CHICO A LA CARTA - Capítulo 5
CAPÍTULO 5
JungKook
POV:
La ceremonia termina entre grandes aplausos por parte de los invitados y de los familiares que han asistido. De los alumnos invitados, de los graduados y de los profesores. Nos hacen conducir, a todos los estudiantes graduados, de nuevo sobre el escenario para hacernos una foto en conjuntos y cuando regreso a mi asiento veo a Jimin intentar revolverse con la orla, el marco de fotos y el graduado sobre su regazo. Yo contengo una risa y le ayudo a portarlo mientras ambos nos levantamos y cuando estamos de frente me ayuda a sostener al menos la fotografía. Me mira, de arriba abajo, y me sonríe. Eso me pone nervioso y miro alrededor.
—¿Qué hacemos ahora?
—Vamos fuera. –Le digo—. Necesito tomar el aire. –Asiente y al salir al exterior el sol sigue siendo intenso con lo que Jimin se pone de nuevo las gafas de sol y se saca la llave del coche del bolsillo del pantalón. Apunta con ella hacia el coche y este emite unas luces que nos indican que está abierto.
—¿Metemos las cosas en el maletero? De todas formas vamos a ir al restaurante en el coche. ¿Bien?
—Sí, genial. –Ambos guardamos toda la parafernalia en el maletero y me acompaña a la puerta del copiloto para abrirla, esperar a que entre, y me cierra después. Una vez en el silencio del interior puedo envolverme de la fragancia de Jimin que ha inundado todo el coche. Aquí no puedo tomar el aire, como pensaba, pero me drogaría con este aire si permaneciera más de cinco minutos rodeado de él, por lo que le pido que baje la capota una vez se ha sentado al volante a mi lado. Se acomoda en el asiento y baja la capota, lentamente. La luz del sol nos sorprende y el aire libre nos atraviesa. Se desenvuelve a través de mi pecho, en mis pulmones. Doy gracias a dios.
—¿La dirección? –Le escribo la dirección en el GPS que tiene adosado en el salpicadero y rápido se hace una idea de donde es.
—Para por ahí. Tengo que ir a comprar tabaco así que…
—No se fuma en mi coche. –Me corta, frío. Me estremece un escalofrío por la diferencia de su comportamiento una vez hemos entrado en la carretera.
—No, no iba a hacerlo.
—Bien. Aparcaré por la zona.
—De todas formas tenemos una hora hasta las nueve, que es la cena. Así que no hay prisa. Llegaremos en diez minutos o así. –El no contesta, centrado como está, o al menos eso parece, en la carretera. Cuando pasan al menos cinco minutos, hablo yo—. ¿El coche es tuyo?
—Sí. Es de segunda mano, no te hagas ilusiones. Fue una ganga. Cinco mil dólares, tan solo. –Asiento—. Es todo carrocería, ya sabes. Para estas ocasiones. Normalmente me desplazo en moto.
—¿Tienes también una moto?
—Sí.
—Vaya, voy a tener que hacerme chico de compañía yo también. –Él se encoge de hombros—. ¿Qué opinan tus padres de esto?
—No vivo con mis padres.
—¿De veras? –Asiente.
—Tengo un pequeño piso en el centro. Una boardilla, la verdad. Pero es encantadora.
—Al parecer ganas mucho dinero con esto…
—Llevo año y medio en esto. Desde que tengo edad. Por favor, mírame. Mis precios son económicos y la carne es de calidad. Todos se pelean por ser el mejor postor.
—Venga allá. ¿Enserio? –Sonríe, cínico, mirando en el retrovisor.
—La verdad es que todo empezó para pagarme la carrera de música. La verdad. Pero los gastos iban siendo menores que los beneficios y cuando me aseguré parte del dinero para pagar toda la carrera, he ido comprándome cosas. La moto me la compré cuando cumplí diecinueve, y este coche, hace cinco meses.
—No me has contestado. –Le recuerdo—. No me has dicho qué es lo que tus padres opinan de tu trabajo.
—No opinan nada porque no saben nada al respecto. Se piensan que trabajo de camarero y esas cosas. Sin contrato fijo, por su puesto. Así explico mis horarios irregulares.
—Ah, ya veo. ¿Y cómo explicas los gastos en coches y motos?
—No han visto el coche, y la moto se creen que es de un amigo que ya no la quería y me la dejó casi por un precio simbólico. –De repente, y como si se acordara de algo, frunce levemente el ceño—. ¿Tus padres no han venido? Había muchos padres por ahí… ¿Y los tuyos?
—No han podido venir. –Suspiro, mirando mi propio reflejo por el retrovisor—. Mi padre siempre está trabajando y mi madre está en el hospital con mi abuela, la han operado de la cadera. –Jimin me mira de reojo, no creyéndose de verdad mis palabras, pero se encoge de hombros y sigue conduciendo, como si nada.
Pasados unos minutos más llegamos a una calle paralela a la del restaurante y al encontrar un sitio libre donde aparcar el coche nos quedamos ahí y descendemos de este volviendo a subir la capota y cerrando el coche. Una vez en la calle busco con la mirada algún bar cercano y al final de la calle veo una pequeña terraza expuesta bajo la sombra del edificio.
—¿Te apetece tomar algo? Corre de mi parte. –Le digo y él mira en la dirección que siguen mis ojos y se encoge de hombros. Tanto le da puesto que voy a pagar yo y sin pensarlo demasiado, teniendo una hora entera por delante, nos encaminamos hasta la terraza y entramos dentro viendo como no es más que un bar de ancianos, sentados en una mesa jugando a las cartas con una baraja española. Al acercarme a la máquina de tabaco meto un billete y selecciono la marca que me gusta. Tras un sonido y un chirrío, cae un paquete de Lucky mentolado y le compro al camarero un mechero de los que tiene expuestos tras la barra. Le pido dos cervezas y salimos a la terraza a la espera de que nos sirvan. Cuando estamos sentados el uno frente al otro, Jimin me mira con curiosidad.
—¿Cómo es que puedes comprar tabaco y alcohol si no tienes la edad?
—La aparento. –Me encojo de hombros.— Cosa que no se puede decir de otros. –Le guiño un ojo y en el tiempo en el que él poco a poco se ofende, yo abro el paquete, me saco un cigarro llevándomelo a los labios y lo enciendo con el mechero. Todo ello lo guardo después en mis pantalones.
—Que gracioso. Seguro que no te ríes tanto si me levanto y me voy. –No hace siquiera el amago y yo le miro con un fingido puchero en los labios. Se sosiega con los segundos y cuando nos traen las dos cervezas, yo pago. El cambio me lo da al instante.
—Háblame de tu trabajo, tengo curiosidad. –Le digo y él bebe un trago largo de cerveza, se limpia la espuma sobre su grueso labio con el dorso de la mano y me mira, pensando.
—¿Qué quieres saber?
—No sé. ¿Qué haces? ¿Qué es lo que sueles hacer? ¿Qué es lo más raro que te han pedido? ¿Qué es lo más caro que has hecho? Cosas así para hacerme una idea. –Jimin piensa unos segundos.
—Normalmente me llamas las chicas para que las acompañe de compras, me den unos cuantos besitos y las lleve a casa, como si nada. Es lo que suelo hacer en su general. Estoy harto de cosas como “¿me queda bien?” “¿Me hace gorda?” –Yo sonrío—. También suelen pedirlo algunos chicos. Ir de compras o cosas así. Lo que suelen querer es un perrito que les sigua a todas partes. Lo más raro que me pidieron fue una vez que me llamaron para tirarme a una señora, con su marido mirando. Fue incomodísimo. Al principio pensé que era sexo, normal. Pero el marido estaba allí, como si nada, sentado. Esperando a que lo hiciéramos.
—¿Lo hiciste?
—Sí, pero doblé el presupuesto. –Se pasa los dedos por el cuerpo cabelludo en su nuca—. Me daban escalofríos, de verdad.
—Normal…
—Lo más caro… —Piensa—. Una noche entera con un hombre, con estriptis, versatilidad, chocolate líquido. Esas cosas.
—¿Cuánto costó la broma?
—Mil quinientos o una cosa así. Algo más, creo yo. Le fui sumando cada vez que daba un cachete en el culo. –Niega con el rostro mientras recuerda—. Ojalá hubiera sido uno de cincuenta. Lo habría dejado seco en una hora y le habría cobrado la noche entera. –Sonríe cínico de repente y bebe cerveza. Yo tiro la ceniza de mi cigarro al suelo.
—¿Cuántos años tenía el más viejo al que te has tirado?
—He tenido suerte. Hasta ahora el más mayor tenía solo cuarenta. He estado con algunos más mayores pero solo querían “compañía”.
—¿A qué esas comillas?
—Con “compañía” no me refiero a hablar. No sé si me explico. Te pasean un rato, te llevan a un bar, te presentan a sus amigos, te sientas un rato en sus rodillas dando besitos por aquí y por allá y te vas. Punto.
—Ah… ya veo. ¿Y el más joven?
—Tú. –Dice sin pensar mucho—. Los chicos de tu edad o un poco mayores, la mayoría, no tienen dinero para desperdiciarlo en estas cosas.
—Mis padres me dan una buena paga. –Digo.
—Ya. Pero normalmente las personas que piden estos servicios son… ¿Feas? No, más bien están necesitadas. La fealdad es una de las causas.
—Ya veo. Los típicos ricos que no tienen tiempo para citas tradicionales.
—A veces. –Asiente.
—¿Tienes alguna anécdota graciosa? –Piensa.
—Sí. Muchas. Una vez quedé con uno de treinta. Tenía una pinta virgen que no se la quitaba nadie. –Comienza a reír—. Yo estaba desnudándome y se corrió. Así sin más. Ni le toqué.
—¿De veras? Que poco aguante…
—Le cobré y me fui. –Comienza a reír.
—¡Qué timo! –Le espeto.
—Ah… no es mi problema. –De repente, quiebra su rostro—. Me acuerdo de uno que debió gustarle mi cuerpo y me hizo tenderme en la cama y se corrió sobre mí unas cinco veces. Por todas partes. –Estoy a punto de beber cerveza pero la sola imagen me detiene. Frunzo el ceño, disgustado y él sacude los hombros, desagradado también.
—Espero que a ese sí le cobraras bien caro.
—Puf… no te imaginas. Hay cada pervertido por ahí que me están pagando el alquiler, que no te imaginas.
—¿Alguna vez han hecho algo que realmente no hayas querido hacer? Algo doloroso o muy desagradable.
—Tampoco llevo tanto tiempo en esto. Pero una vez me dieron una paliza.
—¿En serio?
—Sí, apenas cuando estaba empezando. Un señor de unos treinta o así quería amarrarme a la cama con unas esposas y darme latigazos pero cuando me negué se ofendió por haberme pagado de antemano y me dio una paliza, de la nada.
—Pobre… —Un silencio se estanca de repente y yo tiro la colilla al suelo y él la sigue con la mirada, sobre la montura de las gafas de sol. Yo termino mi cerveza y él hace lo propio con la suya.
—Gracias por la cerveza. –Dice solemne. Yo niego con el rostro y me levanto quitándome la americana por el calor y colgándomela del brazo. Él se desabrocha la suya y caminamos dando una vuelta por los bloques de alrededor hasta que llegue la hora de la cena. Al fin y al cabo no tenemos nada mejor que hacer mientras tanto y al contrario de parecerme estar tirando el dinero, es una sensación agradable. Pagar por estar con el verdadero Park Jimin es casi más cálido que con el príncipe encantador.
(…)
Cuando son las nueve menos cinco minutos ya estamos apareciendo por la calle del restaurante. De lejos ya somos el objeto de muchas de las miradas que ahí esperan a la presencia de todos los alumnos y acompañantes. Jimin me estrecha la mano como si nada y volver a tener su contacto cerca es muy esperanzador. Él me mira de reojo, con una agradable sonrisa. Es adorable.
—¿Lo estoy haciendo bien? –Pregunta aprovechando que la distancia hasta mis compañeros es aún muy grande.
—Sí, perfecto.
—¿Quieres que haga algo más? ¿Quieres que te llame de alguna forma especial, cariñosa?
—No, creo que hasta ahora estoy bien así. Tampoco quiero sentirme avergonzado.
—Entiendo. Siento haberte besado antes.
—¿Por qué lo sientes?
—Se supone que es el cliente el que elige esas cosas. El momento, la intensidad… pero creí que el momento lo exigía.
—Me pareció bien. Pero el último que me queda déjame dártelo yo.
—Bien.
Poco a poco nos acercamos a la entrada del restaurante y nos vemos súbitamente rodeado de personas por todas partes. Aún nos quedan unos minutos para entrar y la ansiedad del momento me obliga a buscar el tabaco por todas partes. La mano de Jimin me detiene.
—No fumes ahora, mi amor. Vamos a entrar de un momento a otro.
—Estoy nervioso. –Reconozco y él estrecha más fuertemente mi mano y apoya su rostro en la curva de mi cuello.
Pasados unos minutos entramos y nos vamos colocando en las mesas. Jimin se sienta a mi lado en medio de una larga fila de mesas y al sentarme yo, comienzo a mirar por todas partes para tener una visión más global del lugar en que se ha sentado el resto. Frente a nosotros se ha sentado la chica con la que habló Jimin a la entrada del instituto y a su lado dos de sus amigas. Su novio y los respectivos de estas se han sentado en una mesa aparte. Yo miro a Jimin a mi lado y él solo tiene ojos para la carta frente a él. Hace un puchero, después una extraña mueca de disgusto y tras encontrar algo de su agrado, un brillo infantil en sus ojos.
—Como te mira, Jimin. –Habla la chica frente a nosotros. Jimin la mira, confuso. Yo lo hago con las mejillas ardiendo—. Eso debe ser amor… —Jimin me mira y yo sonrío cómplice. Él me devuelve la sonrisa y sigue mirando la carta, sin darle importancia a la chica frente a nosotros pero ella insiste en querer ser el centro de atención—. Me llamo Margarita. –Dice con una amplia sonrisa de dientes blancos. Su pelo es largo, oscuro, hoy recogido en un moño encuadrado en grandes pendientes azules a juego con su vestido de palabra de honor.
—Encantada, Margarita.
—Mis amigos me llaman solo Rita.
—Yo no soy amigo, así que te diré Margarita. –Ella asiente, un poco desorienta por la sonrisa de Jimin pero por sus frías palabras. Yo le quito la carta a Jimin y miro lo que hay en ella.
—¿Qué quieres cenar? –Le pregunto.
—De primero una ensalada y de segundo solomillo de cerdo. –Me mira buscando mi aprobación y yo asiento.
—Bien, pediré lo mismo.
—Oh, qué buena pareja hacen, ¿no crees? –Se preguntan entre ellas las amigas de la chica frente a nosotros. MiJu y Sofi.
—¿Cuánto tiempo lleváis saliendo? Aquí Jeon no nos ha dicho nada hasta el otro día. –Dice MiJu con un puchero, dirigiéndose solo a Jimin. Este me mira con una agradable sonrisa y estrecha mi mano sobre el mantel.
—Año y medio. El dos de enero es nuestro aniversario.
—Oh, que romántico. Casi en año nuevo…
—Sí, aquél día me confesé. –Dice, con una realidad que asusta—. Le dije lo mucho que lo amaba, y lo feliz que me hacía cada día. –Me mira con un puchero pero yo me contengo para no besar esos labios. No ahora. Ni de broma pienso malgastar mi oportunidad. En contra de eso, beso el dorso de su mano en la mía y él sonríe, contento con ello. Las chicas frente a nosotros parecen satisfechas y poco a poco vienen los camareros para servirnos vino y agua. Llegan unos entrantes y después, los primeros. Ver comer a Jimin es algo muy extraño. Por una parte me siento como descubriendo algo nuevo, pero una contradicción nace en el fondo de mi cerebro diciéndome que es una escena a la que debería estar acostumbrado, ya que llevamos tanto tiempo juntos. Sus ojos miran cada uno de los ingredientes que contiene la ensalada y poco a poco va comiendo como un niño saboreando por primera vez el plato. Con ojos brillantes y ansiosos por la curiosidad. Sus carrillos llenos son la imagen más dulce y divertida que se me ha presentado nunca y me dan ganas de estrujarle aunque le haga escupir la comida. Me contengo.
—Háblanos de ti. Jimin. –Dice Sofi—. Jeon ha dicho que eres estudiantes de filosofía en segundo curso de la facultad. ¿Es cierto? –Un escalofrío me recorre y Jimin levanta los ojos del plato para mirar con detenimiento a la chica que le ha hablado. Yo trago la comida de un solo golpe y estoy a punto de intervenir, pero Jimin tiene mejor control sobre sus nervios que yo, y se me adelanta.
—Sí, desde que comencé a dar clases de ética en último curso de la educación obligatoria me ha gustado mucho. Tal vez en un futuro llegue a ser profesor de filosofía.
—¡Qué casualidad! Tengo un conocido en la facultad de filosofía. Se llama SungMin. ¿Lo conoces? –Pregunta ella y Jimin, haciendo un esfuerzo por recordar con una dulce expresión, acaba negando con el rostro.
—La verdad es que no me llevo mucho con los de mi clase. Bueno, con uno sí. Mi mejor amigo se llama Taehyung. ¿Lo conoces? –Pregunta él y ella ahora aparece confusa y perdida. Niega y él se encoge de hombros. Mis manos se han tensado en los cubiertos. Mi corazón se desboca, es como estar en una montaña rusa.
—¿Cuál es tu asignatura favorita? –De nuevo asciendo poco a poco por los raíles de la atracción y diviso la mortal caída desde lo alto.
—Historia de la filosofía antigua. Aunque sea un poco teórica es la más fácil, en mi opinión. La que más odio es sin duda es la de historia contemporánea. Es horrible. –Jimin hace un puchero y niega con el rostro. Sus palabras me suenan de habérselas oído hablar a TaeHyung y a Hoseok. Se ha documentado.
—Me han dicho que es jodida. –Dice ella y yo suspiro. La caída a ha sido favorable—. Sabrás que tu pequeño Kookie quiere ir a la facultad de filología coreana, ¿no? –Yo doy un respingo. Que hija de puta, pienso para mí y Jimin la mira con el ceño fruncido y después me mira a mí, confuso. Yo no sé qué decir.
—¿No me dijiste que querías ir a arte? –Me pregunta con cuidado y cariño. La chica se me adelanta.
—¡Eso! A la facultad de arte, me he confundido. –Y una polla, pienso.
—Ya me habías asustado, —dice Jimin mirándola a ella—. ¿Tú que vas a hacer?
—No lo sé aun, la verdad. Creo que filología inglesa. Me encanta. –Jimin asiente, terminándose la ensalada y yo me llevo el vaso de vino a los labios. Bebo. El sabor es desagradable. Es vino barato.
—Uno debe hacer en la vida lo que más le guste.
—¿Aunque no tenga mucha salida?
—A pesar de eso. Mírame, estudiando filosofía y seguramente no tenga más que ser profesor. Escritor tal vez, no sé.
—¿Cuál es tu filósofo favorito? –Pregunta ella y me atraganto con el vino. Jimin me da unas palmaditas en la espalda, preocupado, y de nuevo subo la cuesta de la montaña rusa. Hoy va a darme un paro cardiaco.
—¿Estás bien, mi amor? Tranquilízate… ¿Quieres que haga algo? –Niego con el rostro. Termino de toser con la servilleta y su mano se conduce a mi pierna, para darme suaves caricias. No entiende que esto es casi peor—. La verdad es que no podría elegir ninguno en concreto. –Habla Jimin ahora de nuevo para ella—. Me gustaría decir que Marx*, pero no quiero que me tachen de comunista, o Aristóteles*, pero tampoco de pedante. Así que Nietzsche* creo que es el que más me “convence” dentro de lo que cabe. Todo el tiempo que llevo estudiando sobre él me lo han presentado como un loco pero creo que en el fondo de su locura hay algo de cordura. La teoría del super hombre de la que habla creo que no hay que tomársela al pie de la letra ni tampoco sacar falsas conclusiones, como pueden hacer algunos extremistas. Simplemente tomárselo como una filosofía de auto—superación personal. Solo eso. –Jimin bebe vino y yo lo miro boquiabierto. La chica frente a él ya no habla más. Yo no consigo salir de mi asombro.
—Mi amor, eres todo un personaje… —Le digo y él sonríe de esa forma aniñada que me tiene enloquecido. Nos traen el segundo plato y terminamos la comida en completa tranquilidad. Creo haber tenido varios sobresaltos que podrían perfectamente haberme matado pero los hemos superado con la cabeza bien alta. Unas risas estallan en una mesa lejana y como nosotros estamos en silencio, no tengo nada mejor que hacer que girarme, producto de la curiosidad, y descubrir que los que ríen me miran directamente, con un teléfono móvil en las manos mirando la pantalla a la par que me miran a mí. Suspiro largamente sin darle importancia y me imagino lo que ha sucedido. Nos han hecho una foto. Espero que les quede para el recuerdo, porque no sé si saldré vivo de esta.
———.———
Karl Marx: (Tréveris, 5 de mayo de 1818—Londres, 14 de marzo de 1883) fue un filósofo, economista, periodista, intelectual y militante comunista prusiano de origen judío. En su vasta e influyente obra, abarca diferentes campos del pensamiento en la filosofía, la historia, la ciencia política, la sociología y la economía; aunque no limitó su trabajo solamente a la investigación, pues además incursionó en la práctica del periodismo y la política, proponiendo siempre en su pensamiento una unión entre teoría y práctica. Junto a Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico, del comunismo moderno, del marxismo y del materialismo histórico. Sus escritos más conocidos son el Manifiesto del Partido Comunista (en coautoría con Engels), El Capital y El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
Aristóteles: (en griego antiguo: Ἀριστοτέλης, Aristotélēs; Estagira, 384 a. C.—Calcis, 322 a. C.) fue un polímata: filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios.
Friedrich Wilhelm Nietzsche: (Röcken, 15 de octubre de 1844—Weimar, 25 de agosto de 1900) fue un filósofo, poeta, músico y filólogo alemán, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes del siglo XIX. Realizó una crítica exhaustiva de la cultura, la religión y la filosofía occidental, mediante la genealogía de los conceptos que las integran, basada en el análisis de las actitudes morales (positivas y negativas) hacia la vida. Este trabajo afectó profundamente a generaciones posteriores de teólogos, antropólogos, filósofos, sociólogos, psicólogos, politólogos, historiadores, poetas, novelistas y dramaturgos.
Comentarios
Publicar un comentario