AMOR ARTIFICIAL [Parte II] (YoonKook) - Capítulo 9
CAPÍTULO 9
Yoongi POV
Apenas he cenado nada. La visita de Liliana me ha cerrado el estómago, como también lo ha hecho la idea de tener que enfrentarme a las pertenecías de JungKook. Hasta hace unos minutos la idea de enfrentarme a sus cosas era algo que podía aplacarse de forma indefinida, pero si no lo hago con el poco valor que tengo en este instante, puede que no vuelva a tener la voluntad hasta dentro de semanas, y a cada día que pasa más me pesa más la responsabilidad de enfrentarme a sus pertenencias. A su recuerdo.
Tengo la sensación de que abrir esas cajas supondría liberar una parte de su persona aquí en mi piso y por lo tanto aumentar aún más mi depresión, mi ansiedad. Sería como darle permiso a él a entrar. Ya lo he hecho, y ahora no puede salir de aquí, de esta casa, no logro deshacerme de él. Por ello, es en este instante en donde comprendo que no hay vuelta atrás. Podría encerrar esas cajas en el pequeño cuarto de invitados y no volver a saber de ellas. O bien abrirlas, ver lo que hay y ser responsable con mis emociones.
Me arrodillo al fin delante de la caja de zapatos. Me quedo mirándolos con la extraña sensación que me transmitía toda su ropa cuando le veía entrar cada día en mi consulta. No tiene una personalidad definida. Hay de todo, para todo tipo de situaciones pero nada de ninguna marca determinada. No encuentro zapatillas de Nike o Adidas. No hay nada de marcas famosas, y a juzgar por el poco desgaste de la suela y por el estado de las costuras diría que no son zapatos demasiado costosos. Cojo unas botas de color beige. Parecen zapatos adecuados para montaña, pero la suela no es muy gruesa, solo es una imitación del estilo de botas de montaña. La marca no es conocida. No valen más de treinta dólares. Menos, incluso. Las suelas no están sucias aunque parecen ser las que están en peor estado. Las dejo a un lado.
Hay dos pares de deportivas. Unas blancas, y otras negras. Simples. No son de marcas conocidas tampoco, aunque ambas iguales. El mismo modelo y talla. Un cuarenta y tres. Las negras parecen mucho más usadas que las blancas, aunque juraría que las compro a la par. Seguro que hacían descuento por ambas, y de igual forma, no parecen muy costosas. Veinte dólares. Las negras tienen la suela más descastada, algo sucia y el interior está comenzando a decolorarse por el uso. Los cordones también tienen cierto desgaste a la altura en que solía anudárselos. Los dejo al lado de las botas y cojo otras botas, estas de cuero de color negro. Estas sí parecen algo más costosas, al menos cuarenta dólares. Usadas, sin duda, pero no demasiado. Parecen botas resistentes, fuertes e impermeables. Están limpias, mucho más que el resto. Las ha cuidado más que al resto. Altas, un poco por encima de los tobillos. La suela está desgastada, pero no mucho.
Los últimos son dos pares de zapatos de vestir. Ambos negros pero de diferente marca y unos más usados que los otros. Pero elegantes, al fin y al cabo. Los primeros son de punta roma, con una forma muy formal, cordones negros y de cuero. La marca no es conocida, pero sí parecen algo costosos. Al menos sesenta dólares. Están poco usados. Por no decir nada. Pero no parecen del todo nuevos. Tiene una muy fina capa de polvo y un par de marcas de gotas de lluvia que se quedó del transporte. Los otros son de punta alargada, negros, algo más gastados a juzgar por el interior. Tienen marcas de barro en la suela, pero no son restos de la lluvia, sino de falta de limpieza. No se ha preocupado por ellos, a pesar de que sean de unos sesenta dólares. La segunda impresión sigue siendo la misma. No tiene preferencia por un estilo ni tampoco por una marca en concreto.
Vuelvo a meter los zapatos en la cesta de nuevo y la aparto con cuidado, dirigiéndome a la maleta de ropa. Cuando la abro soy consciente de que no es posible que toda la ropa de Jungkook quepa en una sola maleta. Un joven de veintidós años suele tener mucha ropa, seguro que más de la que se pone. Incluso yo tengo más ropa que esto, pero lo achaco a la incompetencia policial, dado que no pueden hacerse con todo. Seguro que cogieron lo que estaba más a la vista o lo que estorbaba en su registro. Apenas hay ropa interior. Está todo descolocado, sin orden ni juicio. Lo saco todo y hago cierto inventario. Hay cinco pantalones, dos cortos y tres largos; cinco camisas; diez camisetas, seis de ellas de manga corta y el resto de manga larga; tres sudaderas; cinco jerséis de lana; dos camisetas de interior; una chaqueta de cuero; un abrigo largo; un corta vientos.
Me detengo en este punto. Esta chaqueta de color verde la recuerdo con precisión. Yo mismo la tuve puesta el día que Jeon me sorprendió a la salida de mi trabajo. Me la puso sobre los hombros y aprecié en su cuello el olor de su propia esencia. Sin pensarlo hago lo que no deseaba hacer. Humanizar también las pruebas de un crimen. Me llevo la chaqueta al rostro y aspiro con sutileza el borde del cuello de tela que tiene esta chaqueta. Aspiro, y su olor me provoca una punzada en la boca del estómago. Su olor llega a cada poro de mi piel, me llega a través del torrente sanguíneo. Consigue hacerse a mí y cuando me separo de la chaqueta aun puedo recrear cada matiz del color que supone su olor en mi interior. Es de colores anaranjados, una pincelada de ocre, y unas salpicaduras de azul cielo. Un poco de negro. Un poco de rojo sangre.
La dejo aparte con el resto de ropa y sigo. Ya queda poco. Una chaqueta vaquera con unas cuantas chapas, una chaquetilla de lana parecida a las mías, unos calzoncillos y unos calcetines. Ambos usados. Lo extiendo todo en el suelo y voy por partes pero antes de comenzar recaigo en una pequeña nota al fondo de la maleta. Es una nota de medio folio con el sello de la policía nacional y unas letras impresas con actitud de convencionalidad burocrática:
“Propiedad de la policía nacional. Requisado de la dirección ******. Propiedad de Jeon Jungkook. DNI: *********. Motivo: Búsqueda de pruebas. Los objetos hallados con pruebas determinantes para el caso nº ****—** Se han requisado y permanecerán de forma permanente bajo la custodia de la policía nacional. Objetos sustraídos: Camiseta de manga corta, color: blanco. Vaqueros, color: Azul claro. Zapatos de deporte negros. Encontrados restos de sangre, productos químicos y otros materiales determinantes para la resolución del caso.
Con un suspiro acabo por comprender qué buscaban los policías al requisar la mayor parte de la ropa: aquella que Jungkook portaba aquél día que mató a sus padres y se deshizo de ellos. Buscan cualquier rastro de sangre o productos químicos que determinases su conducta y confesión. Estas prendas han sido, como bien dice el escrito, sustraídas del reto de la ropa y probablemente no se me hayan entregado. No lo han hecho, de seguro. Lo entiendo. Tampoco deseo tenerlas en mi poder.
Comienzo revistando la ropa y doblándola para meterla bien en la maleta. Toda la ropa huele igual, a la misma colonia mezclada con el propio olor que desprende Jungkook. Es cierto que algunas prendas parecen algo más limpias e incluso alguna huele a detergente más que otras, pero la mayoría no. Están arrugadas, y desordenadas. Yo me encargo de seleccionarlas y comenzar a guardarlas. Primero las dos prendas interiores. Usadas por lo que puedo ver. Seguro que se las encontraron en el cuarto por ahí tiradas. Los calzoncillos no son de marca. Son mediocres, y gastados. Con la goma algo dada de sí. Igual que los calcetines, de color negro.
Las chaquetas. Todas recuerdo habérselas visto. Reviso los bolsillos de todas como si los policías no lo hubieran hecho ya, pero solo encuentro algunas pelusas sueltas. El abrigo negro, largo, lo recuerdo de aquél día que fuimos al teatro. Seguro que si me acerco a olerlo, en este caso su olor sería mucho más doloroso, por eso evito hacerlo. Lo doblo con cuidado, arrodillado en el suelo, y lo coloco en una esquina de la maleta. Después la de cuero, la cual se ponía más a menudo. Después la vaquera, la cual apenas le he visto, y por último la que me dejó a mí. Me siento terriblemente aturdido por la poca cantidad de ropa. De seguro que algo más hay en su casa, pero no tanta como se esperaría de un chico de una familia de bien. Sigue molestándome que las marcas de la ropa apenas son conocidas, y están usadas hasta gastarlas, al menos la mayoría. No le gustaba gastarse la paga en ropa, por lo que veo. Y tampoco era ambicioso ni pretencioso. Eso en cierto modo me parece muy elegante y maduro por su parte, pero me asusta la idea de que supiera que vistiendo de marca daría una impresión de una personalidad concreta. Vistiendo ropa casual, sin marca, sin un estilo definido, se camuflaría muy bien entre un grupo de gente. En general tiene ropa para aparentar lo que él quisiera ser cada día. Un ser elegante, un joven que sale a correr, un discreto estudiante o un vagabundo de ropa gastada. Todo está aquí. Todas estas personalidades, en su ropa.
Cinco pantalones, dos cortos y tres largos. Los dos cortos son vaqueros que le llegarían hasta la rodilla. Uno oscuro y otro de color más claro. Simples. Perecen a estrenar, no se los ha puesto demasiado, y a juzgar por lo poco que le conozco, en verano sin tener que salir a clase saldría lo estrictamente necesario. De los tres largos tenemos dos vaqueros. Unos negros, simples, otros negro son cortes en las pantorrillas y rodillas y el tercero de color claro, de cintura alta, al estilo de los años ochenta. Preciosos, pienso. Y recuerdo haberle visto con los tres. Si tiene pantalones más elegantes que casen con los zapatos de vestir que hay en la caja, no han creído necesario traerlos. Estarían demasiado escondidos o en fundas de plástico, con lo que no se entiende que los usara para matar a sus padres. En uno de los pantalones encuentro un recibo, que la policía no ha parecido necesario conservar. “Anticristo. 12’95 $”. Suelto un largo suspiro y lo dejo donde estaba. En el resto de bolsillo solo hay porquería. Los doblo todos y los dejo en la maleta.
Cinco camisas. Dos blancas, una negra, una roja y otra con un estampado entre hawaiano y vanguardista. No lo entiendo y tampoco me gusta. La negra es la más gastada, junto con una blanca, que tiene el borde del cuello y la zona de las axilas levemente amarillentas. La huelo. Está sucia. No se ha lavado. El resto huelen mucho mejor.
Seis camisetas de manga corta. Reconozco algunas de ellas con las que se presentó a las sesiones. Desde negras, amarillas, rojas, blancas y grises. Colores bastante neutros. Estampados nada llamativos. Frases levemente divertidas, algunas algo obscenas, provocativas. “Don’t Play With Me” o “Llámame Baby”. Frases mediocres que se pueden encontrar en cualquier camiseta. No hay nada llamativo, nada personal. No hay grupos de música ni series de dibujos. Nada que represente una idea preconcebida. Ninguna es una marca conocida. Las camisas de manga larga siguen el mismo patrón mediocre.
Tres sudaderas. Una de ellas con gorro, de color negro y bolsillo central en el vientre. Parece la menos usada. Las otras dos tienen los colores algo más apagados y pequeñas bolitas en la tela, del desgaste. Una de ellas roja y negra, con un estilo ochentero, y la otra negra, con una pequeña frase sobre el pectoral izquierdo. “Clava aquí tu flecha” en japonés.
Cinco jerséis de lana. Dos negros, uno de ellos de cuello alto y mucho más mullido que el otro. Otro a rayas rojas y blancas, como Wally*. Otro gris, al estilo del segundo de color negro. Y el último marrón, con imitación de trenzas a lo largo del cuerpo en vertical. Este parece el más usado junto con el gris. También tiene pelotillas. Cuando huelo uno de ellos me huele a quemado. Pensar en la sola idea de que este era el jersey que portaba el día en que quemó el laboratorio me pone los pelos de punta y soy consciente de que cada una de estas prendas ha visto y vivido escenas inimaginables a mis ojos. Pensarlo me dificultaría la tarea, así que sigo sin darle demasiadas vueltas.
Las dos camisetas de tirantes de interior son blancas. Las guardo sin detenerme en ellas y sigo, pero me doy cuenta de que ya no queda nada. He terminado y cierro la maleta introduciendo de nuevo el papel de la policía nacional. Al cerrar la cremallera un suspiro de alivio sale de mis labios de forma casi inesperada y ese sonido me reconforta lo suficiente como para abalanzarme ahora sobre las cajas de cartón.
Cojo la primera. Apenas veo diferencia entre ellas. Una de ellas tiene las solapas de cartón algo más arrugadas. Cojo esta. La abro en silencio. Encuentro libros. Solo libros. Bien colocados, distribuidos en dos pisos y estos a su vez en dos filas. Comienzo a sacaros. Son libros de lectura normal. Hay de todo. Tenemos clásicos conocidos como Dikens, Flaubert*, Verlaine, Vargas Llosa*, Safo*; y otros menos conocidos: Planotov*, Albert Camus*, Leroux*, Gabriel Jackson*…
Encontramos también libros de autores mucho más actuales, pero pocos, la mayoría asiáticos: Murakami, Anchee Min*, Andrés Pascual*, Stephen King…
Apartado del resto, unidos por una especie de lazo de raso negro está la pequeña colección de los libros de Sherlock Holmes, recluidos entre ellos con cuidado, de forma premeditada.
Todos los libros huelen igual. A humedad a causa de la reclusión en los bajos almacenes de la policía nacional, y tal vez por la lluvia que pudo haberles mojado. No parecen encontrarse en mal estado, excepto aquellos que tienen un claro deterioro por el paso del tiempo. Hojas amarillentas, algunos cuadernillos débilmente sujetos al lomo. Algunas tapas sueltas. La primera impresión es que hay una clara diferenciación entre aquellos que son nuevos, aquellos que sus hojas son de color marfil y tienen las tapas blandas, de poco coste, y aquellos que tienen tapas duras, forrados de falsa piel y con nervios en el lomo, cuyas hojas ya tienen el color de la manzanilla. La mayoría tienen más de treinta años, por la fecha de impresión del interior. Seguro que los ha conseguido de segunda mano o en algún anticuario, dado que muchos de estos tienen un precio –generalmente bajo en comparación del coste de un libro recién impreso— escrito en la guarda de los libros. “5$”, “8$”, “3$”…De nuevo esa manía de gastar lo menos posible en un libro. En general, la mayoría de sus clásicos son de este estilo, mientas que los libros actuales son más caros y en papel nuevo, impresos de forma actual.
La segunda caja no tiene libros de narrativa, o al menos no la mayoría. En general son libros de política, historia, música, arte, y medicina. El cuarenta por ciento son libros de anatomía, psicología, medicina forense y policial. Estoy más que seguro de que se ha leído hasta la última palabra de estos. También biografías. Cuatro de ellas con Hitler como temática principal. Uno de ellos es una recopilación de sus discursos, dos son biografías como tal, una actual y una de 1939, y el último el Mein Kamft*. “Mi lucha” con Hitler como autor. También tiene biografías de Nerón, Napoleón, Stendhal, Conan Doyle, Dostoievski y Mozart. Un libro de la guerra de Corea, dos de la Segunda Guerra Mundial, uno de criptografía y otro de la Primera Guerra Mundial. Dos biblias, una católica y otra protestante. Un pequeño Torá*. Un diccionario ingles—coreano. Varios libros sin encuadernar, al parecer, impresos por él y cosidos a mano con una mala encuadernación japonesa. Y dos carpetas. Una azul marino y otra negro.
Cojo ambas en mis manos y las abro. Contienen dibujos de anatomía. No están puntuados, no parecen trabajos escolares. Son mucho más buenos de lo que me gustaría reconocer. En la primera encuentro varios dibujos anatómicos del cerebro. Un cerebro humano. Corazón, riñones, pulmones. Entre las hojas encuentro pequeños fragmentos de hojas arrancadas con pequeñas frases escritas a lápiz. Rápidas. Improvisadas.
“Suave, de tacto muy suave. Resbaladizo. La sangre aún brilla sobre la superficie. Parece que va a romper a latir en cualquier momento. Las venas aun surcan el relieve de su perfil y los pequeños elementos adiposos sobre su carne hacen un buen contraste de color. Ya no bombea más sangre, y sin embargo sus cavidades se mantienen intactas. Sin fuerza, pero intactas”
Lo siguiente que encuentro es el perfecto y realista dibujo de un corazón. Es muy hermoso, y tétrico a la vez. Quiero pensar que lo ha hecho en clase, y no en la comodidad de su hogar. Parecen apuntes personales. Reflejos de su experiencia sobre el papel. Que miedo. Si estas son las cosas que solía escribir, no me hacen gracia alguna.
En la segunda carpeta espero hallar lo mismo, pero en este caso son paisajes, rostros, dibujos más amables a la vista que un corazón partido en dos. Algunos paisajes los reconozco, otros no. Algunos son bosques, otras, ciudades. Me gustaría pensar que no encontraré nada tenebroso entre las hojas, pero hallo algunos retratos de mí entre los papeles. No están firmados. Ninguno de ellos lo está, ni tampoco están puestas las fechas, pero sé que es anterior a que él estableciese contacto conmigo en la consulta, porque me ha retratado con una corbata que ya no tengo. Una a lunares que tiré hace al menos un año. Me asombra el detalle del retrato, pero me estremece la idea de que me haya estado observando sin yo saberlo, al punto de retratarme. El pavor y la admiración se mezclan en mi mente. Esta noche, por lo pronto, no podré dormir bien.
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¿Dónde está Wally? (titulado originalmente en inglés Where's Wally?, y rebautizado en EE.UU. y Canadá como Where's Waldo?) es una serie de libros y dibujos animadoscreada por el dibujante británico Martin Handford en 1987 el 3 de marzo inspirado en Simon Robles. Sin embargo, no se trata de libros de lectura sino para jugar, en cuyas páginas ilustradas hay que encontrar al personaje de Wally en escenas con miles de dibujos y detalles que despistan al lector. Para identificarlo más fácilmente Wally siempre va vestido del mismo modo: jersey de rayas horizontales rojas y blancas, gafas, pantalón vaquero y un gorro de lana, también de rayas rojas y blancas. Además, suele llevar complementos como cámaras de fotos colgadas al cuello, enseres de camping o libros, su bastón, que en ocasiones acaba perdiendo, por lo que también deben ser buscados por el lector/jugador.
Gustave Flaubert (Ruan, Alta Normandía; 12 de diciembre de 1821—Croisset, Baja Normandía; 8 de mayo de 1880) fue un escritor francés. Es considerado uno de los mejores novelistas occidentales y es conocido principalmente por su novela Madame Bovary, y por su escrupulosa devoción a su arte y su estilo, cuyo mejor ejemplo fue su interminable búsqueda de le mot juste (la palabra exacta).
Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), i marqués de Vargas Llosa,23 conocido como Mario Vargas Llosa, es un escritor peruano que cuenta también con la nacionalidad española desde 1993. Considerado uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos, su obra ha cosechado numerosos premios, entre los que destacan el Nobel de Literatura 2010, el Cervantes (1994) —considerado como el más importante en lengua española—, el Premio Leopoldo Alas (1959), el Biblioteca Breve (1962), el Rómulo Gallegos (1967), el Príncipe de Asturias de las Letras (1986) y el Planeta (1993), entre otros. Desde 2011 recibe el tratamiento protocolar de Ilustrísimo señor al recibir de Juan Carlos I de España el título de Marqués de Vargas Llosa.
Safo de Mitilene, también conocida como Safo de Lesbos o simplemente Safo, (en griego, Σαπφώ; en eolio, Ψάπφω) (Mitilene, Lesbos, ca. 650/610—Léucade, 580 a. C.) fue una poetisa griega. Más tarde los comentaristas griegos la incluyeron en la lista de los «nueve poetas líricos». Platón la catalogó como "la décima Musa".
Andréi Platónov, en cirílico ruso: Андре́й Плато́нов, seudónimo de Andréi Platónovich Kliméntov (en ruso: Андре́й Плато́нович Климе́нтов) (Vorónezh, 28 de agosto de 1899 — 5 de enero de 1951) fue un escritor soviético, uno de los primeros que emergieron después de la Revolución rusa de 1917. A pesar de ser comunista, sus obras fueron prohibidas por su posición escéptica respecto a la colectivización. Sus obras más conocidas son las distopías Chevengur y El foso (Котлован, en:The Foundation Pit).
Albert Camus ( Mondovi, Argelia francesa; 7 de noviembre de 1913—Villeblevin, Francia; 4 de enero de 1960) fue un novelista, ensayista, dramaturgo, filósofo y periodista francés nacido en Argelia. Las concepciones de Camus se formaron bajo el influjo de Schopenhauer, de Nietzsche y del existencialismo alemán. Se le ha atribuido la conformación del pensamiento filosófico conocido como absurdismo, si bien en su texto «El enigma» el propio Camus reniega de la etiqueta de «profeta del absurdo». Se le ha asociado frecuentemente con el existencialismo, aunque Camus siempre se consideró ajeno a él. Pese a su alejamiento consciente con respecto al nihilismo, rescata de él la idea de libertad individual.
Gastón Louis Alfred Leroux (París, 6 de mayo de 1868—Niza, 15 de abril de 1927) fue un periodista y escritor francés, famoso por sus novelas de terror y policiacas tales como El fantasma de la ópera (Le Fantôme de l'opéra, 1910), El misterio del cuarto amarillo (Mystère de la chambre jaune, 1907) y su continuación El perfume de la dama de negro (Le parfum de la Dame en noir, 1908).
Gabriel Jackson (Mount Vernon, 1921) es un historiador e hispanista estadounidense.
Anchee Min (閔安琪) (n. 1957 en Shanghái) es una escritora, fotógrafa y música china—estadounidense. Vivió en China hasta 1984 y actualmente vive en Los Ángeles y Shanghái. Las memorias de Min (Azalea roja (1994)) y sus subsiguientes novelas, son tanto autobiográficas como el reflejo de un periodo específico de la historia de China, poniendo un fuerte énfasis en los personajes femeninos. Min fue enviada a un campo de trabajo a los 17 años donde fue descubierta por un cazatalentos. Trabajó como actriz en el Shangai Film Studio y llegó a Estados Unidos en 1984, con ayuda de su amiga, la actriz Joan Chen.
Mi lucha (en alemán: Mein Kampf) es el primer libro escrito por Adolf Hitler, combinando elementos autobiográficos con una exposición de ideas propias de la ideología política del nacionalsocialismo. La primera edición fue lanzada el 18 de julio de 1925.
La Torá (en hebreo, תּוֹרָה [Torah], lit., «instrucción, enseñanza, doctrina») es el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario del pueblo judío; es llamada pentateuco en el cristianismo; y constituye la base y el fundamento del judaísmo.
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