AMOR ARTIFICIAL [Parte I] (YoonKook) - Capítulo 10

 CAPÍTULO 10 


Yoongi POV:

12 – Octubre — 2017

Viernes

El bus da un pequeño giro y las personas de pie se agarran levemente y precavidas de los barrotes metálicos alrededor para asegurarse y no caer al suelo. Yo me agarro a la barra metálica horizontal justo delante de mi asiento. En mi regazo hay una pequeña bandolera* marrón con un par de carpetas dentro y un libro sobre ella, abierto por una página cualquiera de donde intento leer, pero ni el ritmo del bus ayuda ni la presencia de un hombre a mi lado ayuda demasiado. Es un hombre que me ha hecho levantar de mi asiento para darle paso cuando en realidad no solo podría haberse quedado de pie, sino que hay muchos otros pares de asientos vacíos a lo largo del bus. A pesar de ser una hora concurrida no hay muchas personas en el trayecto. Apenas diez personas a lo largo y ancho del bus. Tres o cuatro de pie y el resto sentados en las disposiciones de los asientos. El bus vuelve a dar un giro a la derecha y yo me agarro de nuevo de la barra de protección metálica mientras con la otra mano intento mantener el libro abierto por el mismo sitio. 

Llevo todo el trayecto anclado en la primera hoja del capítulo cuatro del libro de Natsume Soseki. Y me parece asombroso que cada vez que quiero leer la primera frase, alguien me interrumpe o tengo que soltar el libro de forma repentina porque el conductor no parece capacitado para conducir de forma decente. De vez en cuando le lanzo alguna mirada de soslayo con la intención de que la sienta y aminore la brusquedad de sus giros, pero no parece percatarse de ello. Cuando me siento a gusto de nuevo vuelvo a leer la misma insulsa frase y no consigo comprender nada hasta que llego a la mitad del párrafo y me sorprendo al verme completamente perdido el lectura. Tengo que volver a empezar, porque no recuerdo nada de lo que he leído. Para entonces el hombre a mi lado me pide permiso para levantarse y salir del bus. Yo asiento con una sonrisa forzada y me levanto para dejarle espacio y cuando se ha marchado me siento de nuevo en mi asiento, soltando un largo resoplido y me muerdo el labio inferior. 

—Se le ve muy concentrado en la lectura. –Dice una voz detrás de mí, sobresaltándome. Cuando me giro encuentro el rostro de Jungkook mirándome directamente a los ojos mientras, parado de pie a mi lado, se agarra del barrote vertical a la altura de su cabeza—. Si no fuera porque llevas todo el camino en la misma página. –Me dice y yo enrojezco débilmente. Rápidamente me sorprendo a mi mismo al verme sonrojado por sus palabras. He perdido la cuenta de las veces que me ha hecho sonrojar. Con un largo suspiro cierro el libro y me vuelvo a él, que se ha acercado más a mí, inclinando su rostro. 

—¿Me has estado observando? –Le pregunto y él asiente con una sonrisa mientras se encoge de hombros. 

—Estaba sentado atrás, y cuando te has montado en el bus ni te has dado cuenta de que yo estaba aquí. –Dice mientras señala el libro con la mirada—. No has pasado una sola página. –Mira alrededor, divertido—. El bus no es un buen lugar para leer. Créeme que lo he intentado. 

—¿De veras?

—Sí. Por mi experiencia los mejores lugares para leer son mi habitación, el salón de mi casa cuando no hay nadie y tu consulta. –Dice con una sonrisa y yo le sonrío de vuelta. 

—¿Mi consulta?

—Suele estar en silencio. –Se encoge de hombros—. ¿Pensabas que diría algo como una biblioteca o algo así…?

—Una biblioteca no es mal lugar. –Digo y él niega con el rostro. 

—No estoy de acuerdo, siempre lleno de gente, caminando de un lado a otro. Pierdo rápido la concentración. Hay demasiados estímulos visuales. 

—Entiendo. –Digo y guardo mi libro en la pequeña bandolera y miro en dirección a la calle, a través de la ventana a mi lado. Aún quedan unas cuantas paradas. Después, vuelvo la vista a él, levemente intimidado por su presencia, y más por el hecho de que tengo que mirarle hacia arriba, y él me mira hacia abajo, por lo que la altura, al estar yo sentado, es muy considerable. Cuando le miro lo hago de arriba abajo fijándome, aunque disimuladamente, en la forma en que va vestido. Se ha puesto unos vaqueros normales rotos por las rodillas, una camiseta negara que parece de manga corta metida por dentro del pantalón y sobre todo una camisa de color beige. Se ve elegante, sin estarlo. Eso me hace sentir muy impresionado. Él recae en mi mirada analítica y me sonríe como si fuese consciente de que es víctima de un análisis. 

—¿Qué me miras? –Me pregunta y yo me encojo de hombros sin saber muy bien que responder—. ¿Te estoy incomodando? –Me pregunta con vergüenza y temor y yo niego rápido con el rostro, haciendo que se deshaga de esa idea. 

—Al contrario. Hablar contigo es la mejor alternativa a fingir que leo en un bus. –Digo y él ríe mientras sus ojos se entrecierran—. Ayer probé lo que me dijiste. –Le digo y él no parece entenderlo—. Me abrí una botella de vino y me puse a leer llegada la noche. 

—Qué clásico. ¿Y cómo fue la experiencia?

—Sobrevalorada. –Digo con una sonrisa y él la imita. 

—Lo suponía. –Suspira y yo asiento. 

—A la segunda copa tenía la vista cansada y me empezó a entrar sueño. No pude más que llegar al capítulo cuatro. –Digo suspirando y él sonríe aún más. 

—¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre? –Me pregunta como algo convencional, una pregunta en la que tan solo quiere conocerme, pero verme reflejado en su rostro de esta forma tan irreal se me hace algo extraño. No lo suficiente si en realidad no nos hubiéramos conocido en circunstancias similares. 

¿Yo? –Pregunto aturdido y él asiente, como si fuese lo más normal—. Pues la verdad es que mi tiempo libre me lo paso en casa leyendo, normalmente revistas sobre psicología o medicina, o cualquier cosa. También paseando o… —pienso—. La verdad es que no tengo mucho tiempo libre. 

—¿Tienes esposa? –Me pregunta y puedo oír en la frase que no es algo que él diría. Esta también es una pregunta convencional para saber si tengo pareja. 

—No. No estoy casado. 

—¿Prometido, tal vez? –Me pregunta con una sonrisa pícara pero yo vuelvo a negar con el rostro. 

—Ni siquiera enamorado. –Digo y él niega con el rostro, quitándole importancia. 

—¿Y eso que tiene que ver? No hace falta estar enamorado para casarse y no hay que casarse como representación oficial del amor. Son cosas muy diferentes. 

—Lo sé. –Digo, pensativo—. Pero no estoy con nadie, si es lo que me estabas preguntando. –Digo serio y llego al punto en cuestión y él asiente, más satisfecho con mi respuesta.

—Siento la pregunta personal. Pero entiende que yo me siento muy violento contándote mi vida entera y no siendo correspondido. –Dice sin mirarme, mirando a través de la ventana a mi lado—. Y por eso me he tomado la libertad de aprovecharme de este ambiente distendido para preguntártelo. 

—¿Te sentías curioso acerca de ello?

—Me siento curioso acerca de muchas cosas. Pero tengo que aprender a administrar mi curiosidad. 

—Entiendo. –Digo pero en realidad no llego a comprender hasta qué punto su curiosidad es tan inestable y desbordante—. ¿Sobre qué más te sientes curioso? Aprovecha que estamos fuera de mi consulta. –Él no lo piensa demasiado. 

—¿Vives solo? –Pregunta y yo asiento, mientras le miro—. ¿Te costeas tú solo el piso?

—Sí, es pequeño. Pero con el dinero que gano es suficiente para mí. 

—Demasiado adolescente perdido y demasiado padre desinteresado. –Dice él con una sonrisa y yo asiento mientras le miro con curiosidad. 

—¿Por qué quieres saber eso?

—Estaba curioso porque cuando termine la universidad y encuentre un trabajo quiero costearme un piso para mí solo, pero me temo que tendré que vivir un tiempo con compañeros de piso, al menos hasta que ahorre…

—Supongo. –Digo y me encojo de hombros—. Pero no te preocupes, con las buenas notas que tienes seguro que te cogen en un hospital o cualquier cosa. –Le digo divertido y él asiente, pensativo. El bus se detiene y se bajan unas cuantas personas. Otras tantas se suben y vuelve a la carretera. En la siguiente parada he de bajarme, y supongo que Jungkook también. 

—Tengo otra pregunta. –Dice y yo le miro sonriendo—. ¿Por qué escogiste estudiar psicología? –Me pregunta directo y yo doy un respingo. Pensando en una respuesta que darle entre balbuceos y palabras sin sentido el bus llega a la siguiente parada y me incorporo mientras él me deja paso y ambos nos dirigimos a una de las puertas de salida. Cuando el bus se detiene y nos bajamos él se pone a caminar a mi lado mirándome directamente, esperando una respuesta, pero yo no sé qué decirle. 

—La verdad es que no lo sé muy bien. Cuando terminé el instituto solo había dado un año de psicología en el último curso y me llamó la atención. Nada de las demás cosas me parecían estimulantes y aposté por ello sin pensarlo demasiado. Luego escogí la especialidad de psicología del aprendizaje porque pensé que tratar con problemas escolares y con chicos jóvenes me ayudaría a mi mismo también. –Me paso los dedos por los ojos—. No lo sé, la verdad. ¿Por qué tú escogiste medicina? –Le pregunta ahora a él y él da un respingo. Igual que yo he dado en el bus por la sorpresa de la pregunta. Él sin embargo se desenvuelve mejor que yo. 

—¿Yo? Porque soy muy curioso y me gusta saber lo que hay dentro de las personas. –Dice con una sonrisa infantil y yo río de su expresión. 

—Yo podría haber dicho lo mismo. No tendría que haberme enrollado tanto. –Digo y  ahora él es el que se ríe. El día está levemente nublado con el sol escondido detrás de densas nubes, pero no hace nada de frío y eso me hace sentir más tranquilo. Caminando a su lado me hace sentir algo más pequeño e inocente, cuando él se ve tan alto e imponente, pero la verdad es que cuando me devuelve la mirada sonriente parece pequeño y perdido. Me gusta su expresión, me gusta su forma de verse a mi lado. 

—¿Normalmente todos los pacientes a los que atiendes, se curan? –Me pregunta y yo frunzo el ceño, negando con el rostro. 

—Mis pacientes no están enfermos. No tienen que curarse de nada. Solo tienen que corregir ciertos aspectos de su comportamiento…

—Es lo mismo. –Dice encogiéndose de hombros—. Tú y yo tenemos lo mismo: Pacientes. Personas con enfermedades las cuales hacen que el paciente se salga de lo común de la sociedad. Tienes que meterte dentro, toquetear un par de cables y enchufes y ponerlo a punto. –Dice divertido pero a mí no me hace excesiva gracia. 

—No es lo mismo, alguien que tiene que ser operado de apendicitis que alguien, por ejemplo, que tiene una severa depresión. 

—Es exactamente lo mismo. –Repite él, mientras frunce el ceño, obcecado en ello. 

—El paciente de apendicitis tiene alto riesgo de muerte si no es operado…

—¿Y el otro no? –Me pregunta y estoy a punto de responder, pero no consigo hallar palabras. Acabo meneando la cabeza, confundido—. Pero es diferente. Entiendo que siendo médico debas ver a tus pacientes como partes que hay que cortar o venas que hay que empalmar, pero mis pacientes requieren conversaciones, requieren mimos y paciencia… —Jungkook niega con el rostro. 

—No estoy haciendo diferenciación en la forma del tratamiento, sino en que ambos necesitan un tratamiento. Porque se salen de la normalidad. Lo estipulado es estar feliz, canturreando al caminar y con el apéndice en buen estado. –Dice y se encoge de hombros—. A veces no comprendemos que hay cosas que no se pueden solucionar y que están así  porque deben estar así, y punto. 

—¿Estás hablando de algo en concreto? –Le pregunto pero él niega con el rostro, confundido. Como si con mi pregunta acabase de sacarle de la conversación.

—No, de nada en concreto. Yo te preguntaba si todos tus pacientes han solucionado sus problemas. O como quieras verlo. 

—No todos. –Le digo, al fin—. No todo el mundo supera una depresión ni puede retomar los estudios después de varios años tirando la toalla. Pero la mayoría consiguen superar sus problemas y seguir adelante, a pesar de que arrastren tiempo en desuso. 

—Ya veo… —Dice, pensativo. 

—Eso no significa que yo no sea un buen psicólogo. –Le digo—. Obviamente no soy el mejor pero tampoco soy malo en ello. No todo el mundo puede seguir adelante…

—Lo entiendo. Yo cuando sea médico no podré salvar a todos mis pacientes. Es algo que hay que asumir…

—Eso es muy maduro. –Digo, sorprendido—. Igual que el policía que sabe que no puede capturarlos a todos los ladrones y que el bombero que no puede apagar todos los incendios… A veces las cosas no están en nuestra mano. 

—Eso es lo que más miedo me da. –Me dice, a medida que nos acercamos al portal del piso. 

—¿Qué las cosas se te vayan de las manos? –Le pegunto divertido pero él me mira con una expresión grave que me asusta incluso a mí. Le veo como un niño que acaba de despertar de una horrenda pesadilla. 

—La verdad es que sí. –Asiente, triste. Nos detenemos justo en la puerta del portal en el que se encuentra mi consulta y justo antes de meter la lleva en la cerradura del portal, le dirijo la mirada y él me la devuelve con una sensación de sorpresa. Yo le sonrío para apaciguar sus nervios y él me devuelve una sonrisa amable.

—Esta es la conversación más larga y adulta que he tenido en días. –Digo, tranquilo. 

—¿Fuera del trabajo?

—Y en el trabajo incluso. –Digo y él sonríe con mis palabras—. Lo necesitaba. 



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*Bandolera: Bolso con un asa larga que puede colgarse del hombro cruzando el pecho.

 


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