AMOR ARTIFICIAL [Parte II] (YoonKook) - Capítulo 25
CAPÍTULO 25
Yoongi POV:
16/03/2018
Domingo
El agua cae a mi alrededor produciendo una cúpula de sonidos acaparadores de todo estímulo exterior a las mamparas de la ducha. El olor del gel me baña por completo, y el champú lo esparzo con las yemas de los dedos por mi cabello. Me hago un ligero masaje y me quedo unos minutos con la cabeza inclinada hacia atrás y el chorro de agua desplazando el jabón lejos. Fuera hace mucho frío como para darse duchas demasiado lentas, pero el agua caliente me ha templado al menos por el momento y afuera tengo la estufa puesta. Los cristales, sin embargo, de la mampara se han empañado. De vez en cuando rozo con mis brazos sin querer el cristal y me llevo el vaho, descubriendo el trasluz de la luz que entra a través de ellos. Me quedo mirando como asciende el vaho del calor de la ducha entre el espacio entre mi cuerpo y la cristalera. Asciende hasta que desaparece por el brillo de los focos de luz en el techo.
A lo lejos puedo, si me esfuerzo, oír el sonido de la televisión en el salón. Me he acostumbrado a no apagarla aunque no esté presente para verla. Me acompaña como un tumulto de personas que hablan desde el salón y vaya donde vaya no consigo sentirme del todo solo como si realmente hubiese alguien en casa. En cierto modo, desearía no tener esta dependencia y así, de escuchar algo dentro del piso, el sonido de la televisión no opacaría el sonido, pero de esta forma me mantengo sordo a cualquier ruido extraño. En cierto modo, casi es mejor. Creo que me volvería loco si tuviera que estar pendiente de cada extraño sonido que pululase por mi piso, teniendo en cuenta que mis vecinos no son demasiado silenciosos.
Acabo apagando el grifo del agua y de repente se hace el silencio en el interior de la ducha. Se queda todo en completa calma excepto por un par de gotas que aún caen a través de la alcachofa y de mi propio cuerpo. Suelto un gran suspiro y me deshago del exceso de agua de mi cabello, pasando mis manos a través de él. Después por mi rostro. Acabo de afeitarme. Con una toalla que cuelga desde la parte superior de la mampara me seco por los hombros y los brazos y después me la anudo a la cintura saliendo con cuidado de no resbalarme. De nuevo suelto otro suspiro al sentir el choque del frío en el exterior de la ducha. Contengo un escalofrío y camino hasta el lavabo donde aún descansan la cuchilla con la espuma y algunos pelos por ahí. Me miro, me revuelvo el pelo con la mano y me termino de secar pasándome la toalla entre las piernas, por la ingle, por las axilas y de nuevo me la anudo a la cadera. Cojo otra más pequeña y me atuso el pelo hasta que he desprendido gran parte de la humedad. Después me planteo si secarme o no con el secador. Acabo accediendo tan solo porque hoy hace mucho frío y ya es tarde como para irme a la cama con el pelo húmedo.
Cuando estoy a punto de vestirme con algo cómodo me sorprendo a mi mismo al no encontrar nada. He olvidado incluso la ropa interior. Diría que es algo sorprendente viniendo en mí, pero últimamente y con la cantidad de ansiolíticos que consumo, no es extraño que me olvide cosas, que pierda el móvil por casa o incluso que me salte algunas comidas porque no tengo apetito. Al recordar la palabra apetito me miro en el espejo antes de salir en busca de algo de ropa. Me miro el vientre, plano como ha estado siempre, pero las clavículas se me marcan algo más. Las últimas costillas, cerca de mi cintura, sobresalten sobre el resto y juraría que he perdido algo de bronceado. Me veo mucho más pálido que antes, pero no es la palidez lo que me asusta, es el color verdoso, casi púrpura que está comenzando a aparecer bajo mis ojos. Unas terribles ojeras que no comprendo cuándo han salido. Me paso las manos por el rostro esperando que al retirarlas, se vayan con ellas esa imagen que tiene mi expresión, pero cuando me aparto las manos he apretado demasiado los ojos y ahora solo veo un borrón rosáceo que se refleja en el espejo delante de mí. Desistiendo de reconocerme en el espejo salgo del baño apagando el calefactor y camino hasta la habitación. Me encuentro ante el dilema de que no he lavado ropa. Tengo algunos pijamas viejos que no me he puesto desde hace años ya sea por incomodidad, porque la tela no me gusta o porque me los ha regalado alguien que no conoce mis gustos. Con un calzoncillo en las manos me arrodillado frente a las baldas del armario y me quedo dubitativo hasta que alcanzo a ver la maleta con la ropa de Jungkook. Una súbita necesidad de mirar en el interior me hace sacarla de su lugar y con una mueca algo precipitada alcanzo algunas sudaderas. Recuerdo haberlas visto y selecciono una al azar. Una negra, con capucha y un bolsillo central en el vientre.
Con una expresión de conformismo me pongo en pie y me la pongo. Es la más nueva y la que menos parece haberse puesto. Yo no recuerdo habérsela visto, y si alguna vez se la puso, no logro recordar cuándo ha sido. Me deshago de la toalla, que cuelgo del respaldo de la silla del escritorio y me cuelo dentro de la sudadera, optimista, pensando que olerá a jabón y detergente. Tal vez a suavizante. Pero el olor que me llega, una vez estoy dentro, no es el de detergente. Distingo el olor como si me acabase de dar una bofetada. Rápido me arrepiento de haberme metido dentro de ella pero tenerla rozando cada parte de mi piel me hace sentir tan cautivo de este dolor que no tengo fuerzas para arrebatármela. Sería para mí tan doloroso como desprenderme de una capa de mi propia piel. Es grande, tanto que la línea de los hombros se me cae por los brazos. Me cubre hasta la mitad del muslo y siento que podría usarla para salir a la calle tal como estoy y nadie podría verme nada. Me palpo el cuerpo sobre ella. Es suave y muy agradable al tacto, pero cuando llevo mis manos a mi rostro, me veo desprendiendo de la tela el olor de Jungkook. El olor de su colonia, el olor de su cuerpo, de su sudor, de su gusto. Con el calzoncillo aun en la mano lo hago una bola y meto el puño en el bolsillo de la sudadera. No hay nada pero se siente agradable.
Caigo sobre la cama a mi lado. Me siento en el borde y cometo el error de atreverme a llevar mis manos al cuello de la sudadera y aspirar profundamente el olor. Es un desgarrador error que me evoca a momentos que creí olvidados. Un lejano olor a cigarrillos, un lejano olor a ginebra. Su mano, la forma de su mano sosteniendo un cigarrillo. No es hasta este momento en que me doy cuenta de lo elegante de su gesto, lo brutal de su condena cuando se lleva el cigarrillo a los labios. La forma de estos, al delinear el cilindro del filtro. Su color rosáceo. La forma de sus labios alrededor de mi glande. Aprieto con más fuerza el agarre en la tela y cierro los ojos intentando pensar que realmente estoy solo en casa, porque si alguien descubriese este extraño y repentino fetiche, podrían juzgarme muy duro.
Me estiro de las mangas para agarrarlas. Me sobran al menos diez centímetros de tela en cada manga, por lo que agarro de esta tela sobrante, cierro el puño, y lo llevo a mi nariz. Aspiro con fuerza. Aquí el olor del tabaco es algo más pronunciado, y mucho más el del sudor. Caigo de espaldas a la cama. Caigo casi como si me rindiese al olor. Mis piernas se quedan frías por momentos, por no hablar de que aún no porto ropa interior, pero me siento muy excitado ante la idea de que esta sudadera la ha portado. Casi puedo sentir cómo es su pecho el que realmente me está tocando, y no la tela sobre mi torso. Paso mis manos por encima de la tela sobre mí, me aprieto y después estiro de ella. Comienzo a perder el control de todo lo que estoy sintiendo, hace tiempo que he perdido el control de lo que hago. Aprieto la tela sobre mi cadera, sobre mi vientre. Sentir la tela sobre mi pene me hace sentir un espasmo de emoción. Si él me viese ahora… si él supiera que estoy sintiendo esto con tan solo ponerme una de sus prendas… ojalá él pudiera verme. Ojalá él pudiera tocarme como yo lo hago.
Me llevo mis dedos a mi cadera y aprieto con fuerza por encima de la tela. Me siento excitado, me siento ya duro. Tengo repentinamente un problema sobre mis piernas y no logro comprender de dónde ha surgido. Tan de repente caigo en un abismo de desesperación por el contacto de su piel que solo pensar que esta prenda es suya, ya me siento febril. Me agarro el pene por encima de la ropa. Lo aprieto con fuerza y sale de mis labios un gemido que no puedo contener. Siento un espasmo en una de mis piernas. La abro. Mi mano me agarra mejor y consigo comenzar un ligero vaivén. El tacto de la ropa es suave, y sobre mi pene mucho más. El líquido preseminal ya sale. No logro entender qué sucede. Me cubro el rostro con una de mis manos, escondida en la manga de la sudadera y aspiro fuerte, casi hasta marearme, casi hasta que su olor toma nombre y rostro. Es un olor definido, tiene relieve, tiene un perímetro delimitado por mi memoria y mi emoción. A veces se desdibuja por la derecha, pero retoma el control por la izquierda.
La sudadera me sobra por todos lados, puedo estirar de ella, puedo colarme dentro, me muevo, de un lado a otro, inquieto por poder rozarme con ella, contra ella, gracias a ella. Hacía días, semanas, tal vez meses que no estaba tan duro, tan febril, tan mareado y tan sumamente sumido en un recuerdo tan palpable. Tan ardiente como el mismo infierno. Consigo hacerme con el control de la situación por unos momentos, lo suficiente como para sacar el calzoncillo del bolsillo de la sudadera y cubrirme con él el grande y parte de mi extensión, de forma que si me vengo sin poder controlarlo, consiga al menos no mancharme. Este gesto me retarda un poco, porque extraño la tela de la sudadera rozando con mi glande, pero me escondo en el cuello de la sudadera y cierro los ojos y sonrío. No puedo evitarlo. Mi sonrisa sale junto con mis gemidos. No recuerdo cuándo ha sido la última vez que me he sentido tan completo, tan lleno, tan feliz y sin embargo con este ardor en el pecho. Me duele como un maldito infarto, pero el placer que me causa esta sensación es mucho más placentera que cualquier calmante.
Eyaculo a los segundos. Ni siquiera ha pasado un minuto. Tal vez haya pasado más, pero no lo creo. Mi semen sale caliente, espeso, y en cantidad. Suficiente como para que el calzoncillo no lo retenga. Acabo manchándome la mano pero en este estado de éxtasis ya ni siquiera me importa. Estoy rendido, exhausto. Me termino de limpiar con la propia sudadera de Jungkook y después me deshago de ella. Pienso en lanzarla lejos, en tirarla de nuevo a la maleta o al suelo, pero me tumbo en posición fetal y me la acerco, hecha una bola, al rostro. No consigo dormir, pero esta sensación me lleva a un estado mental en que todo desaparece, todo, excepto su olor.
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