VENDIMIA - Prólogo

 PRÓLOGO

 

A veces me ocurre que no soy capaz de enfocar la realidad. En esos momentos no soy capaz de que de ver la vida como una sucesión de pinceladas pastosas de espacios vacíos que yo misma he creado, intentando disimula desperfectos con pinceladas aún más densas y creando brillos allí donde parece que le falta algo, pero no son brillos lo que realmente se necesita. Me gusta conducir así mi existencia, resignada a trabajar en ella pues al final de del día no queda nadie más que yo lidiando con los demonios de mi conciencia. Y al final, siempre salgo perdiendo yo en esa lucha. De este modo, como yo tengo que encargarme de modelarlo prefiero sustituirlo todo por un lienzo en blanco y pintar mi propia realidad, después perfeccionarla y una vez terminado reducirlo todo a eso. Sigue siendo una realidad completamente válida, con sus defectos y sus luces. Con la profundidad necesaria y siempre que quiera puedo lanzarlo al fuego y recudirlo a cenizas. Siempre tengo la oportunidad de empezar de cero.

Fue a mis veintitrés años cuando comencé a plantearme la idea de que yo misma podía reducir mi existencia a cuatro pinceladas mal ejecutadas y conformarme con ellas. Pero necesitaba una idea, un modelo. Necesitaba descubrir una Venus que sobresaliese del cuadro o un Cupido que me acribillase a flechas. Necesitaba crear una obra a la que consagrarme y para ello requería del modelo perfecto. Necesitaba la angulosidad y la vaporosidad ideales, así como los colores primordiales y la ejecución perfecta. Después no importaría que ocurriese, siempre quedaría ese espectro en mi mente. Era necesario encontrar la manera de conseguir plasmar no solo el recuerdo de un olor o el tacto de una piel sobre el lienzo. También es necesario que los sentimientos queden impregnados, justo debajo de las últimas pinceladas para que siempre quede a flote.

Sería en el verano del 83 cuando encontraría el modelo. Mi vida comenzó y termino en el momento en que ejecuté aquel conjunto de obras. Antes nunca hubo nada, y después… el después ya no importa. Porque todo se reduce a ella. Mi modelo.

 

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