AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 17

 CAPÍTULO 17


Yoongi POV:

 

Entramos en silencio dentro de mi despacho, y mientras él deja como siempre su mochila en el lugar al lado de sus pies en el sofá, yo me encamino a mi escritorio y dejo sobre este mi bandolera para hurgar dentro. Mirándole de reojo veo como se sienta con un suspiro cansado y se alisa mejor los vaqueros sobre sus piernas. Después se queda mirando sus zapatos en completo silencio y después juguetea con sus manos sobre su regazo, mirando a ninguna parte en concreto esperando porque yo de comience a la terapia. 

—¿Hoy vamos a jugar a algo? –Me pregunta mientras me hace sonreír de lado mientras saco una carpeta de color azul de dentro de mi bandolera y una pequeña caja de pinturas de cera. 

—Sí, hoy vamos a hacer un juego. –Le digo mientras le enseño las pinturas y de nuevo esa expresión decepcionada al verse ante una versión infantil de lo que debería ser algo divertido para él. Mientras camino hasta su lado y le extiendo las pinturas le explico en qué consiste—. Lo que tienes que hacer es muy sencillo. ¿Vale? –Asiente a mis palabras—. Pero a la vez es algo complejo y te llevará a lo mejor algún tiempo. 

—Vale. –Dice mientras asiente y coge la pequeña cajita de cartón de pinturas de cera y las mira con curiosidad a la vez que yo me siento en la silla delante de él y abro la carpeta azul sobre mi regazo. Esta, llena de folios en blanco, no es nada llamativa para él por lo que sigue observando las pinturas incluso coge una de ellas, la de un color más verdoso, y se la lleva bajo la nariz para olerla y sonreír, como si acabase de abofetearle de repente un recuerdo de su infancia. 

—Yo te voy a dar seis folios y en cada uno de ellos tendrás que representar algo que yo te voy a decir. –Él me mira atento, directo a mis labios—. Déjame una pintura. –Le pido mientras él me pasa una de color rojo y yo asiento con una sonrisa. Con el taco de folios que tengo sobre mi regazo me fijo en el primero, en el que está de cara a mí, y sobre su superficie escribo a lo ancho la palabra “Familia”, y se lo extiendo. Él se queda mirando la palabra y con una mueca extraña me devuelve una mirada extrañada, pero yo ya estoy escribiendo otra palabra en el siguiente papel. “Amistad” en el siguiente “Escuela”. Cada uno se lo extiendo y él los va poniendo sobre su regazo mientras que lee cada una de las palabras. Las siguientes son “Amor”, “Pasado” y “Futuro”. 

—¿Dibujo detrás? –Pregunta al hecho de que yo he ocupado una de las caras para escribir las palabras. 

—Sí. Lo que tienes que hacer es dibujar la representación de cada una de las palabras que yo te he dado. 

—¿La representación convencional o lo que significan para mí?

—Lo que significan para ti, claro está. –Digo mientras él asiente mientras ele de nuevo hoja por hoja. 

—¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿El dibujo de una casa? ¿A mí de pequeño?

—Tienes que representar el sentimiento que esas palabras te transmiten. –Digo y él asiente con un “ah” pensativo—. Tienes pinturas de colores y papel en blanco. Simplemente déjalo salir y plásmalo sobre el papel. –Le digo a lo que él asiente y busca con la mirada un lugar donde ponerse a ello pero yo le señalo mi escritorio detrás de mí—. Siéntate allí. Estarás más cómodo. –Le dijo a lo que él asiente levantándose y acercándose a una de las sillas que me dan la espalda. Se sienta en el mismo lugar en donde se sentó hace unos días su madre. Cuando se sienta pone todos los papeles sobre la mesa y se acomoda las pinturas a su diestra. Cuando tras un largo resoplido chasquea la lengua, se gira a mí para devolverme una mirada un tanto triste. 

—No se me da muy bien pintar. –Resopla—. No sé muy bien cómo hacerlo…

—Tienes todo el tiempo del mundo. –Le digo mientras miro mi reloj en mi muñeca—. Es mentira, solo te quedan cincuenta minutos. Así que ponte a ello. –Él me devuelve una sonrisa cálida pero levemente preocupada y se gira de nuevo a la mesa para ponerse a ello. Desde donde estoy sentado solo puedo verle si giro mi cabeza, y lo hago sin duda, aprovechando que yo no puedo ser testigo de su mirada. Me acomodo mejor para mirarle más detenidamente. La forma en que su cabello está corto en su nuca y como los mechones más largos que caen desde la coronilla se mueven con leves gestos de su cabeza. La forma de su cuello y como este se desliza hasta convertirse en sus hombros a cada lado de su estructura. Con esa camisa blanca puedo ver los movimientos de los músculos de su espalda al moverse. De reojo veo que coge la pintura marrón y comienza a pintar algo en uno de los papeles. Gestos calculados y movimientos precisos. Está intentando ser detallado pero más que en sus gestos me gusta fijarme en la expresión concentrada de su rostro. Se ve terriblemente adorable. 

Como si él pudiera sentir mi mirada sobre él, deja de pintar, algo confundido y me mira de reojo por encima de su hombro para descubrirme infraganti al acecho de sus expresiones. Él enrojece levemente y me sonríe avergonzado mientras que yo le aparto la mirada por haberme sentir cazado en pleno escrutinio de su anatomía. Vuelvo a mirar al frente pero rápido me encuentro nuevamente mirando su dirección aunque esta vez con más disimulo. Miro como sus pies se mueven debajo de la mesa. Sus converse se mueven de un lado a otro pensativo. Puedo ver parto de su muslo por el lateral de la silla. Me siento muy extraño al sentirme tan atrevido al volver a mirarle, pero más extraño es para mí este incontrolable sentimiento que me obliga a no apartar la mirada. No me planteo hacerlo, es una imagen preciosa.

Él aparta uno de los papeles a un lado y yo aparto la mirada de él mientras me miro fingidamente interesado, las manos sobre mi regazo. Para cuando él quiere hablarme yo ya no le estoy mirando. 

—¿Tengo que darte uno por uno los papeles según vaya haciéndolos o te los doy todos luego? –Me giro a él ante su pregunta. 

—Todos luego. Cuando hayas terminado todos. –Le digo y él asiente volviendo a su tarea. Esta vez coge una pintura de color rosado y sigue con otro papel. Ya le he vuelto a mirar. He vuelto a caer en la imagen de su cuerpo de espaldas a mí y no puedo ya apartar de nuevo la mirada. Tiene dos pendientes en sus orejas. Se mueven mientras colorea el folio y hacen un precioso vaivén que me pone a la vez que ansioso, excitado. No puedo evitar sentirme de esta manera cuando me siento tan terriblemente vulnerable a cualquiera de sus gestos. Aún recuerdo cuando hablamos por teléfono y mi perpetuo rubor durante toda aquella noche. Todo el tiempo invertido en intentar calmar el temblor de mis manos y la horrible sensación de culpabilidad que le ha seguido todos estos días a mi sincero cariño ante este chico. Sin embargo este se ha visto reducido desde el día que he conocido a sus padres. Ante aquella horrible imagen de completo desamparo ahora me veo casi obligado por mi moral a no apartarme de él. 

Mis cavilaciones duran al menos quince minutos en los que Jungkook ha terminado de pintar y se levanta de la silla mientras reúne todos los papeles en un pequeño taco y recoge todas las pinturas, a lo que yo le digo que no es necesario, pero él sonríe negando con el rostro, continuando con su labor. Cuando las pinturas están de nuevo en la cajita de cartón y los papeles aunados en una de sus manos regresa al sofá delante de mí y se sienta con un fuerte resoplido. Cuando le devuelvo la mirada él me sonríe, casi como si acabase de hacer un gran esfuerzo o estuviera exhausto pero la verdad es que diría que se siente incluso decepcionado. Me extiende los papeles mientras me devuelve una mirada divertida. 

—La próxima vez, ¿qué será? ¿Hablar con marionetas? ¿O tal vez hacer castillos con piezas de lego? –Me pregunta intentando ofenderme pero yo chasqueo la lengua mientras le cojo los papeles de la mano. Me los ha dado boca arriba, con las letras mirándome. No sé si lo ha hecho para ocultarme sus dibujos por vergüenza y que no los vea hasta que no llegue el momento o solo para hacerse esperar…

—No seas malo. –Le digo sonriendo—. Es algo que incluso los adultos podéis hacer. Es cierto que se confía en que los adultos seáis sinceros con vuestras emociones y las conozcáis y las sepáis analizar, pero no todos los adultos son capaces de administrar sus emociones. Y en una representación visual se pueden apreciar detalles que en palabras pueden escaparse. 

—Si lo que quieres es hacerme un test de inteligencia emocional te diré que ya hice muchos. –Me dice y yo frunzo el ceño, sonriendo en su dirección. 

—¿Sí?

—Sí. Y siempre doy un alto nivel de Intrapersonalidad*. –Dice divertido, casi entusiasmado y yo asiento. 

—No lo dudaba. Me di cuenta de ello desde el primer día. –Digo y miro el primer dibujo sobre la lista de ellos sobre mi regazo—. ¿Y qué tal el resto de inteligencias emocionales?

—La verdad es que no están muy igualadas, aunque el desplome de unas compensa el alto grado en otras. 

—¿Cómo cuáles?

—Pues mientras que en intrapersonalidad, lingüística y espacial soy bastante bueno, en la inteligencia matemática, e interpersonal* soy un desastre. 

—No me sorprende. –Digo divertido mientras que él sonríe conmigo y yo miro el primer papel. “Familia”—. ¿Me los has dado en algún ordene en concreto o…? —Él niega con el rostro. 

—No. No tienen un orden. –Asiento mientras le doy la vuelta al primer papel y me encuentro un fondo blanco, el del papel, salpicado con diminutos puntos de color rosado. Separados entre ellos. Muy separados. Los cuento. En total hay doce diminutos puntos en todo el papel. La imagen es tremendamente abstracta y cuando le miro de vuelta él me sorprende con una expresión triste. 

—¿Este es tu concepto de familia? –Asiente seguro de su respuesta mientras que yo no encuentro orden ni juicio en esta escena tan surrealista—. ¿Harías el favor de explicármelo? Porque no lo entiendo… —Digo y él asiente mientras me quita el papel de las manos y se lo pone de pie en el regazo de cara a mí para que yo pueda verlo mientras su dedo vaga por toda la superficie. 

—La verdad es que ha sido de las que más me ha costado expresar. Los puntos son de color rosa, porque el color representa esa ternura y ese amor que importa el concepto de familia a las mentes de una sociedad como la nuestra, y que incluso yo aun poseo, pero son meros puntos en un amplio espacio vacío. Con lo que quiero representar que el único amor que siento por mis padres es el que la sociedad me obliga a sentir por ellos simplemente por el mero hecho de ser mis padres. Por compartir genética cercana. –Dice y yo me quedo paralizado por su respuesta. 

—¿Qué es eso de que la sociedad te obliga a querer a tus padres?

—Es muy simple. Vivimos en una sociedad en la que nos vemos obligados, por varios esquemas morales, a querer a nuestros padres simplemente por el hecho de ser genéticamente descendientes. Si viviésemos en una sociedad donde tener hijos no fuese importante para la supervivencia de la especie y estos fuesen anidados en “centros especializados de crías de niños” o algo así, el sentimiento paternofiliar desaparecería como concepto moralizante para obligar a las familias a mantenerse unidas. –Sentencia y yo me quedo con el rostro paralizado mientras él se queda mirando el dibujo que ha hecho en su papel—. Todo sería más sencillo si no nos impusieran normas morales al nacer. ¿No crees? Lo primero que te dicen al nacer es “este es tu papá, y esta es tu mamá” “Ellos te quieren mucho” Y con esa afirmación te condenan a tener que representar un sentimiento que tal vez tú no albergues en tu interior. 

—El amor, Jeon, es el conjunto de recuerdos y sensaciones de la infancia extrapolados a una situación, persona o… —Suspiro mirando como asiente con el rostro, conociendo ya lo que es él amor desde un punto psicológico. Señala el papel con el dedo. 

—Es así. Mi representación del amor paterno. Carente de volumen y perspectiva, alejado, nimio, banal y mediocre. Carente de todo esfuerzo y sin duda algo que quedaría precioso enmarcado y colgado de la pared. –Mira con orgullo el papel y yo ruedo los ojos mientras que asiento, conforme con esta solución y él aparta el papel apoyándolo en el sofá a su lado mientras que yo miro el siguiente. “Amistad”. Repentinamente siento un fugaz de seo de no mirar tras el papel pero antes de detenerme lo hago encontrándome una línea gruesa y bien remarcada de color marrón recorriendo el ancho del papel. Cuando lo pongo completamente boca arriba veo que no solo ha usado el color marrón para colorear la gruesa línea de al menos tres centímetros de ancho, sino que también ha usado, en menor medida, colores como el verde, el naranja y el negro. Parece el color del vómito. 

—¿Me explicas este? –Le pido mientas se lo paso. Este es incluso más desconcertante que el anterior. El resto del folio, en blanco, mientras que una línea cruza de este a oeste todo el paisaje. 

—Claro. –Dice entusiasmado. Le encanta exhibirse—. Nada más que escuché la palabra, ya sabía cómo representarlo. Es el reflejo del aburrimiento y la mediocridad. No está el folio completo, tan solo es una pequeña parte, eso representa que apenas tengo amistades, mientras que los colores escogidos son colores desagradables, aburridos, no son llamativos aparte de que suscita una cierta repugnancia. ¿No lo crees? –Asiento—. También es importante que es una línea horizontal. Ni vertical ni diagonal. Es horizontal porque es mediocre, aburrido, es pesado de sobrellevar y es incluso visualmente desconcertante. No sabes hacia dónde anda ni en qué momento ha empezado, pero la amistad está ahí, como un parásito que continúa a lo largo del papel y sin que te hayas dado cuenta ya ocupa parte de este con su repugnante presencia. –Termina y yo me quedo con la misma desconcertada expresión que antes—. ¿No lo estoy haciendo bien? –Me pregunta triste y yo niego con el rostro, quitándole importancia.

—Lo estás haciendo genial. Es solo que no estoy acostumbrado a esta representación tan abstracta de unos conceptos tan claros…

—¿Qué suelen dibujar los niños?

—Pues… en caso de niños de padres divorciados se dibujan a ellos mismos de la mano de uno de ellos y dibujan al otro apartado. Eso representa su preferencia por uno de sus padres, algo que normalmente no suelen saber expresar. En niños abandonados no dibujan padres, sino más niños o cuidadores de orfanatos. En caso de la amistad, pues se suelen dibujar a ellos mismo con sus compañeros de clase en el patio del recreo, incluso se dibujan ellos con sus peluches y muñecos… 

—Como verás ni tengo peluches ni padres divorciados… 

—Lo sé, pero… —Niego con el rostro—. Sigamos. –El siguiente es el concepto de “Escuela”. Cuando le doy la vuelta encentro el folio en blanco dividido entre líneas verticales de color negro. Ninguna de las dos franjas llama más la atención porque ambas tienen el mismo grosor y más bien parece un paso de cebra. Las franjas son de al menos dos centímetros de grosor. Este tiene algo más de interpretación—. Parecen barrotes de cárcel. –Digo—. ¿Relacionas la escuela con algo obligatorio?

—¡No! –Dice decepcionado con mi interpretación y me quita el papel de las manos—. Son colores neutros porque representan disciplina. El blanco del fondo es la maravillosa experiencia de los conocimientos y el negro es el esfuerzo y el sacrificio. Ambos van ligados y el uno tiene que ir precedido del anterior. –Asiento mientras que ahora lo veo más claro—. Parece un traje de preso o algo así, pero no lo mires así. El color negro suele ser un color triste y aburrido pero a mí me gusta. Suele suscitar emociones profundas y a veces incluso aun por conocer…

—Entiendo. –Asiento pasando al siguiente—. “Pasado”. –Al dar le la vuelta al papel me encuentro con una escena un tanto extraña. Es un bucle dibujado con pintura negra a lo ancho del papel. Parece un rizo, un mechón rizado. Algo así como un muelle infinito. 

—Es la representación cíclica del tiempo. –Dice pensativo, señalando el dibujo en forma de muelle—. Es la representación de que mi pasado es mediocre y continuo. Siempre volviendo al mismo punto pero aun así, avanzando en el tiempo. 

—Este es muy representativo. ¿Crees que has tenido una vida aburrida?

—Claro. –Asiente, pensativo—. Siempre volviendo al mismo punto de inicio pero con dos o tres años más. Siempre las mismas aburridas emociones. Por eso te dije el otro día que no existen las primeras veces. Todo es conocido ya, todo está ahí de antes y solo es culpa del tiempo transcurrido que nos creamos que son experiencias nuevas. 

—Ponme un ejemplo. 

—Entrar en la universidad. –Dice, tranquilo—. Pensé que iba a ser una experiencia nueva y memorable, pero no fue más que una extraña sensación conocida de convencionalidad y curiosidad. Entras en un aula cerrada, miras con ojos curiosos al resto de alumnos y te imaginas de ellos nuevos mundos por conocer. Estudios que te superan en violencia, profesores prepotentes. Y cuando conoces realmente a tus compañeros te das cuenta que desde el parvulario, ni ellos ni tú habéis madurado lo suficiente como para que las relaciones personales sean algo más profundo que una mera convencionalidad y discusiones absurdas…

—Eso es muy… interesante. –Digo frunciendo el ceño. 

—Esa sensación que se tiene cuando es tu primer día de carrera se tiene antes cuando es tu primer día de instituto, tu primer día de escuela, tu primer día en el parvulario. Es siempre el mismo ambiente, el mismo convencionalismo. Y será el mismo sentimiento que tendré en mi primer día de trabajo…

—Tal vez tengas razón. –Digo pensativo, curioso de saber cómo ha expresado el futuro. Me lo imagino con la misma expresión que el pasado. Pero me sorprendo al descubrir el folio completamente en blanco. Cuando lo miro detenidamente se lo enseño esperando que me diga algo como “Ups, se me ha olvidado” pero lo único que recibo es una asentimiento de cabeza como diciéndome. “Sí, ahí está, ese es mi futuro”—. ¿Nada?

—Exacto, no hay nada… 

—Pero según tu teoría cíclica, también deberías haber dibujado esa espiral…

—No. –Dice, en rotundo—. El futuro aún no está escrito. 

—¿Tienes esperanzas de equivocarte y que la vida te sorprenda con un gran acontecimiento?

—El gran acontecimiento tienes que crearlo, no aparecerá de la nada. Y yo tengo grandes expectativas para mi futuro, pero aún está en blanco. Solo es cuestión de tiempo. –Dice seguro pero zanja el tema señalando el último papel que queda sobre mi regazo. Le paso el papel anterior y él lo coloca a su lado donde están el resto. La palabra Amor me sorprende tanto como me suscita una curiosidad explosiva. Cuando le doy la vuelta la imagen más que una sensación de concordia y paz, me transmite un terror que no había experimentado en mucho tiempo. Un miedo que nada desde lo más profundo de mí, una sensación tan extraña que no consigo comprenderla. La imagen es como observar un huracán desde lo alto con el ojo del huracán justo en el centro del folio. Un huracán de color negro. 

—¿Qué diablos…? –Pregunto a la nada en un susurro audible mientras Jeon me mira curioso. Yo solo observo los trazos. Ha creado una completa espiral con el centro justo en medio del papel y esta parece incluso que gira sobre el papel. Los trazos son solo con color negro, pero algunos parecen grisáceos. Hay algo granate por alguna parte, pero casi imperceptible.

—¿No lo entiendes?

—Creo que esto no es el amor… —Digo, pensativo—. Yo nunca había visto que alguien dibujase el amor de esta forma… 

—¿Esperabas que dibujase corazones o algo parecido? –Me dice divertido y yo asiento de forma inconsciente. 

—Me dijiste que no creías en el amor. Que no lo sentías. Me esperaba encontrar el folio en blanco…

—Bueno, tienes razón. No lo he sentido. O no al menos como la convencionalidad espera que lo sienta. Este es el sentimiento más cercano que he conocido al amor. 

—¿Cómo se llama ese sentimiento? –Le pregunto absorbido por la violencia del movimiento de este huracán. 

—Obsesión. –Dice tranquilo y yo frunzo el ceño en su dirección, él lo argumenta—. Es lo mismo. ¿No? Yo creo que sí. No hay mucha diferencia entre el amor y la obsesión. Al fin y al cabo ambos son: Pérdida de voluntad y raciocinio y completa sumisión hacia el objeto deseado. –Dice y yo suspiro largamente mientras señalo el ojo del huracán. 

—¿Por qué esto? ¿Un huracán?

—Algo así. Simplemente un remolino de emociones. 

—Emociones malas. –Aclaro mientras señalo el color negro—. A pesar de que a ti te guste el color, el negro es un color oscuro y misterioso. –Él se encoge de hombros ante mis palabras. 

—Así es. Ya te lo dije. No me gusta perder el control de las cosas. –Sentencia y yo le doy el papel y me paso las manos por el rostro. Ahora huelen a cera por culpa de las pinturas y ese es un olor al que no estoy acostumbrado. Con el ceño fruncido miro la hora y me doy cuenta de que apenas queda un minuto. Con una sensación de cansancio me levanto de la silla y él me devuelve los papeles y las pinturas—. ¿Estás bien?

—Sí, solo un poco cansado. Es la hora, deberíamos recoger. –Le digo mientras yo me encamino  a mi escritorio y guardo en la carpeta con su nombre sobre mi estantería todos los dibujos que ha hecho. La otra carpeta con folios en blanco la guardo en mi bandolera y junto con ella las pinturas dentro de su correspondiente caja de cartón. Con todo ellos Jeon ya se ha levantado del sofá con chaqueta de cuero en mano y con la mochila colgada de uno de sus hombros. Con una sonrisa está a punto de despedirse pero antes de eso parece que se arrepiente y se pasa la mano por la frente, pensativo. 

—Estaba pensando en volver a proponerte salir a tomar un café. –Me dice y yo le miro con una sonrisa nerviosa—. Pero acabo de recordar que tienes a otro paciente después de mí. –Dice chasqueando la lengua, disgustado. Yo sonrío en forma de disculpa y le abro la puerta de la sala de consultas para que salga. Justo cuando lo hace se gira a mí y me sonríe con ternura. Está a punto de decirme algo cuando mi secretaria nos interrumpe. 

—Doctor Min, hace media hora ha llamado la madre de Kang Yunglee. Dice que no puede venir porque el miércoles cogió gripe. –Suspira y Jeon enfrente de mí suelta una sonrisa enorme, placentera, desmesuradamente alegre—. No quería interrumpir la consulta… —Se excusa la secretaria por no haberme informado antes pero yo niego con el rostro, quitándole importancia. 

—Pues entonces, recoge y vete. Yo cierro la consulta. –Le digo amable pero ella ya tenía prevista esta respuesta de mi parte pues tiene su abrigo de la mano y el bolso con sus cosas cerrado. Se levanta con una amable sonrisa y desaparece por la puerta de la consulta hacia la calle. El sonido de sus tacones bajando por las escaleras nos acompaña hasta que Jeon decide romper el silencio. 

—¿Entonces? –Me pregunta esperanzado—. ¿Aceptas mi propuesta o me veré obligado a suplicar? –Yo ruedo los ojos ante un puchero ensayado y resoplo, convencido. 

—Está bien. –Digo, y él suelta una risa entusiasmada. Sus ojos desaparecen detrás de su sonrisa—. Pero solo un café, no quiero entretenerte y que tus padres piensen cualquier cosa…

Él asiente entusiasmado y yo apago las luces y cierro mi consulta. Me recorre una extraña adrenalina por todo el cuerpo. Es lo más emocionante que he hecho en meses, y es tan solo un mísero café. Eso me hace darme cuenta de lo lejos que estoy de la realidad y de mi mismo, si me sorprendo al verme entusiasmado por una infantil sonrisa de su parte. 


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*La inteligencia intrapersonal corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en la teoría de las inteligencias múltiples que se define como la capacidad que nos permite conocernos mediante un autoanálisis. La inteligencia intrapersonal: La capacidad de ver cómo somos y lo que queremos.

*La inteligencia interpersonal corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en la teoría de las inteligencias múltiples. El adjetivo interpersonal hace referencia a aquello que se establece o se lleva a cabo entre al menos, dos personas. Es la que nos permite entender a los demás. La inteligencia interpersonal es mucho más importante en nuestra vida diaria que la brillantez académica, porque es la que determina la elección de la pareja, los amigos y, en gran medida, nuestro éxito en el trabajo o en el estudio. La inteligencia interpersonal se basa en el desarrollo de dos grandes tipos de capacidades, la empatía y la capacidad de manejar las relaciones interpersonales.

 


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