Sedúceme (JiKook) - Capítulo 2
Capítulo 2
Jungkook
POV:
Enciendo otro cigarrillo mientras estoy sentado dentro de mi coche. Podría estar esperando perfectamente en la barra del bar, manteniendo una agradable conversación pero ahora mismo no quiero estar con nadie ni tampoco beber. No necesito alcohol para lo que voy a hacer. Tengo una de las ventanas a mi lado abierta para que vaya el humo y no me apeste el coche pero ya no me importa.
Pienso de nuevo y más claramente lo que acabo de hacer. Estaré una hora teniendo relaciones sexuales con un hombre solo porque me he visto tentado por su estúpido baile y los gritos de las mujeres que como yo también tienen la oportunidad de catarlo. Me temo que no será así. Solo yo puedo hacerlo porque tengo el presupuesto necesario como para que mi voz y voto vayan primero frente a todas las desesperadas que vi antes.
Me pregunto qué pensarás cuando te digan que tus planes para esta noche han cambiado tan drásticamente. O qué pensarás cuando me veas. Yo intento dar una impresión determinada a todo el mundo pero no sé qué verás en mí cuando te digan la cantidad de dinero que he pagado por una sola hora.
¿Desesperación será lo que aparente? ¿Lujuria desmedida? Soledad tal vez. Me gustaría decir que ha sido una aberración engendrada entre la envidia y una codicia desmesurada. Si yo no puedo tenerte nadie más lo hará. Pero no te equivoques, solo yo puedo tenerte.
Suspiro y tiro el cigarrillo por la ventana y antes de salir para acudir a mí cita me miro de nuevo, por séptima vez en este minuto, en el retrovisor sobre mi cabeza. Retoco mi pelo. Ajusto mi corbata y muerdo mi labio porque los nervios comienzan lentamente. Asiento y salgo del coche seguro y firme con mis pasos aunque no es más que una apariencia.
Entro de nuevo al edificio y observo que el espectáculo ha terminado hace tiempo porque otro hombre ocupa el escenario. No le doy mayor importancia y me dirijo a la habitación, que una vez llego y golpeo la puerta, nadie responde por lo que entiendo no has llegado aún.
Todo está en tinieblas si no fuera por un par de velas rojas que hay sobre una mesa a mi derecha. En ella también hay fresas con nata y una botella de champán en un cubo con hielos. Me acerco y veo una nota que pone en letras doradas "Disfruten". Sonrío y aparto la nota lejos deleitándome en el resto del cuarto. Una cama. Grande, con funda nórdica negra y sábanas blancas debajo. Un armario con puertas oscuras a su lado y me tengo que reprimir para no mirar dentro. También hay un baño dentro de la propia habitación, no muy grande desde luego. Pero lo que más me llama la atención es que no hay ventanas.
Camino de un lado a otro mirando la hora en mi móvil y sin duda ya llegas dos minutos tarde. Me siento en la cama esperando a tu presencia pero nada. Golpeo mis zapatos en el suelo impaciente y de repente entras de golpe, sin llamar ni mostrando un mínimo de educación y ya sin mirarme a la cara comienzas a hablar.
—Buenas noches señora Han, esta noche será... —De repente alzas la vista y te paralizas creyendo seguramente que te has confundido de habitación. Tienes la misma ropa que antes y eso me encanta—. ¿Esta es la habitación 16? —Preguntas incrédulo.
—Sí. —Me levanto de la cama cruzando mis manos detrás de mi espalda a la espera de que reacciones. Pero no lo haces, sigues ahí de pie sin moverte en absoluto—. He pagado para que tengamos una hora juntos.
—Pero tenía la noche entera reservada con...
—Sí, lo sé. Pero la codicia de este sitio hace que cuando pones unos billetes delante de la cara de alguien sea incapaz de rechazarlos. —Quedas por un segundo cavilando mis palabras y pides disculpas marchándote por un tiempo.
Cuando te has ido soy consciente de que todo mi cuerpo tiembla y mi corazón palpita rápido como si hubiese sufrido un choque de adrenalina. Tal vez así haya sido pero toda tu belleza no me permitía sentirlo. Cuando la soledad vuelve a golpearme duro me acerco a la mesa y descorcho la botella de champán y sirvo un poco en una de las copas de cristal que allí están. La bebo entera y vuelvo a servir como si necesitase este estímulo para cumplir. Me equivoqué al pensar que no lo necesitaría.
La segunda la cato con algo más de calma para saborear bien sus sabor y aunque no es el mejor champan que he probado me ha costado bien caro y espero que merezca la pena. Y tú también, espero que sepas cumplir y no me decepciones. Miro las fresas en el cuenco blanco y el bote de nata a su lado. Cojo una de las fresas y muerdo un poco de ella sintiendo la acidez que tanto me gusta en ellas. Las dulces no son agradables.
—Lo siento, —tu voz suena desde la puerta y me buscas con la mirada hasta encontrarme en la mesa—, ya está todo solucionado. —Asiento a sus palabras y me vuelvo para pretender rellenar la otra copa con champán pero antes de poder hacerlo ya estás contra mí empujando mi espalda contra la mesa y debo apoyarme para no caer sobre ella.
Tu cuerpo está pegado al mío y tu rostro analizando el mío y la expresión que en él se te muestra. Tu mano va rápida y astuta a la copa de champán en mi mano y me la arrebatas para beber todo su líquido de un golpe. La sueltas por ahí y lo siguiente es sujetar firme y violentamente mi muñeca y acercar la fresa a tus labios. Me miras intensamente mientras muerdes la fresa y los escalofríos controlan mi cuerpo. Los húmedos labios delante de mí se tornan carmesí por el líquido de la fresa que los recorre. La masticas unos segundo y cuando te has cansado de ella besas violentamente mis labios. El gesto es tan rápido y violento que consigues que tire el cuenco con fresas al suelo.
Nunca antes me había sentido de esta manera, subordinado a los deseos carnales de otro hombre y sin embargo no se siente nada mal. Tus manos rodean mi cintura y me levantas en el aire para sentarme en la mesa. Abro mis piernas para que tu cuerpo se coloque entre ellas y la fricción es deliciosa. Mis manos se aferran al abrigo de pelo y descubro tus hombros bronceados con este acto. Poco a poco me inclinas sobre la mesa pero te detengo.
—Jimin... —susurro—, las velas... —Señalo los objetos candentes y se da cuenta del peligro que supone. Sonríes avergonzado y me coges en brazos para levantarme y llevarme a la cama. No sé si te cansas en el camino o lo haces adrede pero en vez de tirarme en ella violentamente, me sientas en el borde y te acuclilla frente a mí.
—Tenemos solo una hora. ¿La aprovechamos bien?
—¿Qué propones? —Sonrío.
—Lo que quieras. Tenemos de todo para pasarlo genial.
—Em... yo... —Te veo levantarte y dirigirte al armario—. Nunca lo he hecho con un hombre. —Rápido me miras por encima del hombro con los ojos brillantes. Saboreando la oportunidad que se te pone delante. Sin decir nada abres las puertas y mis ojos se abren impresionado por la cantidad de juguetes sexuales que hay ahí.
—¿Tienes alguna preferencia o me dejas escoger los mejores?
—Yo... —Titubeo sintiendo mis piernas temblar—. No sé. Como quieras. Supongo.
De todo lo que sacas de ese maldito mueble reconozco un par de botes con lubricante de sabores. Algunos condones con el envoltorio azul, y cacharros a pilas que no soy capad de poner nombre. Yo me siento en el medio de la cama con las piernas cruzadas y todo esto lo tiras a mi alrededor cubriendo la funda nórdica con los aparatos. Pollas de plástico más grandes que la mía propia. Me estoy asustando y te expongo mis dudas.
—¿Qué es todo esto?
—Has pagado por un completo...
—No sé que son la mitad de las cosas que...
—Cállate y deja de pensar. Ya lo descubrirás. —Terminas con lo que haces y te vuelves a mí para acercarte a la cama poco a poco y nuestros rostros se juntan de nuevo en un ardiente beso que me nubla los sentidos. Comes violentamente mis labios de la manera en que más te gusta y trepas sobre mi cuerpo hasta tenerme tumbado a tu merced bajo todo tu peso.
—¿Me harías un estriptis? —Pregunto enrojecido por tu posible respuesta pero sonríes sádico y te incorporas aun sentado en mi cintura—. Solo para mí.
Para que te metas más fácilmente en el papel juego con la cara interna de tus muslos en mis manos. Los estrujo y los exprimo para que te deleites en el contacto. Te veo, lentamente, deshacerte de la chaqueta de pelo sintético dejándome a la vista tus brazos musculados, tus pectorales firmes y tus abdominales bien marcados. Bailas rodando sorbe mi polla y no sabes cuánto me está excitando esto.
No puedo evitar llevar mi mano a la línea central que determinan tus abdominales pero rápidamente lo evitar aferrándote a mi muñeca y sujetas mis manos por encima de mi cabeza.
—¿Quién te ha dicho que me toques?
—Yo he pagado el dinero. Eres tú quien está a mis órdenes. —Sonrío sádico creyéndome superior pero rápidamente desaparece esa expresión de mi cara.
—Me temo que eso no va a ser así. —Rápidamente sueltas mis manos las aferras a mi corbata levantando mi tronco y muerdes mis labios. No me doy cuenta cuando has terminado de deshacer el nudo pero vuelves a empujarme sobre el colchón. Me asusto por tus violentos movimientos pero pierdo la paciencia cuando con un tirón brutal abres todos los botones de mi camisa haciendo que salten por doquier. No me das tiempo a replicar que esa camisa vale más que toda tu vida entera porque te lanzas a lamer mis pezones y ha desabrochar mis pantalones con la misma brutalidad que antes.
La cama se mueve por tus insaciables gestos que tanto me están excitando. Oigo la hebilla de mi cinturón ser abierta y tirada por ahí. Mis pantalones salen de mis piernas y los calzoncillos siguen el mismo camino. Pensé que no tendría pudor de mostrarme desnudo ante ti pero sin duda me equivoqué porque apenas puedo mirarte a los ojos.
—¿No vas muy rápido?
—¿Rápido? —Te ríes de mí—. No me va a dar tiempo a hacerte todo lo que tengo pensado.
—¿Qué vas a hacerme?
—Sentir el cielo.
—¿Cómo vas a...? —Debo ahogar mis palabras porque tu mano presionando mi poya me está torturando.
—No me has dicho tu nombre...
—Jeon... Jeon... —Quiero decir mi nombre pero tu lengua va rápido a mi longitud aun dormida.
—¿Señor Jeon? —Asiento—. ¿Y tiene nombre el señor Jeon o prefiere que sea esto lo que gima más tarde?
—Kook. Solo Kook.
—Muy bien. Kookie... —¡NO! No te he dado permiso para que me llames de esa manera. ¿A caso puedo evitarlo?—. Date media vuelta.
Le obedezco sin rechistar en cuanto suelta mi polla y oculto mi rostro entre todos los juguetes que hay a mi alrededor. Esto no hace más que ponerme nervoso. Y como si no fuera suficiente tus manos golpean repetidas veces mis nalgas y otras cuantas las estrujas con los dedos para separarlas entre sí.
—¡No me folles ahora! —Grito desde la cabecera pero haces como que no me oyes porque esta no era tu intención. Sin duda estoy asustado porque comienzo a arrepentirme de haber sido tan idiota de meterte aquí conmigo. No parece que pueda llegar a sentir placer alguno hasta que tu lengua viola mi entrada sin permiso. Oigo tus labios chasquear con mis nalgas y tus dedos separándolas me hacen sentir cosquilleos por toda la espalda.
—Pásame eso rosa que tienes a tu lado. —Miro lo que me dices y al lado de mi cabeza hay un pequeño aparato, ¿cómo describirlo? Son dos pequeñas bolas unidas por un largo cable del mismo color. Una de las dos bolas es algo más aplastada con botones que no entiendo para qué sirve. Sin rechistar te lo doy y me introduces una de las bolas en mi entrada. Al principio es algo incómodo pero una vez está dentro apenas la siento.
—Túmbate. —Me doy la vuelta y me pongo de cara a ti pero no parece suficiente y me abres las piernas un poco para tener bien controlada mi entrada. Te sientas ahí y el otro extremo lo pones en mi muslo y lo sujetas con una liga de color negro. Parecería incluso una correa de cuero pero ya veo que eso no te gusta. —Si tocas eso, —señalas el extremo en mi muslo—, te golpearé ¿entendido? —Asiento sin otra alternativa.
Te veo pulsando un par de botones ahí y en unos segundos la bola que llevo dentro comienza a vibrar produciéndome un placer extraño. No es éxtasis pero tampoco es desagradable. Quiero aliviarme y masturbar mi polla para que el placer que me proporciona el aparato sirva para algo pero rápidamente te veo alcanzar mi polla con las manos y rodearla con un anillo de metal que me prohíba en cualquier momento eyacular.
—No te muevas de ahí. —Te levantas despreocupado dejándome ahí tirado en la cama, retorciéndome y suspirando por un sentimiento completamente desconocido. Sin embargo no te quito los ojos de encima y te veo ir hasta la mesa y servirte una copa de champan, recoger una fresa del suelo y untarla en nata. Vienes bebiendo el alcohol y cuando has regresado te pones de rodillas en la cama a mi lado para mirarme con ternura, pero sin duda tus actos no son tiernos.
Untas mi glande con la nata de la fresa y lo lames como si fuera mi propio semen. Cuando terminas me ofreces la fresa pero no tengo hambre por lo que niego con la cabeza obligándote a introducirla en mi boca a la fuerza. No me queda más remedio que comerla aunque no me apetezca.
—Eres delicioso.
—Sácame esto por favor... —Digo del aparato en mi ano—. Me está torturando. —Todo mi cuerpo tiembla cuando, inducido por mis palabras aumenta la potencia y siento como si algo dentro de mí se revolviese por salir. Mi polla ya comienza a estar dura.
—¿No te gusta? —Niego con la cabeza sabiendo que me está volviendo loco—. Muy bien. ¿Y esto? ¿Te gusta eso? Me muestra una cola de pelo sintético unida a una especie de pera de latex negro. La cola es de color blanco con la punta en negro.
—¿Qué diablos es eso?
—Es una colita adorable. Quiero verte con ella puesta. —Sugieres que meta por mi culo la pela de látex.
—Eso no me cabe.
—No es mi problema. —Violentamente me giras y en dos segundos has sacado de mí al bolita que en comparación con lo que viene a continuación no es nada en absoluto. Le veo alcanzar un bote de lubricante y cubre el latex con el líquido. Alzando mis caderas poco a poco lo introduce dentro.
—¡AH! DUELE. —Me quejo con las piernas temblando. Siento como me parte en dos y cuando está entera dentro acaricias el pelo como si de la cola de un animal de verdad se tratase. Tiras de ella asegurándote de que está perfectamente encajada y mis caderas retroceden con el movimiento.
—Precioso.
—¿Cuándo se supone que voy a empezar a disfrutar de eso?
—Siéntate en el suelo, cachorrito.
—¿Qué?
—Muy bien. —Te levantas y vas al armario sacando de ahí una correa que rápido me pones en el cuello la cual va unida, desde la espalda, a mis manos cruzadas detrás de mí. En menos de un segundo me has atado como a un animal.
—Esto es humillante. Suéltame ahora mismo.
—Si no fueras a utilizar tu boca para otra cosa ahora mismo te la amordazaba. —Me mira sádico—. ¡Siéntate en el suelo! —No me muevo de donde estoy y te obligas a tirar de mi correa para hacerme mover. Me sientas de rodillas en el borde de la cama y alzas mi barbilla expectante. Te sientas frente a mí y desabrochas tus pantalones sacando tu enorme y suculento falo delante de mi cara.
—No sé hacer esto, Jimin.
—Kookie. —Acaricias mi pelo compadeciéndote de mí. Un falso gesto—. Te recompensaré si haces esto por mí. —Asiento e incorporándome un poco chupo tu polla en toda su longitud. Beso el glande, lo introduzco en mi boca y ya te quejas como una niña—. Ah... Kookie. Que sabroso. —Tus manos no sueltan la cadena en mi cuello y tiras de ella para que mi cabeza baje según te convenga.
Permanezco así por unos minutos hasta que te decides a separarme de tu polla y te incorporas con las piernas algo débiles. Tiras de nuevo de mi cuello y me colocas con el pecho sobre el colchó y mis rodillas aun en el suelo. Siento tus movimientos detrás de ti y sé que te estás desnudando por completo. Me encantas. ¿Sientes pudor? Que digo, por el amor de dios.
Una de tus manos va a mi hombro y me haces que me siente sobre el suelo presionando la cola dentro de mí mismo. El látex dentro de mí roza mi próstata y yo me deshago en gemidos que lucho por detener.
—Jimin...
—¿SÍ?
—Tócame.
—No aun. —Siento que te acuclillas detrás de mí y giro mi rostro para verte acariciar la cola e introducirla aun más. Muerdo mis labios y siento lágrimas querer escapar de mí—. Me parece que estoy siendo demasiado benevolente contigo. —Rápido sacas la cola de mí y el dolor es extremadamente mayor que al entrar.
Como si no fuera suficiente me quitas todas las correas y caderas y me levantas tirándome en la cama. Caes sobre mí y te sientas de espaldas teniendo como principal visión mi polla.
—¿Qué haces? —pregunto curioso pero no veo más que su espalda. Sin embrago siento sus manos acariciar mi longitud y bombearla. Me masturbas deliciosamente y estiras de mi piel para dejarte el glande al descubierto. Siento que sacas el anillo que me impedía eyacular pero en su lugar introduces algo de metal en mi uretra. El diámetro no supera el de un palillo pero es horrible. Me incorporo y agarro tu cintura pero ya está dentro y es una sensación horrible de malestar. Cuando te apartas veo salir de ahí una argolla por la que tirar en el momento de la eyaculación—. ¿Qué es eso que me has metido?
—Retardante. No quiero que te corras hasta que yo no lo diga.
—Maldita sea. Saca eso de ahí.
—NO. Es hora de recompensarte Kookie, amor.
Te tumbas sobre mí y antes de besarme me miras a los ojos. Creo que es la primera vez en toda la noche que te siento tan cerca de mí. No físicamente desde luego pero me miras y puedo ver dentro de ti como te sientes. O al menos eso me gustaría creer. Acaricias mi pelo retirándolo de mi frente. Besas mis mejillas y no sé como lo haces pero consigues que el tiempo se ralentice. Ya no tengo prisa por sentir el placer por el que he pagado. Solo quiero estar contigo y disfrutar de tu presencia, de tus manos acariciando mi rostro, palpando mis labios mojados, húmedos de tu presemen.
Sonríes y me quedo completamente atontado por ese gesto. ¿Es vergüenza lo que sientes, Jimin? Dime lo que sientes, quiero saberlo para poder adaptarme a la situación. Pero por dios, no me muestres un pudor inexistente para hacerme ver idiota. No lo soy. Ahora con mis manos libres recorro ambos costados de tu cuerpo y poco a poco asciendo hasta llegar a los hombros. Al fin te acerco a mí y beso tus labios tranquilo y paciente. Déjame catarlos como a mí me gusta, saboreándolos.
Nuestras lenguas se encuentran otra vez más y juegan a algo que ninguna va a saber ganar. Río en el beso cuando muerdes mi lengua y tú te sonrojas cuando yo hago lo mismo con uno de tus labios. El inferior. Me gusta como al estirar de él tu rostro se acerca a mí con una expresión de extraño dolor.
—Quiero hacerlo ya. —Asientes y te incorporas entre mis piernas. Parece que no te cansas y coges un juguetito más por ahí. Un consolador de color azul trasparente—. Pensé que me lo harías tú.
—Sí, pero esto primero para... —Te corto.
—A lo mejor me gusta más el cacharrito y luego no puedes competir contra él. —Alzo una de mis cejas y quedas completamente paralizado por mis palabras, y ante el miedo de que sean ciertas, lanzas el cacharro lo más lejos posible y me colocas las caderas en su cintura.
—Voy a follarte como nunca nadie te lo ha hecho.
—Esta es la primera, no tienes competencia.
—¿Nunca lo has hecho con mujeres?
—¡Sí! Idiota. Pero no con hombres. —Asientes entendiendo.
—Muy bien. —Agarras mi polla y la bombea lentamente haciéndome sufrir—. ¿Sientes esto? Te gusta, ¿verdad?
—¿Qué pasará si me corro?
—Que esto no te dejará salir el semen y sufrirás. Pero el orgasmo será más intenso. —Ya no te escucho por más tiempo y mis caderas comienzan a moverse junto con tu mano. Muerdo mi labio mojado y mis mejillas se tornan candentes. Sin saber que hago te agarro el brazo y le tumbo de nuevo sobre mí.
—Házmelo de una vez. No lo soporto más. —Rescatas un condón por ahí perdido y va a abrirlo cuándo le detengo.
—¿Qué haces?
—Me tienen prohibido mantener relaciones si no es con protección.
—Soy un hombre...
—No importa. También protege de...
—Pagaré más. —Me miras codicioso—. Lo que sea pero quiero sentirte. —Piensas unos segundos y acabas cediendo a mis palabras. Abro mis piernas para ti y entras poco a poco provocándome escalofríos. Se siente mucho mejor que con esos estúpidos juguetes que no son más que simples sustitutos del calor corporal.
—¿Así? ¿Estás bien?
—No preguntaste eso antes...
—¿Sí o no?
—Sí, estoy... ¡¡aah!! —Tu primera envestida sin avisar y tocando exactamente mi punto débil. Me retuerzo bajo tu cuerpo que me aplasta de una manera deliciosa. Tiras tu aliento en mi cara y yo te suelto los gritos de placer que me estas proporcionando. La agonía es demasiada cuando quiero correrme y no lo consigo. Algo presiona para que no salga nada.
Me golpeas repetidas veces y me penetras con fuerza haciéndome delirar.
—¡Quítame este cacharro! —Suplico sintiendo un clímax que no termina.
—Vamos a corrernos a la vez, Kookie. —Ya tiemblas y tus envestidas son tremendamente violentas. Siento que me vas a partir pero no me importa. La sensación a la que todo mi cuerpo está asistiendo no me deja pensar claro.
—¡Córrete! ¡Quiero que te corras dentro, Jimin! —Gimo repetidas veces su nombre solo para provocarle y obligarle a eyacular de una maldita vez y cuando estás a punto, me miras con los ojos llorosos, los labios rojos he hinchados, abiertos para poder respirar y tus manos sujetan firmemente mis brazos evitando que caiga en la tentación de masturbarme. Quieres que me corra solo con tu falo en mis piernas. Es suficiente, te lo aseguro.
—¡KOOKIE! —Me suelto de tu agarre todo lo rápido que puedo y me aferro a tu cuello siguiendo con los movimientos de la penetración. Tan solo con tu cuerpo haces que ambos nos movamos de una manera desenfrenada. Mis dedos quedan blancos por la presión que ejerzo en tu espalda y mis gemidos aumentan hasta que se convierten en gritos cuando sacas el palo de metal de mi uretra y al fin puedo correrme.
Con ello tú también te corres dentro manchándome el interior. Aun sigues con las envestidas y eso hace que su semen gotee fuera ensuciando las sábanas y mis glúteos. Poco a poco el éxtasis que tanto ha durado se evapora poco a poco dejándonos sudoroso y cansados. Las respiraciones retumban el cuarto que de un momento a otro se ha vuelto terriblemente silencioso. Incluso asusta.
—¿Estás bien?
—Sí. —Asiento a tu pregunta.
—¿Te ha gustado?
—¿Hace falta que lo preguntes? —Río de tus estúpidas ocurrencias—. ¿Y a ti?
—Vaya...
—¿Qué significa eso? —Ríes como un idiota.
—Tengo como unos cuatro servicios cada noche y eres el primero que me pregunta esa estupidez.
—¿Te ha sentado mal? —Me refiero a mi pregunta.
—No. Pero no tienes que preguntar eso. Es mi trabajo.
—¿Eso significa que no te ha gustado? —Entristezco.
—Bah... —Dieces sonriendo—. Los he tenido mejores.
—¿Qué hora es? —Te pregunto haciendo caso o miso de tus palabras estúpidas.
—Quedan veinte minutos. —Me incorporo sintiendo el cuerpo cansado y rescato del revoltijo e sábanas el lubricante, el falo de latex y el anillo—. ¿Qué haces? —Me preguntas incorporándote tú también. Regreso a tu lado sentándome con la espalda en el cabecero y abro mis piernas para manejarme entre ellas. Con una mano, sujeto el consolador y con la otra lo cubro con el lubricante que lo hace parecer aun más brillante.
—Siéntate aquí. —Relamo mis labios visualizando la escena.
—¿Yo? —Me preguntas incrédulo.
—Sí. Ahora. —Titubeas—. ¿Recuerdas que soy yo quien te ha pagado para esto? —No te lo piensas demasiado y vienes a mí y sujetándote en mis hombros pones una pierna a cada lado de mi cuerpo cayendo poco a poco hasta que la punta del falo roza tu entrada. Tiemblas y me veo obligando a abrir tus glúteos para tener una más fácil visión de tu entrada.
—Duele Kookie... —Ronroneas cuando entra el primer centímetro. Haces un puchero adorable maldita sea. Te veo fruncir el ceño y me enternezco besando tus labios para recompensarte el gesto—. Mentía, mentía. —Repites subordinándote—. Este ha sido el mejor de mi vida. Ahora sácame esto de aquí.
—No, no. Ahora vas a saltar y a gemir mi nombre.
—No.
—Sí. —Con mi mano introduzco el aparato simulando una penetración pero sigues negándote a obedecerme—. No te oigo Jiminie... —Aprieto uno de los botones que esto tiene y un zumbido comienza a sonar perturbándome. No sé qué hecho hasta que no veo como tu cuerpo se vuelve débil y blando. Manejable y frágil.
—¿Qué ha pasado? —Te pregunto.
—Vibra... —Muerdes tu labio y es ahora cuando, gustoso, saltas sobre el aparato provocándote placer hasta sonreír inconscientemente. Como sé que esto no va a tardar mucho coloco ya el anillo en su pene y me lanzas un gruñido de insatisfacción por haberlo hecho.
—Gime mi nombre...
—Kookie... ahh... más... ¡Ah! —Los escalofríos vuelven a apoderarse de mi cuerpo y mi polla ya vuelve a estar dura igual que la tuya. Tus mejillas enrojecen. Me canso de verte disfrutar con un trozo plástico y lo saco de ti acercando tus caderas a mi polla palpitante. Junto de nuevo nuestros cuerpos y poco a poco estoy dentro de ti. Dios mío, esto es mil veces mejor que estar dentro de una mujer.
—Cabálgame. —Me obedeces de buen grado y te veo sujeto a mis hombros impulsándote para saltar sobre mí. Creo que no he tenido nunca mejor visión que esta y para agradecértelo chupo tus pezones que claman por atención—. ¡Más rápido! ¡Más!
—¡No puedo ir más rápido!
—¿NO? —Me enfado por tu poco rendimiento y me impulso para lanzarte contra la cama detrás de ti y me tumbo encima colocando tus piernas sobre mis hombros. Te envisto con toda la fuerza que tengo haciéndote gritar de dolor. Tus manos se aferran a las sábanas a los lados de tu cabeza e intentas esconder tu rostro marcado por una mueca de dolor. Gimes por cada envestida y aunque te agarras a la cama te mueves con mis movimientos.
—¡Duele! —Busco dentro tu punto dulce y al encontrarlo ya no vuelves a decir que te duele o suplicar que pare. Nunca más. Ruegas por que siga y porque me corra dentro para sentirme mejor. También para que te quite el anillo pero sabes que no voy a hacerlo hasta que no sea el momento. Te torturo igual que has hecho conmigo
—Voy a venir, Jimin.
—Quítame esto. —Te obedezco y por segunda vez ambos nos derretimos al mismo tiempo que el otro. Sin poder evitarlo caigo sobre ti exhausto y tus piernas se caen a ambos lados de mi cuerpo inertes. De nuevo esta sensación de satisfacción y cansancio.
—¿Mejor ahora? —No tienes fuerzas ni para contestar con lo que asientes—. Ha estado genial. —Beso tus labios y me correspondes el beso.
—Kookie...
—¿Hum?
—Me encanta sentirte dentro pero ya te has corrido y...
—Ah, sí. —Salgo de ti avergonzado.
—¿Ha merecido la pena pagar tanto por dos orgasmos? —Me preguntas serio y yo asiento completamente convencido. Tus tiernos ojos me miran comprendiendo mis palabras y aun tumbado sobre ti me besas corroborando que esta ha sido la mejor noche en mucho tiempo.
Comentarios
Publicar un comentario