CHOFER (TaeGi) - Capítulo 20
CAPÍTULO 20
TaeHyung
POV:
La noche es hermosa. Las luces de los neones hacen extrañas formas en la luna del coche y en el negro capó de este. Van a gran velocidad porque yo voy a esta extrema velocidad conduciéndome por las calles semivacías de la capital y rozo con la aguja el límite de la velocidad permitida. Su fuera mi coche me permitiría acelerar aún más pero dado que no es mío no quiero que Jimin reciba una multa a su nombre.
El sonido de este coche apenas ruge hoy y antes de salir a la carretera he movido el asiento a una postura que consideré más cómoda. Me equivoqué en rotundo. Mis pies tampoco se sienten ligeros o ágiles. La graduación de las cervezas ha disminuido considerablemente haciéndome volver a mis cinco sentidos pero no consigo estar completamente a gusto.
Cuando llego al Éxtasis son las cuatro y cuarto de la mañana. Miro por las aceras pero no hay rastro del señor Park. Me quedo aquí inmóvil unos minutos y cuando creo que es suficiente espera saco mi móvil y busco en la lista el número que me llamó antes. Ya está, lo tengo ante mí cuando antes de que mi dedo lo pulse se abre la puerta trasera y la voz de Jimin inunda todo el coche con un estridente tono agudo, falto de autoridad.
—¡Llévanos a mi casa! –Grita y estoy a punto de arrancar cuando de reojo veo a otro cuerpo de una complexión parecida a la suya sentado a su lado. Todo el coche en su parte trasera está entre tinieblas por culpa de los cristales tintados que no dejan pasar la luz, la poca luz a estas horas, de las farolas.
Asiento energético y salgo del estacionamiento.
—¿Cómo es que no llevas el traje? –Me pregunta ebrio. Yo prefiero no contestarle y limitarme a conducir sorteando los coches que van a una velocidad menor. Quiero llevarlo cuanto antes y sin tener que escuchar más tonterías por esta noche. Mi cama me aguarda y algo me dice que cuando llegue a ella no pegaré ojo.
Cuando me veo obligado a parar en uno de los miles de semáforos me quedo un rato mirándome las manos en el volante siendo iluminadas por la luz roja que baña el coche. Un extraño ruido se produce detrás de mí como un chasquido. Uno no, varios. Contínuos con varios segundos entre medias. Un jadeo. Todo mi cuerpo se tensa y siento la necesidad de darme la vuelta pero no lo hago y me limito a mirar por el retrovisor para ver el cuerpo de Jimin abrazando y besando a la otra persona apoyada en el asiento. La otra persona es un hombre y lo distingo por el traje que lleva. Todo mi mundo parece dar vueltas al saber que al señor Park le gustan los hombres. A esto es a lo que se refería cuando decía que no debía contar nada de lo que sucediera en el coche.
La luz del semáforo se torna verde y avanzo con todo mi cuerpo exhausto. La carretera es recta por varios cientos de kilómetros y antes de llegar a la mitad de esta, otro jadeo aún más fuerte me sorprende pero este no es de Jimin. Este lo conozco. Lo he oído antes pero no de una forma tan dulce y sumisa. Todo mi cuerpo arde en la desesperación y un extraño instinto conducido por la locura me obliga a mirar el retrovisor en el momento exacto en que el rostro de esa persona se muestra a la luz. En su cuello, el rostro de Jimin está inmerso en besarlo y morderlo. El cuello de su camisa, desabotonado, le permite acceder con más facilidad pero eso apenas dura unos segundos en mi mente. Mis ojos se centran en la forma de sus labios a la parpadeante luz que entra por las ventanillas. En sus ojos cerrados disfrutando de las sensaciones en su cuerpo. Su cabello, rubio y desplazado hacia la derecha de manera sutil pero precisa. Sus manos, pálidas y delgadas se enredan en el cabello negro de su acompañante, de mi jefe. Su cuerpo tiembla. Se retuerce bajo el tacto de Jimin. Mi cuerpo arde. Me siento mareado. Náuseas.
Unas luces rojas delante del coche me indican un vehículo parado frente a un semáforo rojo y todo mi cuerpo sufre una estridente descarga de adrenalina que me hace pisar el freno para no dar de cara contra el coche delante de nosotros. Mi cuerpo sufre el efecto del frenazo y se desplaza hacia delante asegurado con el cinturón. Mis dos pasajeros doy por hecho que no llevaban el cinturón puesto por lo que se desplazan hacia delante y Jimin tiene que apoyarse en mi asiento para no caer. Tal vez se deba a su borrachera pero mientras lo pienso, calmo mis nervios por el accidente que podría haber causado mi negligencia.
—¿Qué demonios te pasa? –Grita Jimin desde atrás dando un golpe con su mano en mi asiento.
—Lo… —No me deja hablar. Mientras, espero a que el semáforo se ponga en verde.
—¿Quieres matarnos? Idiota. Inútil. Ten más cuidado la próxima vez o me veré obligado a despedirte, Taehyung. –El sonido de mi nombre hace eco en el coche y perdura unos segundos. Su voz es firme aunque no alta. No puedo evitar mirar el retrovisor donde, evitando la fulminante mirada de Jimin, me centro en la de Yoongi temerosa. No es miedo, sino una sensación de nostalgia que yo también siento. Solo ahora cuando me mira puedo volver claramente al borde de la piscina en aquel camping. Siento el calor de su compañía pero también la amarga sensación de que estamos incompletos. Solo nos sentimos llenos cuando nos liberamos de nuestros compromisos.
—Sí, señor. –Digo mientras las luces se cambian a verde—. Lo siento, señor.
Mi corazón palpita más fuerte que el motor del coche y es lo único que llega hasta mis oídos cuando se ven interrumpidos de nuevo por el sonido de unos besos que nuevamente comienzan tras mi asiento. Ahora sí que tengo la tentación de estrellarnos contra el primer muro que se me cruce por delante. O con otro coche, no me importa. No me molesta involucrar otras vidas en mi locura.
—¿Me lo haces un poco? –Oigo como un susurro la voz delicada y melosa de Jimin detrás de mí. Sus respiraciones son fuertes hasta tal punto que puedo sentirlas.
—Claro. –Oigo en el mismo tono a Yoongi.
Miro al frente y sigo haciéndolo aunque el sonido de una cremallera bajándose nuble mi vista. Tenso mis manos en el volante y los gemidos de Jimin comienzan a ser más evidentes. Muerdo mis labios sintiendo como todo mi cuerpo vibra de miedo. Nos estrellaremos sin remedio por su culpa, porque no puedo sacar de mi cabeza la imagen que se debe estar produciendo a mi espalda. La tensión en mis manos llega a tal punto que mis nudillos se tiñen de blanco y mis labios se fruncen.
Miro nuevamente por el retrovisor para ver los ojos de Jimin fijos en los míos casi como si me mirase para retardar la eyaculación. Una vez le miro ya no tengo el valor para apartarle la mirada y siguiendo por un tramo recto en la carretera no le quito los ojos de encima. Los suyos están abiertos pero un poco somnolientos por el placer. Su par de labios gruesos, abiertos para respirar más fácilmente. Sus quejidos salen sin remedio.
—¿Qué miras tú? –Me pregunta despectivo mientras me mira frunciendo el ceño. Antes de que le aparte la mirada sonríe cínico y travieso porque sabe que le gusta ser el centro de atención. Estoy seguro de que su padre no sabe nada de esto y menos aún se lo consentiría si lo supiera—. ¡Ah! Me vengo… —Se queja susurrando y acaba viniendo en la misma boca que yo besaba una semana atrás. Algo se mueve en mi estómago.
—*Cof* *Cof* —Toso no solo para hacer evidente mi presencia sino para que me presten atención—. Estamos llegando, señor Park.
—Perfecto. –De nuevo se funden en otro beso—. Entra en el garaje del edificio, por la parte de atrás.
Rodeo todo el bloque de apartamentos y entro por la puerta abierta que baja a un sótano lleno de aparcamientos privados. Los coches que veo a mi alrededor no se pueden comparar al que yo llevo en mis manos pero tampoco destacaría demasiado si lo guardara por una de estas plazas, escondida entre columnas.
—Aparca en la 20D. –La busco y la encuentro a los tres minutos. Cuando el coche se queda estático ellos bajan pero no se alejan del coche. Miro a Jimin que me hace una seña para que salga y sacando las llaves del contacto abro la puerta y pongo los pies en el suelo. Hasta ahora no me había dado cuenta de que mis piernas tiemblan.
—¿Ocurre algo? –Miro mis manos en los bolsillos.
—¿Cómo que si ocurre algo? –Su voz está distorsionada por el alcohol—. Mírame cuando te hablo. –Levanto la vista para ver su cuerpo con un brazo sobre los hombros de Yoongi. Ambos me miran serios. Y entonces lo entiendo. Ellos son de un mundo. Yo de otro completamente diferente.
—Lo siento, señor. Es tarde y no he podido concentrarme al conducir. Discúlpeme. –Su expresión se suaviza.
—No te preocupes. No es nada. –Da un pequeño empujón a Yoongi bajo su brazo—. Míralo. ¿No es adorable? –Ambos me miran como si fuera un animal de exposición.
—¿Puedo volver a casa ya, señor?
—¿No dices que no puedes conducir bien? Es tarde, no puedes ir a casa ya. Puede pasarte algo y no quiero quedarme sin chofer.
—Debo irme, como bien dice, es tarde.
—No creo que sea buena idea. Mañana tengo que madrugar y tengo una reunión importante en la empresa de mi padre a la que debo asistir. Una reunión con unos malditos americanos. –Se encoge de hombros. Yo desvío la mirada aunque siento la de YoonGi quemarme muy lentamente—. Son las cinco de la mañana y la reunión es a las ocho y media. En lo que llevas el coche, vas a tu casa y tienes que levantarte para regresar aquí apenas dormirás una hora—. Sus palabras son firmes. Yoongi no dice palabra alguna.
—Pero señor…
—Ni peros ni nada. Si no duermes pondrás mi vida en juego. Y eso es lo último que quiero. Además después de acercarme a la oficina tienes que llevar al señor Min a su casa. –Señala a su acompañante a su lado. Le miro y él sonríe cínico. Maldita sea.
—Señor Park. No quiero ser una molestia. –Insisto con la voz grave. Nervioso porque tan solo quiero huir de aquí.
—Tengo una habitación de invitados. Deja de remolonear y ven. La alternativa es no dormir y morir despeñándote por un terraplén según vienes a buscarme en unas horas. –Sus palabras ya no parecen tan ebrias. Sus gestos y su rostro sonrojado aún permanecen.
—Está bien, señor.
—Te pagaré las horas extras. –Me guiña un ojo—. No pongas esa mala cara, Taehyung.
De repente siento un extraño deseo de salir corriendo. Veo la puerta desde aquí. Puedo sentir como las paredes de este lugar se acercan una a otras por momentos aplastándonos. Me abandona la respiración y mi corazón ha dejado de latir por unos segundos. Quiero abandonar mi cuerpo que se digna a seguir caminando en la dirección en que ellos se conducen.
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