CHOFER (TaeGi) - Capítulo 18
CAPÍTULO 18
TaeHyung
POV:
Ayer, una vez regresé con el coche al garaje, no cogí el bus de vuelta a casa, me limite a regresar andando dejándome llevar por el bullicio de las personas, que no eran demasiadas. Durante el trayecto probablemente me encontrara con toda clase de personas, mujeres, niños, ancianos, pero la verdad es que no me acuerdo demasiado. No recuerdo nítidamente mis pensamientos. Pasaron por mi cabeza mil y una palabras que debería haberle dicho a Yoongi pero en el momento o bien no tuve valor o ni siquiera acudieron a mi mente. Pensé en qué decirle otra vez si nos encontrábamos pero a medida que llegaba a casa fue como si poco a poco regresara al mundo real y me viera obligado a abandonar la idea de volverle a ver. Y una vez dentro de mi cama, fue como si me golpeasen con una maza. Lo comprendí. No volvería a verle. Nunca más. Algo palpitó de manera extraña dentro de mi pecho y con esa angustia me dormí.
(…)
Despierto y súbitamente pienso: Es martes, tengo que ir a buscar a Yoongi.
Pero cuando miro la hora y me doy cuenta de que he ajustado mis horarios a otra persona, el vértigo me secuestra para hacerme sentir nauseas a primera hora ya de la mañana. Por culpa de este vértigo me veo obligado a no desayunar nada en absoluto pero apenas le dedico dos segundos en mis pensamientos porque mi estómago no demanda por comida. Ya no me importa no comer.
A las ocho y media estoy en la puerta del edificio de Jimin y siento un impulso de salir del coche porque todo en él me está ahogando. El cinturón me empieza a rozar el cuello y juraría que se convertirá de repente en una horca para acabar con mi vida. El asiento sigue siendo incómodo. El olor dentro del coche es un olor artificial. El volante no se sujeta en mis manos. No es cómodo, al contrario. Siento que no me acepta igual que yo no le acepto a él. Antes de darme cuenta ya veo a Jimin viniendo en dirección al coche y salgo para abrirle la puerta.
—Buenos días, señor Park. –Digo sin esperar una respuesta que no llega. Me siento de nuevo al volante y nos conduzco a su empresa.
Todo pasa muy lentamente. Le dejo, regreso al garaje. Dejo el coche y de nuevo vuelvo a casa para tirarme en la cama a la espera de que den las seis. Un mensaje de Jeon llega a la hora y media pasada.
——¿Estás ocupado? –No respondo. Ahora siento a JungKook muy lejos de mi realidad. En otra dimensión a la que no puedo acceder.
(…)
Cuando son las seis ya estoy en la puerta de su empresa y salgo del coche aunque no le vea aparecer. No tarda y cuando llega, abro su puerta y dejo que entre sin decirle palabra. Por hoy he cumplido mi cupo de amabilidad no partiéndole el cuello al primer transeúnte que pase a mi lado. Cuando me siento al volante y me encamino a la carretera la voz de Jimin me hace dar un respingo.
—¿Ahora no me das las buenas tardes? –Niega sonriendo sin apartar sus ojos del móvil—. Qué maleducado.
—Supuse que le incomodaba señor.
—Nada de eso. Aunque no me guste debes hacerlo.
—No tiene sentido señor. Paga mucho dinero por tener un servicio a su gusto.
—Pago por una educación apropiada. Y es de ser educados que se salude al jefe.
—Entiendo, señor. Lo siento. –Aunque sea triste, esta ha sido la conversación más larga que he tenido en todo el día y si sigo así, la única que tenga.
Cuando llegamos a su gimnasio le dejo allí y saco una revista de la guantera. Dos horas y media más tarde sale y le llevo de vuelta a casa. A la mañana siguiente se repite el mismo proceso y así, sin novedades, hasta el viernes. Cuando le dejo en su casa, abro la puerta de su asiento y antes de desaparecer me mira a los ojos y se planta firme ante mí.
—Buen trabajo. –Me dice sonriendo—. Aunque aún te queda mucho por mejorar. –Asiento a sus palabras, inclino mi rostro y regreso al coche. Todo el camino al garaje no me saco una repentina idea de la cabeza. Necesito poner un punto de inflexión antes de que me deje llevar por la depresión. Tengo que tomar los mandos de mi vida. Cuando aparco el coche en su plaza de estacionamiento saco mi móvil y aun dentro del coche marco un número conocido.
—¿Hyung?
—¿Te llamo tarde? –Le pregunto.
—No, recién termino de cenar. ¿Ocurre algo? Pareces desaparecido.
—Nada malo, Jeon. He estado pensando.
—¿Y bien?
—Acepto.
—¿A qué? –Pregunta aturdido.
—A salir juntos. Tener una cita. –Aclaro.
—¡No te creo! –Grita animado y probablemente sonriendo. Todo mi cuerpo tiembla.
—¿Te parece bien mañana? –Él sigue gritando al otro lado del teléfono—. ¿Jungkook?
—¡Sí! ¡Sí! Pásame a buscar a las ocho. Te invito a cenar, ya verás que bien. –Parece que intente aun convencerme.
—Así lo haré. Hasta mañana.
—Adiós, hyung. –Me dejo caer sobre el asiento y me noto exhausto como si acabase de correr durante horas.
(…)
Despierto tarde no por sueño o cansancio sino porque al levantarme sé que me preguntaría: <¿Tienes algo que hacer, acaso?> Y me pasaría el resto de la mañana masticando la pregunta en una constante espera porque llegue la hora para estar con JungKook.
Con las sábanas aún atrayéndome me obligo a levantarme a las cuatro de la tarde cuando mi madre ha salido de casa. Lo primero que hago es llegar hasta la cocina y prepararme algo de pasta con tomate que sacie el poco hambre que tengo. Cuando termino me dirijo a mi cuarto nuevamente para rebuscar en el armario algo qué ponerme pero al contrario que la otra vez no me decido por nada ni siento la tentación de crear. Cojo los primeros vaqueros rotos que veo y tirándolos sobre la cama saco una camisa negra y una chaqueta de cuero con algunas chapas de grupos de rock americanos. Revisando la predicción del tiempo en mi móvil saco también del armario una bufanda color champagne por si llegamos tarde.
Pensar en ello me pone los pelos de punta. Ser responsable de JungKook se me hace muy pesado y más cuando sé de la estricta educación de sus padres con salir y esas cosas pero suspiro calmando mis nervios y antes de darme cuenta ya me estoy vistiendo con la ropa seleccionada. Antes de salir de casa me miro en el espejo frunciendo el ceño no muy convencido. Me doy un par de vueltas y acabo cambiando la chaqueta de cuerpo por un abrigo negro simple. Un poco de colonia, me paso el peine por el pelo y sonrío a mi reflejo infundiéndome valor.
Cojo un bus diferente al de cada mañana para que me lleve en la dirección opuesta donde la casa de JungKook me espera. Vive a un par de kilómetros de mi casa y ya he ido a buscarle más veces y aunque me sé el camino andando de memoria se me hace muy pesado ir por él así que me subo al bus y me cruzo de brazos mientras dejo que me lleve. Pasan quince minutos en los que no he parado de mirar la hora en todo momento siendo consciente de que llegaré pronto y me lo confirmo al llegar a la puerta del portal de Jungkook y oir gritar mi nombre antes de pulsar el telefonillo.
—¿Tae? –Pregunta y le veo corriendo en mi dirección con el traje de chofer. Acaba de llegar a casa porque trae las llaves en su mano—. Llegas pronto. –Me dice.
—Sí. Lo sé. Cuando me ha querido dejar el bus.
—No pasa nada. Sube, me esperarás mientras me arreglo.
—Puedo esperarte aquí, no pasa nada.
—No, no. No hay problema. Pasa. –Ambos entramos en el recibidor del portal y nos encaminamos a la par dentro del ascensor. Cuando estamos dentro noto su respiración ahogada y aunque intento no mirarle su reflejo está frente a mí.
—¿Vienes de trabajar? –Le pregunto como si no fuera evidente.
—Claro, el señor Min me ha pedido que le lleve pronto al Éxtasis. –Todo mi cuerpo vibra—. Me ha dicho que no hace falta que le recoja más tarde así que por suerte hemos podido quedar. Mira mi reflejo en el espejo y sus ojos denotan una clara felicidad. No sabe que sus palabras me duelen.
Cuando llegamos a su casa su padre es el primero en recibirme y como hace siempre pone una mano sobre mi cabeza y revuelve mi pelo solo para molestarme. Su madre, por el contrario me peina con delicadeza y cuando termina, estruja mis mejillas. Creo que aun no sabe que soy dos años mayor que su hijo porque a él no le he visto nunca que le hagan nada parecido. Me siento en el sofá con permiso de sus padres y mientras me hablan, sin querer, me evado lejos de sus voces y me dejo llevar por mis pensamientos.
Cometo el error de hacerlo porque mientras ellos intentan darme una educada conversación yo regreso a la noche aquella en que me vi obligado a ir a las tantas de la mañana a buscar a Yoongi a ese diabólico sitio. Recuerdo su entrecortada respiración como si la oyera cerca de mí en este momento. Recuerdo el tacto de su mano sobre mi hombro y su aliento a alcohol. Oigo el sonido del vómito contra la acera y como su cuerpo rugía por el esfuerzo. Huelo aquello y juraría que puedo ver claramente su sonrisa una vez termina de vomitar. Sus palabras. <Siento que hayas tenido que ver eso>. La negación de mi cabeza.
Algo dentro de mí parece desatarse. Desenvolverse y sumirse en una realidad que no se me había mostrado hasta ahora. Aún cabe la posibilidad de que en algún momento Yoongi llame a Jungkook para que vaya a buscarlo. Tal vez se vea obligado ir y me lleve a mí. Tal vez nos lo encontremos por las aceras de esta gran ciudad. Me imagino la extraña situación. También, caigo en la posibilidad, nada remota, de que se emborrache como aquella vez. Que se consuma en el vómito y se desmaye en medio de la calle. Algo se rompe en mi interior.
—Estoy, ¿nos vamos? –Aparece JungKook aun con el pelo un poco húmedo de la ducha pero con un olor a limpio incomparable. Se ha puesto, por lo que veo, una camisa inmaculada, tal vez a estrenar. En sus piernas, unos vaqueros negros con unas botas beige. Sobre sus hombros, una sudadera de tela gruesa gris. Me mira sonriendo. Sus padres no saben nada de sus intenciones conmigo.
—Adiós, señores Jeon. –Me despido mientras salimos por la puerta y en la calle el sol brilla muy débilmente. Una nube lo cubre y el viento ha comenzado a soplar. Me acurruco bajo mi bufanda y Jeon se planta delante de mí para mirarme.
—Lo tengo todo pensado. A ver si te gusta. –Respira profundo—. Iremos a cenar unas pizzas. Luego nos pasamos por el cine a ver la última de la saga “La purga”* y cuando termine vamos a jugar unos bolos. ¿Bien?
—¿La purga?
—¿No sabes qué es? –Niego con la cabeza mientras entiendo que es una de esas películas de violencia que tanto le gustan.
—¡Ahora sí que tienes que verla! –Convencido del plan que ha tratado sin mis ideas me sujeta el hombro y anda conmigo en dirección a la pizzería. Por el camino, su paso es suelto y desenfadado. Pareciera que flota en el aire pero en realidad solo lo parece—. Es genial que me hayas invitado a salir. –Dice sonriendo y mirando a la nada en concreto. El rostro de Yoongi aparece de repente en mi mente envolviéndolo en un silencio. Envolviéndonos a ambos y me mira con sus ojos pequeños. Por un momento ya no estoy en la calle estamos en su coche. Ambos recubiertos de barro y riendo como dos niños. Somos niños aunque nos engañemos.
—Pensé que estaría bien.
—Lo será, hyung. Lo prometo. Después de esta querrás muchas más.
—Seguro. –Digo.
Tras una conversación en la que no tomo mucho protagonismo llegamos a un restaurante de comida italiana y nos sentamos en unas mesas dentro del local cerca de un pequeño estanque con peces dentro. Ambos pedimos unas pizzas pequeñas y nos las traen en menos de diez minutos. Mientras cenamos no parece que prestemos mucha atención al otro pero cuando ya no hay comida en nuestros platos, nos sentimos obligados a hablar, aunque sea por simple educación. Pareciera que es la primera vez que nos vemos.
—¿Qué tal te ha ido el día? –Me pregunta y me encojo de hombros mientras sigo con la mirada un pez amarillo y plano. Su cara acaba en un pequeño pico como boca.
—Normal. No he tenido que trabajar así que bien. Supongo.
—El mío ha sido también normal. He llevado a Yoongi al trabajo y nada más. –Cuando oigo su nombre todo lo que he construido hasta este momento durante la tarde se derrumba de nuevo. Oír su nombre y de los labios de JungKook se me hace muy doloroso. Me dije hace poco que quería juntar ambos mundos. Esto no es lo que yo me imaginaba.
—¿Qué tal está? –Pregunto de manera involuntaria. Casi como una súplica de mi subconsciente por saber de él. Quiero oír de él por mucho que me duela. Una pregunta salta en mi mente: ¿Por qué duele?
—Bien. No hablamos mucho la verdad. Se pasa el día mirando sus papeles. Pero es muy amable y no se le ve mal. Seguro que si le pasara algo me lo contaría.
—Ya… —Suspiro mirando otro pez más pequeño y de color azul con una mota blanca en su cola.
—El primer día que nos conocimos estaba un poco áspero. Sobre todo cuando le pedí un autógrafo. Pero luego hablamos un poco y se le pasó. –Miro a la camarera que viene directa a nosotros con dos cafés de la mano. Deja uno frente a mí y otro frente a Jeon. Ambos iguales pero el mío sabrá mucho más amargo que el suyo aunque le eche todo el azúcar.
—¿Te ha dicho algo de mí? –Pregunto sonriendo alejando de mi rostro cualquier necesidad por la respuesta.
—No.
—Oh…
—Ah, sí. El primer día me dijo que eras un aburrido porque no escuchabas sus canciones o no sé qué. Pero nada más. Le dije que era normal en ti vivir en otro planeta y se encogió de hombros. Eso fue todo. –Dentro de mi mente se produce una lucha entre el sentimiento de furia e ira sordas por las desconsideradas palabras de Yoongi contra la alegría de saber que me ha mencionado aunque sea para decir algo malo. Tras todos estos sentimientos hay uno en concreto que se apacigua al saber que al menos mi contacto con Yoongi fue algo real y no solo una larga ilusión de mi mente.
Río para no hacerle sentir incómodo pero no hablo más. Bebo el café rápido y le veo a él hacer lo mismo. Se levanta pero cuando yo me incorporo me hace sentar de nuevo.
—Voy al baño. Espérame aquí. Y ni se te ocurra pagar la cuenta. Invito yo. –Le veo marcharse sonriendo y cuando desaparece miro a mi alrededor. Suspiro resignado por un fuerte impulso y me acerco a la barra del restaurante y cerca de ella, una máquina expendedora de tabaco se asoma entre los tabiques de las paredes. Me acerco introduciendo un billete en la ranura y selecciono un paquete de Lucky Stryke que cae con un sonido seco. Lo recojo y miro en dirección al baño de donde aún no aparece Jeon. Miro a la camarera.
—Cóbrame la cuenta de la mesa quince y dame un mechero, por favor.
(…)
—¿Te has quedado con hambre? –Me pregunta mientras nos encaminamos hacia las salas de cine.
—No, ha estado genial.
—Sí. –Sonríe y mete sus manos en la sudadera que se ha visto obligado a poner. El viento se ha rebajado pero ya no hay sol que nos caliente.
—¿Te encuentras bien? –Me pregunta mientras caminamos—. Estas muy serio. ¿He hecho algo malo?
—Claro que no, Jeon. –Me obligo a poner mi brazo sobre su hombro—. No pasa nada, pequeño. Vamos al cine.
Nada más llegar entramos y esperamos cinco minutos de cola hasta coger las entradas. Después, por compensación de la cena me invita a palomitas y Coca—cola y entramos en la sala a oscuras. El barullo de las personas resulta extrañamente acogedor pero el cuerpo de Jeon a mi lado me hace volver a la realidad en segundos.
—Ve delante. No quiero tropezar y hacer el ridículo. –Me susurra mientras nos encaminamos por las escaleras y mientras subo lentamente los escalones con el número de la fila que nos corresponde en mi cabeza, siento una de las manos de Jeon sujetarse al cinturón de mis vaqueros para seguirme sin perder distancias. Eso me hace sentir un escalofrío por toda mi columna y cuando al fin llego a la fila número ocho me detengo y le hago soltarme para que sea el primero en adentrarse en el pasillo de butacas y sentarse en su asiento.
Sentados uno al lado del otro veo como a su derecha hay una pareja de chico y chica más mayores que nosotros por la abundancia de vello facial en el hombre y a mi derecha tres chicos más jóvenes que nosotros. Parecen alterados y con un exceso de Coca—Cola en sus venas. No me dejarán atender a la película. Estoy seguro.
—Será genial, ya verás. –Me dice acercando su rostro al mío. En la pantalla hay anuncios de comida o cosas que el cine patrocina y con esa luz puedo ver su rostro. El relieve en su nariz, la línea de sus ojos en las sienes. Sus labios. El superior más fino que el inferior. Creo que es la primera vez en mucho tiempo, por no decir que nunca lo había hecho, que me fijo en su rostro con tanta delicadeza. Puedo distinguir incluso una pequeña cicatriz en su pómulo izquierdo que debe tener mucho tiempo ya porque es casi imperceptible. Me recuerdo a mi mismo preguntarle por ello más tarde pero antes de que este pensamiento quede gravado en mi mente me fijo de nuevo en su perfil dándome la sensación de un sentimiento conocido. El asiento se amolda a mi cuerpo y mis manos tensas me hacen sentir un control que en realidad no tengo. Miro su rostro que él no sabe que veo y me sumerjo de nuevo en mis recuerdos para aludir a la primera vez que vi a Yoongi sentado a mi lado de esta manera. Miraba la luna del coche perdido en su mente mientras yo le analizaba con mis ojos. Oigo el sonido del motor. Ruge como una pantera o como creo que rugen las panteras porque no recuerdo haber oído nunca a ninguna. Pero es un sonido feroz y violento.
Jungkook me mira de nuevo descubriéndome infraganti y me hace salir de mis recuerdos.
—¿Qué miras? –Me pregunta sonriendo. Casi avergonzado.
—Nada. –Niego con la cabeza mientras centro de nuevo la mirada en la pantalla. La película comienza y como un par de palomitas. La sala queda en completo silencio mientras nos envuelve un olor a palomitas y sal que es abrumador. El sonido único aparte del de la pantalla es el masticar de comida y el absorber de las pajitas en los refrescos. Será una película muy larga.
———.———
La purga: The Purge (The Purge: La noche de las bestias en España, La noche de la expiación en Hispanoamérica) es una película estadounidense del año 2013 escrita y dirigida por James DeMonaco.
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