CHICO A LA CARTA - Capítulo 3
CAPÍTULO 3
JungKook
POV:
Hoy el sol está levemente escondido tras unas cuantas nubes. De vez en cuando aparece para hacer un leve acto de presencia pero rápido vuelve a esconderse. Alguna bandada de pájaros sobrevuela el cielo. Otras, un avión dejando una estela de humo tras él. Su sonido no llega a nosotros y tal vez sea culpa del tráfico que hay alrededor, pero tampoco creo que lo escuchemos. Está tan alto. Una leve brisa sopla revolviendo mi pelo al caminar. Las personas caminan agitadas a cada lado de mi cuerpo pero yo, con las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta militar intento pasar todo lo desapercibido que puedo. Bajo la chaqueta llevo una camisa blanca, y en mis piernas, unos vaqueros negros rotos por todas partes y unas zapatillas negras, simples. Unas converse normales.
A medida que avanzo voy, a cada minuto, mirando la hora en mi teléfono móvil desde donde sale un cable que conecta unos auriculares con mis oídos. Camino a paso rápido, intentando no llegar tarde pero al mismo tiempo me intento frenar, pensando en que es mejor llegar un poco tarde para no llegar el primero y así recocerle al instante. Ya que él a mi no me conoce. Muerdo mis labios, cierro los ojos y cojo aire. Aun me quedan unas cuantas manzanas para llegar a mi destino pero ya siento como si estuviera aquí cerca y el estómago me da un vuelco cada vez que el sentimiento aparece de la nada. Las siete y veintinueve. Genial, me digo, llegaré con cinco minutos de retraso. Lo suficientemente pronto como para que no me eche la bronca, lo suficientemente tarde como para, considerando que Park Jimin sea puntual, verle ya sentado y reconocerle al instante.
Llego antes de lo que pienso pero al mismo tiempo, se me ha hecho el camino eterno. Me quedo en la puerta mirando alrededor por si puedo verle llegar en el momento pero no veo a nadie que reconozca. Cuando me acerco a la puerta entro y recorro el local con la mirada. El olor a café recién hecho nubla el resto de mis sentidos y me obligo a tomarme unos segundos de calma y sosiego. Por unos altavoces suena, como a lo lejos, una canción de Edith Piaf*. "Non, Je ne regrette rien"
Y allí a lo lejos está, sentado en una mesa redonda y en el centro de la estancia. Sin duda es él y lo reconozco por el color de su pelo, por la forma jugosa y carnosa de sus labios. Por sus mejillas hinchadas y por la mirada recorriendo el local, de un lado a otro. Suspira, y me concedo unos segundos para mirarle desde la lejanía como, con una expresión aburrida y las palmas de las manos sobre la mesa mira la hora en un reloj en su muñeca. Lo gira unos segundos en su muñeca, aparta la vista de él, decepcionado y suspira, visualmente evidente. Porta una camisa de color azul oscura, una corbata de color negro muy fina, casi inexistente, y unos pantalones vaqueros negros. Sus zapatos son bonitos, elegantes. Me gustaría pensar que se viste así para mí, pero siento que es su naturalidad.
Me acerco poco a poco invadido por el pánico repentino. Cuando creo que ha sido todo un error y una tontería ya es demasiado tarde porque sus ojos han caído sobre mí y me siento como un conejo atrapado en las fauces de un lobo, a punto de sucumbir al resorte de su mandíbula en mi cuello. Detengo mis pasos a mitad de camino, él me mira de arriba abajo e, interesado, se yergue en el asiento, esperando que sea yo el que continúe con el camino. Lo hago y me quedo de pie al otro extremo de la mesa. Le sonrío y él no me devuelve la sonrisa, maldita sea.
—Soy Jeon. –Digo como si nada y él ahora sí, asiente y sonríe. Se levanta y me estrecha la mano.
—Encantado, Jeon. Park Jimin.
—Sí, lo sé. –Digo y señalo el asiento frente a él—. ¿Puedo?
—Claro, toma asiento. –Me dice y se sienta ahora él, haciendo una seña al camarero que de lejos nos ve y viene a paso rápido, con una bandeja vacía en sus manos—. Yo quiero un café con leche y… ¿tú? –Me pregunta. Yo me siento dejando la pequeña mochila que he traído conmigo en el respaldo.
—Un café solo. –El camarero asiente y se marcha a la barra. Yo me quedo mirando como Jimin se hace girar los anillos de metal en los dedos y me mira, sonriendo.
—¿Y bien? ¿Cómo estás? ¿Nervioso?
—Un poco. Bueno, en realidad, mucho. Sí. –Él esboza una agradable sonrisa y nos mantenemos en silencio mientras nos traen los cafés. Yo pago la cuenta y él comienza a remover con una cuchara el café en su taza, despacio. Me quedo más detenidamente viendo su rostro y puedo apreciar que las puntas de su pelo rubio están húmedas, como si acabase de salir de una larga ducha. Sus mejillas están levemente coloreadas de un rosa dulce y acaramelado. Sus labios, parecen caramelos. Brillantes, húmedos. Jugosos.
—A ver, hablemos de lo que nos atañe. –Asiento—. ¿Qué debo llevar puesto?
—Un traje simple. Nada despampanante ni nada vulgar. Camisa, corbata o pajarita, americana y pantalones de traje. Zapatos de traje igual. –Me encojo de hombros.
—Muy bien. –De una pequeña bandolera amarrada el respaldo de la silla a su espalda saca una pequeña libreta con un bolígrafo de color negro y comienza a apuntar—. No quiero que se me olvide nada.
—¿Vendrás a buscarme a casa o…?
—No. Quedamos en la puerta de tu instituto. Apareceré a las seis justo, así no te cobraré de más. –Yo asiento un poco decepcionado. Le doy la dirección de mi instituto y él la apunta, tranquilo.
—¿Cuándo debo darte el dinero?
—O bien ahora o antes de que me vaya, el viernes. –Yo asiento y con un largo suspiro recojo de la mochila un pequeño sobre de color crema que le extiendo en la mesa, él lo mira sorprendido, y tras contarlo detenidamente lo guarda en su bandolera—. Muy bien. ¿Qué les has dicho de mí? ¿Cómo es mi papel?
—Bien, eres estudiantes de filosofía en la facultad, —frunce levemente el ceño—, dos años mayor que yo, padres normales, sin hermanos, dulce, amable, cariñoso. –Me encojo de hombros—. Poco más les he dicho.
—Me adaptaré. Espera, ¿estudiante de qué?
—¡Ah! Es cierto. –Me giro a la mochila de nuevo y saco un volumen de historia de la filosofía que he sacado de la biblioteca. Se lo extiendo en la mesa pero él se lo queda mirando, con cautela.
—¿Qué es esto?
—Un libro de filosofía. Tienes que leértelo para mañana.
—¿Cómo?
—Se supone que estás en segundo de carrera. Tienes que tener al menos una vaga idea de lo que “estudias”.— Él me mira, coge el pesado volumen en sus manos y comienza a negar poco a poco con la cabeza—. Oh, no. No. A mí no me jodas, Jeon. ¿Tengo que estudiarme esto para mañana?
—Solo míratelo. Si te preguntan algo, Dios no lo quiera, tienes que improvisar.
—Ostia puta. –Susurra para sí y bebe café sin coger aun el libro. Lo deja entre los dos como si nada y rescata la libreta. Pasa de página y apunta algo que no soy capaz de leer—. Bien, dime cosas sobre ti.
—Pues… mi nombre es Jeon Jungkook. Nací aquí en Seúl, mi mejor amigo se llama Taehyung, estudiante de filosofía.
—¿El que te ha fallado?
—Efectivamente. –Ambos sonreímos—. El año que viene quiero estudiar bellas artes, me gustan los videojuegos, la comida picante y los dulces, odio la música heavy, solo me gusta el kpop. Me gusta leer también, sobre todo clásicos como R. Louis Stevenson*, Oscar Wilde*, y otros. –Jimin apunta sin cesar, con los labios fruncidos.
—¿Cuándo naciste?
—El uno de septiembre de 1997. –Digo sin pensar y tras escribirlo, se detiene, receloso. Mira sus propias palabras y frunce el ceño.
—Espera, espera un momento. ¿El uno de septiembre? –Asiento, acorralado—. O sea, que no tienes aún los dieciocho. –Suspiro negando con el rostro y con aire violento cierra su libreta, me devuelve el dinero y se levanta. Ante la repentina reacción, yo le cojo del brazo y me mira, nervioso.
—No, no te vayas…
—No eres aún mayor de edad. La compañía podría denunciarme, cerrarme la cuenta… ni siquiera es legal, Jeon. Te has inscrito en la página mintiendo, ¿cierto?
—¡Sí! ¡Si lo siento mucho! Pero por favor, no te vayas.
—Si me pillan, estoy muerto. –Niego con el rostro.
—Nadie va a enterarse. ¡Te lo juro! Nadie va a saberlo. –Me mira, receloso—. Sé que no es mucho dinero, y que es hacer el payaso, pero estoy desesperado, Jimin. Ya no sé qué hacer. No me dejes solo, te lo suplico. –Agarrado por mi brazo se mantiene inmóvil, unos segundos, pensando fríamente sobre la situación. Se muerde los labios y mira a todas partes. Algunas personas nos miran, curiosas, y tal vez por la presión acceda a sentarse de nuevo, a recoger el dinero y a guardarse el libro de filosofía con aire desinteresado, aburrido. Yo esbozo una sincera sonrisa y me mira, con ojos nerviosos.
—Si acabo metido en algún lio por tu culpa juro declarar que me mentiste, ¿entendido? –Asiento emocionado—. Vamos, niño. Sigue diciéndome más cosas. –Saca de nuevo la libretita y apunta a continuación de lo que tenía.
—No hay mucho más que decir en cuanto a mí, la verdad. Soy un chico simple.
—Es… un… mentiroso… —Dice en alto mientras escribe y yo frunzo los labios. Él continúa—. Y… está… desesperado. ¿Carencias afectivas? –Pregunta mirándome—. Nah… baja…. Autoestima…
—¡Basta ya! –Golpeo su brazo y él sonríe. Pasa de página y comienza a escribir en silencio. Esta vez no es nada relacionado conmigo por lo que no le presto demasiada atención y bebo tranquilo el café. Está amargo pero no es desagradable. Lo remuevo un poco con la cuchara para que el sonido ambiente el lugar y a los cinco minutos, regreso a estar en la atención de Jimin. Arranca la hoja y me la extiende. Pretendo leer lo que me ha escrito pero él me lo va dictando en orden.
—He omitido los detalles que se supone que no deben aparecer como que estudio danza y cosas así. –Comienza narrando—. Nací el 13 de octubre de 1995 en Busán. No fumador. Buen deportista. Me gusta la música clásica, entre otros estilos. No suelo leer a menudo. No soy creyente. No tengo manías alimenticias aunque normalmente sigo algunas dietas para bajar de peso.
—¿Miedo a las mariposas? –Pregunto leyendo uno de los últimos apartados—. ¿Esto es cierto?
—Sí. —Dice haciendo un puchero—. Cuando era pequeño me metieron una en mi ropa interior y desde entonces les tengo pánico. ¡Más te vale no reírte! –No lo hago y me encojo de hombros.
—Yo si soy fumador. –Le digo y rápido pasa la página para apuntarlo—. Y tampoco soy creyente.
—¿Te gusta el calor o el frío?
—El frío. –Contesto y él chasquea la lengua.
—A mí el calor.
—¿Qué más se te ocurre que pueda ser importante?
—No lo sé. Pensemos ahora en nuestra relación. ¿Les has dado algún detalle de ello?
—No.
—Bien, hay que inventarlo de cero. ¿Me permites? –Asiento—. Bien, nos conocimos hace dos años, en la piscina municipal. ¿Hum? Llevamos año y medio de relación, nuestro primer coito fue en mi casa, cuando mis padres estuvieron de vacaciones, el último, mmm, hoy mismo.
—¿Es necesario pensar en eso?
—Hay que tenerlo todo pensado, Jeon. –Chasquea la lengua—. Lo que más te gusta de mí son mis labios y mis ojos, y lo que más me gusta de ti…. Mmm… —Piensa, y me mira de arriba abajo. No parece encontrar nada por lo que alzo una ceja expectante—. Tu sonrisa. Punto. –Yo bufo, ofendido. Él me mira divertido—. Nuestro aniversario es el dos de enero. ¿Hum? –Asiento—. En el último aniversario te llevé al parque de atracciones. Yo soy el activo en la relación…
—Ya, claro. –Sonrío sarcástico y él me mira, serio.
—¿Qué has querido decir con eso?
—Pues que ni lo sueñes.
—¿No me veo como alguien activo? –Pregunta con una ceja alzada y yo niego con el rostro.
—No. –Hace el amago de levantarse de nuevo y yo le agarro de las manos—. Vale, vale, lo que tú quieras…
—Ah… así me gusta. –Dice y yo frunzo los labios—. ¿Qué te gusta hacer en la cama?
—¿Enserio tienes que preguntar eso? Vamos a mi graduación, no a una orgia.
—Solo contesta… —Yo suspiro.
—Pues yo que sé, si soy virgen. –Él me mira, de nuevo de arriba abajo y chasquea la lengua, con una sonrisa pervertida.
—Le… gusta… que… le… den… duro… —Escribe.
—¡Hyung! –Le quito el bolígrafo de la mano y él me mira, ofendido.
—Devuélvame eso. –Lo hago enfadado y me cruzo de brazos.
—¿Algo más?
—¿Película favorita?
—No tengo ninguna. Me gusta cualquiera con un poco de acción como “Los juegos del hambre” y cosas así. –Asiente.
—Mi película favorita es “La vida de Pi”. ¿Actor favorito?
—Andrew Scott*. ¿Tú?
—Leonardo DiCaprio*. –Asiento y miro por las ventanas al exterior. Ha salido un poco más el sol—. Creo que es suficiente. Al menos para salvar el culo si hacen alguna pregunta extraña. Intentaremos, de todas formas, eludir cualquier conversación y presencia humana. ¿Hum?
—Vale.
—¿Cuál es el plan, entonces?
—A las seis comienza la graduación. Los alumnos y acompañantes se sientan en las butacas, un discurso de algunos profesores y alumnos. Algo de música y el reparto de orlas y bandas. Esas cosas. Después hay una hora de descanso, de ocho a nueve. A las nueve hemos quedado en un restaurante para cenar. Después hemos alquilado una discoteca con barra libre hasta las dos de la mañana. Punto. Ahí ya puedes irte si quieres.
—Hum, barra libre. –Dice—. Eso me gusta. –Sonrío—. ¿La cena está pagada?
—Sí. No tienes que preocuparte del dinero. No tienes que pagar nada.
—No, si lo ibas a pagar tú. Todos los gastos adicionales corren de tu cuenta, cariño. –Me guiña un ojo y con ello el corazón me da un vuelco—. Tengo tu número de teléfono. Si se me ocurre cualquier otra cosa que preguntarte, te mando un mensaje, ¿bien?
—Sí.
—Bueno, me voy ya. Tengo trabajo para empollar. –Dice y palmea su bandolera pesada por culpa del libro que hay dentro. Tras levantarse pasa por mi lado y apoya su mano en mi hombro, besa mi coronilla y sus labios allí me hacen cosquillas. Me habla en un susurro—. Recuerda que esto es una relación profesional. –Acentúa la última palabra—. Después de esto no volveremos a vernos, no te hagas ilusiones. –Asiento, convencido—. Adiós.
Tras unos breves instantes me giro y le veo desaparecer por la puerta. Yo aun me quedo ahí parado, con las manos sobre la mesa y me apoyo en ellas, suspirando larga y dolorosamente. Me muerdo los labios. Recorro despacio la mirada por la mesa y niego con el rostro.
—Esto no puede salir bien. –Su olor al pasar por mi lado se mantiene. Se estanca. Se muere a mi vera. Huele tan dulce como la persona aparenta.
———.———
Édith Piaf (París, Francia, 19 de diciembre de 1915 — Plascassier, Grasse, Alpes Marítimos, 11 de octubre de 1963), cuyo verdadero nombre era Édith Giovanna Gassion, fue una de las cantantes francesas más célebres del siglo XX.
Robert Louis Balfour Stevenson (Edimburgo, Escocia, 13 de noviembre de 1850—Vailima, cerca de Apia, Samoa, 3 de diciembre de 1894) fue un novelista, poeta y ensayista escocés. Su legado es una vasta obra que incluye crónicas de viaje, novelas de aventuras e históricas, así como lírica y ensayos. Se lo conoce principalmente por ser el autor de algunas de las historias fantásticas y de aventuras más clásicas de la literatura juvenil, como La isla del tesoro, la novela histórica La flecha negra y la popular novela de horror El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, dedicada al tema de los fenómenos de la personalidad escindida y que puede ser clasificada como novela psicológica de horror. Varias de sus novelas continúan siendo muy famosas y algunas de ellas han sido llevadas varias veces al cine del siglo XX, en parte adaptadas para niños.
Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (Dublín, Irlanda, entonces perteneciente al Reino Unido, 16 de octubre de 1854 — París, Francia, 30 de noviembre de 1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo de origen irlandés. Wilde es considerado uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época debido a su gran y aguzado ingenio. Hoy en día, es recordado por sus epigramas, sus obras de teatro y la tragedia de su encarcelamiento, seguida de su temprana muerte.
Andrew Scott (Dublín, Irlanda; 21 de octubre de 1976) es un actor irlandés de teatro, cine y televisión. Recibió en el año 2005 el Premio Laurence Olivier a sus logros en un teatro afiliado por la producción de la obra “A Girl in a Car with a Man” en el Jerwood Theatre Upstairs y un Premio IFTA por la película Dead Bodies. Dentro de sus roles notables destacan Paul McCartney en el drama de la BBC Lennon Naked y el profesor Jim Moriarty, archivillano de la serie para televisión Sherlock, por el cual ganó el premio BAFTA al mejor actor secundario del año 2012.
Leonardo Wilhelm DiCaprio. (Los Ángeles, 11 de noviembre de 1974) es un actor y productor de cine estadounidense. Ha recibido numerosos premios destacando un Óscar al mejor actor por su actuación en El renacido de 2016.
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