AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 30

CAPÍTULO 30


Yoongi POV:

Después de habernos bebidos dos copas de vino cada uno, habernos acabado las galletas saladas y haber hablado de todos los libros de mi estantería, el tema de conversación ha decaído en tímidas miradas y sonrisas incómodas. Lo suficiente como para que sea algo muy evidente y él tome la iniciativa de la situación, girándose a mí en el sofá y mirándome con una sonrisa avergonzada.

—¿Tú también te sientes violento? –Me pregunta y yo asiento mientras dejo la copa de vino sobre la mesa y él me mira de nuevo con una sonrisa en los labios—. Era cierto, que te falta iniciativa.

—Y por lo que sé de ti, a ti te sobra. ¿Dónde está ese osado comportamiento? –Le pregunto mientras levanto una ceja y apoyo mi espalda en el respaldo del sofá, mirándole de reojo. Él bufa, ofendido e indignado por mis palabras. Dolido y a la vez estimulado.

—¿Qué insinúas? –Me pregunta mientras se sienta de cara a mí y pongo mis manos sobre mi regazo, tímido—. Sabes que no se me da bien la convencionalidad…

—No te estoy pidiendo convencionalidad. –Digo, mirándole curioso—. Si quieres algo, solo cógelo. –Le digo y sin darme cuenta acabo de activar algo dentro de él, algo acaba de hacer un sonoro “Clik” con lo que sus ojos comienzan a brillar una fiera necesidad sexual y su sonrisa sádica no se contiene un solo segundo más, apareciendo por entre sus labios para atemorizarme. Lo hace, pero al mismo tiempo, me eleva a lo más alto de mi ego y excitación.

Sin tomarse un segundo más se incorpora en el sofá apoyándose en una rodilla mientras pasa la otra pierna sobre mi regazo para sentarse sobre mis piernas. No se apoya demasiado, pues una de sus manos se mantiene al lado de mi cabeza, sobre el respaldo del sofá, y la otra me acaricia el pelo sutilmente. Acaba de opacar todos mis sentidos, ya no veo nada que no sea él, con su rostro hacia abajo mirándome, con su espalda cegando todo rastro de luz; ya no huelo nada que no sea su perfume, su intenso y dulce perfume que me hace enloquecer por momentos. Podría jurar que es su olor natural y que sale por cada poro de su piel. Si lamiese su cuello… como me gustaría lamer su cuello. Ya no siento nada que no sea el sutil tacto de sus dedos sobre mi mejilla, sobre mi mandíbula. Me eleva el rostro con sutileza mientras que acerca sus labios a los míos. Ya no siento nada que no sean sus labios, el sabor de su lengua paladeando mi boca. El sonido de nuestros besos. Que trance tan hermoso, que maravillosa experiencia cegadora.

Con mis manos comienzo a desabotonar los botones de la camisa blanca que porta. Uno a uno mientras que me deleito en la suavidad de su piel sobre su pecho. Cuando todos los botones han sido desabotonados y la camisa cuelga a cada lado de sus costados paso mi mano desde su cuello hasta su cintura, hasta su hombro, su piel se siente tan suave y su bello tan delicado. Rodeo su cadera y le hago que se siente por completo sobre mis piernas. Su tamaño en comparación del mío me hace sentir pequeño, pero al mismo tiempo, mi edad me dota de la sufriente autoestima como para manejarlo a mi gusto. Cuando se sienta sobre mí comienzo a sentir como mi ropa comienza a molestarme. Como si él también supiera de mis emociones, comienza a desabrocharme la camisa sin cortar el beso. Igual que he hecho yo con él. Dos copas de vino no son suficientes como para justificar en ellas mi comportamiento, y menos cuando este deseo lo he tenido antes. Pero me gusta pensar que han sido ellas las que me han dotado de la autonomía de internar mis manos en el interior del pantalón de Jeon. No recuerdo el momento en que lo he hecho, pero me descubro con una mano hurgando por debajo de su cinturón. Tiene unos abdominales definidos, tiene unas caderas firmes, un trasero compacto, tiene el cuerpo del mejor ejemplo de placer pecaminoso.

Cuando ha desabrochado del todo mi camisa me la quita con mi ayuda, cortando el beso, y sonriendo en todo el proceso hasta que se ha desprendido de mi prenda, tirándola lejos. Yo me encamino de nuevo a besar esos labios pero él se aparta para mirarme de arriba abajo con esos ojos tan analíticos. Me siento objeto en sus manos, pero cuando me devuelve la mirada, me descubro siendo un dios dentro de su mente. Me mira con la misma admiración con la que miraría a un ídolo, me sonríe como si compartiese ese sentimiento conmigo, esa complicidad y yo enrojezco mientras llevo mis manos a cubrir mi pálido pecho. Es un gesto casi instintivo.

—¿Qué ocurre? –Pregunta mientras acaricia mis hombros y yo le miro avergonzado.

—Nunca he estado con otro hombre. –Le digo pero él asiente, consciente.

—Ya lo suponía.

—Yo no tengo un cuerpo como el tuyo. –Digo tímido y avergonzado y él parece ser por primera vez consciente de ese hecho al mirarnos a ambos y compararnos de esta forma tan fácil. Me arrepiento de haberlo mencionado pero cuando me devuelve la mirada, lo hace ofendido.

—¿Qué le pasa a tu cuerpo?

—Pues soy muy pálido. –Digo pasando mis manos a través de mi pecho, para ocultarlo—. No soy tan joven ni tengo tantos… —Retiro la mirada de su cuerpo—. No estoy fuerte…

—¿Y? –Pregunta mirándose a sí mismo mientras se acomoda mejor sobre mis piernas—. ¿Te gusta cómo me veo yo? –Me pregunta y yo asiento mientras él se encoge de hombros—. Eso es tan solo porque la sociedad tiene impuesto un ideal de belleza con el cual coincide mi físico. Pero eso no significa que tú no seas hermoso y que no puedas gustarme. –Yo no contesto pero él retira mis manos de mi pecho y yo me dejo hacer soltando un gran suspiro y bajando la mirada a mis manos sobre las suyas—. Eres perfecto. ¿Vale? –Me dice y yo le miro con las mejillas ardiendo, en lo que él baja su rostro y comienza a besarme el cuello y las clavículas—. Eres como un dios para mí, ¿lo sabías? –Me dice con sus labios rozando mi piel. Su caliente aliento me hace sentir mucho mejor que sus propias palabras—. No eres capaz de comprender hasta qué punto he perdido la cabeza por ti. –Suspiro y echo mi cuello hacia atrás para dejarle más espacio mientras él sigue bajando por mis pectorales, por mis costillas. Yo solo agarro su pelo con cariño mientras le acaricio con suavidad. Acaba bajándose de mi regazo y se cuela entre mis piernas para seguir besándome a través del vientre y la cadera. Con sus manos baja un poco la línea del pantalón y comienza a dar muerdos y besos más intensos, dejando marcas enrojecidas a medida que avanza. De rodillas en el suelo veo como sus hombros se mueven con movimientos musculares, puedo comprobar cómo se tensa cuando encuentra otro punto sobre el que morder, y yo me tenso justo después cuando siento sus dientes clavándose sobre mi piel.

—¡Ah! –Gimo cuando sus labios se despegan de mi piel dejando una marca amoratada justo sobre mi ingle. Sus manos agarradas con fuerza a la línea del pantalón y sus ojos mirándome con lujuria por el sonido de mi gemido. Rápido me muerdo el labio inferior por tal expresión de placer, gestos vergonzosos para mí pero un tremendo estimulante para él. Sin quitarme la mirada de encima pasa su lengua sobre la zona sensible que sus propios dientes han marcado y yo contengo otro gemido abriendo mis labios pero sin emitir un solo sonido. Él sonríe con mi gesto y yo cierro los ojos con fuerza mientras suelto un largo suspiro. La imagen de su rostro ha sido la gota que ha colmado el vaso. Mi pene ha comenzado a palpitar.

—¿Puedo? –Me pregunta mientras señala con la mirada los botones de mi pantalón y yo asiento mientras le ayudo a deshacerme del pantalón. Lo saca con habilidad y algo de impaciencia pero cuando me tiene en ropa interior delante de él se me queda mirando con una expresión entre desquiciada y terriblemente excitada—. Ojalá pudieras verte como te veo ahora mismo.

—¿Cómo me ves? –Le pregunto mientras me relajo más en el sofá.

—Eres un dios de marfil. –Suspira mientras se arrodilla de nuevo entre mis piernas y coloca una de ellas sobre su hombro mientras la rodea con sus brazos y comienza a besarla despacio. Me siento terriblemente halagado con cada uno de sus gestos, con sus palabras—. Eres como la nieve. Siento que en cualquier momento vas a derretirte a desaparecer. Eres un precioso copo de nieve. Perfecto, único, original, inalcanzables. –Sus labios van dejado besos a lo largo de mi muslo y él mira cada una de las marcas que deja—. Eres tan suave, tan dulce…

—Déjalo. –Le digo avergonzado pero no se detiene.

—Eres el dios por el que me sacrificaría. –Dice, mirándome con ojos oscuros—. Eres el dios por el que mataría.

—Eres un poeta. –Le digo con una sonrisa, acariciando su pelo y retirándole unos cuantos mechones de su frente—. Eres tan dulce…

Con una sonrisa agradecida de mis palabras él vuelve a besarme sobre la cara interior de mi muslo y no vuelve a pronunciar palabra alguna. El sonido de sus besos es lo único que se oye por toda la estancia y mis humildes gemidos que salen a medida que él asciende poco a poco hasta llegar a mi entrepierna y besa mis ingles. Me muerdo el labio inferior mientras que mis piernas se abren para él sin permiso alguno. Sus manos van al borde de mi ropa interior pero yo rápido le detengo mientras le lanzo una mirada fulminante.

—No es justo. –Le señalo su ropa con la mirada.

—Hazlo tú. –Dice mientras se pone en píe y su cinturón queda a la altura de mi rostro, con lo que yo me acerco a él y comienzo a deshacerme del cinturón mientras que él acaricia mis hombros desde su altura. De vez en cuando miro su rostro para verle con una sonrisa sádica. Casi es infantil como la de un niño jugando con su juguete preferido. Cuando consigo sacar el cinturón le desabrocho los vaqueros y se los bajo mientras me quedo embobado mirando su vientre definido. Cuando se los quita del todo yo rodeo su cintura con mis brazos y beso su vientre, toda su piel, sintiendo el sabor de esa dulce fragancia que es natural suya—. ¿Podemos ir al cuarto? –Me pregunta divertido—. Mejor que mancharte el sofá. –Dice y yo asiento mientras me levantando del sofá y comienzo a caminar con él siguiéndome pero antes de llegar al cuarto me retiene sujetándome por la muñeca. Me hace girarme a él y me sobresalto cuando sus labios devoran de nuevo los míos sin miramientos. Con una pasión desenfrenada. Doy un traspié y estoy a punto de venirme al suelo pero él me tiene bien sujeto y me coge en sus brazos para seguir caminando en dirección a la cama. Mis pies no rozan el suelo. Me siento volando a través de un sinfín de confusas emociones, pero sus brazos me recogen y me resguardan de todo el temor que se atreve a perturbarnos.

Cuando llegamos a la cama él me deja caer sobre ella y él se tumba sobre mí. Retrocedemos entre caricias y besos hasta que mi cabeza se coloca sobre la almohada y él se separa del beso para mirarme fijamente. Comienza a acariciar los mechones de mi pelo caídos y esparcidos sobre el almohadón a mi lado. Los mira y los acaricia como si de algo independiente se tratase, después sigue con sus dedos a través de mi cuello, mi pecho. Se detiene en mi cadera y se coloca con una de sus piernas entre las dos mías. Crea una deliciosa fricción de nuestros miembros aun enfundados en la ropa interior y yo hecho mi cabeza hacia atrás, pensando que esta sensación no puede ser más placentera.

—¿Te gusta, hyung? –Me pregunta y yo solo puedo asentir y cerrar los ojos con fuerza. Él coge una de mis piernas para enrollarla en su cintura y fingir emocionadas embestidas. Comienzo a sentir espasmos de placer, terribles ganas de gritar emocionado que no se detenga, pero lo hace y no tengo el valor de decirle que no se aleje. Cuando se aleja no es sino para colocarse entre mis dos piernas y colocar las dos mías alrededor de su cintura—. Nunca lo has hecho con otro hombre… —Me recuerda—. Quieres estar arriba, ¿no?

A estas alturas, obedecería cualquiera de sus deseos.

—Como quieras. –Le digo mientras que él asiente volviendo a besar mis labios, fingiendo profundas y placenteras embestidas. Él gime en medio del beso, y el sonido de sus gemidos me provoca una sensación tan placentera que pierdo todo sentido del deber y de la integridad. Detengo el beso, detengo sus movimientos y le levanto para colocarme yo sobre él. Mi iniciativa le hace sonreír y yo frunzo el ceño mientras me centro en ser correcto con todos mis gestos. Cuando le tumbo debajo de mí le quito la ropa interior necesitado de la falta de esta ropa y me quito yo después el mío. Nos quedamos un segundo mirándonos, levemente ruborizados pero la excitación supera a cualquier sentimiento de vergüenza por nuestros cuerpos o el ajeno. Rodeo con una mano su pene endurecido y enrojecido ya y comienzo a masturbarlo mientras él suelta un largo suspiro y se deja caer con la cabeza sobre el almohadón. La imagen, el contexto, es demasiado extraño. Mi cama, en la que duermo cada noche, en la que antes ha dormido mi ex—prometida, ahora está ocupada por el hombre más apuesto e inteligente de este planeta, en mis manos, con espasmos de placer y gimiendo mi nombre. Esta cama jamás será tan pura como lo ha sido antes.

—Más rápido. –Me pide en una súplica y yo acato sus órdenes como si de mi vida se tratase. Él comienza a gemir más alto con mi gesto, y sus labios están hinchados y enrojecidos. Cuando cierra sus ojos sonrío para mí y me inclino para besar su glande, a lo que él se sobresalta y se yergue en la cama, casi como pellizcado. Cuando me mira con esa infantil sorpresa, yo sonrío y vuelvo a repetir el gesto mientras que él vuelve a tumbarse y me deja continuar.

—¿Así? –Le pregunto mientras lamo toda la longitud y él me contesta de forma afirmativa con un profundo gemido. Asiente, se cubre el rostro con su antebrazo. Yo sigo lamiendo toda su longitud mientras a mi boca llega el sabor de su presemen ya saliendo por su glande. Con una sonrisa malvada paso mi lengua justo por la hendidura del glande y el tórax de Jungkook tiembla, todo él tiembla unos segundos y su respiración se entrecorta, mientras gime con sollozos infantiles. Verle tan repentinamente sumiso a mis gestos me hace querer continuar siendo yo quien tome el control.  Repito el gesto varias veces seguidas hasta que creo que la tortura es suficiente y después presiono con mi pulgar todo el glande, haciendo que sus piernas se contraigan a cada lado de mi cuerpo.

—Hazlo ya… —Gime, lloriqueando—. Por favor…

—A tus órdenes. –Le digo mientras acabo metiéndome su longitud en la boca y comienzo con leves vaivenes, hasta sentir que llega al principio de mi garganta y los ojos se me humedecen. A medida que continúo con ello voy un poco más profundo hasta meterme toda la longitud y un par de veces tengo que detenerme y respirar profundo. Jamás antes había hecho esto, ni nada parecido, pero pensar en cómo me gustaría mí me ayuda a hacerlo correctamente. O al menos, satisfactoriamente para él, porque pasados unos cinco minutos él me detiene con una mano sobre mi hombro y me mira suplicante.

—Si no paras ahora, hazte cargo de las consecuencias… —Me dice y yo sonrío mientras que me tumbo sobre él y beso de nuevo sus labios que me devoran con hambre—. ¿Me preparas? No aguantaré mucho más… —Suspira triste y yo asiento mientras que me yergo de nuevo y se me queda mirando con una expresión curiosa de mis actos. Me muerdo el labio inferior pero como no sé qué hacer él me da indicaciones—. Lo haré yo solo. –Dice mientras se mete dos dedos en la boca y los lubrica—. Tú coge un condón. –Me dice mientras se saca los dedos de la boca y se mete primero uno, aun boca arriba y mordiéndose el labio inferior. Se mete el dedo corazón al principio despacio, pero cuando llega al final de su falange, lo hace con más naturalidad y necesitado de la penetración. Yo me levanto de la cama con las piernas temblando y me acerco a la mesilla de noche para rescatar unos cuantos condones. Me aseguro de que no estén caducados y recorto de la tira solo uno. El resto los dejo ahí caídos, desparramados a través del cajón. Jeon suelta un largo y profundo gemido. Se ha metido el segundo dedo y con su mano libre se masturba despacio, para mitigar el dolor, o la incomodidad. No parece que sufra con esto, sin embargo y cuando vuelvo a la cama él me espera impaciente.

Con un largo resoplido saco el condón del pequeño envoltorio y me lo pongo con la terrible sensación de que explotaré de un momento a otro. El tacto de mi mano sobre mi miembro desatendido me hace delirar por segundos y Jeon se limita a mirarme desde la distancia con esa expresión lujuriosa.

—¿Listo, hyung? –Me pregunta y yo asiento mientras me masturbo un poco con el condón por encima—. ¿Cómo quieres que me ponga? –Me pregunta con un puchero—. Colócame como mejor quieras…

Yo asiento con sus palabras pero no me lo pienso demasiado. Cojo uno de sus brazos y le volteo para que quede boca abajo en la cama. Después, con mis manos alrededor de su cadera le alzo el trasero y él se acomoda con las rodillas sobre el colchón. Intenta incorporar la parte delantera de su cuerpo apoyándose en sus antebrazos pero yo le detengo y le dejo con el rostro apoyado en la almohada. Levemente vuelve el rostro a mí y me mira de reojo sobre su espalda. Con una sonrisa maliciosa se relame los labios.

—¿Así bien? –Me pregunta mientras yo asiento, trago en seco, y siento una gota de sudor resbalar a través de mi sien. Con un gran resoplido paso mis dedos por su entrada que gotea de su saliva y meto dos de mis dedos manchados del lubricante del condón que llevo puesto. Mis dedos entran con una facilidad asombrosa y los meto hasta el fondo, haciéndole gemir bien alto. Después meto un tercer dedo y le dilato un poco más, con él en su interior me detiene agarrándome la muñeca y me mira de reojo—. No aguanto, hazlo ya. –Me pide en una súplica y yo asiento mientras me coloco y comienzo a meterme poco a poco oyendo como gime agarrando el almohadón a cada lado de su cabeza. Cuando estoy dentro espero a que su respiración se regule y con una de mis manos alcanzo su pene—. Joder… —Murmura, excitado.

Cuando comienzo a moverme él se mueve conmigo, haciendo las estocadas más profundas, más necesitadas. La sensación del calor de su interior me hace sentir febril, aturdido, deseo correrme en este mismo instante y ojalá este instante fuese eterno. Aumento la velocidad, perdiendo el control sobre su trasero y comienzan a sonar golpes brutales de nuestras pieles chocando. Él gime alto, muy alto. Demasiado alto, tanto que con solo sus gemidos podría venirme dentro, pero no es hasta pasado un rato que no me doy cuenta de que estoy gimiendo igual que él, extasiado por su interior. Me agarro con fuerza a sus caderas y le empujo contra mí, golpeando su próstata en el acto. Todo él tiembla y comienza a dar espasmos. Su ano me consume, sus piernas flaquean, su rostro está ardiendo y de sus labios cae un fino hilo de saliva que hace un pequeño charco sobre mi almohadón. Sus ojos en blanco, los míos casi al borde del llanto.

—¡Córrete, hyung! –Me pide frunciendo el ceño por el placer. Yo obedezco, sumiso—. ¡Córrete… hyung…!

Cuando me corro dentro del condón salgo de él y él se corre en mis manos segundos después. Apenas puedo aún respirar cuando él se gira en la cama y vuelve a ponerse boca arriba para tirar de mi brazo y hacerme caer sobre él, devorándome los labios. Cuando ambos intentamos recobrar el aliento yo me separo de él y me quito el condón, dejándolo sobre la mesilla a nuestro lado.

—¿Te ves capaz para una segunda ronda? —Me pregunta cuando él aún sigue temblando y yo asiento no muy convencido de sus intenciones pero las comprendo nada más que me pone a mí esta vez sobre la cama y él se coloca encima. Su cuerpo me aplasta y comienza a masturbarme de nuevo, endureciéndome en seguida.

—Jeon… —Le llamo—. Despacio, ¿vale? –Le pido y él asiente sabiendo a qué me refiero. No deja pasar un solo segundo y ya se coloca entre mis piernas para inclinarse a lamer mi entrada, haciéndome volver el rostro, avergonzado, y después de su lengua viene un dedo. El primero no es una sensación incomoda. Es solo algo extraño, un cuerpo ajeno que se mete dentro, pero el segundo ya tira más de la piel alrededor y me resulta mucho más doloroso. Sin embargo me recuerdo la edad que tengo, la persona con la que estoy y lo mucho que lo deseo, y el dolor desaparece casi por completo. El tercer dedo me hacer volver a la realidad pero no dura demasiado dentro de mí. Antes de sentirme preparado Jeon rescata otro condón de la tira que cuelga del cajón y se lo coloca sin apartarme la mirada.

—¿Estás preparado? –Me pregunta y yo asiento, mintiéndole—. Genial. –Me dice mientras se tumba sobre mí, coloca mis piernas a cada lado de su cintura y yo las enrollo sobre esta para que me penetre más fácil. Cuando lo hace al principio siento un terrible dolor apocalíptico, pero cuando está al fin dentro y puedo sentir como mi interior se siente lleno y completo, rápido el placer va tomando partido en este juego. Jeon espera a que esté preparado y conforme con su tamaño y cuando comienzo a mover mis caderas él comienza a envestirme, aumentando el placer en grades cucharadas. Todo en su completo me proporciona un placer que descocía. Su cuerpo sobre el mío, ahogándome, su cintura entre mis piernas, tan estrecha.

—¡Ah! –Grito cuando siento que presiona algo terriblemente dulce dentro de mí. La oleada de placer me recorre desde los pies hasta las orejas. Le miro suplicante porque vuelva a presionarme en ese punto tan maravilloso y él lo repite cientos de veces. Hasta hacerme perder por completo el sentido común y acabo gritando su nombre agarrado con fuerza a sus hombros. Tiro de su cabello, araño sus brazos, su espada. Yo mismo me muevo buscando que las envestidas sean mucho más intensas. Él me sujeta una de las pierna clavándome las uñas en el glúteo, su otra mano me masturba. La realidad se deshace, la realidad se descompone para formar algo maravilloso, esta es la realidad en la que me gustaría vivir el resto de mi existencia. El sonido de nuestras pieles, su olor, el orgasmo inminente—. Voy a correrme… —le aviso en un murmullo y él asiente mientras aumenta su velocidad para mi satisfacción.

Me corro sobre mi vientre entre espasmos y un infantil llanto en el que no me reconozco. Jamás había sentido un orgasmo tan placentero, una sensación tan dulce, tan maravillosa. Jamás había estado tan lejos de la realidad y de mi propia cordura. Jamás había estado tan terriblemente apabullado por tantos desconocidos sentimientos. Jamás había sido más feliz. Que droga tan adictiva, su piel.

—Voy a correrme yo… —Dice él mientras sale de mí y se quita el condón. Yo, aun tumbado en la cama observo todos sus movimiento, como anestesiado por el placer—. Tómatelo todo, hyung… —Me pide con un puchero mientras coloca sus dos rodillas a cada uno de mis costados y se masturba apuntándome directo al rostro. La imagen es impactante, intimidatoria, pero asiento deseoso de hacerlo, enloquecido por su sabor.

Se masturba un par de veces entre gotas de sudor que caen por su frente y sus temblorosas manos lográndole llegar al orgasmo. Cuando su líquido cae sobre mis labios yo me lo bebo todo mientras que unas cuantas gotas caen sobre mis mejillas y mi barbilla. Él se posa con una mano en la pared, suelta un largo gemido y yo disfruto de su dulce esencia goteando por mi garganta.

Pasados unos minutos en que consigo hacerme con una toalla para limpiarnos a ambos y rescato una pequeña botellita de agua, regreso a la cama a su lado donde él me espera con una sonrisa cansada y me tumbo a su lado mientras se acurruca sobre mi pecho. Toda la habitación huele al lubricante del condón, a nuestro sudor y al agobiante calor, consecuencia de lo que ha sucedido. La luz que hay es la única que consigue entrar desde el salón y el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas sentencian nuestra emoción desenfrenada. Él es el primero en reír por lo sucedido y yo río con él, nervioso porque no sé cómo afrontar lo que viene a continuación: su mirada.

—¿Estás bien? –Me pregunta mientras yo asiento, emocionado.

—Estoy genial. –Le digo—. ¿Y tú?

—Igual. –Dice y me da un largo  beso en los labios. Un beso dulce y amable que nos reconforta y nos ayuda a regularizar las respiraciones. Él tiene el pelo humedecido, pero yo no estoy muy diferente—. ¿Vas a decírmelo ya? –Me pregunta y yo frunzo el ceño.

—¿El qué?

—¿Con cuantas personas has estado antes que conmigo?

—¿Sigues pensando en eso? –Le pregunto separándome de él.

—Tienes que saciar mi curiosidad. –Me dice, desesperado—. Sabes que soy muy curioso…

—¿Si te lo digo prometes no hacer ningún comentario al respecto? –Él asiente a mis palabras—. Tres.

—¿Yo soy el cuarto? –Pregunta, pensativo. A lo que yo asiento y él asiente, complacido por mi respuesta—. ¿Tu esposa y otras dos?

—Sí. –Suspiro y él asiente de nuevo, mordiéndose el labio inferior.

—¿Con quién ha sido mejor el sexo? ¿Con alguna de ellas o conmigo? –A su pregunta yo enrojezco hasta las orejas y él sonríe, cínico.

—No pienso contestarte a eso. –Le digo mientras me yergo en la cama con intención de levantarme pero él me agarra de la cintura, posesivo.

—¿He sido yo? –Pregunta emocionado—. Seguro que sí… ¿verdad? ¡He sido yo!

—Eres un niño egocéntrico y narcisista. –Le digo riéndome de su expresión infantil y él sonríe ampliamente, corroborando mis palabras.

—Tú para mí también has sido el mejor.

—No me mientas para hacerme sentir mejor. –Le pido, triste.

—No es mentira. –Se ofende—. No importa la experiencia que tengas, ni el cuerpo, ni siquiera importa si realmente estás en un lugar cómodo. Para mí no hay emoción más fuerte e intensa que lo que siento por ti y eso hace mucho más placentera el mínimo roce de tu cuerpo sobre el mío.

—Eres maravilloso. –Le digo, sentándome a su lado y le acaricio su pelo esparcido por el almohadón—. Le das sentido a mi vida. ¿Lo sabes?

—Y tú a la mía. –Le beso. Es el beso más dulce que jamás nadie me ha dado.

 


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Comentarios

  1. que increíble que increíble que increíbleeeee, me encanta ;uuu; jelp me voy a morir akdjakdksk

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