AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 28

 CAPÍTULO 28


Yoongi POV:

 

Meto dentro de la carpeta las hojas de la libreta de mi paciente. Lo hago con un largo suspiro, como cada día cuando finaliza mi jornada laboral. Afuera ya es de noche y sopla un ligero viento que hace silbar las ventanas. Con una expresión de angustia acabo cerrando la carpeta del último paciente que he tenido hoy y coloco esta en la estantería junto al resto. Después reviso con la rápida mirada alrededor descubriendo que todo está en su sitio, dispuesto para el día siguiente. El vaso de té está en la papelera y todo se mantiene en silencio. Miro con nostalgia cada mueble de la sala y me paso la mano por el pelo mientras recojo mis pertenencias en mi bandolera y me coloco dentro de mi chaqueta de lana. Me la ajusto bien al cuerpo, sintiendo repentinamente que no es ropa suficiente como para salir a estas horas a la calle. Sin embargo es la hora de irme a casa y cuánto deseo tumbarme en el sofá y descansar el cuerpo.

Cuando salgo de la consulta, mi secretaria aun está tecleando en el ordenador con el ceño fruncido. Cuando me ve a su lado da un leve respingo yo la miro, apenado.

—¿No te vienes?

—Aún tengo trabajo que hacer. –Me dice apenada—. Termino en menos de media ahora. ¿Te parece si hoy cierro yo? –Me pregunta mientras señala la pantalla del ordenador—. Estoy terminando de rellenar las fichas de los últimos pacientes. Y el Word me está dando muchos problemas de repente. Lo soluciono enseguida, de verdad. –Asiento mientras me asomo a la pantalla del ordenador y veo como hay varios accesos a pantallas de consulta de Word y cosas parecidas. Verlo me agobia y niego con el rostro mientras suelto un largo suspiro.

—Está bien, pero no te quedes hasta tarde. Y si no lo solucionas, no te comas la cabeza. Déjalo para mañana. –Le digo y ella asiente volviendo a enfocar su mirada en la pantalla. Frunce el ceño mientras lee algo para ella y yo, sintiendo que la he perdido dentro de ese ordenador, ruedo los ojos, me ajusto de nuevo la bandolera sobre la chaqueta de lana y esta sobre mi cuerpo, saliendo por la puerta del piso.

Cuando estoy en el portal aún sigo oyendo el sonido de las teclas de mi ordenador. Con una sonrisa acabo bajando las escaleras y salgo a la calle. Una vez en el exterior me sorprende saber que Jungkook tenía razón y hace mucho frío. Rápido me cruzo de brazos buscando no perder el poco calor corporal que tengo y frunzo el ceño mientras miro alrededor. Las personas que encuentro están con abrigos y expresiones de poder aguantar el frío, pero yo me digo a mi mismo que la culpa es de no haber sido previsor y rápido comienzo a caminar calle abajo en busca de la marquesina, como última esperanza para resguardarme.

Mientras camino, sintiendo el frío azotar mis mejillas, repentinamente algo cae sobre mis hombros y doy un respingo alejándome de ese contacto que me hace sentir tan extraño. Cuando me doy la vuelta, asustado, me encuentro con el desconcertado rostro de Jungkook y un abrigo en sus manos. Estaba arropándome con él y yo me he sobresaltado. Mi única reacción es sonreír, levemente aturdido por verle aquí, ahora y él solo es capaz de sonreír como yo.

—Lo siento. –Dice, tímido—. No quería asustarte.

—¿Qué haces aquí? –Le pregunto entre sorprendido y preocupado. Pero ante mi preocupación, su respuesta es acercarse a mí de nuevo y poner sobre mis hombros una chaqueta que me ha traído. Lo ha hecho, porque él lleva su chaqueta de cuero con la que le he visto hace dos horas. Sobre mis hombros pone una chaqueta de color caqui oscuro, casi verde, con un gorro de tela gris que cuelga sobre mi espalda de largo me está bien, y él mismo me ayuda a colocármela incluso sobre la bandolera, pero de hombros es terriblemente ancha y me siento como un niño pequeño con ella puesto. Sin embargo me reconforta su peso y su calor y me decido abrigar con ella mientras él cuela sus manos hasta la cremallera y me abrocha, protegiéndome del frío.

—Te dije que pasarías frío. –Me dice—. No sabes la pena que dabas así, tiritando de frío…

—No estaba tiritando de frío. Y dime, ¿qué haces aquí?

—He venido a buscarte. –Dice, como si fuera obvio pero yo me le quedo mirando con una expresión angustiada.

—¿Enserio? ¿Por qué?

—¿No puedo tener un arranque de romanticismo y convencionalidad?

—No. –Digo, entrecerrando los ojos pero él resopla, orgulloso.

—Venga, vamos, o perderemos el bus.

—¿Has ido hasta tu casa a buscarme una chaqueta?

—¿Cómo sabes que la chaqueta es mía? –Dice, colocando su brazo por mis hombros mientras caminamos y yo meto las manos dentro de los bolsillos, para ocultarlas del frío.

—Porque, uno, huele a ti, y dos, —Saco un envoltorio de un caramelo del bolsillo de la chaqueta—. Esta chaqueta ya se la ha puesto alguien…

—Lo siento. –Digo avergonzado por el caramelo pero más lo estoy yo por tenerle aquí. Me siento confundido y muy aturdido, pero terriblemente agradecido de su presencia.

—Gracias. –Le digo mientras me acurruco en el interior de la chaqueta y él sonríe a mi agradecimiento.

—No hay de qué. –Dice mientras me acompaña hasta la marquesina y se sienta conmigo en uno de los pequeños asientos metálicos. Aún sentados sigue con su brazo sobre mis hombros y yo me dejo hacer tranquilo. Con una expresión risueña mira el horario de buses y descubre que quedan cinco minutos para que el nuestro pase. Con un chasquido de lengua y una expresión conformista se saca un cigarrillo de la chaqueta, se lo enciende y comienza a fumar en silencio mientras que aprieta el agarre sobre mis hombros.

—¿Por qué eres tan amable conmigo? –Le pregunto levemente aturdido mientras veo salir de sus fosas nasales unas tiernas nubes de humo.

—¿Por qué no habría de serlo? Lo he sido siempre, desde el primer momento.

—Lo recuerdo. –Digo mientras que él sonríe de lado.

—Has hecho mucho por mí, aunque no lo sepas. Y te estoy muy agradecido. Eres fundamental en mi vida y, de verdad, ya no me imagino un día a día sin pensar en ti.

—No seas exagerado. –Le digo y él se me queda mirando con condescendencia mientras que me ofrece el cigarrillo pero yo niego con el rostro y con una mano escondida dentro de una de las mangas de este abrigo.

—No lo estoy siendo. –Me contesta, pero con esa expresión cansada y esa voz seca, queriendo sentenciar el tema—. No le des más importancia. Solo quiero ser amable contigo. Sé que en la sociedad de hoy en día no prima el respeto ni la educación, pero yo soy demasiado clásico como para dejar pasar una oportunidad tan buena como esta…

—Pero es miércoles, y mañana tienes clase, y tienes una vida a parte de mí. ¿Has pedido dos horas de tu vida para esto? –Le pregunto y él acaba chasqueando la lengua, disgustado con que yo siga insistiendo con el tema—. Pensé que tu tiempo era muy valioso.

—Y lo es. –Dice—. Pero pasarlo contigo es la mejor forma de invertirlo.

—No hagas eso. –Le digo escondiendo mi rostro de él, avergonzado con sus palabras. Él se ríe de mi gesto y vuelve a darle una calada al cigarrillo.

La noche es preciosa, hace un tiempo hermoso y su olor en esta chaqueta que llevo puesta me hace sentir terriblemente reconfortado. Suelto un largo suspiro y un par de personas aparecen de la parte derecha de la marquesina para mirar, como hemos hecho nosotros antes, el tiempo que le queda al bus que van a coger. Se quedan levemente pensativos, hablan entre ellos y se quedan de pie a nuestro lado, mirando con recelo la carretera a lo lejos. Jungkook, más por comodidad que por cansancio, quita el brazo sobre mis hombros y me mira como disculpándose por su gesto. Yo le sonrío amable y él sigue fumando, en silencio. De vez en cuando se mira las piernas, después mira a la carretera como han hecho antes las dos personas a nuestro lado y cuando me devuelve la mirada acaricia con sus dedos un par de mechones sobre mi sien para retirarlos y acomodarlos detrás de mi oreja. Su gesto es enternecedor, pero más lo son sus palabras.

—Te ves adorable con mi chaqueta.

—Déjalo ya. –Le digo y él asiente, sonriendo—. ¿Qué tal tu día, a parte de esta tarde? ¿Qué tal en la universidad?

—Bien. –Dice, sonriendo—. Hoy ha venido un cirujano experto en trasplantes de alto riesgo. Corazones, y cosas así. –Dice pensativo—. Nos ha dado una charla sobre las reglas morales a la hora de trabajar con los pacientes, como tratar a los familiares, anteponer la salud del paciente ante sus propios deseos.

—¿Cómo es eso? –Le pregunto.

—Pues si el paciente desea ser intervenido en una operación, por ejemplo, en el que corre un noventa por ciento de posibilidades de muerte por un capricho, no debemos acceder a hacerlo.

—Entiendo. –Digo, pensativo—. Pero a lo mejor el paciente acude a otro médico que sí le intervenga…

—No deberían intervenirle porque ponemos en riesgo una vida de forma innecesaria.

—¿Y si el paciente se va a morir dentro de un año pero la operación tiene un riesgo del noventa por ciento? –Él piensa en mi pregunta y mientras sonrío pícaro por haber dado en un dilema moral, él niega con el rostro, pesimista.

—Esas son la clase de preguntas que me quitan el sueño por las noches. –Dice de forma exagerada y yo me río de su expresión—. Personalmente creo que es una tontería comerse la cabeza con este tipo de dilemas. ¿Sabes? Cada paciente es un mundo, cada persona tiene sus problemas y prioridades. Habría que estudiar cada caso de forma particular y obrar según se crea conveniente en cada caso de forma individualizada.

—Eso es muy maduro y responsable. –Digo convencido de ello y él asiente con mi respuesta.

—También lo creo. Supongo que no todo el mundo piensa como yo y cree que es más fácil clasificar a las personas por grupos o secciones y trabajar con ellas siguiendo etiquetas que deshumanizan a las personas. Pero para mí no es tan fácil. No debería serlo para nadie.

—Nunca te había visto tan humano. –Digo sorprendido pero él me mira ofendido.

—No me digas eso. No hablo de forma caritativa. Procedería igual si fuesen animales, u objetos. Cada objeto es diferente al anterior y cada uno tiene unas características diferentes. No creas que me implicaría con las personas a nivel humano, a nivel personal. Eso es un error en cualquier trabajo. –Dice negando con el rostro pero estoy a punto de contestar algo, que rápidamente silencio apartándole la mirada y desviándola a mis pies sobre el suelo. Me miro mis zapatos de piel negros y como uno de los lazos de los cordones es más grande que otro. Él recae en mi expresión y rápido se da cuenta de que sus palabras me han ofendido—. No quería decir que tú no deberías hacerlo. Es decir, sí, pero… —Suspira.

—Lo he entendido. No debería implicarme emocionalmente con mis pacientes. Yo lo sé, y procuro no hacerlo…

—Procuras… —Dice entre divertido y algo asustado mientras le da la última calada al cigarrillo y lo tira al suelo delante de nosotros. Rebota por el pavimento y acaba cayendo al asfalto de la carretera. Humea durante unos segundos pero acaba apagándose solo.

—Lo siento, por no haber sido profesional con tu caso. –Digo, y al soltarlo, siento un repentino alivio.

—No tienes que disculparte. –Dice, triste—. Al contrario. Debería ser yo quien se disculpe por haberte… ya sabes…

—¿Por haberme qué?

—Por haberte tirado los tejos. –Dice levemente ruborizado, sin mirarme.

—Yo me he dejado y no he hecho nada para impedirlo, por lo que es culpa de ambos. Pero no lo veas como algo que nos estoy recriminando. Me gusta. No lo habría evitado de poder repetirlo.

—Me alegra saber eso.

—Lo digo de vedad. Me gusta la situación en la que estamos y me gusta lo que ha pasado. De verdad.

—Aun no ha pasado nada demasiado importante. –Dice, divertido—. Ya sabes a lo que me refiero… —Dice con una sonrisa pícara y yo le aparto la mirada con un ligero rubor creciendo en mis mejillas. Antes de que ninguno de los dos pueda decir nada más, el bus aparece a lo lejos de la calle y Jeon se inclina para divisarlo mejor. Cuando recae en que es el bus que ambos necesitamos se levanta y me extiende la mano para levantarme a mí también. Desde luego que no necesito su ayuda, ni tampoco me parece algo demasiado convencionalista, pero cuando veo que no me suelta la mano compruebo que solo ha sido una excusa para tenerme de la mano. Al menos, hasta que el bus regresa.

Cuando este para delante de nosotros somos los primeros y únicos que optamos por coger este. El resto de personas no parecen necesitar tomar este bus, por lo que cuando Jeon me suelta la mano y las puertas del bus se abren, soy el primero en subir a él y paso mi tarjeta por el pequeño detector que suena con un ligero pitido en señal de que he efectuado el pago por el viaje. Miro detrás de mí a la espera de que Jeon repita el mismo gesto y cuando lo hace me devuelve una mirada divertida mientras me sigue, andando a través del bus. Antes de llegar al final, él me agarra de la manga de la chaqueta y me conduce a uno de los asientos de la parte derecha del bus. Él se sienta el primero, de cara a la ventana y yo me siento después a su lado, sintiéndome pequeño y menudo en comparación con él. De nuevo vuelvo a comparar nuestras piernas. Es una malsana obsesión que estoy empezando a coger como costumbre.

Cuando el bus arranca de nuevo y comienza a circular a través de las calles llenas de las luces de coches, de las luces de las propias farolas y las de los carteles de neón por todas partes, Jeon posa su mano sobre una de mis piernas cerca de él y me acaricia con suavidad. Yo meto las manos en el interior de los bolsillos de la chaqueta y me acurruco mejor dentro de ella. En el interior del bus no hace tanto frío como fuera, al menos, el viento no corre, pero se siente reconfortante estar así.

—He visto en Google que la semana que viene va a llover. –Dice mientras mira al exterior y yo le miro, levantando una ceja en forma de sorpresa.

—¿Jeon Jungkook hablando de algo tan convencionalista como el tiempo? –Le digo y él sonríe sin mirarme directamente.

—Siempre es un buen recurso para comenzar una conversación. –Me dice mientras yo le miro con más intriga que antes.

—¿Tienes algo que decirme?

—No me gustaría ser tan directo. Me gustaría que fuese algo que surgiese por el devenir de la conversación.

—¿Puedo ayudar en algo? –Le pregunto—. ¿Quieres que conteste a lo del tiempo? No soy muy partidario de la lluvia, pero me gusta la sensación de humedad que deja en el ambiente cuando ya ha llovido. Así que no me entristece la noticia.

—A mi tampoco. –Dice con una sonrisa, volviendo a hilar la conversación—. Ag, estas cosas no se me dan bien.

—Sé directo. –Le pido—. Dime lo que me tengas que decir. –Mis palabras le alientan y con un asentimiento de cabeza mira alrededor, divisando a la gente que hay en el bus, y después pasa su brazo sobre mis hombros de nuevo para acercarse a mí y hablarme en la intimidad de la confidencia del gesto.

—Si te parece bien, si no tienes otras cosas que hacer y te apetece, me gustaría formalizar nuestro compromiso ahora, en tu casa. –Yo me quedo helado, estático—. Yo tengo muchas ganas, pero no quiero ser brusco con esto, tampoco sé cómo hacerlo más ameno ni menos directo, así que esto es lo que hay. ¿Me concederías la satisfacción?

—¿Estás hablando en serio? –Le pregunto levemente aturdido y cuando giro su rostro a él me mira con ojos oscuros y brillantes, con una mueca tierna y dulce. No podría negarme aunque quisiera. Y demonios que no quiero hacerlo—. ¿Ahora, en mi casa?

—Sí, claro. Si tú quieres y te parece bien…

—Podrías simplemente haberme acompañado a la puerta de casa y una vez allí haberme pedido permiso para pasar.

—Ya te he dicho que no soy bueno con las convencionalidades. Tampoco creo que hubieses entendido que te acompañase a casa y luego tuviera que esperar a este mismo bus de nuevo en otra parada… mis intenciones se verían desde lejos y romperían la gracia. ¿He sido demasiado brusco?

—No, no lo has sido. –Digo, pensativo—. Pero no quiero tener problemas con tus padres porque no estés en casa…

—Tengo veintidós años, Yoongi. –Dice, divertido y algo ofendido.

—Lo sé, lo siento. –Digo y bajo el rostro pero él me coge la barbilla para mirarme directo a los ojos.

—Solo si tú quieres. Si no, no tenemos porqué hacerlo… ¿Quieres hacerlo?

—Claro que quiero. –Le digo en un susurro y él sonríe ladino mientras me suelta el mentón  me da un beso en la mejilla—. Jamás había conocido a nadie como tú. –Le digo a lo que el levanta la mirada, sorprendido.

—¿Tan inteligente, tan guapo, tan divertido, tan…?

—Tan complicado. –Le digo, deteniendo sus adulaciones a sí mismo—. Pero tan simple a la vez.

—¿Eso es un halago? –Pregunta confuso pero yo niego con el rostro.

—Es lo que es. Si quieres algo, simplemente lo coges, pero eso a veces no se ve como algo fácil, en vez de ir por la vía de la convencionalidad, prefieres ir directo al grano, pero para eso te tienes que saltar todas las normas sociales.

—Las normas sociales y yo no nos llevamos muy bien… —Dice encogiéndose de hombros.

—Pues son fundamentales mientras vivas en sociedad.

—Hasta ahora no las he necesitado. –Se excusa—. La sociedad no es más que la ilusión de que no estamos solos, pero la soledad es el concepto más puro y permanente que existe.

 


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Comentarios

  1. Perdón pero esta conversación y la petición de Jeon me acaba de hacer recordar la letra de 3D de Jungkook, y me encanta jaja 🥴🥴♥️♥️

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