AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 38

 CAPÍTULO 38


Yoongi POV:

Sentado sobre su regazo puedo sentir cada pequeño cambio en su cuerpo. Si se tensa, si tiembla, incluso si comienza a excitarse. La sensación de tenerle para mí, solo para mí, me hace sentir tanto vertiginoso como culpable pero tomando la iniciativa del beso que estamos experimentando el miedo se aleja poco a poco hasta desaparecer casi por completo, hasta no ser más que un ligero resquemor de culpabilidad. He vuelto a caer en él, soy consciente. Sus palabras aduladoras sumadas con mi poco autocontrol nos ha condenado de nuevo a esto. Es muy difícil detenerlo ahora cuando sus manos me aprietan contra él, siento su vientre moverse por la agitada respiración chocando con él mío, y mi ingle rozando contra la suya mientras me muevo con sutiles movimientos para excitarnos. Ni siquiera creo que esos movimientos tengan ningún fin, simplemente quiero provocarlos, quiero sentir la adrenalina que me consume cada vez que nuestras entrepiernas crean esta deliciosa fricción. Es algo animal, impulsivo, y ya no está en mi mano poder detenerlo.

—No sabes cuánto necesitaba esto… —Susurra contra mis labios mientras sus manos se ciernen sobre mis muslos en su regazo. Las aprieta allí, me aprieta la carne y me aprieta contra él. Me siento tan sumamente excitado por ese gesto que tiemblo en su mano. Odio esta parte tan animal de mí, tan falta de control y autoestima como para someterme de nuevo a él. Pero esta parte animal, añoraba tanto como él esta necesitada sensación de descontrol y placer.

—Lo sé. –Suspiro y él rodea mi cintura con sus brazos, lanzándose a devorar mi cuello, marcándome de nuevo tal como estaba haciendo hace un rato—. También yo lo necesitaba. –Le digo y él ríe en el beso y sigue mordiéndome las clavículas, tirando con sus dedos del cuello del jersey del pijama para dejarse más espacio. Cuando este le impide continuar descendiendo, se separa de mí y me quita la camiseta, dejándome expuesto a él de cintura para arriba. Sin pensárselo un segundo más sigue besándome desde los pectorales hasta los hombros y los costados. Me aleja como a un muñeco, inclinándome hacia atarás para darse espacio, levantándome, acercándome a él. Me siento un trozo de carne que él degusta eufórico, pero se siente tan terriblemente bien y adictivo que yo mismo me siento rejuvenecido con parecerle tan suculento.

Con impaciencia de verle a él también sin ropa comienzo tirar de su camiseta para sacársela del interior del los pantalones y él capta mis gestos ayudándome a deshacerle de la ropa en la parte superior de su cuerpo. Cuando lo ha hecho se me queda mirando expectante a que yo ahora haga algo con él, tal como él ha jugado conmigo, pero no puedo pensar con claridad y lo único que deseo es saciarme cuento antes, por lo que mis manos van a sus vaqueros y comienzo a desabrocharle los pantalones. Él simplemente sonríe y detiene mis manos sujetándome por las muñecas.

—No es necesario aun. –Dice calmado—. Quiero seguir jugando contigo un poco… —Dice pasándose la lengua por los labios mientras me mira de arriba abajo y yo asiento dándole todo el permiso para que haga conmigo lo que desee. Sin más miramientos me coge en sus brazos y me tumba en el sofá, boca abajo, mientras que se deshace de mis pantalones y de mi ropa interior. Yo enrojezco sin darme cuenta de ello y suelto un largo suspiro cuando siento que libera mi pene del calzoncillo. La sensación de libertad es refrescante, pero una oleada de calor regresa cuando me empuja hacia el sofá y mi glande roza con el tapizado de este.

Cuando él se coloca detrás de mí, se inclina sobre mi espalda y comienza a besarme a través del cuello y los hombros. Su mano agarrando mi cuello para que mantenga mi cabeza hacia atrás, para darle más espacio a él en donde jugar. Su otra mano acercando mi cintura a la suya y colándose por mi bajo vientre hasta sujetar mi erección. Doy un respingo que él interpreta como una buena señal y comienza a masturbarme. Lo hace tan lento y tortuoso que siento la necesidad de mover mi cadera para penetrar más rápido en su mano. Mi presemen goteando de mí es suficiente lubricación para él y mientras me muerde a través de los omoplatos yo comienzo a gemir, oculto en mis brazos bajo mi rostro.

—¿Impaciente? –Me pregunta canturreando, en un tono juguetón que me pone los pelos de punta.

—Sí… —Suplico mientras que él asiente con su rostro en mi espalda y puedo sentir sus cabellos acariciando mi piel. Es el contacto más suave y sutil que jamás he sentido, junto con el de su lengua bajando a través de mi columna hasta mis glúteos. Antes de poder decir nada más él está mordiendo mis cachetes con más fuerza de la que antes hacía sobre mi cuello. Me hace dar un respingo y agarrarme con fuerza al tapizado del sofá mientras que contengo un gemido de dolor. Pero al mismo tiempo, el dolor es excitante y esa confusión me deja levemente aturdido. Lo suficiente como para que él vuelva a hacerlo en otra parte, lo repite a lo largo de mis piernas y mis glúteos mientras que uno de sus dedos juguetea con mi entrada, simplemente provocándome—. Hazlo ya. –Le pido pero él niega.

—Ah, ah ah. –Dice, negando—. Aún no es el momento. –Dice mientras escupe en mi entrada y mete el primer dedo. Lo hace despacio, saboreando la situación y yo cierro los ojos con fuerza mientras que siento una palmada en uno de mis glúteos. Ha sido suave, solo para marcar el lugar en que vendrán las siguientes. Y lo hacen, vienen unas cinco seguidas, a cada una más fuerte e intensa que la anterior. Con las dos últimas no puedo evitar gemir de dolor mientras que él mueve su dedo dentro de mí buscando mi próstata. Como no se siente aun dilatado mete el segundo dedo mientras que finge embestidas con ellos, haciéndome soltar gemidos cada vez que siento como se meten hasta el fondo, golpeando dentro de mis paredes. No consigo comprender el desorden que hemos creado de repente, pero el sonido de la habitación lo ocultan mis gemidos y sus manos golpeando en mis cachetes. Me araña las piernas, me muerde los glúteos, y si tuviera algo a mano con lo que golpearme, lo haría. Pero yo no le he pedido que pare ni tampoco me he mostrado contrario a ello. Una parte de mí agradece los golpes como castigo de mi comportamiento, y los acato con completa sumisión, pues incluso estos me resultan placenteros.

—Kookie… —Suplico—. Hazlo ya… —A mis palabras coge uno de mis brazos y me gira hasta quedar de cara a él. Después de mirarme con ojos excitados y una sonrisa ladina me hace que me incorpore en el sofá y él se sienta tal como estaba antes. Sin más palabras, él me sube a su regazo y comienza a colocarse de forma que me penetre. Se baja los pantalones lo justo como para sacar su pene de ellos y yo me siento sobre él, ayudándole a penetrarme lentamente. Acabo sentado con él dentro de mí y la sensación de estar completo por él es inmensa. Me siento extasiado y a punto de explotar. Podía llevarme una mano al bajo vientre y sentir su pene invadiendo mi cavidad

—¿Estás bien? –Me pregunta cuando me descubre con el ceño fruncido y yo asiento mientras rodeo su cuello y beso sus labios para calmar su incertidumbre. Él me rodea la cintura con sus brazos y hace que poco a poco comience a moverme sobre él hasta que acabo cogiendo un ritmo regular y ambos comenzamos a delirar entre gemidos y jadeos ahogados por nuestros besos. Mis piernas tiemblan cuando logra alcanzar un punto dentro de mí que me hace agárrame con fuerza a él y él solo se limita a seguir con las embestidas en esta dirección. Mientras yo me deshago en lágrimas de placer él me mira sin apartarme la vista, disfrutando del espectáculo que soy al intentar contener mi excitación.

El sonido de nuestras pieles, el sonido de nuestros gemidos, el sonido de nuestros fluidos haciendo acto de presencia para inflamar el momento. Me siento tan terriblemente aturdido que soy un manojo de quejidos. Me muevo todo lo rápido que puedo hasta desfallecer y él simplemente rompe a sudar mientras se agarra con fuerza a mis caderas. Siento que las yemas de sus dedos quedarán ahí por días, apretándome la cadera para que pueda moverme mejor al ritmo que él desea. Pasados varios minutos él se corre dentro de mí y jamás había sentido tan dulce sensación. Tan dulce, tan morbosa. Su líquido caliente se desparrama por todo mi interior haciéndome temblar, y este comienza a salir a través de mi entrada. Cuando él detiene sus movimientos me mira levemente avergonzado pero yo aun no he terminado y comienzo a masturbarme para acabar tan fogosamente como él, pero detiene mis movimientos y me levanta de él para lanzarme al sofá y tumbarme entre mis piernas. Ni me pregunta ni me avisa, ni siquiera pide permiso con su mirada. De una bocanada se traga mi longitud y yo cierro con fuerza los ojos, cubriéndome los labios para evitar un grito de placer. Su cavidad es ardiente, jugosa, deliciosa, y llegar al fondo de ella es tan explosivo que no duro demasiado. Cuando estoy al límite agarro sus cabellos para dirigirle a la velocidad que quiero y él aguanta perfectamente las arcadas. No consigo comprendes hasta qué punto el placer es rebosante que cuando quiero recobrar la consciencia estoy tumbado en el sofá, respirando con dificultad mientras Jungkook me abraza por la cintura con su rostro apoyado en mi pecho. Acaricio sus cabellos con la más dulce de las caricias aun temblando. Me tiemblan las piernas y las manos. No consigo comprender cómo hemos llegado a esto, pero a medida que el orgasmo se desvanece, comienzan a llegarme sentimientos que el orgasmo placer opacaba. 

—Ha estado genial. –Dice Jungkook, haciéndome olvidar mis pensamientos.

—Sí, lo ha estado. –Reconozco, periodo en el placer.

—¿Te ha dolido?

—No mucho. –Le digo mientras que él asiente satisfecho y me besa el pecho, cerca de donde estaba acostado. Después comienza a besar mis clavículas y asciende hasta alcanzar mi rostro para besarme en los labios. En uno de los besos desvía la mirada al reloj de pared y se queda levemente asustado mientras se da cuenta de la hora. Con un largo suspiro me mira triste y yo le miro, curioso.

—Tendría que irme… —Dice mientras resopla y yo asiento. Ambos nos erguimos en el sofá y él me pasa parte de la ropa que me ha quitado. Al menos los bóxers y el pantalón, pero yo solo me pongo los bóxers, dado que voy a darme una ducha cuando se vaya. Cuando él se ha puesto en pie va directo a buscar su mochila en la entrada y yo le sigo con curiosidad, viendo que de ella saca el libro que le presté. Me lo extiende en sus manos y yo los acepto con una sonrisa mientras que vuelve a cerrar la mochila.

—Puedes coger otro, si quieres… —Le digo pero él niega con el rostro.

—La próxima vez. Ahora tengo otros por leer. –Dice mientras sonríe ampliamente y cuando se coloca el abrigo sobre el cuerpo y la mochila sobre los hombros viene hasta mí y me abraza con fuerza, haciéndome sentir ahogado por unos segundos. Me besa por todo el rostro mientras el sonido de su rosa acapara todo el espacio y él acaba besándome en los labios, con una dulce caricia sobre mi mejilla—. Llámame, y dime qué has pensado. ¿Vale?

—¿Pensado sobre qué? –Le pregunto aturdido y él se muestra divertido.

—Sobre lo de tener una relación. Solo piénsalo. No tienes porqué decidirlo hoy ni mañana. Ni te estoy hablando de algo serio ni monógamo. Solo piénsalo y… bueno… ya me dirás. –Sentencia y sale por la puerta despidiéndose de mí con un gesto de su mano. Cuando ha desaparecido me deja ahí, aturdido, con la sensación de que he caído justo en la trampa que ha diseñado. Me siento levemente engañado y estafado, pues si lo hubiese echado no tendría la carga de tener que lidiar con el hecho de que tenemos algo, y es algo bastante serio. Ahora está hecho y está en mis manos tener que decidir sobre nosotros. Él ya me ha dejado claras sus intenciones para conmigo, pero yo no puedo abarcarlas. Pensar en ello no me hará bien, y necesito una ducha.

 

 

Giro la manivela del grifo y el agua comienza a caer desde la alcachofa con un estruendo ensordecedor, pero en realidad, es un estruendo que me hace sentir más relajado y tranquilo. Me apacigua y me lleva a un estado de embriaguez que no me deja pensar en nada que no sea sumergirme debajo de la cascada de agua cristalina que cae desde la alcachofa. Sin tardar demasiado cojo una de las toallas y la cuelgo de la cristalera de la mampara para salir con ella atada de la cintura y recoloco un poco el trapo del suelo para no mojar el piso. Me coloco sobre él y extiendo el brazo para percatarme de que la temperatura es adecuada. Sin miramientos me deshago de la ropa interior y me sumerjo debajo de la cascada, pero antes siquiera de que el agua termine por recorrer todo mi cuerpo comienzo a sentir violentas punzadas de escozor por todas partes. Es una sensación de dolor general que me hace sentir receloso y muy incómodo. Si paso mis manos a través de mis hombros para humedecerlos no hago sino acentuar el dolor y si me quedo quieto, las gotas de agua cayendo a velocidad sobre mis hombros me sientan como aguijones que se me clavan por toda la epidermis.

Cierro el grifo antes de seguir con esta tortura y me deshago del agua sobre mi cuerpo para mirarme los hombros, infestados de marcas rojizas y moratones que comienzan a colorearse con una tonalidad morada que me escama. Sin pensarlo más tiempo me enrollo la toalla a la cintura aun sucio y pegajoso y salgo de la ducha para conducirme tembloroso al espejo y comprobar la causa del dolor. La imagen delante de mí es la más impactante escena que he presenciado de mí mismo jamás. Cuello y hombros repletos de moratones que poco a poco se colorean de tonalidades más oscuras. Las clavículas llenos de ellos y sobre muchos, pequeñas manchas rojas de pequeños pinchazos. No son pinchazos porque siguen un esquema regular, son mordeduras de dientes. Cuando paso mi mano por una de las marcas, toda mi piel se eriza por la sensación de escozor y frunzo el ceño, adolorido. No es solo en mi pecho, también sobre mis pectorales, algunas marcas también en mis costados, marcas exactamente iguales. Pero si me doy la vuelta me encuentro la espalda surcada por grandes arañazos que no encuentro el momento en que me los ha hecho y también los glúteos marcados con mordeduras y algunos arañazos, por no hablar de las grandes marcas de sus palmas sobre ellos.

Me siento terriblemente impresionado, pero el vértigo me sorprende cuando soy consciente de que estas marcas ahora no son más que ligeros roces, pues con las horas van a volverse mucho más llamativas. Le rezo a dios para que no se noten con ropa y espero porque antes del lunes haya desaparecido al menos el dolor que me causa verlas.



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Comentarios

  1. Llámenme loc@ pero a mí sí me gustan mucho las marcas/moretones...

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