Sin recompensa (JiKook) Capítulo 4 - Tabaco
CAPÍTULO 4 - Tabaco
Jimin
POV:
La alarma de mi despertador sonó haciéndome dar un respingo en la cama. Me levanté con todo mi cuerpo pesado y mis ojos aun cerrados. Fui al baño para hacer mi higiene mañanera y tras salir de mi cuarto busqué a Kook con la mirada hasta encontrarlo hecho una bola sobre una camiseta mía.
Esa camiseta la había dejado por aquí tirada y él debió aprovechar para dormir sobre ella. Me acerqué a él y vi que aun seguía dormido, sin embargo lo desperté de un grito al ver todos los desgarrones que esta tenía.
—¡KOOK! ¿Qué diablos...?
Saqué mi camiseta de debajo de él haciéndole rodar por el suelo. Había destrozado una de mis camisetas favoritas solo por un capricho estúpido.
—¿Por qué has hecho esto? —Le dije mostrando la prenda en mis manos—. Estúpido.
La tiré al suelo y me colgué a la espalda la mochila de clase. Salí candando la puerta detrás de mí y me dirigí a la universidad enfurecido.
...
—Debéis aprender a... —la voz de la profesora entraba en mis oídos pero no conseguía concentrarme en la clase. No paraba de pensar en las alternativas a quedarme el gato. Varias ideas acudían a mi mente: abandonarlo en la calle era lo más fácil, tal vez donarlo a alguna familia o simplemente llevarlo a una perrera.
—Jimin, —me preguntó un compañero en el descanso—, ¿qué te ha ocurrido en la mano? Otra vez en peleas. —un grupo de chicos se rió de mí. Pero era algo a lo que ya estaba acostumbrado. Yo me limité a ignorarlos.
—Nos hemos enterado de que has dejado a SungJung —se referían a mi ex novia.
—Sí —asentí.
—¿Qué pasó? ¿No era lo suficientemente guarra para ti? —Simplemente no contesté.
—¿Quién será la siguiente, Jimin? —preguntó otro.
—Seguro que esa herida se la ha hecho para dar pena.
—No, yo creo que se ha vuelto a meter en peleas de drogas.
La conversación comenzó a ser algo entre ellos y yo no estaba dispuesto a soportarlo por más tiempo. Me levanté de mi asiento y recogí mi mochila colgándomela al hombro. Apenas quise mirarlos antes de irme, solo salí de allí.
Una vez estuve en la calle no tenía un rumbo fijo por lo que decidí acercarme a una tienda cualquiera y comprar un cenicero nuevo, si puede ser algo más resistente, y tabaco.
Tenían razón, hacía un año tuve problemas con unos chicos pero no fue nada relacionado con drogas, solo antiguos asuntos sin resolver. Aunque cogí la fama demasiado rápido. Pero siempre ha sido así, desde que tengo memoria, los niños son crueles con migo y jamás tuve amigos de confianza, pensé que al entrar en la universidad eso cambiaría y que las personas con las que compartiese aula serían diferentes pero me equivoqué, no son más que niños absurdos.
Una vez llegué a la tienda busqué entre todos los tipos de ceniceros y evité fijarme en los que eran de cristal y o cerámica. La hojalata no me llamaba la atención y se oxidaría con el tiempo. Y cuando creí que regresaría a casa con las manos vacías encontré uno de acero, forrado de plástico con forma de dado negro. Lo compré de inmediato y al pasar por un estanco compré también tabaco de liar, junto con papelas y filtros. Una de las ventajas de vivir solo y sin amigos era que tengo mucho tiempo libre para estas cosas.
Entré en casa y tiré la mochila al suelo nada más cruzar la puerta buscando a Kook con la mirada y lo encontré de nuevo hecho un ovillo sobre mi camiseta. Me acordé de que tal vez tendría hambre y coloqué el cenicero en la mesa junto al tabaco y me dirigí a la cocina para coger un tazón con leche y la jeringuilla.
Fui de inmediato a cogerlo en brazos como siempre pero al acercarme huyó de mí despavorido.
—Kookie, ven aquí. —dije dejando el tazón sobre la mesa y comenzando a perseguirle—. No me jodas, ¿eh?
Caí derrotado en el sofá cansado de que se escurriera allí donde le perseguía. Me senté y cerré los ojos cruzando los brazos sobre mi pecho. Cuando pasaron los segundos escuché sus pequeñas garras aferrarse a la tela del sofá y subirse de un salto. Y de ahí, a la mesa en otro.
Lo observé atento a cada uno de sus movimientos. Se dirigió lentamente al tazón y una estuvo allí estiró el cuello para ver su contendido animándose a lamer la leche fresca. Mi cuerpo estaba en constate tensión por si se derramaba el tazón y salía despavorido manchando toda nuestra casa...
"Nuestra"
Fue la palabra exacta que usé en mi mente. Me asusté de ello al pensar que tal vez me estuviera encariñando con esta criatura del demonio.
Le vi tranquilamente terminarse la leche que quedaba en el bol y limpiarse los bigotes con su lengua. Saboreó aquello delicadamente y más tarde pasó a limpiarse a sí mismo ante mi atenta mirada.
—Lo siento Kook. —dije esperando que me entendiera—. Perdóname por lo de esta mañana.
Él no me miró, no prestó atención a mis palabras y eso me molestaba. Pero ¿qué voy a hacer? Es un gato.
Me acerqué a la mesa para recoger el tabaco, las papelas y los filtros y comenzar a hacer cigarrillos.
—Kook —le seguí hablando—. Hoy será nuestro último día, juntos. Mañana te llevaré a la perrera. —Le anuncié mientras giraba la papela para cerrar el cigarro—. No sé si mañana sábado abrirán pero cuando me levante llamo.
De repente sentí un peso a mi lado en el sofá y vi su cuerpecito negro haciéndose una bola a mi lado. Se acurrucó en mi pierna y quedó allí dormido plácidamente. Yo encendí el cigarro y dejé entrar el humo en mis pulmones quemándome. Pero no importa, es una sensación a la que ya estoy acostumbrado.
No entiendo como un gato tan pequeño puede dar tantos problemas.
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