AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 14
CAPÍTULO 14
Yoongi
POV:
16 – Octubre – 2017
MARTES
Cuando entro dentro de la consulta, tras haber cruzado la vacía sala de espera, exceptuando a mi secretaria, me quedo en un silencio atronador tan solo roto por el sonido de mi respiración entre estos muebles. Miro directo hacia el sofá donde se sientan todos mis pacientes, pero aun tener tres o cuatro pacientes diarios, diferentes, ahí sentados cada día, solo puedo pensar en Jeon así sentado. Ahora ese es su lugar, pertenece a él y solo a él en este momento y cuando comienzo a recordarle, un sentimiento de confusión me llega hasta el pecho para acongojarme. Es una confusión extraña y anómala. Jamás había sentido esta suma de emociones y aún están demasiado alborotadas y mezcladas como para comprenderlas o incluso analizarlas. Ponerme a ello requiere una gran suma de esfuerzo que en este momento no deseo invertir.
La puerta se abre detrás de mí, al paso de unos minutos. Mi secretaria asoma levemente la cabeza mientras que me sonríe con algo de inocencia. No sé cuánto tiempo hace que me he quedado ahí parado en medio de la nada pero he entrado en la consulta a las cuatro menos cuarto, y son en punto porque por la expresión en el rostro de la chica ya sé que va a decir. Es por eso, y por el sonido de otras dos personas al otro lado de la puerta.
—Los señores Jeon han venido. Los padres de Jungkook. –Me informa y yo asiento mientras suelto un largo suspiro y miro alrededor observando que todo esté dispuesto para recibirles. No lo está, cabe duda.
—Hazles pasar. –Le digo mientras espero a que ella abra por completo la puerta y mientras la sujeta desde el interior de la estancia, los padres de Jungkook aparecen desde la sala de espera saludando con una mueca de despedida a mi secretaria y después posan la mirada en mí. Para ser sincero, es la primera vez que les veo. Su madre contactó con mi secretaria por teléfono para pedir cita por un mes para su hijo y yo no he tenido ningún contacto con ellos. Verles, me decepciona en grande.
—Buenos días. –Dice el señor Jeon, un hombre alto, casi más que yo, de complexión fuerte pero de notorio estado demacrado dado que no debe hacer ningún deporte y trajeado. Seguro que es el uniforme que le exigen en el banco en donde trabaja. Se inclina ante mí con respeto y yo imito el gesto mientras que su mujer le toma la palabra.
—Somos los padres de Jungkook. –Dice ella y se inclina de igual manera en mi dirección. Su estado también es bastante mediocre. Vestida con una falda de tubo de color beige y una camisa floral de flores rosas y fondo beige. Sin duda la normalidad se nota en el ambiente. Facciones amables y alegres, apariencias comunes, incluso su comportamiento no denota nada extraño. Es casi un alivio porque en comparación con otras reuniones que he tenido con padres, estos parecen dispuestos a escuchar lo que tengo que decir y ofrecerme información como con convencionalidad recíproca.
—Lo sé. –Le digo a ella mientras les señalo el lado opuesto a mi escritorio y rescato dos sillas para que se sienten—. Siéntense por favor. Disculpen que no esté preparado, acabo de llegar apenas hace unos minutos.
—No se preocupe. –Me dice el padre y acaba ayudándome a colocar una de las sillas en la que luego él se sienta. Yo me siento en la silla justo enfrente de ellos dos, de cara al escritorio y por detrás de mí saco la carpeta con toda la información que me han proporcionado de Jungkook y todas las anotaciones que he recogido en las consultas. Hay menos de las que me esperaba, pero es tal vez culpa de mi mente que hace que los recuerdos tengan más importancia y hayan magnificado nuestras conversaciones. Cuando alzo la mirada me encuentro con las expresiones algo confusas de los padres de Jungkook mirándome, esperando por una explicación de mi llamada.
—¿Ha pasado algo con nuestro hijo? –Me pregunta su madre levemente preocupada.
—No. No ha pasado nada. Esto no es la escuela y yo no soy el director que quiere reprenderles por el comportamiento de su hijo. Es algo rutinario, no se preocupe.
—Ah… —Dice ella más sosegada y pone una mano sobre la mano de su marido en el regazo de este, más calmada—. ¿Qué es exactamente lo que quiere de nosotros?
—Solo hablar sobre su hijo. Quiero conocer vuestra versión acerca de él y quiero conocerlos a usted para saber qué influencias tiene él de ustedes.
—¿Cree que ha podido ser culpa nuestra? –Pregunta el señor Jeon y yo frunzo el ceño.
—¿La culpa de qué?
—De que en la universidad le hayan aconsejado venir aquí…
—No estoy diciendo que Jeon haya hecho nada malo ni de que ustedes tengan la culpa de nada, al contrario. Veo que son unos buenos padres, hombres respetables…
—¿Entonces?
—Les seré sincero. –Digo, cogiendo aire—. No creo que este sea el lugar donde Jeon deba ir. Es decir, durante semana y media no he logrado aún encontrar el motivo porque alguien querría que un alumno fuese al psicólogo. No soy un loquero ni todos mis pacientes están locos. Hablar nunca viene mal y menos con un profesional, pero Jeon no creo que necesite terapia, y si la necesita, no es la mía. Yo ayudo a adolescentes con problemas en clase, con problemas a la hora de estudiar. Mi especialidad es hacer que alguien consiga retener conocimientos, ayudarle a fortalecer su cerebro, ayudarle en periodos de estrés de exámenes. Pero su hijo, señores, es un portento sin mi ayuda. Y yo me siento a veces perdido con él…
—¿Y qué nos aconseja? –Me pregunta su madre, preocupada—. Solo queremos lo mejor para él…
—Pues mire, lo que le puedo decir es que usted ya me ha abonado el dinero por este mes. En dos semanas se termina la terapia. Déjeme ese tiempo para seguir estando con él y cuando finalice, tendré las ideas más claras. Lo que le estoy diciendo es solo una suposición, pero creo que su hijo no tiene mayor problema que él mismo. –Suspiro—. Es un chico muy listo, muy inteligente pero tal vez algo introvertido. Nada más. Eso no es algo que necesite terapia. ¿Sabe? Las personas somos como somos y no hay más. Yo también era alguien muy tímido en mis años en facultad…
—Me alegro de saber que nuestro hijo está bien. –Dice el padre mientras aprieta la mano de su mujer y yo sonrío con ese gesto tan amable y agradable.
—Háblenme de Jungkook. –Les pido mientras tomo mi agenda—. ¿Cómo era de pequeño?
—Pues era un chico bastante tranquilo. –Dice su madre, pensativa y con una sonrisa nostálgica—. Siempre comparábamos el resto de madres a nuestros hijos y las que tenían niñas solían decir que estas eran más tranquilas que los muchachos, pero he de reconocer que Jungkook no se comportaba como el resto de niños. Era más tranquilo, más pausado. Le gustaba verlo todo y conocerlo todo. Era muy curioso pero no como el resto de chicos que siempre estaban buscando palos para golpearse o saltando desde los sofás.
—Entiendo. –Digo mientras apunto en la libreta.
—Era un chico muy listo. –Habla ahora el padre—. Siempre ha sacado buenas notas. En sus años de adolescencia, algo menos, pero ya sabe cómo son las hormonas. –Asiento sonriendo y la madre continúa.
—Nunca me ha dado esa clase de problemas que dan los niños cuando son pequeños. Siempre ha comido bien, ha comido de todo, siempre tenía su cuarto recogido, siempre le gustaba ir con sus tíos o sus abuelos al parque y esas cosas…
—¿Cómo era el comportamiento de Jungkook en la escuela? –A mi pregunta ambos dos personas se miran entre ellas con una mueca triste y la madre es la que me contesta.
—La verdad es que los tres primeros años no fueron muy buenos. Por las mañanas entraba llorando, pidiéndome que me quedase con él, y a la salida, siempre salía llorando…
—¿Por qué? No le gustaba…
—No es que no le gustase la escuela. –Dice ella, tranquila—. La verdad es que siempre ha tenido las mejores notas de su clase y los profesores siempre que nos llamaban eran para darnos la enhorabuena. El problema es que siempre que salía de clase salía con arañazos, o con moretones, o con… —ella traga en seco—. Un día salió de clase con una herida en un ojo, le sangraba el ojo. –El padre niega con el rostro acordándose de aquello y la madre me mira, triste—. Al parecer uno de los chicos mayores le había metido un palo o una pajita en el ojo y le había rasgado la córnea. No pasó nada, por suerte, pero siempre eran cosas así. Cuando iba de excursión con la escuela siempre regresaba llorando porque alguien le había roto sus cosas o le había tirando no sé dónde.
—Eso no me lo había dicho… —Murmuro para mí y su madre se encoge de hombros.
—Solo fueron los tres primeros años de escuela. En el parvulario. ¿Me entiende? Se acuerda de algunas cosas, pero no de todas. No tiene mayor importancia.
—Sí lo tiene, señora. –Le digo—. ¿Dice que fue en el parvulario? Entonces fue desde los tres a los seis años. Pues es en esos años donde se forja la personalidad de una persona. Y aunque él ahora no se acuerde, puede que eso fuese lo que ahora ha desencadenado que no se lleve bien con sus compañeros de clase…
—¿No se lleva bien con ellos? –Me pregunta su madre, a lo que yo me quedo levemente atónito.
—No. Tanto el profesor que le ha recomendado esta consulta como él mismo reconocen que no tiene una especial relación amable con sus compañeros.
—No lo sabía… —Dice ella pensativa y yo frunzo el ceño mientras el padre no parece sorprendido. Ni por su desconocimiento ni por la nueva información.
—¿Cómo han sido los siguientes años de escuela?
—Normales. –Dice ella—. Supongo que con el tiempo dejaron de molestarle. Y si no lo hicieron, él nunca me dijo nada. Durante el instituto, pues normal… salía de vez en cuando, su media bajó un poco, cosas de la edad, supongo…
—¿Conocen alguna relación amorosa que haya podido influenciar negativamente en Jungkook? —Le pregunto a su madre pero es su padre el que me contesta.
—Jungkook nunca ha tenido pareja. –Dice, sentenciando la pregunta y su madre asiente, corroborando la respuesta de su marido.
—¿No saben de nadie con quien haya tenido relaciones ni…?
—No. –Dice ella, pero no muy segura—. La verdad es que no hablamos de esas cosas con él. Él es muy listo, sabe lo que debe hacer y lo que no. Sabe que debe tomar precauciones.
—Está bien. –Pienso en otra pregunta—. ¿Saben de su grupo de amigos con los que suele salir a menudo? ¿Cómo son ellos? –De nuevo esa expresión perdida.
—La verdad es que no sabemos mucho sobre ellos. Uno de ellos, creo, fue con él al instituto. Creo. ¿O no? –Le pregunta a su marido y este se encoge de hombros—. ¡Ah! Uno de ellos creo que es japonés. –Dice ella con una mueca un tanto disgustada—. No me gusta que mi hijo vaya por ahí con extranjeros, pero bueno, es adulto…
—¿No saben nada de sus amigos? –Les pregunto un tanto sorprendido pero ellos se encogen de hombros.
—Señor Min, mi hijo ya es adulto, no pretenderá que ande detrás de él preguntándole por sus cosas…
—Lo entiendo, pero al menos saber con quién sale. Como mínimo porque sigue viviendo bajo vuestro techo. –El hombre se encoge de hombros y la mujer me mira con una mueca desubicada—. En fin, no importa. Díganme, ¿ayudan a estudiar a Jungkook o lo hace por su cuenta?
—Por su cuenta. –Me contesta su madre—. Nosotros no tenemos profesión de medicina, así que no sabemos nada al respecto. Está ya en el tercer curso, es mucho para mí…
—¿En tercero ya? –Le pregunta el padre a ella y yo les miro frunciendo el ceño. Me siento como si me estuviesen gastando una broma pesada—. Vaya, si que pasa el tiempo…
—Bueno, díganme. ¿De qué suelen hablar su hijo y usted? –Ella se me queda mirando y piensa, pero no debe encontrar nada. El padre me contesta primero.
—La verdad es que yo no suelo hablar mucho con él. Apenas estoy en casa. Me paso el día en el banco. Y cuando estoy, él está en su cuarto metido sin salir.
—Yo sí estoy más en casa, pero con todo lo que tengo que hacer, no tengo un solo segundo.
—Entiendo. –Digo y apunto en la libreta.
—La verdad es que Jungkook hace su vida, casi a parte de nosotros. Cocina para él, se limpia su cuarto, se plancha la ropa… todo lo hace solo…
—¿Desde cuándo tiene Jungkook esta independencia? –Les pregunto pero su madre no hace un gran esfuerzo.
—Desde siempre. –Dice, y yo levanto la mirada para encontrarme una expresión orgullosa y sonriente—. Siempre ha hecho lo que ha querido, pero la verdad es que como siempre ha sido responsable nos ha parecido bien darle esa independencia. Sacaba a los perros cuando era pequeño, limpiaba su cuarto a conciencia…
—¿Sus perros?
—Sí. Teníamos dos. Luna y África. –Suspira—. A la primera la atacaron unos perros callejeros, cuando Jungkook tenía nueve años. Apareció de madrugada medio muerta en el jardín del chalet. Pobre. No aguantó ni un día. Y la segunda se escapó. Dejamos la puerta abierta por la noche y ya no regresó. Con esta sí que Jungkook lo pasó mal. Lloró día y noche…
—Está bien. No necesito que me cuenten esto… —Suspiro mirando de reojo la lista de palabras de Jungkook y como puso “Muerte” después de haberle dicho “animal”. Siento una punzada de culpabilidad por habérselo reprochado pero ahora no puedo pensar en eso—. No sé que más preguntarles, tengo la sensación de que ha sido un error llamarles…
—¿Y eso? –Pregunta el padre, confuso.
—No he obtenido nada nuevo. Más que Jeon sufre una completa inexistencia paterna.
—No creo que Jeon nos eche en falta. –Dice la madre—. Es muy independiente.
—La independencia no tiene que ir ligada con la completa ignorancia del hijo. Pueden darle su espacio pero eso no les impide hablar con él de vez en cuando, preguntarle sobre su vida o solo escuchar lo que él quiera decir.
—Es que siempre que habla lo hace de cosas raras. De libros y de política. Y yo no sé qué decirle. Y si le ignoro o le digo que no quiero hablar o de que me hable de cómo le va en clase, él se pone a la defensiva y se marcha.
Suspiro largamente y cierro la libreta.
—Bueno, creo que es suficiente.
—¿Hemos terminado? –Pregunta el padre mientras hace el amago de levantarse y yo asiento mientras le indico que pueden marcharse. Ambos dos se levantan, se despiden de mí con una inclinación de cabeza y yo no les acompaño a la puerta. Me quedo sentado en mi escritorio mientras ambos dos personajes desaparecen de la escena y me quedo mirando los apuntes que acabo de tomar. De todas las clases de padres, esta son las peores. Se desviven monetariamente por su hijo, le mandan a consultas porque alguien que no conocen les ha recomendado que deben hacerlo y luego ignoran a su hijo cuando lo tienen al lado. Frunciendo más el ceño me doy cuenta de que puede que no sepan que su hijo es bisexual. O que tiene la capacidad de dialogar más refinada que he visto en alguien de su edad. Tampoco creo que sepan que son los padres más afortunados del mundo y yo el psicólogo más desgraciado del planeta. Cuando ellos se han ido de mi consulta se han llevado consigo todo sentimiento de culpabilidad por haber entablado amistad con mi paciente, con su hijo. No solo yo lo necesito, su hijo también.
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