CHOFER (TaeGi) - Capítulo 19
CAPÍTULO 19
TaeHyung
POV:
Durante toda la película el alboroto en la sala fue general. Pensé que solo yo no estaría atento a la pantalla pero me di cuenta que lo único que acallaba el barullo eran las escenas de acción y en mi opinión, mejorables, sin duda. Cuando salimos del cine, las luces de la calle nos indicaban que ya era tarde. Las doce, al menos. Tras mirar mi reloj me equivoqué. Poco faltaba para la una.
—¿Vamos a los bolos? –Me pregunta y asiento sin ningún problema. No comentamos la película porque ya me ha dejado claro que ha sido un poco decepcionante alegando que las primeras partes estuvieron mejor. Como yo no conozco ninguna otra, no puedo hacer comparaciones.
Tras llevar siete u ocho minutos de caminata en silencio su voz vuelve a romper el ambiente.
—Hyung, si no lo estás pasando bien, puedes proponer otra cosa. –Niego con la cabeza.
—Estoy bien, Kookie. Quiero jugar a los bolos.
—Está bien. —Suspira—. Hyung…
—Dime.
—¿Puedo pedirte algo?
—Claro…
—¿Me das la mano? –Le miro y su rostro avergonzado me retira la mirada.
—¿Tienes miedo de perderte? –Le pregunto en broma pero hace un puchero enfadado y no me resisto a estrechar nuestras manos. En comparación con las mías, las suyas están heladas y la estrecho con fuera entre mis dedos para que entre en calor.
—Gracias hyung… —Surra y no reprime una sonrisa de oreja a oreja. Su mano en la mía se siente extraño pero no incómoda. Solo diferente. No tenemos diferencia de altura y si fuera más bajo pensaría que es una chica pero de esta manera, me siento como su hermano. Como un amigo. Esto es lo que somos. Amigos. Al menos, en mi mente.
A medida que caminamos nos vamos internando en calles menos concurridas hasta acabar en una especie de bar—sala—de—juegos que se sitúa bajando unas escaleras en un portal abierto en un edificio de pisos. La música que debería molestar a los vecinos no parece que crear el menor problema por lo que entiendo o bien que los pisos están vacíos o que los propietarios se han acostumbrado tanto a esto que ya ni se molestan.
Nada más entrar nos sumimos en una oscuridad a la que mis ojos se tienen que habituar y un humo a cigarrillos flota en la superficie del ambiente. Pasados unos minutos acabo por acostumbrarme y solo me preocupa el hecho de que no me gusta donde estoy.
—¿Quieres algo de beber? –Me pregunta y asiento.
—Una Heineken.
—¡Vaya! –Grita y unas chicas cerca de nosotros se giran asustada.
—Shhh...
—¡No me chistes! ¡Quién lo diría! –Sonríe mientras camina a la barra y pide dos cervezas. Cuando sujeto el botellín verde con mis manos el frío cala en mi piel, y las gotas de agua de la superficie resbalan por mis dedos. <¿Sabes qué es Ítaca?>. Oigo en mi mente—. Venga, vamos a jugar.
Me lleva de la mano al fondo del local donde se disponen cinco carriles de bolos y ocupamos uno de los tres que están libres. Unos marcadores sobre nuestras cabezas nos indican que están todos los bolos en su lugar, colocados y ordenados y doy gracias porque de aquí al final de la pista y con este ambiente apenas veo el primero de los bolos.
Jungkook se ofrece a ser el primero y después, voy yo, una continua serie de intercambios en los que mientras descanso me siento en una mesa cercana para verle jugar. No se le da mal pero tampoco consigue plenos. Se frustra cuando falla y se alegra en exceso cuando consigue una buena marca. Yo me conformo con seguir vivo.
—¡Lo has visto! –Me grita enfadado y quito los ojos del botellín verde esmeralda—. ¡No puede ser! ¡Lo he rozado!
—La próxima saldrá mejor. –Le veo sentarse frente a mí y yo me levanto para dirigirme a coger una bola de color negro. Es pesada pero ya estamos terminando y mi mano se ha acostumbrado a la postura de los dedos y a su tamaño. Cojo carrerilla y suelto la bola que se dirige sin titubear al centro del triángulo formado por los bolos. Antes de darme cuenta soy consciente de que he hecho un pleno y la luz en la pantalla me lo confirma. Si no fuera suficiente, los gritos de Jeon me aseguran la victoria.
—¡No puede ser! –Me giro y ya lo tengo a mi lado abrazándome y levantándome del suelo en el abrazo. Sonríe y su sonrisa inunda el local. En vez de sentirme feliz lo único que hace es darme vergüenza.
(…)
Cuando tres botellines se juntan con mis tres botellines en la mesa me veo ya en la suficiente incapacidad como para acertar a ningún bolo por lo que decidimos, cuando son las dos y media, salir de allí para dar un paseo. Aún es pronto así que decidimos dar un rodeo para llegar a su casa por un parque cercano.
Las farolas iluminan las aceras y las copas de los árboles. Aún hay personas pululando por las aceras por lo que no me importa caminar sin rumbo.
—¿A qué hora tienes que estar en casa? –Le pregunto curioso a la par que preocupado.
—No me trates como un niño, hyung. –Hace un puchero con una voz infantil.
—No lo hago. Solo que no quiero que tus padres se enfaden conmigo. –Sin permiso alguno y tomándome por sorpresa enreda su mano con la mía y al sentir como su piel está helada la meto en el bolsillo de mi abrigo para que no se enfríe.
—A las tres y media. –Dice en voz baja.
—No te preocupes. Te acompañaré hasta casa cuando sea la hora.
—¿Te lo has pasado bien? –Me pregunta ilusionado.
—Mucho. Lo necesitaba.
—¿Salir o a mí?
—Ambos. Idiota. –Sonríe infantil.
Los árboles a nuestro alrededor nacen y crecen sin control alguno. El sonido de los pájaros ya no se siente porque no hay más que una luz artificial que nos ayuda a caminar y aun así, algunas ramas interceden en el camino de esa luz y crea una extraña sensación de estar en medio de un bosque.
Un bosque.
<Hacía mucho que no desaparecía del mapa para vivir un poco> Dice una voz conocida dentro de mi cabeza. Alzo la mirada para comprobar que realmente nadie ha dicho eso pero ya no sé si puedo negármelo porque su voz aún permanece en mi interior. Es mucho más viva y clara que la de JungKook a mi lado.
—Es relajante, ¿verdad? –Me pregunta.
—¿El qué?
—Caminar con este silencio. –Respira profundo y asiento a su pregunta—. Hyung. –Se detiene delante de mí y me estrecha ambas manos. Me mira con ojos muy oscuros y sus labios dejan que sus comisuras se alcen. Su rostro se esconde en las sombras de una rama que interfiere en la luz—. ¿Esto ha sido una cita de verdad? –Me pregunta y asiento frunciendo el ceño.
—Claro, Jeon. ¿A qué viene esto?
—Me preguntaba que si, esto es una cita de verdad, aun falta algo
—¿Sí? –Pregunto realmente confuso y su sonrisa se hace aún más evidente. Da un paso y ya no puede dar más porque ha pegado nuestros cuerpos. En un principio siento una especie de tentación a alejarme pero acabo comprendiendo sus intenciones y es demasiado tarde para negarme.
Sus labios, suaves y esponjosos chocan con los míos muy lentamente como si temiese asustarme. Durante los primeros segundos no se mueve un milímetro pero cuando coge confianza en la situación no puede evitar llevar su brazo a mis hombros y juntar sus manos en mi nuca. Las mías, inconscientemente van a su cadera y lo atraigo a mí de forma suave y lenta. Sus labios se abren y saca su lengua para pasarla a mi boca y rebuscar algo en ella.
No puedo evitar compararlo con Yoongi.
(…)
Pasa casi una hora estamos en la puerta de su edificio y ambos nos quedamos parados en la entrada para despedirnos. El momento es muy incómodo sobre todo para él. Yo ya no siento nada.
—Me ha encantado de corazón pasar el día contigo. ¿Me prometes que volveremos a hacerlo?
—Claro. No te quepa la menor duda.
—Mándame un mensaje cuando llegues a casa. Es tarde y no estás cerca. Ya me entiendes.
—No te preocupes. –Veo como la mano que aferraba la mía poco a poco se suelta y se adentra en el edificio. Una sensación de vacío desaparece junto con su marcha y al fin puedo respirar un aire que me pertenece. Puedo pensar sin miedo de que mi expresión cambie o sepa leer mis pensamientos.
Sin darme cuenta me he alejado caminando una manzana y cuando siento que mis pies se resienten me siento en un banco y me miro las manos sobre el abrigo. Juego con mi bufanda y no queriendo retrasarlo por más tiempo saco un cigarrillo y me lo llevo a los labios. Antes de encenderlo miro el paquete blanco con el símbolo en color rojo y lo guardo de nuevo en el abrigo. Mantengo el filtro en mis labios unos segundos y antes de que me arrepienta enciendo el extremo para ver salir un humo gris y deja de salir por un momento para consumirse cuando tiro una calada. El humo se atraganta en mi tráquea unos segundos pero tras toser, la segunda entra ligera y rápida. Recuerdo los dedos de Yoongi chocando con los míos mientras me arrebata el porro. Ahora, pasado un tiempo, recuerdo más cosas de ese momento de las que recordaba al día siguiente.
Recuerdo que en un momento me sacó la lengua de manera infantil y más tarde acarició mi pelo mientras yo estaba en mi mundo. Lo recuerdo de manera muy viva y real aunque, claro está, no puedo estar seguro si eso ocurrió realmente. Tan solo es un vago recuerdo de una noche loca.
Cuando le doy mi quinta calada al cigarrillo algo vibra en mis pantalones. Una música conocida comienza a sonar y saco el móvil para llevármelo a la oreja pero me recibe un número desconocido.
—¿Sí? –Pregunto.
—¡Kim TaeHyung! –Grita de manera divertida una voz que me resulta familiar al otro lado de la línea.
—¿Quién es?
—¿Cómo que quién es? Un poco de respeto, niño.
—¿Señor Park Jimin? –Pregunto sintiéndome de repente muy nervioso.
—¡Eureka! Ven a buscarme.
—Pero señor, hoy no tengo que trabajar.
—Esto son horas extras. –Su voz está distorsionada. Está algo borracho.
—Son las tres y media de la mañana, señor.
—Sí, lo sé. Estoy en el Éxtasis. Ven cuanto antes no vaya a ser que me enfade y te despida. O algo peor.
—¿Peor señor?
—Dejarte la casa sin luz. –Una risa estridente de repente y un suspiro de mi parte. Tiro el cigarrillo al suelo y me armo de paciencia para caminar al garaje y sacar su coche. Conducir hasta el maldito edificio, llevarlo a su casa, regresar al garaje e ir a casa. Creo que no llegaré a mi cama hasta las cinco de la mañana. Solo de pensarlo se me quitan las ganas de vivir.
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