AMOR ARTIFICIAL [Parte II] (YoonKook) - Capítulo 15

 CAPÍTULO 15


Yoongi POV:

22/Febrero/2018

Viernes

 

 

Ala de máxima seguridad. Presos peligrosos.

Sala de espera.

 

 

Con los libros sobre mi regazo comienzo a mover una de mis piernas, impaciente. Los ojeo, comprobando que no hay nada en el interior que puedan confundir con mensajes ocultos o con objetos peligrosos. Ya lo he hecho en casa, ya lo he hecho de camino en el bus, pero lo hago de nuevo, porque ni yo mismo estoy seguro de mis propias percepciones. La sala de espera de esta prisión cada vez se me hace mucho más melancólica y difícil de tratar. Las paredes cada vez son más grises, el reloj a mi espalda cada vez hace más sonido con el tic y aumenta aún más su frecuencia con el tac que le precede al tic. Suspiro largamente y cuando veo al joven guardia aparecer por el pasillo para acompañarme me levanto de la silla y, libros en mano, le sigo hasta la pecera en donde se encuentra una pequeña lista de visitas en la que debo firmar. Lo hago con diligencia, como cada vez que vengo, y juntos recorremos el primer pasillo hasta el control. Me deshago de la bandolera, del abrigo, de la americana, y de los libros, para que sean revisados. Me quedo en zapatos, pantalones grises y jersey de cuello alto. Me pasan el detector de metales por todo el cuerpo y acabo enseñando el botecito de ansiolíticos como cada día. Cuando el rechoncho guardia me devuelve los libros nos abre la reja metálica y accedemos al pasillo que desembocará en las salas de visitas. El joven guardia habla cuando nos encontramos a solas.

—¿Quiere que yo me quede con los libros y luego se los lleve a la celda?

—No, quiero mostrárselos, si no le importa. Así se portará mejor que si simplemente aparecen en su cuarto. Quiero ser yo quien se los dé.

—Está bien.

Nos acercamos con pasos fuertes hasta la puerta y cuando me adentro en ella, Jeon me mira con una sonrisa algo ilusionada en cuanto cae en los libros que llevo bajo el brazo. Se yergue un poco mejor en su asiento y yo le regalo una cálida sonrisa. Creo que es la primera que le he concedido desde que está aquí encerrado, y en cierto modo, me siento culpable por ello, pero no sé si por no haberle sonreído más o por haberle sonreído.

—Hola. –Me dice, pero no me mira a mí. Mira los libros.

—Hola. –Le contesto, con neutralidad—. Te he traído esto.

—Ya lo veo. –Dice y yo me siento, poniendo los libros entre ambos. Cada uno al lado del otro con la portada hacia arriba y en su dirección. Son el primer volumen de Sherlock Holmes y El silencio de los corderos—. Pensaba traerte El origen de las especies, en vez de El silencio de los corderos.

—Pero te ha podido el chiste, ¿verdad? –Me pregunta con una sonrisa y yo me encojo de hombros—. Me parece bien así. –Dice y sé que si pudiera los agarraría de inmediato, pero está atado, y no puede.

—Cuando terminemos de hablar el guardia te los llevará a tu celda. –Digo señalando al joven del exterior. Jungkook asiente satisfecho y tras observarlos con deteniendo algo inclinado sobre la mesa acaba irguiéndose y apoyando la espalda sobre el respaldo de la silla. Me mira desde la distancia con una sonrisa amable. Una de esas que hacía tiempo que no veía en su rostro. Parece la sonrisa más sincera que le haya podido ver, y por eso, sé que es de mentira. Artificial.

—¿Qué tal estás? –Me pregunta, casi con cortesía.

—Bien. ¿Tú?

—Bien. –Se encoge de hombros—. Aburrido. Probablemente tanto que la semana que viene tengas que traerme otros dos o tres libros más.

—¿Eso crees? –Asiente y yo me encojo de hombros—. La próxima vez que venga te traeré El origen de las especies. –Él asiente, satisfecho.

—¿Ya te has acostado con tu ex? –Me pregunta, pero yo no pienso caer en su ofensa.

—No. No la he visto. –Digo, pero él me mira con los ojos entrecerrados desde la distancia. Sabe que miento, puedo verle en su media sonrisa.

—Está bien. –Sentencia—. ¿Los has leído? –Me señala en dirección a los libros—. Conan Doyle es muy clásico, pero El silencio de los corderos se conoce más por la película. Conozco poca gente que haya leído el libro, sin embargo la película no está mal…

—He estado con Hiroaki. –A mis palabras, él se detiene en seco. Su sonrisa amable se congela y cuando levanta la mirada, aún la mantiene, algo confuso. Sé que está rezando porque haya oído mal.

—¿Perdón? –Pregunta y poco a poco sus facciones se endurecen. Yo le repito, con toda la seriedad de la que dispongo.

—El sábado. Estuve con Hiroaki.

—¿Ah sí? –Pregunta, casi curioso—. ¿Y cómo está?

—Bien. –Digo—. Sigue con Luna. –Asiente consciente de ello y mira a alguna parte, pensativo. No parece estar muy cómodo con ello pero acaba accediendo a seguir con la conversación segundos después. 

—¿Has estado en Dämon?

—Sí. –Asiento—. Allí lo encontré.

—Siempre está allí. –Me encojo de hombros—. ¿Cómo supiste donde encontrarlo?

—No lo encontré, me topé con él.

—¿Y fuiste a Dämon por casualidad? Qué raro en ti estar por esos lugares… —Entrecierra los ojos—. ¿Quedaste con alguien más allí?

—No. –Niego a lo que él frunce los labios—. ¿Quieres saber lo que me dijo?

—Cualquier cosa que te haya dicho es la verdad. No sabe mentir. De eso me encargaba siempre yo. –Dice con chulería y orgullo.

—Lo supongo. –Suspiro y comienzo a juguetear con las páginas de uno de los libros—. Me dijo que estuvisteis alrededor de tres años. Tú solo me diste como referencia un año. ¿Tan rápido se te pasó?

—Tal vez… —Dice, pensativo—. Hace mucho de eso…

—No tanto. Solo un año. –Digo a lo que él me mira serio.

—Qué último año tan intenso… ¿cierto?

—No me hagas creer que te crees tus propias mentiras, porque no cuela. ¿Cuándo has estado tú en Estados Unidos, mentiroso? –Le digo, frustrado—. ¿Cuántas más mentiras me has contado?

—Aquél sí que fue un buen año... –Piensa a lo que yo frunzo el ceño.

—¿Estuviste aquí en Seúl? ¿Estabas siguiéndonos a mi ex y a mí? ¿La seguías hasta el trabajo? ¿Nos observabas cuando íbamos a cenar fuera y esperabas hasta de madrugada a que saliésemos de casa para conocer nuestros horarios? ¿Hasta qué punto te has sumido en esta empresa?

—Cálmate. –Me pide, pacífico—. Si te pones nervioso necesitarás sacar tus caramelos… —Me dice, señalando mi pantalón con la mirada.

—Contéstame. –Le pido, más calmado.

—Sí.

—¿Sí qué?

—Si, a todo. ¿Más contento? Pero, ¿qué te asegura que te haya dicho la verdad?

—Nada. –Suspiro—. Nada me lo asegura pero no importa. Ya sé que eres un mentiroso.

—¿Qué más te dijo? No te guardes los detalles morbosos para ti… —Pide—. ¿Sabe que estoy en prisión?

—Se enteró por mí, pero lo consultó por internet.

—Aprendió muy bien de mí a no fiarse de las personas. ¿Sabes cuándo se aprende más de un mentiroso? No es cuando te miente, es cuando observas cómo miente a los demás… —Aparto la mirada al libro en mis manos. Tan solo es una distracción—. ¿Te dijo que era bueno en la cama? ¿Contrastasteis opiniones al respecto?

—No. –Le miento.

—¿Te dijo que soy mejor que su novia?

—No. –Suspiro—. No hablamos de eso. Solo me dijo que os acostabais.

—No te creo. –Me dice.

—Yo a ti tampoco. –Ambos nos quedamos en silencio, mirándonos serios.

—¿Qué más te contó?

—Solo detalles superfluos. Cuánto tiempo estuvisteis, cómo os conocisteis, cuánto duró aquello y… que decidiste dejarlo.

—¿Dijo eso? –Pregunta, sonriendo.

—Al principio dijo que fue algo del paso del tiempo y algo mutuo. Pero al final se retractó, diciendo que fue algo tuyo.

—Así fue. –Dice, con media sonrisa.

—¿Por qué?

—¿Cómo que porqué? –Me pregunta—. Ve a ver al director de la prisión, pídele que te pase la grabación del viernes y rebobínala. Ahí encontrarás la respuesta. –Me dice, señalando hacia una pequeña cámara en la esquina superior detrás de mí, en la pared.

—¿Por el mismo motivo que dejaste a la chica de tu universidad?

—Sí.

—¿Estuviste con ambos a la vez?

—Sí, pero lo de ella fueron solo unos meses. Además, no me gustaba mucho…

—No importa. –Niego con el rostro, sintiendo que me voy de la conversación. Él me aleja aún más.

—¿La semana que viene te acostarás con tu ex? Tal vez lo hagas este fin de semana. –Dice, pensativo.

—¿Te resulta morbosa la idea de que lo haga con mi ex?

—No. –Niega—. Me gusta la morbosidad de imaginarte saliendo corriendo del hotel, con la polla flácida y masturbarte en el baño de tu casa pensando en mí…

—Deberían lavarte la boca con jabón. –Digo, casi me salió solo. Él se parte de risa y casi se desploma sobre la mesa, si pudiera, pero está atado. Se ríe lo suficiente como para llamar la atención del guardia fuera. El sonido de su risa es infantil y divertido, pero aterrador.

—¿Qué clase de tontería es esa? –Pregunta y yo suspiro, nervioso. Ni siquiera sé porqué he dicho eso.

—No importa… —Suspiro y miro con desdén los libros.

—¿Por qué crees que puedes engañarme? –Me pregunta—. Claro que te has visto con tu ex. Es más, apostaría a que ha sido esta semana, después del lunes.

—¿Cómo lo sabes? –Pregunto.

—Tus cejas, están recortadas y depiladas. No mucho, pero suficiente como para que sea visible. Las uñas, bien cortadas y limpias. Te has afeitado recientemente y aún te dura el olor del perfume que te echaste. –Aspira fuertemente—. Aunque te has duchado antes de venir.

—Eso son tonterías. –Digo a lo que él sonríe de lado.

—¿A sí? Yo creo que no. El día que fue a tu casa debió verte hecho un desastre. Con ropa vieja y el pelo alborotado, y esta vez querías dar buena impresión. Suficiente como para dejarla con este buen recuerdo.

—Que suspicaz. –Suspiro con media sonrisa—. ¿Y qué pensarías si te dijera que me he visto con otra persona?

—Que me mientes. –Alza una ceja—. No conoces a nadie más, capullo. –Murmura y yo trago en seco—. ¿Te has puesto guapo para Hiroaki? ¿Querías impresionarle, acaso? No me vengas con gilipolleces, Yoongi. Los dos sabemos que es mentira. ¿Dónde os visteis? En su hotel… ¿verdad? No la volverías a llevar a tu casa, porque es una situación muy violenta. ¿Quedasteis en una cafetería cercana? ¿Ella se rozó la pierna con la mano o puso su mano sobre la tuya? ¿Bebe mucho, Yoongi? ¿Bebe mucho? –Me pregunta, y yo alzo la mirada—. ¿No lo has notado? Apesta a alcohol pero no te das cuenta.

—¿Qué?

—¿No ha bebido delante de ti? ¿No lo ha hecho? Claro que sí…

—¿De qué hablas?

—Después de que cortaseis y se marcharse a Changwon, ella se volvió alcohólica por un tiempo. Varios meses, pero aún tiene malos hábitos. Cuando se le pone una copa delante, ¡Bam! Ya no es solo una, son dos, tres, todas las que puede…

—¿Cómo sabes eso?

—Yo lo sé todo. –Suspira y niega con el rostro, chasqueando con la lengua—. ¿Cómo es posible que aun no puedas verme como un superior? Como alguien con los conocimientos suficiente como para salvarte, o condenarte. Soy tu Dios, Yoongi. Asúmelo. Vives para mí, te levantas pensando en mí, comes pensando en mí y antes de dormir gimes mi nombre como si rezases antes de acostarte.

—Solo eres un niño que me hace la vida más complicada de lo que ya es…

—¿Y porqué sigues viniendo? –Me pregunta—. Todo se acabaría con no venir a mis visitas. Todo será así de simple.

—¿Crees que es simple? No lo es. La vida no es simple. Las cosas no se solucionan con dejarlas de lado…

—¡Qué gran verdad! –Exclama—. ¿Te lo ha contado alguien o lo has descubierto tú solo? –Me pregunta con sorpresa fingida—. ¡La vida no es fácil! Para nadie lo es… ¿lo sabías? Yo, personalmente, creo que en la vida no existe la gente malvada. Tenemos a dos padres que sufren por la muerte de su hijo, la vida no es fácil. Tenemos al doctor que no ha podido salvar a ese niño, la vida sigue sin ser fácil. Tenemos al pobre forense que su mujer le ha dejado porque el pobre hombre se pasa día y noche en el hospital, ganando dinero porque no tiene cómo pagar el alquiler. La vida sigue siendo injusta. Tenemos al pobre propietario del piso cuyo inquilino no le abona el pago de este mes, por lo tanto, este hombre, no puede pagar la luz y el agua de su propio piso, vaya, la vida sigue siendo difícil…

—Déjalo. –Le suplico.

—No, no. Espera que aún queda lo mejor. ¡El banco! El pobre banquero, propietario de los pisos tiene que embargarle el piso a ese hombre que ya no ha podido pagar la luz, y es ese pobre funcionario el que sufre las vejaciones del residente y de todos los jóvenes revolucionarios que creen que el problema está en que los bancos son unos ladrones y estafadores, pero en vez de ir a martirizar a los verdaderos dueños, tiran huevos a las casas de aquellos funcionarios que apenas tienen un sueldo mínimo para subsistir. El joven funcionario tiene que darse de baja por depresión, por ello, lo despiden, y no tiene cómo pagar la operación que su mujer necesita, porque se muere…. Se muere Yoongi. La vida no es justa, ¿ves? ¡Y vuelta a empezar!

—¿Entonces, sostienes que la gente no es malvada…?

—No.

—¿Y tú?

Él piensa, en silencio.

—Tou ché. –Dice, sonriendo—. Pero desde mi punto de vista, la maldad no es una cualidad que deba exterminarse. Yo no he dicho lo contrario. Admiro la maldad, me gusta estar en este punto de vista.

—¿Te gusta estar ahí atado? –Le pregunto—. Ese es el castigo por ser como tú. –A mis palabras no contesta. Se queda en silencio, pensativo. De vez en cuando frunce los labios y su mirada se vuelve intimidatoria. Busco fuera de la sala la mirada del guardia y este, al verme, me señala su reloj y me muestra cinco dedos. Yo asiento.

—¿No te has acostado con ella porque ya está con alguien?

—Sí, está con alguien.

—¿Quieres acostarte con ella de todas maneras?

—No. –Suspiro y miro hacia los libros. Acabo dejando uno sobre otro en medio de la mesa. Me meto las manos en el interior de los bolsillos y recargo mi espalda en la silla.

—¿Celoso, Min Yoongi?

—No. –Le respondo.

—Vaya… dices la verdad… —Dice, sorprendido—. Tal vez haya sobrevalorado tu capacidad emocional…

—Supongo.

—¿Y si yo te dijese que estuve con alguien mientras estábamos tú y yo? –Me pregunta a lo que siento una pequeña punzada en el estómago. Él ha podido verla y sonríe, con altivez—. Hum… curioso…

—No juegues conmigo…

—¿O qué?

—O nada. –Suspiro—. Solo era una súplica. –Él asiente.

—Ya me parecía a mí. –Mira como el guardia al otro lado se levanta para venir a buscarme—. No te he dado las gracias por los libros. Espero que los estés cuidando bien. No dejes que les dé la luz y límpiales el polvo. Algunos tienen algunas flores secas dentro, no las toques. Y ¡ah! Que no les afecte la humedad. No los dejes en el suelo o cerca de paredes exteriores.

—Que cuidadoso. –Le digo sin expresión alguna a lo que él me mira, seriamente preocupado.

—Es todo lo que tengo, todo lo que me importa. Todos los amigos que me han querido y todo lo que he aprendido que nadie me ha querido enseñar. Gracias, de nuevo. –Dice y el guardia abre la puerta con ese sonido de llaves y me saca a mí primero. Cierra detrás de mí y me despido con un gesto de mi mano de Jungkook, a través de la vitrina. Como él no puede corresponder el gesto con uno similar se limita a esbozar una media sonrisa. Es suficiente para mí. Más que suficiente.



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