. Lo apago revolviéndome durante unos segundos y cuando me doy media vuelta veo el rostro de Jimin empapado en lágrimas. Sigue dormido pero llora en sueños. Tenía la esperanza de despertar y que todo hubiera pasado, pero ya veo que no.
—¿Jimin? –Acaricio su mejilla y poco a poco abre sus ojos para verme—. Buenos días.
—Hola…
—¿Quieres quedarte en casa? Si no quieres no tienes porque ir a trabajar. –Hace un puchero y se enrosca en mi brazo esperando un abrazo de mí. Sin duda lo recibe—. Vuelve a dormir, lo siento. —Me voy al baño y cuando salgo ya vestido me acuclillo a su lado en la cama para tenerle de frente—. Te quiero. –Beso sus labios—. Cuídate.
Espero que sepa a lo que me refiero.
…
A media mañana, a la hora del almuerzo le llamo curioso.
—¿Jimin? –Me alegro que responda rápido.
—Hola.
—¿Cómo estás?
—Mal… —Me arrepiento de haberle preguntado.
—¿Quieres que vaya?
—Sí…
No necesito más para levantarme de mi escritorio, recoger las cosas y volver a casa para hacerle una comida deliciosa que le obligaré a comer.
…
Los días pasan. Poco a poco vuelve a hablar con frecuencia, de vez en cuando sonríe tímido y es como si todo volviera a empezar. Recuerdo cuando lo conocí. Siempre serio, siempre tímido y alicaído. Puedo ser testigo mudo de su progreso al reincorporarse a la vida laboral. Ha decidido que la vida no se acaba aquí y que mientras piensa qué hacer de su nueva identidad, va a seguir con una estabilidad fingida. Ha regresado a vivir a su casa aunque pase la mayor parte del tiempo aquí.
El otro día volvimos a acostarnos y mientras me envestía con fuerza lloraba seguramente inducido por los recuerdos. Me compadezco de él y le abrazo hasta que ambos llegamos a nuestro límite.
Es ahora cuando después de algún tiempo puedo disfrutan de la soledad que me proporciona mi casa. Es extraño pero después de todo es como si nada hubiera pasado, nada más que un mal sueño. Y a veces los sueños se hacen realidad, igual que las pesadillas.
—Ya se sabe la identidad del extraño asesino que ha estado llenando las calles de Seúl de terror. Se sospecha del espía norcoreano Park Jimin. –La sartén cae de mis manos manchando el suelo a mí alrededor. Salgo de la cocina tras escuchar la noticia en la televisión y miro paralizado la foto de Jimin en la pantalla. Todo mi cuerpo vibra. Siento un gran subidón de adrenalina que me recorre las piernas y la columna. Frío. Es frío lo que me tortura las vertebras.
—¿Jimin? –Pregunto a la nada y la televisión continúa con su informativo.
—Se sospecha que ya se ha marchado del país por lo que no se le buscará en aeropuertos ni carreteras, sin embargo se mantendrá la alerta y cualquiera que pueda proporcionarnos información…
Salgo corriendo a mi cuarto y saco una bolsa de viaje. De repente mi sentido consumista parece desaparecer y lo dejo todo menos lo esencial que es la cartilla del banco junto con algún dinero en la cartera. Mi pasaporte y mi documentación personal. Un par de mudas, otro cambio de ropa. Mi teléfono móvil y el cargador. Otros zapatos y lo más importante, dos mascarillas para ocultar nuestros rostros.
Llego al coche y mientras conduzco a la casa de Jimin busco en internet dos vuelos al lugar más lejano y lo antes posible.
Barcelona. 16:30
Faltan dos horas exactas y debemos llegar a Incheon antes de entonces para facturar. Llego a toda velocidad al bloque de Jimin y subo corriendo hasta alcanzar su casa pero me encuentro la puerta abierta y todo a oscuras.
—¿Jimin? –Pregunto a la nada y nada me responde. Camino un poco, lentamente y decepcionado por los cuartos sin encontrar a nadie a pesar de que todo está aquí—. Te has marchado sin mí. –Suspiro y sin pensarlo más tiempo bajo de nuevo junto a mi coche. Debo irme ya o no llegaré pero una voz me detiene antes de darme tiempo a subir.
—¿Kook? Iba a buscarte.
—¿Jimin? —Aparece de la nada, sin nada más que una camiseta de tirantes y unos vaqueros negros. Manchado y cubierto de algo negro—. ¿Has visto…? –No me deja terminar.
—Sí, tenemos que irnos ya. ¿Qué hacemos?
—Tengo dos vuelos a Barcelona. Pero tenemos que estar antes de las cuatro y media allí. –Voy al maletero y le enseño la bolsa de viaje y me mira sonriendo.
—Cógela y sígueme. –Le obedezco y le sigo hasta detrás del bloque donde hay un garaje abierto y una moto negra, grande, esperándonos a ambos. En la parte de detrás hay una bolsa como la mía atada con cuerdas—. Trae eso aquí.
Me quita mis cosas y las amarra junto a las suyas. Y esto somos. En esto nos hemos quedado, no somos ya nada más que cuatro cosas mal escogidas y peor sujetas.
—¿Tienes pasaporte y documentación?
—Sí. Pero me reconocerán.
—Ya haremos algo. ¿Al fin funciona la moto?
—La he arreglado. Y tiene gasolina suficiente para llegar.
—¿Por qué no vamos en mi coche?
—Esto es más rápido. –Sin esperarlo la arranca y me da el brazo para que me siente detrás de él.
—¿Sabes conducirla? –No me contesta. Se limita a sonreír y ambos salimos disparados a la carretera. A lo lejos veo mi coche ahí tirado, su casa, con todas sus pocas pertenencias y también pienso en la mía. Ahí está toda mi vida que he tirado a la mierda por el capricho de cazar a este idiota.
Un idiota, sin duda, al que me aferro fuertemente para no caer. Poso mi rostro en su hombro y dejo que nos lleve lejos de todo. Sorprendentemente no me cuesta demasiado desprenderme de mis pertenencias. En comparación con ir a la cárcel por cómplice de homicidio, esto es la gloria.
Comentarios
Publicar un comentario