AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 32

 CAPÍTULO 32


Yoongi POV:

 

Yo miro el reloj y observo que quedan veinte minutos para que su sesión termine. Con un asentimiento de cabeza y con el miedo inundando mi cuerpo acepto su oferta de repetir el test. Cuando me siento en mi silla él no me devuelve el sobre y se lo queda él. Lo abre y saca las láminas con una expresión seria y aburrida y, ordenadas como están, comienza a relatar lo que realmente ve en cada una. Yo trago en seco.

—En la primera veo una pelvis humana. Los huesos de la cadera de una persona. Mirados como si estuviera dentro del propio vientre de esta y mirase hacia abajo.

>>En la segunda veo a una persona en depresión, mirándose fijamente a un espejo mientras habla consigo mismo.

>>En la tercera veo los cadáveres de dos perros tirados en el suelo con el corazón y los riñones de cada uno fuera de sus cuerpos. También veo que ambos dos perros tienen genitales masculinos pero senos de mujer. –Cada vez que termina con una lámina me la devuelve para que yo pueda ver lo que me describe, y sus pensamientos son tan sórdidos que me deja sin palabras.

>>En la cuarta imagen veo el cuerpo de un animal abierto en canal, tirado en el suelo y sin órganos. Solo es la envoltura, abierta por la mitad y expuesta.

>>Con la quinta no te mentí, también  veo un murciélago, pero porque no creo que nadie pueda ver otra maldita cosa.

>>En la sexta veo una vagina y un ano. Como una mujer a cuatro abierta de piernas. –Yo trago en seco por la vulgaridad de sus palabras, pero lo sorprendente es que cuando miro la imagen, me descubro con que yo también puedo verlo ahora—. Aunque también puedo ver como si fuese un trozo de piel con un corte, un corte profundo y seguramente infectado, inflamado.

>>En el séptimo veo a una mujer embarazada que se mira con arrepentimiento frente a un espejo. Seguramente arrepentimiento por el embarazo. ¿Por qué sino?

>>En la octava, dos animales trepando por la espalda de un cadáver inerte. Ahí están los omoplatos, las sucesiones de costillas y la cadera.

>>En la novena, un hombre en llamas. Está ardiendo.

>>Y la décima, unos alicates, aquí, en todo el medio, una especie de tijeras cortando pelo.

Cuando termina me quedo con las láminas en mis manos temblorosas y yo frunzo el ceño mientras intento procesar todo lo que me ha dicho. Lentamente y en silencio guardo todas las imágenes y él mira expectante. Su mirada nunca antes me había dado miedo, y sin embargo, siegue siendo la misma mirada que me ha demostrado hasta ahora.

—¿Qué? ¿Qué opinas de mi personalidad?

—Estás… —Pienso—. Terriblemente influenciado por la muerte. Por los cadáveres. Lo achacaría a tu profesión, pero ya no sé qué pensar. –Le digo mientras guardo las láminas y las dejo sobre mi regazo—. No eres un psicópata. –Le repito pero él suelta un gran resoplido como si esa frase le extasiase cada vez más. Yo trago en seco.

—Puedes pensar lo que quieras. Pero esta es nuestra última consulta y más te valía saberlo todo ahora.

—¿Siempre has fingido?

—Yo no finjo. –Dice ofendido—. Siempre he sido yo. Contigo siempre me he comportado tal como soy. Es cierto que algunas ideas las he suavizado y algunas cosas te las he ocultado, pero eso no quiere decir que la persona por la que me tenías no sea real.

—Pero… no puede ser… —Digo aturdido mientras me levanto a dejar las cartulinas en el interior del escritorio y rescato la carpeta con toda la información sobre él y los apuntes que he ido tomando de todas las consultas.

—Por el amor de Dios, Yoongi. Haz memoria, vuelve a tus años de facultad y piensa en las características de la personalidad psicópata. No me hagas perder el tiempo con tu cerrazón.

—¿Y por qué revelármelo ahora? Prefería no saberlo. –Digo mientras frunzo el ceño y él resopla.

—Porque eres importante para mí, y no podría seguir así siempre… —Vuelve al tema—. Piensa, Yoongi, tienes una cabecita preciosa, úsala. –Yo comienzo a repasar con insistencia y rapidez las notas que he ido tomando a lo largo de este mes encontrándome con una extraña contracción que no consigo solucionar. Mientras, hablo con él recordando varios datos de mis años de estudio en la universidad.

—Esto deberían haberlo notado antes tus padres. —Digo y él rueda los ojos—. La psicopatía es algo que se ve desde pequeño. Uno de los signos característicos a edades tempranas de rasgos psicopáticos y/o antisociales se podrían reducir a una tríada caracterizada por enuresis*, maltrato animal y piromanía*… —A mis palabras me detengo en seco y levanto la mirada para verle sonriendo con una maliciosa sonrisa y asentir, a mis palabras. Yo frunzo el ceño mientras que él se me queda mirando ilusionado con mis palabras.

—Sí, me orinaba en la cama. Lo hice hasta los siete años. –Dice pero yo niego con el rostro.

—¿Piromanía?

—Sí. –Asiente—. El incidente en la facultad no fue un “incidente”. –Dice pero rápido pone un dedos sobre sus labios—. Pero shhh… no debe saberlo nadie. –A sus palabras yo palidezco y miro de nuevo los papeles esparcidos sobre la mesa mientras que acabo encontrando la contradicción que me llevaba rato aturullando el cerebro. Cojo dos de los papeles: uno, la conversación que tuve en los primeros días de terapia con él y otro la reunión con sus padres.

—Jeon… —Le llamo con ojos curiosos—. ¿Maltrato animal?

—No, eso no. –Dice encogiéndose de hombros mientras que trago en seco con una mueca asustada—. Nunca he tenido mascotas. –Dice serio mientras que en la confesión que sus padres me hicieron leo para mí: Tenía dos perros. Luna y África. A la primera la atacaron unos perros callejeros, cuando Jungkook tenía nueve años. Apareció de madrugada medio muerta en el jardín del chalet. Y la segunda se escapó. Dejaron la puerta abierta por la noche y ya no regresó. Con esta Jungkook lo pasó mal.

Cuando alzo la mirada lo que encuentro es una expresión expectante a mi rostro. Debo haber palidecido o incluso enrojecido por las ideas que saltan a mi mente. Tengo inmensas ganas de llorar en este momento y lo único que puedo hacer es tragar en seco deshaciéndome del nudo en mi garganta y agarro con fuerza uno de los papeles como alternativa a sacar el miedo. Ojalá tuviera algo con lo que poder defenderme.

—¿No te dicen nada los nombres de Luna y África? –Le pregunto y desde la distancia puedo ver como su dulce rostro se endurece en una expresión enfadada y decepcionada. Me recuerdo a mi mismo que hacerle sentir pena es imposible y que la alternativa es la violencia, así que intento endulzar mi expresión para no verme como una amenaza.

—Mis padres tienen la lengua muy larga. –Dice decepcionado consigo mismo.

—Pensé que teníamos confianza. –Digo acercándome a él con una expresión sonriente.

—Oh por Dios, no pongas esa cara. Ni me hables como si estuviera loco o fuese peligroso. Yo jamás te haría daño. –Dice, y terriblemente le creo.

—¿Por qué me has mentido entonces?

—Porque lo que hice con ellas, no te va a gustar. A la gente no le gustan esas cosas. Lo cual, no comprendo.

—¿Qué hiciste con ellas?

—Con Luna aún no tenía práctica. Ensayar con peluches me pareció insuficiente, pero un perro no es lo mismo. Tiene varias capas de piel, tiene garras, por no hablar de que se mueven demasiado. Así que la até con un cordel el cuello y el hocico y con otro las patas pero si le ataba las patas, yo no podría maniobrar como quería. El perro comenzó a revolverse cuando le metí las tijeras y en vez de cortes limpios solo parecían rasguños. Tras abrirle el vientre y cortar varias venas secundarias me cansé y la desaté. Para entonces no podría moverse y se quedó allí…

—Por el amor de Dios. –Digo mientras siento nauseas y me paso el dorso de la mano por la frente. Lo que más me nubla el pensamiento es la rudeza y la naturalidad con la que me lo cuenta. Suelto un largo suspiro—. Solo tenías nueve años.

—Sí, pero había leído lo suficiente de medicina y de veterinaria como para saber donde tenía que cortar.

—¿Cuál era tu objetivo con eso? ¿Hacer sufrir al animal?

—Yo no disfruto con el dolor ajeno. No estoy loco. Solo deseaba experimentar por mí mismo el saber qué hay dentro de un animal. Cortar carne viva, ver los órganos en pleno funcionamientos. La sensación de mancharme las manos de sangre, esa excitación corriendo por mi cuerpo. –Dice temblando—. Es maravilloso.

—¿Qué pasó con el otro perro? –Le pregunto no muy seguro de querer saberlo.

—Con África fue todo mucho mejor. Estudié cómo calmar el ritmo cardíaco y poder hacer que el animal se calmase. Tenía diez años, creo. –Dice pensativo—. Mi madre tenía calmantes para dolores de espalda y cogí un par de pastillas. Las machaqué y las disolví en el agua del perro. Apenas tardó media hora en hacer efecto y cuando el perro cayó semi—inconsciente lo saqué al jardín y allí, comencé de nuevo. Esta vez fue mucho mejor que la anterior. El animal apenas estaba despierto pero su cuerpo funcionaba perfectamente. Le abrí en canal y me quedé cómo más de cinco minutos escuchando su corazón latir debajo de la caja torácica. Sabía que si no continuaba se desangraría antes de poder continuar, así que comencé por órganos que no eran vitales. Saqué un riñón, y lo dejé ahí apartado, después saqué el bazo y el otro riñón. Estaba todo lleno de sangre por todas partes, me devoraba la excitación, así que seguí, sin poder detenerme ya. Le quité el estómago y metí mis manos debajo de la caja torácica. Sujeté su corazón con una de mis manos. Latía muy, muy despacio. Pero latía. ¿Sabes lo que es eso, Yoongi? Sentir el corazón de algo latiendo en tus manos sabiendo que su vida depende de ti…

—No… no lo sé. –Digo, pálido y temblando.

—Es la mejor sensación que he experimentado jamás. Me quedé así hasta que su corazón dejó de latir. Después de aquello supe que era un trabajo demasiado elaborado para que un animal hambriento cobrase de nuevo la excusa de mi desastre así que me decidí a cavar un agujero en el jardín justo debajo de la casta de madera que el perro usaba para que no se notase la zona excavada en medio de jardín y me subí a la ducha para lavarme con ropa incluida. Olía a perro muerto, pero no era un dolor del todo desagradable.

—Joder… —Digo, aturdido, sudando.

—Después deje la puerta del jardín abierta y cuando mi madre vino de trabajar se tomó sus calmantes y se fue directa a la cama sin preguntar nada.

—Tu madre me dijo que lo pasaste mal con su desaparición.

—No estaba triste porque desapareciese. –Dice, ofendido—. Estaba triste porque no querían comprarme otro perro. –Dice y yo doy un respingo, ante la posibilidad de otra víctima de sus macabras ideas—. No tienes buena cara. –Me dice mientras yo suelto un largo suspiro y niego con el rostro. Nauseas, mareos—. Te dije que no era buena idea que te lo contase. A la gente no suelen gustarle esta clase de anécdotas.

—Anécdotas. –Digo de forma irónica mientras me pongo en pie—. Solo necesito un poco de aire –Digo mientras me pongo en pie pero tropiezo con la propia silla y mis pies y doy un traspié, pero los brazo de Jeon me sostiene antes de caer de bruces al suelo. Son sin embargo sus brazos el peor de los remedios, pues ahora mismo no me atrevo a afrontarlos. Me suelto de él, asqueado, y me encamino solo hasta la ventana. Él vuelve a sentarse en el sofá y yo doy grandes bocanadas de aire fresco esperanzado con que las nauseas desaparezcan de un momento a otro—. Dime, por favor. –Hablo de forma pausada—. Que jamás has herido a nadie como a esos perros…

—¿A humanos? –Pegunta y niega con el rostro—. Es mucho más difícil esconder un cadáver humano, y más si tiene familia que le está buscando.

—Esa no es una excusa muy tranquilizadora…

—Pero es la verdad. –Se encoge de hombros—. Pero la motivación me ha hecho llegar a ser el mejor estudiante de medicina de mi promoción. –Dice sonriente y yo siento como vuelven las nauseas.

—Prométeme que nunca has hecho daño a nadie.

—Daño… —Dice, pensativo—. Eso es un poco difícil de explicar. Haces daño a las personas con gestos, con palabras…

—No has matado a nadie, ¿verdad?

—Verdad. –Suspira, y yo me siento más animado.

—Vale. –Cojo un par de bocanadas más de aire—. Ahora, haz al favor de explicarme qué diablos significa eso de que has quemado tu facultad a posta…

—Ah, eso. –Dice como si acabase de recordarlo y yo trago en seco—. Eso ha de esperar. –Dice—. Para otra vez que hablemos. Me parece que ya es hora de que me vaya. –Dice mientras se pone de pie pero yo tiemblo y niego con el rostro.

—Por favor, explícame que significa todo esto. Es una broma, ¿verdad? –Él se levanta del sofá y tímido se acerca hasta mí donde estoy apoyado en la ventana a lo que yo tiemblo a medida que se acerca. Se queda a un paso de mí y hace un puchero—. Por favor. –Suplico—. Dime que es una broma…

—No, cariño, no es una broma. –Dice haciendo un puchero muy pronunciado y yo suelto una larga bocanada de aire, triste—. No te pongas así…

—¿Por qué me has hecho esto? –Le pregunto decepcionado, ofendido, triste y enfadado a la vez.

—Porque te quiero. –Dice como si fuera obvio y yo frunzo el ceño. Ante mi gesto él suelta un gran resoplido—. Hablaremos en la próxima sesión. –Dice y yo niego.

—No hay más sesiones… Yo… debería informar a tus padres de esto.

—Tal vez. –Dice, pensativo—. Pero no van a escucharte, y si lo hacen, soy adulto para decidir qué hacer con ello…

—Jeon. –Le miro, pero no sé qué decir al respecto.

—Yoongi. —Me llama y se lleva la mano al bolsillo trasero de sus vaqueros, a lo que yo doy un respingo y retrocedería si tuviese espacio. Estoy a punto de desfallecer cuando va a sacar algo pero cuando veo que son dos inofensivos trozo de cartulina, todo mi cuerpo se relaja y él me mira levemente apenado—. He comprado esto. Son dos entradas para una obra de teatro que se estrena mañana en el Liceo del centro. –Dice y yo frunzo el ceño mientras sus ojos divertidos y esperanzados me ofrecen una de las entradas—. Me encantaría que vinieses conmigo. No sé si te gustará Anfitrión de Plauto* pero no conozco a nadie al que le guste el teatro…

—Me… me gusta. –Digo pero no acepto—. Esto debe ser una broma…

—No. –Dice mientras insiste en ofrecerme la otra entrada pero yo niego con el rostro.

—¿Esperas que después de lo que ha pasado aquí haga como si nada?

—¿Qué ha pasado? No te he contado nada de relevancia. Yo sigo siendo yo. Sigo teniendo las mismas manías, los mismo vicios, sigo pensando que la religión católica es la ruina de nuestra sociedad y que la amistad es algo aburrido y pasajero siempre que no haya intelecto de por medio…

—¿Quieres que vaya contigo a una obra de teatro? –Le pregunto aun sin poder analizar todo lo que está sucediendo y él asiente como si todo fuese normal. Cuando ve que no acepto la entrada, con un resoplido de decepción y el mejor rostro de tristeza que ha interpretado, se guarda las entadas en el bolsillo y me mira con una sonrisa esperanzada.

—Es mañana, a las ocho y media en el Liceo. Si aceptas, llámame o mándame un mensaje. ¿Vale? Si no, yo voy a ir de todas maneras. Si al final te apuntas después podríamos ir a tomar algo y hablar de esto más detenidamente. –Suspira y yo le miro con más nerviosismo que curiosidad.

—¿Hablar de qué? ¿De qué necesitas ayuda…?

—Hablar de lo que quieras. Y de porqué incendié el laboratorio de química.

—Ahora me da todo vueltas. –Le reconozco mientras él asiente, comprendiendo mis sentimientos.

—Está bien, no hay problema. Hasta mañana tienes tiempo para pensarlo, pero ten en cuenta que hoy ha sido nuestra última consulta… —Sin más palabras sentencia su discurso y se acerca para besar mis labios pero yo vuelvo el rostro para que no lo haga y él se queda a medio camino en el intento. Con un puchero se aleja y se dirige a su chaqueta y a su mochila. Se encoge de hombros y se despide con un gesto de su mano mientras desaparece por la puerta dejándome en este estado de desorientación febril. Ahora mismo soy incapaz de afrontar nada que no sean mis propias nauseas, así que salgo hasta la sala de consultas cuando me he asegurado de que Jeon ha desaparecido y llamo la atención de mi secretaria y del siguiente paciente que ya se encuentra en la sala.

—Por hoy no atenderé a más pacientes. No me encuentro nada bien. —Le digo y ella rápido me mira asustada, pero su susto se vuelve preocupación al ver algo más que mal estado en mi rostro.

—¿Qué le ocurre?

—Creo que fiebre. –Le miento—. No me encuentro nada bien, en serio. –Le digo y ella asiente mientras educadamente despacha al siguiente paciente y yo me interno en mi consulta, cuando detrás de mí y me siento en el sofá donde segundos antes estaba Jeon sentado. Sin poderlo evitar el nudo en mi garganta deja espacio al llanto y me cubro el rostro con mis manos, levemente sofocado. Me siento realmente febril y entumecido. Impotente, engañado y manipulado. El mundo en el que creía haberme internado con Jeon ha resultado ser una terrible pesadilla y la idea de que me he perdido dentro de él ahora es real. No encuentro la salida.


———.———


*La enuresis es la persistencia de micciones* incontroladas más allá de la edad en la que se alcanza el control vesical (de cuatro a seis años como edad extrema).

*La micción es un proceso mediante el cual la vejiga urinaria elimina la orina, contenida, cuando está llena. ​ La vejiga se encuentra comprimida por los demás órganos cuando está vacía. Su llenado se produce progresivamente, hasta que la tensión de sus paredes se eleva por encima de un valor umbral, lo cual desencadena un reflejo neurógeno denominado reflejo miccional, que produce la micción (orinar), y si no se consigue, al menos provoca el deseo consciente de orinar. El proceso de la micción es controlado voluntariamente la mayoría de las veces. Se denomina incontinencia urinaria al control pobre o ausente de la micción.

*La piromanía (del griego πυρός pyrós, "fuego" y μανία manía "locura") según el DSM—V, es un trastorno del control de impulsosrelacionado con la provocación de incendios y la atracción por el fuego. ​ Al sujeto que padece piromanía se le denomina piromaníaco o pirómano. El pirómano no debe ser confundido con el incendiario que es aquella persona que intencionadamente decide provocar incendios con premeditación, con ánimo de lucro o simplemente por hacer daño. La piromanía forma parte de la leyenda urbana de la tríada psicopática, juntamente con la enuresis y el maltrato animal.

*Tito Maccio Plauto (en latín, Titus Maccius Plautus; Sarsina, Umbría; 254 a. C.–Roma, 184 a. C.) fue un comediógrafo latino.

 

 

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Comentarios

  1. Tremendo este capítulo, recuerdo la primera vez que lo leí sentir las mismas náuseas que Yoongi y las fuertes emociones de aquella vez, sin duda una obra de arte este fanfic

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    1. Es ciertamente de los fanfics más fuertes que escribí, aun así me alegro de que te haya gustado desde entonces!

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