IDENTIDADES [PARTE I] - Capítulo 35

CAPÍTULO 35


Jungkook POV:

 

Llevamos hora y media de viaje y a lo lejos vemos el aeropuerto de Inchon. En grande, imponente, y sin duda lleno de seguridad. Nuestros nervios están a flor de piel, poco a poco somos conscientes del riesgo que corremos al pasar por delante de todas estas personas.

Estamos ya en la puerta y Jimin frena bruscamente dejando la moto de lado y ambos bajamos y desatamos rápidamente los bolsos. Él ya se dispone a salir corriendo pero mi voz le detiene.

—¿Qué hacemos con la moto?

—¡Déjala! –Sujeta mi antebrazo y me lleva con él deprisa al interior del aeropuerto. Buscamos una ventanilla donde puedan darme los dos billetes que compré por internet. La encontramos tras unos cinco minutos y cuando ambos estamos en la cola esperando miro a Jimin y le hablo como si todo fuera normal.

—Coge esto, –las bolsas—, y ve a esos baños. –Los mira y de nuevo su mirada regresa a mí—. Métete en uno de los cubículos y espérame ahí. Cámbiate de ropa por si acaso nos han grabado las cámaras al llegar y hay gafas de sol y mascarillas. –Asiente sonriendo y esperanzado va a los baños siguiendo mis indicaciones.

Después de casi diez minutos recojo los billetes y corro al baño para encontrarme con él. Miro debajo de los cubículos y lo llamo susurrando. Una puerta roja se abre y aparece su rostro cubriéndose el cuerpo con el resto de la puerta. Me hace espacio y entro con él. Ya se ha cambiado de ropa.

—Kookie… —Me susurra—. Tengo muchísimo miedo. –Yo comienzo a desvestirme y me quedo en ropa interior delante de él.

—Todo saldrá bien. ¿Sabes español? –Le pregunto en un intento no solo de distraerle sino de darle esperanzas. Niega con la cabeza—. Tendremos que aprender.

—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo? –Me visto con otra ropa—. Dejas a tu familia. No podrás volver a saber de ella, ni ellos de ti. Dejas todo lo que te gusta. Tu trabajo, tus amigos. 

—Yo solo quiero estar contigo.

—¡Pero yo no soy quien tu creías! ¿Cómo puedes quererme?

—Tenías razón. –Le digo abrochándome los botones de mi camisa—. Tenemos más en común de lo que pensaba. Ambos estamos involucrados en asesinatos. Tu por hacerlos, y yo por encubrirte. Ya no tengo a donde ir porque la empresa quebrará y tú no puedes volver a tu país o te matarán. No tengo relación con mi familia. Tengo miedo, a la muerte, a la cárcel. Pero no a ti. –Me mira escuchando atentamente mis palabras—. Me han dicho que la comida española es de la mejor del mundo. –Sonríe—. Jamás volverás a tener hambre. –Sonríe aún más—. Si no lo haces por mí, hazlo por la comida. Por un mejor futuro. No tengas miedo. –Le doy las manos ambos ya vestidos y con nuestros rostros ocultos.

Recogemos nuestras cosas y salimos uno a uno hasta encontrarnos fuera. Miramos un mapa del lugar y nos dirigimos a nuestra puerta de embarque esperando pasar todo lo inadvertidos que podamos. Se me ocurre una manera aún más graciosa de parecer simples viajeros y es darle la mano entrelazando nuestros dedos. Él rápido se aparta de mí pero yo regreso a estrechar su mano mirándole fijamente.

—Así, pareceremos una pareja, nada más.

—Llamamos mucho la atención.

—Sí pero no en el mal sentido. –Sin duda está tenso pero con los segundos se relaja e incluso disfruta de la sensación de caminar con mi mano aferrando la suya. Tal vez le da seguridad, a mí sí me lo da.

Llegamos a un lugar donde varios agentes de policía nos hacen dejar las maletas en unas mesas que pasan por detectores y a nosotros nos toquetean el cuerpo sin pudor alguno. Antes de pasar por eso me vuelvo a Jimin y le hablo seriamente.

—¿Hay algo que estés ocultando? Ahora ya no puedes mentirme.

—Nada. No llevo más que algo de dinero, ropa, y…

—Vale, vale. Te creo. ¿Vamos? –Asiente convencido y nos acercamos a la cola que espera por ser registrados como nosotros.

Dejamos las bolsas de viaje sobre la cinta transportadora y esta se las lleva poco a poco hasta que desaparecen en una cabina donde son analizadas.

—¿Lleva usted armas? –Me pregunta como si fuera evidente que si las llevase le dijera que sí.

—No, señor. Ni nada metálico. –Palpa mi cuerpo y mis piernas unos segundos y veo a Jimin delante de mí algo miedoso.

—Limpio, buen viaje.

—Gracias.

—¡Siguiente! –Le grita a Jimin y este se acerca y se deja toquetear tenso pero sumiso, subordinado a la autoridad y a la posibilidad de ser encarcelado. Veo a mi lado a un policía señalando algo en el escáner justo cuando pasa la maleta de Jimin. Esta le pregunta.

—Señor, ¿lleva usted un chupete de bebé? –Él me mira, y respira profundo para contestar.

—Sí. Era de mi hija, murió y lo llevo siempre conmigo. –La policía abre sus ojos sorprendida por la frialdad con la que él ha contestado y asiente disculpándose por su pregunta.

—Limpio, buen viaje. –Jimin recoge sus cosas y viene corriendo a mí para estrechar mi mano por su propia voluntad y caminar a mi lado. Pero nuestros pasos se detienen cuando suena un tiro al aire y ambos agachamos la cabeza. Miramos a nuestra espalda para oír gritos y ver a los policías reducir a un hombre que portaba una pistola en su cinturón.

—¡Vámonos! –Me grita Jimin entre el barullo y ambos nos alejamos de la escena lo antes que podemos—. ¿Cuánto queda para que el avión salga? –Miro mi reloj.

—¡Cinco minutos! –Ambos nos vemos dados de la mano y corriendo por todo el aeropuerto para llegar a la entrada de pasaje. Sin duda se le nota en mejor forma que yo pero no suelta en ningún momento mi mano para no perderme de vista.

—¡Vamos Kookie! –Me mira y sonríe aunque no pueda verlo por la mascarilla, no importa, sé que me sonríe. A los minutos vemos a una señorita vestida de azafata en una recepción junto a una puerta esperando porque los pasajeros acudan a ella.

—¡Espere! –Le grito porque está a punto de cerrar las puertas.

—¡Han tenido suerte! –Nos dice y ambos llegamos a su lado para coger aliento—. Muéstrenme sus DNI y sus billetes para el vuelo a Barcelona. —Soy el primero en hacerlo y cuando mira mi foto me mira al rostro—. ¿Puede descubrirse? –Asiento y me quito las gafas y la mascarilla para mostrarle quien soy. No vuelvo a ponérmelas—. Ahora usted, caballero.

La señorita mira la documentación y dice en alto. Park Jimin. Frunce el ceño y mira el rostro de Jimin a mi lado.

—¿Sabe si la comida española es tan buena como dicen? –Le pregunto a la chica que me mira—. A mi pequeñín le gusta mucho la comida y es muy glotón—. Abrazo su cintura y beso su mejilla. Él parece algo cohibido y sin duda tenso pero la chica sonríe como una idiota y asiente con las mejillas rojas.

—¿Sois pareja?

—¡Claro! –Miro a Jimin que me mira de reojo probablemente acordándose de todos mis ancestros—. ¿Me das un beso para demostrarle a esta chica tan amable cuánto me quieres? –Al principio parece que va a matarme pero fingiendo estar en una piel que no le corresponde sonríe tímido y me besa en los labios produciendo un chasquido adorable.

La azafata se emociona y devolviéndonos los DNI nos desea un buen viaje. Entramos ya por un largo pasillo y se cierran las puertas a nuestra espalda. Le miro de reojo y él aliviado suspira dejando caer sus hombros.

—¿No vas a matarme? –Le pregunto riendo.

—No. Me has ayudado. Gracias.

—¿Has pensado qué haremos cuando lleguemos a España?

—No. No tengo nada pensado. Supongo que tú te irás por tu lado y yo por el mío.

—No.

—¿No? –Me mira sonriendo.

—No. No voy a separarme de ti.

—Gracias. No esperaba que hicieras otra cosa. –Ríe solo.

—Ah, bonito detalle lo del chupete. Me parece adorable.

—Es lo único que me queda de ella.

 

 

Ya estamos ambos sentados en nuestros respectivos asientos del avión y esperamos a despegar. No estaremos tranquilos hasta que este trasto no esté en el aire. Las azafatas se pasean de un lado a otro tentando los ojos de los pasajeros menos los míos y los de Jimin que estamos más distraídos en no llamar la atención y mantenernos inmóviles y en silencio.

Poco a poco el avión se mueve y en cuestión de minutos estamos camino a Barcelona.

—Quiero darte esto. –Saca su cartera y de ella extrae la foto de su hija. La pone a mi lado y yo la cojo en mi mano—. Has sido bueno conmigo. Me has curado, me has ayudado a pasar inadvertido y no has llamado a la policía a la primera de cambio.

La foto en mi mano pesa, pesa más de lo que lo haría el simple papel porque sí que informé a la policía, y ella, está muerta por mi culpa, sin embargo sonrío y me niego a aceptarla.

—Jimin, es tu hija…

—Es cuestión de honor. Sin ti, no estaría vivo. No habría salido de esta. Y ahora me proporcionas un mejor futuro. Te la regalo con la condición de poderla ver cada día porque permanecerás conmigo para siempre. –Sonrío avergonzado y estrecho su mano manteniendo en la otra la foto.

—Sé cómo inaugurar nuestra nueva vida.

—¿Cómo?

—¿Alguna vez has tenido sexo en un baño de avión? –Rápido suelta mi mano y me golpea el brazo negándose en redondo a mi oferta. Yo sonrío y miro por la ventanilla—. En unas horas, estaremos en Barcelona. Adios, papá. Adiós, mamá. Lo siento por no informaros. Me encapriche de un idiota.

 


Capítulo 34        Capítulo 36 (Final)

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