AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 17
CAPÍTULO 17
Yoongi POV:
Entramos en silencio dentro de mi
despacho, y mientras él deja como siempre su mochila en el lugar al lado de sus
pies en el sofá, yo me encamino a mi escritorio y dejo sobre este mi bandolera
para hurgar dentro. Mirándole de reojo veo como se sienta con un suspiro
cansado y se alisa mejor los vaqueros sobre sus piernas. Después se queda
mirando sus zapatos en completo silencio y después juguetea con sus manos sobre
su regazo, mirando a ninguna parte en concreto esperando porque yo de comience
a la terapia.
—¿Hoy vamos a jugar a algo? –Me pregunta
mientras me hace sonreír de lado mientras saco una carpeta de color azul de
dentro de mi bandolera y una pequeña caja de pinturas de cera.
—Sí, hoy vamos a hacer un juego. –Le digo
mientras le enseño las pinturas y de nuevo esa expresión decepcionada al verse
ante una versión infantil de lo que debería ser algo divertido para él.
Mientras camino hasta su lado y le extiendo las pinturas le explico en qué
consiste—. Lo que tienes que hacer es muy sencillo. ¿Vale? –Asiente a mis
palabras—. Pero a la vez es algo complejo y te llevará a lo mejor algún
tiempo.
—Vale. –Dice mientras asiente y coge la
pequeña cajita de cartón de pinturas de cera y las mira con curiosidad a la vez
que yo me siento en la silla delante de él y abro la carpeta azul sobre mi
regazo. Esta, llena de folios en blanco, no es nada llamativa para él por lo
que sigue observando las pinturas incluso coge una de ellas, la de un color más
verdoso, y se la lleva bajo la nariz para olerla y sonreír, como si acabase de
abofetearle de repente un recuerdo de su infancia.
—Yo te voy a dar seis folios y en cada uno
de ellos tendrás que representar algo que yo te voy a decir. –Él me mira
atento, directo a mis labios—. Déjame una pintura. –Le pido mientras él me pasa
una de color rojo y yo asiento con una sonrisa. Con el taco de folios que tengo
sobre mi regazo me fijo en el primero, en el que está de cara a mí, y sobre su
superficie escribo a lo ancho la palabra “Familia”, y se lo extiendo. Él se
queda mirando la palabra y con una mueca extraña me devuelve una mirada
extrañada, pero yo ya estoy escribiendo otra palabra en el siguiente papel.
“Amistad” en el siguiente “Escuela”. Cada uno se lo extiendo y él los va
poniendo sobre su regazo mientras que lee cada una de las palabras. Las
siguientes son “Amor”, “Pasado” y “Futuro”.
—¿Dibujo detrás? –Pregunta al hecho de que
yo he ocupado una de las caras para escribir las palabras.
—Sí. Lo que tienes que hacer es dibujar la
representación de cada una de las palabras que yo te he dado.
—¿La representación convencional o lo que
significan para mí?
—Lo que significan para ti, claro está.
–Digo mientras él asiente mientras ele de nuevo hoja por hoja.
—¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿El
dibujo de una casa? ¿A mí de pequeño?
—Tienes que representar el sentimiento que
esas palabras te transmiten. –Digo y él asiente con un “ah” pensativo—. Tienes
pinturas de colores y papel en blanco. Simplemente déjalo salir y plásmalo
sobre el papel. –Le digo a lo que él asiente y busca con la mirada un lugar
donde ponerse a ello pero yo le señalo mi escritorio detrás de mí—. Siéntate
allí. Estarás más cómodo. –Le dijo a lo que él asiente levantándose y
acercándose a una de las sillas que me dan la espalda. Se sienta en el mismo
lugar en donde se sentó hace unos días su madre. Cuando se sienta pone todos
los papeles sobre la mesa y se acomoda las pinturas a su diestra. Cuando tras
un largo resoplido chasquea la lengua, se gira a mí para devolverme una mirada
un tanto triste.
—No se me da muy bien pintar. –Resopla—.
No sé muy bien cómo hacerlo…
—Tienes todo el tiempo del mundo. –Le digo
mientras miro mi reloj en mi muñeca—. Es mentira, solo te quedan cincuenta
minutos. Así que ponte a ello. –Él me devuelve una sonrisa cálida pero
levemente preocupada y se gira de nuevo a la mesa para ponerse a ello. Desde
donde estoy sentado solo puedo verle si giro mi cabeza, y lo hago sin duda,
aprovechando que yo no puedo ser testigo de su mirada. Me acomodo mejor para
mirarle más detenidamente. La forma en que su cabello está corto en su nuca y
como los mechones más largos que caen desde la coronilla se mueven con leves
gestos de su cabeza. La forma de su cuello y como este se desliza hasta
convertirse en sus hombros a cada lado de su estructura. Con esa camisa blanca
puedo ver los movimientos de los músculos de su espalda al moverse. De reojo
veo que coge la pintura marrón y comienza a pintar algo en uno de los papeles.
Gestos calculados y movimientos precisos. Está intentando ser detallado pero
más que en sus gestos me gusta fijarme en la expresión concentrada de su
rostro. Se ve terriblemente adorable.
Como si él pudiera sentir mi mirada sobre
él, deja de pintar, algo confundido y me mira de reojo por encima de su hombro
para descubrirme infraganti al acecho de sus expresiones. Él enrojece levemente
y me sonríe avergonzado mientras que yo le aparto la mirada por haberme sentir
cazado en pleno escrutinio de su anatomía. Vuelvo a mirar al frente pero rápido
me encuentro nuevamente mirando su dirección aunque esta vez con más disimulo.
Miro como sus pies se mueven debajo de la mesa. Sus converse se mueven de un
lado a otro pensativo. Puedo ver parto de su muslo por el lateral de la silla.
Me siento muy extraño al sentirme tan atrevido al volver a mirarle, pero más
extraño es para mí este incontrolable sentimiento que me obliga a no apartar la
mirada. No me planteo hacerlo, es una imagen preciosa.
Él aparta uno de los papeles a un lado y
yo aparto la mirada de él mientras me miro fingidamente interesado, las manos
sobre mi regazo. Para cuando él quiere hablarme yo ya no le estoy mirando.
—¿Tengo que darte uno por uno los papeles
según vaya haciéndolos o te los doy todos luego? –Me giro a él ante su
pregunta.
—Todos luego. Cuando hayas terminado
todos. –Le digo y él asiente volviendo a su tarea. Esta vez coge una pintura de
color rosado y sigue con otro papel. Ya le he vuelto a mirar. He vuelto a caer
en la imagen de su cuerpo de espaldas a mí y no puedo ya apartar de nuevo la
mirada. Tiene dos pendientes en sus orejas. Se mueven mientras colorea el folio
y hacen un precioso vaivén que me pone a la vez que ansioso, excitado. No puedo
evitar sentirme de esta manera cuando me siento tan terriblemente vulnerable a
cualquiera de sus gestos. Aún recuerdo cuando hablamos por teléfono y mi
perpetuo rubor durante toda aquella noche. Todo el tiempo invertido en intentar
calmar el temblor de mis manos y la horrible sensación de culpabilidad que le
ha seguido todos estos días a mi sincero cariño ante este chico. Sin embargo
este se ha visto reducido desde el día que he conocido a sus padres. Ante aquella
horrible imagen de completo desamparo ahora me veo casi obligado por mi moral a
no apartarme de él.
Mis cavilaciones duran al menos quince
minutos en los que Jungkook ha terminado de pintar y se levanta de la silla
mientras reúne todos los papeles en un pequeño taco y recoge todas las
pinturas, a lo que yo le digo que no es necesario, pero él sonríe negando con
el rostro, continuando con su labor. Cuando las pinturas están de nuevo en la
cajita de cartón y los papeles aunados en una de sus manos regresa al sofá
delante de mí y se sienta con un fuerte resoplido. Cuando le devuelvo la mirada
él me sonríe, casi como si acabase de hacer un gran esfuerzo o estuviera
exhausto pero la verdad es que diría que se siente incluso decepcionado. Me
extiende los papeles mientras me devuelve una mirada divertida.
—La próxima vez, ¿qué será? ¿Hablar con
marionetas? ¿O tal vez hacer castillos con piezas de lego? –Me pregunta
intentando ofenderme pero yo chasqueo la lengua mientras le cojo los papeles de
la mano. Me los ha dado boca arriba, con las letras mirándome. No sé si lo ha
hecho para ocultarme sus dibujos por vergüenza y que no los vea hasta que no
llegue el momento o solo para hacerse esperar…
—No seas malo. –Le digo sonriendo—. Es
algo que incluso los adultos podéis hacer. Es cierto que se confía en que los
adultos seáis sinceros con vuestras emociones y las conozcáis y las sepáis
analizar, pero no todos los adultos son capaces de administrar sus emociones. Y
en una representación visual se pueden apreciar detalles que en palabras pueden
escaparse.
—Si lo que quieres es hacerme un test de
inteligencia emocional te diré que ya hice muchos. –Me dice y yo frunzo el
ceño, sonriendo en su dirección.
—¿Sí?
—Sí. Y siempre doy un alto nivel de Intrapersonalidad*.
–Dice divertido, casi entusiasmado y yo asiento.
—No lo dudaba. Me di cuenta de ello desde
el primer día. –Digo y miro el primer dibujo sobre la lista de ellos sobre mi
regazo—. ¿Y qué tal el resto de inteligencias emocionales?
—La verdad es que no están muy igualadas,
aunque el desplome de unas compensa el alto grado en otras.
—¿Cómo cuáles?
—Pues mientras que en intrapersonalidad,
lingüística y espacial soy bastante bueno, en la inteligencia matemática,
e interpersonal* soy un desastre.
—No me sorprende. –Digo divertido mientras
que él sonríe conmigo y yo miro el primer papel. “Familia”—. ¿Me los has dado
en algún ordene en concreto o…? —Él niega con el rostro.
—No. No tienen un orden. –Asiento mientras
le doy la vuelta al primer papel y me encuentro un fondo blanco, el del papel,
salpicado con diminutos puntos de color rosado. Separados entre ellos. Muy
separados. Los cuento. En total hay doce diminutos puntos en todo el papel. La
imagen es tremendamente abstracta y cuando le miro de vuelta él me sorprende
con una expresión triste.
—¿Este es tu concepto de familia? –Asiente
seguro de su respuesta mientras que yo no encuentro orden ni juicio en esta
escena tan surrealista—. ¿Harías el favor de explicármelo? Porque no lo entiendo…
—Digo y él asiente mientras me quita el papel de las manos y se lo pone de pie
en el regazo de cara a mí para que yo pueda verlo mientras su dedo vaga por
toda la superficie.
—La verdad es que ha sido de las que más
me ha costado expresar. Los puntos son de color rosa, porque el color
representa esa ternura y ese amor que importa el concepto de familia a las
mentes de una sociedad como la nuestra, y que incluso yo aun poseo, pero son
meros puntos en un amplio espacio vacío. Con lo que quiero representar que el
único amor que siento por mis padres es el que la sociedad me obliga a sentir
por ellos simplemente por el mero hecho de ser mis padres. Por compartir
genética cercana. –Dice y yo me quedo paralizado por su respuesta.
—¿Qué es eso de que la sociedad te obliga
a querer a tus padres?
—Es muy simple. Vivimos en una sociedad en
la que nos vemos obligados, por varios esquemas morales, a querer a nuestros
padres simplemente por el hecho de ser genéticamente descendientes. Si
viviésemos en una sociedad donde tener hijos no fuese importante para la
supervivencia de la especie y estos fuesen anidados en “centros especializados
de crías de niños” o algo así, el sentimiento paternofiliar desaparecería como
concepto moralizante para obligar a las familias a mantenerse unidas.
–Sentencia y yo me quedo con el rostro paralizado mientras él se queda mirando
el dibujo que ha hecho en su papel—. Todo sería más sencillo si no nos
impusieran normas morales al nacer. ¿No crees? Lo primero que te dicen al nacer
es “este es tu papá, y esta es tu mamá” “Ellos te quieren mucho” Y con esa
afirmación te condenan a tener que representar un sentimiento que tal vez tú no
albergues en tu interior.
—El amor, Jeon, es el conjunto de
recuerdos y sensaciones de la infancia extrapolados a una situación, persona o…
—Suspiro mirando como asiente con el rostro, conociendo ya lo que es él amor
desde un punto psicológico. Señala el papel con el dedo.
—Es así. Mi representación del amor
paterno. Carente de volumen y perspectiva, alejado, nimio, banal y mediocre.
Carente de todo esfuerzo y sin duda algo que quedaría precioso enmarcado y
colgado de la pared. –Mira con orgullo el papel y yo ruedo los ojos mientras
que asiento, conforme con esta solución y él aparta el papel apoyándolo en el sofá
a su lado mientras que yo miro el siguiente. “Amistad”. Repentinamente siento
un fugaz de seo de no mirar tras el papel pero antes de detenerme lo hago
encontrándome una línea gruesa y bien remarcada de color marrón recorriendo el
ancho del papel. Cuando lo pongo completamente boca arriba veo que no solo ha
usado el color marrón para colorear la gruesa línea de al menos tres
centímetros de ancho, sino que también ha usado, en menor medida, colores como
el verde, el naranja y el negro. Parece el color del vómito.
—¿Me explicas este? –Le pido mientas se lo
paso. Este es incluso más desconcertante que el anterior. El resto del folio,
en blanco, mientras que una línea cruza de este a oeste todo el paisaje.
—Claro. –Dice entusiasmado. Le encanta
exhibirse—. Nada más que escuché la palabra, ya sabía cómo representarlo. Es el
reflejo del aburrimiento y la mediocridad. No está el folio completo, tan solo
es una pequeña parte, eso representa que apenas tengo amistades, mientras que
los colores escogidos son colores desagradables, aburridos, no son llamativos
aparte de que suscita una cierta repugnancia. ¿No lo crees? –Asiento—. También
es importante que es una línea horizontal. Ni vertical ni diagonal. Es
horizontal porque es mediocre, aburrido, es pesado de sobrellevar y es incluso
visualmente desconcertante. No sabes hacia dónde anda ni en qué momento ha
empezado, pero la amistad está ahí, como un parásito que continúa a lo largo
del papel y sin que te hayas dado cuenta ya ocupa parte de este con su
repugnante presencia. –Termina y yo me quedo con la misma desconcertada
expresión que antes—. ¿No lo estoy haciendo bien? –Me pregunta triste y yo
niego con el rostro, quitándole importancia.
—Lo estás haciendo genial. Es solo que no
estoy acostumbrado a esta representación tan abstracta de unos conceptos tan
claros…
—¿Qué suelen dibujar los niños?
—Pues… en caso de niños de padres
divorciados se dibujan a ellos mismos de la mano de uno de ellos y dibujan al
otro apartado. Eso representa su preferencia por uno de sus padres, algo que
normalmente no suelen saber expresar. En niños abandonados no dibujan padres,
sino más niños o cuidadores de orfanatos. En caso de la amistad, pues se suelen
dibujar a ellos mismo con sus compañeros de clase en el patio del recreo,
incluso se dibujan ellos con sus peluches y muñecos…
—Como verás ni tengo peluches ni padres
divorciados…
—Lo sé, pero… —Niego con el rostro—.
Sigamos. –El siguiente es el concepto de “Escuela”. Cuando le doy la vuelta
encentro el folio en blanco dividido entre líneas verticales de color negro.
Ninguna de las dos franjas llama más la atención porque ambas tienen el mismo
grosor y más bien parece un paso de cebra. Las franjas son de al menos dos
centímetros de grosor. Este tiene algo más de interpretación—. Parecen barrotes
de cárcel. –Digo—. ¿Relacionas la escuela con algo obligatorio?
—¡No! –Dice decepcionado con mi
interpretación y me quita el papel de las manos—. Son colores neutros porque
representan disciplina. El blanco del fondo es la maravillosa experiencia de
los conocimientos y el negro es el esfuerzo y el sacrificio. Ambos van ligados
y el uno tiene que ir precedido del anterior. –Asiento mientras que ahora lo
veo más claro—. Parece un traje de preso o algo así, pero no lo mires así. El
color negro suele ser un color triste y aburrido pero a mí me gusta. Suele
suscitar emociones profundas y a veces incluso aun por conocer…
—Entiendo. –Asiento pasando al siguiente—.
“Pasado”. –Al dar le la vuelta al papel me encuentro con una escena un tanto
extraña. Es un bucle dibujado con pintura negra a lo ancho del papel. Parece un
rizo, un mechón rizado. Algo así como un muelle infinito.
—Es la representación cíclica del tiempo.
–Dice pensativo, señalando el dibujo en forma de muelle—. Es la representación
de que mi pasado es mediocre y continuo. Siempre volviendo al mismo punto pero
aun así, avanzando en el tiempo.
—Este es muy representativo. ¿Crees que
has tenido una vida aburrida?
—Claro. –Asiente, pensativo—. Siempre
volviendo al mismo punto de inicio pero con dos o tres años más. Siempre las
mismas aburridas emociones. Por eso te dije el otro día que no existen las
primeras veces. Todo es conocido ya, todo está ahí de antes y solo es culpa del
tiempo transcurrido que nos creamos que son experiencias nuevas.
—Ponme un ejemplo.
—Entrar en la universidad. –Dice,
tranquilo—. Pensé que iba a ser una experiencia nueva y memorable, pero no fue
más que una extraña sensación conocida de convencionalidad y curiosidad. Entras
en un aula cerrada, miras con ojos curiosos al resto de alumnos y te imaginas
de ellos nuevos mundos por conocer. Estudios que te superan en violencia,
profesores prepotentes. Y cuando conoces realmente a tus compañeros te das
cuenta que desde el parvulario, ni ellos ni tú habéis madurado lo suficiente
como para que las relaciones personales sean algo más profundo que una mera
convencionalidad y discusiones absurdas…
—Eso es muy… interesante. –Digo frunciendo
el ceño.
—Esa sensación que se tiene cuando es tu
primer día de carrera se tiene antes cuando es tu primer día de instituto, tu
primer día de escuela, tu primer día en el parvulario. Es siempre el mismo
ambiente, el mismo convencionalismo. Y será el mismo sentimiento que tendré en
mi primer día de trabajo…
—Tal vez tengas razón. –Digo pensativo,
curioso de saber cómo ha expresado el futuro. Me lo imagino con la misma
expresión que el pasado. Pero me sorprendo al descubrir el folio completamente
en blanco. Cuando lo miro detenidamente se lo enseño esperando que me diga algo
como “Ups, se me ha olvidado” pero lo único que recibo es una asentimiento de
cabeza como diciéndome. “Sí, ahí está, ese es mi futuro”—. ¿Nada?
—Exacto, no hay nada…
—Pero según tu teoría cíclica, también
deberías haber dibujado esa espiral…
—No. –Dice, en rotundo—. El futuro aún no
está escrito.
—¿Tienes esperanzas de equivocarte y que
la vida te sorprenda con un gran acontecimiento?
—El gran acontecimiento tienes que
crearlo, no aparecerá de la nada. Y yo tengo grandes expectativas para mi
futuro, pero aún está en blanco. Solo es cuestión de tiempo. –Dice seguro pero
zanja el tema señalando el último papel que queda sobre mi regazo. Le paso el
papel anterior y él lo coloca a su lado donde están el resto. La palabra Amor
me sorprende tanto como me suscita una curiosidad explosiva. Cuando le doy la
vuelta la imagen más que una sensación de concordia y paz, me transmite un
terror que no había experimentado en mucho tiempo. Un miedo que nada desde lo
más profundo de mí, una sensación tan extraña que no consigo comprenderla. La
imagen es como observar un huracán desde lo alto con el ojo del huracán justo
en el centro del folio. Un huracán de color negro.
—¿Qué diablos…? –Pregunto a la nada en un
susurro audible mientras Jeon me mira curioso. Yo solo observo los trazos. Ha
creado una completa espiral con el centro justo en medio del papel y esta
parece incluso que gira sobre el papel. Los trazos son solo con color negro, pero
algunos parecen grisáceos. Hay algo granate por alguna parte, pero casi
imperceptible.
—¿No lo entiendes?
—Creo que esto no es el amor… —Digo,
pensativo—. Yo nunca había visto que alguien dibujase el amor de esta
forma…
—¿Esperabas que dibujase corazones o algo
parecido? –Me dice divertido y yo asiento de forma inconsciente.
—Me dijiste que no creías en el amor. Que
no lo sentías. Me esperaba encontrar el folio en blanco…
—Bueno, tienes razón. No lo he sentido. O
no al menos como la convencionalidad espera que lo sienta. Este es el
sentimiento más cercano que he conocido al amor.
—¿Cómo se llama ese sentimiento? –Le
pregunto absorbido por la violencia del movimiento de este huracán.
—Obsesión. –Dice tranquilo y yo frunzo el
ceño en su dirección, él lo argumenta—. Es lo mismo. ¿No? Yo creo que sí. No
hay mucha diferencia entre el amor y la obsesión. Al fin y al cabo ambos son:
Pérdida de voluntad y raciocinio y completa sumisión hacia el objeto deseado.
–Dice y yo suspiro largamente mientras señalo el ojo del huracán.
—¿Por qué esto? ¿Un huracán?
—Algo así. Simplemente un remolino de
emociones.
—Emociones malas. –Aclaro mientras señalo
el color negro—. A pesar de que a ti te guste el color, el negro es un color
oscuro y misterioso. –Él se encoge de hombros ante mis palabras.
—Así es. Ya te lo dije. No me gusta perder
el control de las cosas. –Sentencia y yo le doy el papel y me paso las manos
por el rostro. Ahora huelen a cera por culpa de las pinturas y ese es un olor
al que no estoy acostumbrado. Con el ceño fruncido miro la hora y me doy cuenta
de que apenas queda un minuto. Con una sensación de cansancio me levanto de la
silla y él me devuelve los papeles y las pinturas—. ¿Estás bien?
—Sí, solo un poco cansado. Es la hora,
deberíamos recoger. –Le digo mientras yo me encamino a mi escritorio y
guardo en la carpeta con su nombre sobre mi estantería todos los dibujos que ha
hecho. La otra carpeta con folios en blanco la guardo en mi bandolera y junto
con ella las pinturas dentro de su correspondiente caja de cartón. Con todo
ellos Jeon ya se ha levantado del sofá con chaqueta de cuero en mano y con la
mochila colgada de uno de sus hombros. Con una sonrisa está a punto de
despedirse pero antes de eso parece que se arrepiente y se pasa la mano por la
frente, pensativo.
—Estaba pensando en volver a proponerte
salir a tomar un café. –Me dice y yo le miro con una sonrisa nerviosa—. Pero
acabo de recordar que tienes a otro paciente después de mí. –Dice chasqueando
la lengua, disgustado. Yo sonrío en forma de disculpa y le abro la puerta de la
sala de consultas para que salga. Justo cuando lo hace se gira a mí y me sonríe
con ternura. Está a punto de decirme algo cuando mi secretaria nos
interrumpe.
—Doctor Min, hace media hora ha llamado la
madre de Kang Yunglee. Dice que no puede venir porque el miércoles cogió gripe.
–Suspira y Jeon enfrente de mí suelta una sonrisa enorme, placentera,
desmesuradamente alegre—. No quería interrumpir la consulta… —Se excusa la
secretaria por no haberme informado antes pero yo niego con el rostro,
quitándole importancia.
—Pues entonces, recoge y vete. Yo cierro
la consulta. –Le digo amable pero ella ya tenía prevista esta respuesta de mi
parte pues tiene su abrigo de la mano y el bolso con sus cosas cerrado. Se
levanta con una amable sonrisa y desaparece por la puerta de la consulta hacia
la calle. El sonido de sus tacones bajando por las escaleras nos acompaña hasta
que Jeon decide romper el silencio.
—¿Entonces? –Me pregunta esperanzado—.
¿Aceptas mi propuesta o me veré obligado a suplicar? –Yo ruedo los ojos ante un
puchero ensayado y resoplo, convencido.
—Está bien. –Digo, y él suelta una risa
entusiasmada. Sus ojos desaparecen detrás de su sonrisa—. Pero solo un café, no
quiero entretenerte y que tus padres piensen cualquier cosa…
Él asiente entusiasmado y yo apago las
luces y cierro mi consulta. Me recorre una extraña adrenalina por todo el
cuerpo. Es lo más emocionante que he hecho en meses, y es tan solo un mísero
café. Eso me hace darme cuenta de lo lejos que estoy de la realidad y de mi
mismo, si me sorprendo al verme entusiasmado por una infantil sonrisa de su
parte.
———.———
*La inteligencia intrapersonal corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en la teoría de las inteligencias múltiples que se define como la capacidad que nos permite conocernos mediante un autoanálisis. La inteligencia intrapersonal: La capacidad de ver cómo somos y lo que queremos.
*La inteligencia interpersonal corresponde a una de las inteligencias del modelo propuesto por Howard Gardner en la teoría de las inteligencias múltiples. El adjetivo interpersonal hace referencia a aquello que se establece o se lleva a cabo entre al menos, dos personas. Es la que nos permite entender a los demás. La inteligencia interpersonal es mucho más importante en nuestra vida diaria que la brillantez académica, porque es la que determina la elección de la pareja, los amigos y, en gran medida, nuestro éxito en el trabajo o en el estudio. La inteligencia interpersonal se basa en el desarrollo de dos grandes tipos de capacidades, la empatía y la capacidad de manejar las relaciones interpersonales.
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