Sin recompensa (JiKook) Capítulo 8 - Sangre
CAPÍTULO 8 — Sangre
Jimin
POV:
Un par de días pasaron y cuando tuve que retomar la rutina de clase él se vio obligado a quedarse solo en casa por las mañanas. Yo me preocupé siendo consciente de que era un problema pero me aseguró que los días que había sido un gato no había tenido problemas para manejarse.
—Te dejo un vaso de leche servido en la nevera porque sé que te gusta —le acaricié la cabeza antes de irme—, Si quieres ya sabes dónde están las galletas y la comida de gato. No salpiques al mear y límpiate bien cuando...
—HYUNG —gritó para detenerme pero no continué.
—Si tienes frío tienes ropa limpia en el armario y si tienes sueño no te quedes dormido con la TV encendía porque supone mucho gasto. Volveré a las dos y media y haré comida para ambos. No maches el sofá, no rompas nada...
—Hyung, detente, sé cuidarme.
—¿Me echarás de menos? —dije cogiendo sus mejillas entre mis manos y haciendo un pico adorable.
—Llegarás tarde...
—No me voy si no me das un beso... —y él rápidamente selló mis labios con los suyos avergonzado. Pero yo soy más ambicioso que eso y le di otro intensificado por mi hambre de él. Una vez me cansé salí de allí completamente rojo.
Era cierto que sabía cuidar de sí mismo porque cada día que regresaba a casa, esta estaba impecable y limpia. Siempre lo encontraba abrazado a la manta con la que yo solía dormir sentado en el sofá aburrido. Pero él me decía que era feliz así. Que los gatos estaban acostumbrados a la monotonía y la tranquilidad.
....
Acabábamos de comer un día de diario en el que había tenido clase. Jeongguk sentado en el sofá viendo la televisión mientras yo estaba en el suelo apoyado en la mesa a su lado intentando estudiar pero era imposible, él no paraba de perturbar mi mente con su dulzura encantadora. Estábamos viendo un programa cómico y a pesar de que no entendía la mitad de las cosas de las que estaban hablando se reía de todo. Su sonrisa me hacía sentir el mejor amo del mundo.
Sin darse cuenta empezó a mover sutilmente la cola en el sofá y sus propios ojos fueron directos a ella como si no la hubiera visto jamás. Esta se movía mientras sus manos intentan cazarla pero le es imposible. ¿Por qué se ve tan lindo siendo tan estúpido?
—Sabes que es tu cola ¿verdad?
—¿Eh? —el me miró estando completamente en otro mundo. Miré la cola por un momento y mi brazo ágil intentó cazarla también pero me vi sorprendido cuando me esquivó a mí de igual manera—. ¿Es difícil verdad?
—Aww... No me distraigas... —Dije sabiendo que había sido culpa mía.
—Lo siento hyung... ya me detengo... —sus labios hicieron un puchero infantil y yo no pude resistir la tentación de sentarme en el sofá a su lado y abrazarle—. Oh... hyung... ¡¡AAHH!!
Ambos caímos tumbado, yo sobre él, y él debajo de mí.
—No hagas pucheros lindos...
—¿Por qué? —me miró preocupado.
—Porque me gustan mucho. —mordí sus labios haciendo el gesto más agresivo de lo que realmente era solo para asustarlo. Yo quería que él supiera que era mi presa.
—¿Quieres un beso hyung? —preguntó como un "¿Tienes hambre?". Asentí ansioso.
Y sin dudarlo juntó nuestros labios en un comienzo tranquilos que luego tornaron el beso caliente y agresivo. Sentí la adrenalina ascender en mi columna vertebral y mis manos temblar cuando mordió mi labio inferior y lo atrajo un poco para sí solo para verme fruncir el ceño. Después sonrió pero no le di tiempo a más porque regresé a besar sus labios internando mi lengua en su boca.
Todo era muy caliente hasta que sentí su estómago gruñir de nuevo. La verdad era que no se estaba alimentando bien y eso me preocupaba. Me senté sobre su regazo y acaricié su vientre con ambas manos haciendo un masaje allí.
—¿Tienes hambre de nuevo? —el asintió sin querer mirarme, la comida no era más que un tema para que discutiéramos. Era incapaz de probar nada de lo que yo le ofrecía—. Ve a coger leche, anda...
Me aparó rápidamente de encima y salió corriendo a la cocina. —Me encantará verle hacer eso cuando estemos en verano y esté tan solo en su ropa interior— pensé.
—¡HYUNG! —gritó Kook desde la cocina haciéndome dar un respingo. Inmediatamente salí a su encuentro y lo vi frente a la nevera abierta y el cartón de leche vació—. No puede ser... —se lamentaba—, Se ha terminado ¿y ahora qué hacemos? Ha sido mi culpa, soy un maldito gato que solo bebe leche. Y me la he terminado. Perdóname.
¿Cómo podía ser tan perfecto?
—Jungguk... ha ha ha... —no pude evitar reírme a medida que él temblaba más. Me miró con una mezcla de culpabilidad, enfado y extrañeza.
—Hyung...
—Ven Kook... —le abracé y él me correspondió frotando su nariz en mi hombro— No pasa nada en absoluto. Ahora bajo a comprar más.
—¿Dónde? —Se deshizo de mí—, ¿Se compra?
—Claro... ¿De dónde crees que he sacado esta?
—¿De dónde?
—Del supermercado, bueno, en realidad de la tiendecita pequeña que hay aquí abajo.
—¿Hay un sitio que vende leche?
—Si Kook.
—¿Tienen mucha leche?
—Si Kook. —Esta conversación estaba empezando a darme pereza— Toda la que quieras.
—Hyung —dijo firme sosteniendo mis brazos con sus manos—. Cómprame toda la que haya.
—¿Sabes qué? Vas a venir conmigo a comprar, ¿quieres? —Él me miró asustado.
—No sé hyung... tengo miedo...
—Yo te protegeré —le abracé de nuevo y su cola apreció por su espalada acariciando mi cara sin querer—. Pero tendremos que hacer algo con esto...
...
Ya estábamos en el ascensor y él no paraba de revolverse bajo su ropa. Era normal. Le había puesto una sudadera negra con gorro para tapar sus orejas y encima de esta un abrigo también con gorro. Y para su cola la única solución que se me ocurrió fue que la llevase bajo la sudadera también, enrollada a su cintura, y tuviese cuidado de no sacarla. Me daba lástima pero era lo mejor.
—¿Estás bien? —pregunté angustiado.
—Sé que puedo acostumbrarme. —Me dijo simplemente.
Una vez estuvimos en la calle no se despegó de mí y me dijo en algún momento algo así como "Maldita sea, los gatos no salen a la calle" pero yo intenté ignorarlo y continuar. Apenas eran cien metros del portal de mi casa a la tienda pero se hicieron eternos, y más aun cuando en nuestro camino se cruzó un perro grande. Yo tuve miedo por lo que no quise imaginar Kook.
El perro ladró en nuestra dirección y sabía que era por él. Aunque a los humanos les podamos ocultar sus orejas y su rabo, él sigue siendo un gato y huele como tal. Y no fue solo la reacción del perro, sino también la de Jeongguk, él de inmediato me puso a mí por medio tras dar un respingo y se aferró a mi abrigo completamente petrificado. Le hice caminar como si no hubiera pasado nada, es más, la dueña del perro, una señora mayor se rió de aquello, pero yo tenía miedo de que Kook saliera corriendo a cuatro patas y se subiera a la copa de un árbol para maullar y bufar al perro con toda seguridad.
—Calma amor, ya pasó. —le dije una vez el perro dejó de ladrar a lo lejos.
—No me dijiste que habría chuchos... —me dijo indignado una vez su garganta recobró la voz.
—Perdona. Ya es mucha casualidad que nos hayamos encontrado con uno justo ahora. —Él se limitó a poner un pico en sus labios como de costumbre cuando estaba enfadado.
Llegamos a la tienda y nada más entrar cogí una cesta y repasé mentalmente toda la lista de cosas que debía coger. No solo la leche se había acabado.
—Kook —llamé su atención y frunció el ceño al oírme llamarle por su nombre de gato—, Estamos aquí no solo para coger las cosas que faltan. Mira lo que te guste para comer y puedas alimentarte, ¿bien? —él asintió.
Caminamos por la tienda primero viendo fideos instantáneos de los que me guardé varios sobres. Ramen y Kimchi básicamente. Cosas básicas como arroz y harina, algunas especias, y cosas dulces que me chiflaban.
—Hyung, eso me gusta. —dijo señalando sardinas enlatadas.
—¿De veras? —Pregunté animado—. Pues no se hable más. Coge unas cuantas.
—Ese animal también —dijo señalando el pollo que había en una cinta de publicidad. Por ello cogí varias pechugas de pollo. Esperé que las comiese cocinadas.
Y tras unas cuantas cosas más llegamos al pasillo de la leche tan ansiada. Los ojos de Kookie casi se salen al ver la gran variedad de tipos que había. Sentí su lengua babeando a mi lado.
—Quiero esta hyung, y esta. Y esta también. —maldita sea solo quería las más caras.
—No Jungguk, esta es mejor, es más grande y más barata. —Me miró por un segundo y observó en mis manos varios botes de leche. Sus ojos se relamían solo al observarlas.
—Sí hyung. Cómprala toda. —Nos íbamos a marchar cuando me detuvo sujetando mi abrigo— Mira hyung. ¡Esta tiene un gatito! —había cogido entre sus manos un pequeño brik de leche de merienda para niños con un gato kawaii rosa dibujado. Y solo por eso valía casi tanto como uno de los botes grandes.
—Muy bonito Kookie... vámonos, ya tengo...
—No hyung, yo quiero este.
—¿Cómo? —Vino corriendo a mí con el brik de leche para mostrarme toda su belleza, lo que no entendía era que yo no iba a ceder.
—No puedo comprarte esto Jeongguk, es muy caro para ser tan pequeño. Apenas contiene leche. No puedo permitirme tirar el dinero de esta manera y menos ahora que tengo otra boca que alimentar.
—Pero a mí me gusta. —Su tono comenzaba a ser más alto de lo debido por lo que la gente nos miraba. Era firme con sus palabras y no con un aire juguetón.
—No insistas Jeongguk. —Le igualé.
—Dijiste que podía comprar lo que quisiera.
—Cualquier cosa que te alimente. Pero esto no va a servirte para nada.
—¡Eres un mal hyung! —No podía creer lo que acababa de oír.
—¿Cómo? Gato mimado... —intenté ser firme pero mi voz era un susurro entre dientes apretados—. Devuelve la leche a su sitio y volvamos a casa.
De inmediato y con pasos agigantados devolvió el cartón a su sito y volvió a mi lado con el ceño fruncido. Estaba completamente enfadado. Llegamos a la caja y pagué la comida para poder salir de allí cuanto antes y una vez en la calle miró a todos lados en busca de algún perro que pudiera atacarle. No veía a ninguno pero igualmente no se alejó de mí, es más, su mano agarró fuertemente la cola de mi abrigo para no perderme de vista. Aquel gesto me llenó de ternura.
—Un día, cuando te portes bien, te compraré uno. —Comenzaba a hablar como una madre.
—¿A caso no he sido bueno contigo? —sus palabras eran duras pero su voz infantil.
—Me has entendido.
—La verdad es que no entiendo. A veces no sabes si tratarme como un gato o una persona.
—No, dime... ¿qué eres?
—¿Insinúas que es culpa mía? —le habría dado la mano pero ambas las tenía ocupadas por las bolsas. Jamás le echaría la culpa de nada. Esta situación era difícil para ambos.
Estaba intentando mantener una conversación adulta con él, o al menos la estaba teniendo en mi cabeza porque yo no soy capaz de decirle lo que siento tan fácilmente. No sé si podría entender si le explico las penurias que paso para conservar el dinero teniendo un vicio como el tabaco y una carga como los estudios.
Pero de todas maneras no pude procesar nada más en mi mente porque ante mis ojos estaban tres de los chicos de mi clase. Ambos tres se pararon en seco al verme con Kook tan juntos y hablando tan seriamente. Y cómo no, tuvieron la suerte de verme entrar en el portal de mi casa. Perfecto, ahora sabían donde vivía.
Me había costado mucho que no supieran nada de mi vida privada y me vi obligado a contar alguna que otra cosa cuando no sé cómo se enteraron de lo de aquel muchacho. Tenía miedo de que supieran cosas de mí porque son precisamente las personas que me han conocido las que siempre me han hecho daño, y por ello, oculto a todo el que puedo cualquier cosa que sea mi debilidad.
—Jimin, ¿me estás escuchando? —me estaba estirando de la manga de mi abrigo pero yo tan solo podía ver aquellos pares de ojos mirándonos, relamiéndose una vez nos vieron entrar en el edificio. Cuando ya no podían, agarré ambas bolsas con una mano y con la otra me aferré al brazo de Kook guiándole a toda prisa al ascensor—. ¿Qué ocurre Jimin?
—Nada Kook. No te preocupes. —Ni aun con las puertas de ascensor cerradas me quedé tranquilo. Me imaginaba a los tres individuos esperándome una vez las puertas se abriesen.
—Estás extraño... —giré su rostro con una mano libre y besé sus labios rápidamente y sonreí falso para que se confiase de mis palabras.
Ambos salimos el ascensor y miré a todos lados antes de abrir la puerta. Entramos y suspiré profundamente. Yo sabía que esto no quedaría así, por lo pronto mañana no harían más que preguntas, pero por ahora tenía que tener cuidado cada vez que llegase a casa.
—Kookie... —él me miró e nuevo frunciendo el ceño— ¿Quieres leche?
Se le olvidó al instante que le había llamado por su mote de gato y sonrió de oreja a oreja. Y al igual que a él, a mí se me olvidaron los problemas. Sus ojos encogidos en un par de líneas felices y sus mejillas rojas esperando a ser aplastadas era todo lo que yo necesitaba para ser feliz.
—Ven, sígueme. —él obedeció al instante sin pensárselo y una vez llegamos a la cocina estaba expectante a que terminase de colocar la compra.
—¿Puedo liberar mis orejas y mi colita? —sus labios apretados tan lindamente...
—Por supuesto, y quítate los zapatos. —Doy gracias de que tenía casi mi número y mis propios zapatos le servían al igual que el resto de mi ropa pero me preocupaba que con tanta leche le diese por crecer.
—Si hyung. —Desapareció detrás de mí yendo hacia el comedor, cuando de repente llamaron al timbre—. Yo voy hyung...
No me dio tiempo a contestar, él ya estaba a punto de agarrar el pomo de la puerta cuando salí corriendo y conseguí atrapar su cuerpo justo antes. Pretendía quejarse pero tapé su boca con la palma de mi mano evitando que hablase.
—Shhhh... —susurré para que no hiciera ningún ruido. Me miró completamente petrificado—. Ve a la habitación y enciérrate allí. No salgas. —estaba asustándolo demasiado— Ve y ponte el pijama, ¿Vale amor? —mi tono se suavizó un poco y al terminar la frase besé sus labios ahora descubiertos de nuevo. Asintió y se fue.
El timbre volvió a sonar esta vez acompañado de voces.
—Abre idiota, sabemos que estás ahí.
—Hemos mirado tu nombre en el buzón.
Yo sabía que abrir no era la mejor opción pero no me quedó otro remedio. Agarré el pomo y lo giré con toda la brutalidad que había dentro de mí. Sus ojos fueron directamente a mí rostro enfadado.
—¿Qué queréis? ¿Mendigáis el aguinaldo? —me apoyé en el marco con mi hombro. Solo intenté transmitir seguridad.
—Idiota hijo de puta. —Dijo uno no pudiendo contener su ira. Pero otro se sobrepuso a su enfado.
—Dinos Jiminie... —me dijo informalmente a pesar de ser menor que yo—, ¿Quién era el muchacho con el que estabas? ¿Está ahí? —se inclinó dentro pero de un empujó lo volví a sacar fuera. Eso no hizo más que caldear el ambiente.
—Hijo de puta, como entres no sales con vida ¿me oyes?
—¿Me estas amenazando? —su rostro se puso cerca del mío desafiándome.
—¡SÍ! —Grité sujetando el cuello de su chaqueta— Golpéame que no solo voy a darte una paliza, también voy a meterte una denuncia por allanamiento de morada, acoso escolar y agresión.
Sus otros dos compañeros comenzaron a ver el peligro de continuar con la broma e intentaron alejarlo de mí pero él seguía queriendo enfrentarse a mí.
—¡Hijo de puta, no tienes huevos! ¡NO ERES HOMBRE!
—¿QUIERES VER DE QUÉ SOY CAPAZ? —mis manos soltaron su prenda y lo impulsaron lejos de mí para tener una distancia.
Él no se molestó en contestar, se limitó a asestarme un puñetazo directamente a la boca. Me vi desequilibrado por un momento, y bastante aturdido, pero rápidamente me incorporé y le devolví el golpe con la misma fuerza o más. Lo que más temía no eran sus golpes si no la diferencia que suponía un tres contra uno. Sin embargo los otros dos no hicieron más que insistir en irse. Recogí de nuevo el cuello de su chaqueta y le obligué a bajar el torso para golpearle la cara con mi rodilla. Y cuando levantó esta por el impacto, le golpeé de nuevo. Por último lo empujé fuera de mi casa y sus dos amigos lo siguieron.
Cerré la puerta de golpe sintiendo la adrenalina dominar mi cuerpo. Mi cara ardía, las voces de los chicos fuera marchándose aun me estremecían. Mi cabeza daba vueltas y mi corazón latía a mil por hora. Pero una vez que se fueron mi mente solo se preocupó de una cosa. Me pequeño Kookie en la habitación de al lado.
Caminé despacio acercándome poco a poco a la puerta y cuando la abrí vi un pequeño cuerpo, en ropa interior tirado boca abajo en la cama con su cara hundida en las mantas y sus manos cubriendo los oídos. Estaba temblando, no, estaba sollozando de miedo. Tu pequeña cola entre sus piernas junto con su cuerpo encogido.
—Kookie... amor... —él no me oía. Por lo que decidí posar mi mano en su muslo pero no hice más que obligarle a dar un respingo. Se apartó de mí abrazando un cogí y llorando allí sin abrir los ojos aun.
Me senté frente a él en la cama y esperé a que abriera sus ojitos para mirarme. Una vez lo hizo mi corazón dejó de palpitar al ver su rostro descompuesto en sufrimiento.
—Hyung... —su voz temblorosa me estaba contagiando el temor.
—Ya está amor. ¿Estás bien?
—¿Yo? Hyung... ¿Qué ha pasado?
—Nada... no te preocupes...
—No digas tonterías... estás sangrando... —se acercó a mí y tocó sutilmente mi labio con la yema de su dedo para retirar la sangre pero yo me quejé al instante en el que sentí aquello.
—¿Por qué lloras? — le pregunté sonriendo.
—Tenía miedo. He oído cómo te golpeaban. Dios mío hyung... Quería salir pero eso solo empeoraría la situación.
—Has hecho bien... —le abracé sintiendo todo su cuerpo temblar— ya estoy aquí.
Cuando nuestro abrazo se disolvió él me miró intensamente y más en concreto mi labio golpeado, el cual intentó tocar de nuevo pero lo detuve. Al verse impedido, acercó su rostro al mío y chupó mi labio como un gato cura su herida. Lamiéndola.
Me tiré sobre la cama para que se pusiera sobre mí y continuase con el trabajo. De vez en cuando le hice confundirse besándolo y otras lamiéndole a él. Solo esto me estaba provocando calor en mis mejillas. Necesitaba que me tocase por lo que me froté con su pierna sintiendo ya mi pene dando señales de vida.
—Como no te detengas, vas a tener que ayudarme...
—Eso hago hyung...
—No Kook. Espera, para... —me lo quité de encima y corrí al baño para candarme allí.
Me apoyé en la pared y bajé mis pantalones junto con la ropa interior para sacar mi pene que comenzaba a estar duro. Lo masturbé lentamente sintiendo mi columna doblarse en contra de la pared.
—Jimin. —Me llamó Kook fuera del baño—. ¿Estás bien?
—Jeong—Jeongguk. Ah, ah...— intenté no gemir mordiendo mi labio—. Ve a buscar ese baso leche que querías amor... —Él salió disparado a la cocina y por fin pude masturbarme en paz.
En un estado de éxtasis como en el que me encontraba no me importaba gemir alto, es más. Gemí el nombre de Kook sin importarme que ocurriera, porque en varios intentos de morderme el labio no conseguí otra cosa que la sangre brotase más. Ya sentía el sabor metálico en mi boca cuando estaba alcanzando mi clímax.
Miles de cosas sucias pasaban por mi mente, pero la que más me gustaba de todas era la idea de ver a Kookie chupando rápidamente mi polla. Sentir su boca caliente y mi semen distribuido por toda su cara. Vine con esa imagen, mi pequeño gatito tragando todo mi semen caliente y disfrutando del sabor como el más delicioso vaso de leche.
Una vez terminé limpié el estropicio que acababa de hacer y me miré en el espejo. Mis mejillas hinchadas y coloradas. Las puntas de mi pelo mojado. Nadie diría que minutos antes acababa de golpearme con un chico.
Salí del baño y encontré a Kook sentado en mi cama con un vaso de leche en las manos. Este chico estaba tentándome demasiado.
—¿Estás bien hyung? —Me tumbé a su lado en la cama y cerré los ojos cansado.
—Si amor, estoy genial.
—¿Vuelves a estar enfermo? —Le miré extrañado—. Vuelves a estar muy rojo.
—No Kook.
—No me llames así —Dio un sorbo al vaso.
—Te amo Kook. —Frunció el ceño pero no mostró ninguna otra emoción—. Me he masturbado pensando en tu boquita tragando mi polla.
Lo miré intensamente sabiendo que no iba a entenderme y efectivamente tan solo dijo un "¿Eh?" que ignoré rápidamente.
—Placer, Jungguk.
—¿Otra vez? ¡Yo quiero!
—Ahora no... Otro día, te lo prometo. —yo en realidad quería hacer todo lo que él me pidiera, pero la verdad es que estaba completamente aterrorizado de que no le gustase o no se sintiese cómodo.
Se puso de morros y se fue con el vaso de leche a beberlo a otra parte. Respiré hondo y sentí mi cuerpo relajarse con ayuda del colchón. Me cubrí levemente con una manta y me dormí viendo la sonrisa de mi Kookie transmitiéndome toda la paz del mundo.
Comentarios
Publicar un comentario