Sedúceme (JiKook) - Capítulo 1


Capítulo 1


JungKook POV:


Suspiro escuchando alegremente la canción "Crooked" de GDragon en mi móvil mientras voy conduciendo. Es ya de noche y sigo mi insaciable rutina de cada semana. Sábado, termino de trabajar en la estúpida oficina y cojo mi reluciente Ferrari rojo. Conduzco durante hora y media solo para llegar a mi destino. Mentiría si dijera que me gustaría cambiar mis hábitos, pero ¿acaso puedo evitarlo? Soy esclavo de uno de los peores pecados capitales, la pereza.

Muevo mi cabeza disfrutando del ritmo de la música en mis oídos pero no entiendo la letra tan sentimental y estereotipada que tiene. Amor, ¿qué diablos? No es más que una degradación de la lujuria y un sistema comercial capitalista para hacernos esclavos del consumismo. Irónico que sea yo el defensor de una sociedad humilde cuando aferro mis manos al volante de este precioso coche. Digamos que papá es generoso y sabe recompensar muy bien mi moderado comportamiento.

Piso un poco más el acelerador sintiendo la velocidad y miro mi reflejo en el espejo deleitándome en mis ojos rasgados, en mis suculentos labios y en el perfecto peinado que hoy porto. La corbata amarrando mi cuello me hace sentir mejor y equilibrado conmigo mismo y la chaqueta del traje, importante. Superior. Mis zapatos que solo un par de personas de todo el país se pueden permitir, lucen brillantes y radiantes. Perfecto. Soy perfecto nada más que en la nube de vanidad y soberbia que me rodea. No importa.

Las luces lejanas ya me avisan de que poco falta para el final del trayecto. Estoy impaciente y sediento de una buena copa del whiskey más caro del local. No, no es un bar a donde me dirijo sino a un puticlub "de lujo". Y lo entrecomillo porque, maldita sea, no hay nada más decente en kilómetros a la redonda. Soy adicto a ver los glúteos de las coreanas bailar y moverse con el movimiento de la música. Sus pechos descubiertos, su piel blanca y reluciente y sus cabellos negros caer por su espalda desnuda como una cascada de ópalo líquido.

Nada más llegar aparco el coche en una zona segura y al salir me acerco poco a poco pero me resulta extraño el ambiente ya que no veo más que mujeres eufóricas a la entrada, y sin duda no son prostitutas. Me acerco más y aunque mi presencia no es extraña, ya que pueden pensar cualquier cosa de mí, yo me siento como un intruso en mi propia casa. Entro y las mesas están ocupadas por mujeres con extraños trajes y coronas infantiles. ¿Qué diablos...?

Sin dudarlo un segundo me acerco a la barra en la parte más alejada del escenario y llamo al camarero con el cual ya tengo una estrecha confianza.

—¡Yoongi! —Levanto la mano para que me vea entre el barullo y en cuanto puede se acerca a mí para verse sorprendido por mi presencia aquí.

—¿Qué haces aquí, pervertido? —No me lo tomo a mal, nunca lo hago porque su sonrisa infantil me muestra la ternura de sus palabras.

—Pues como cada sábado. —Le digo sin darle importancia. Pero algo, sin duda, no está bien aquí.

—El establecimiento ha sido reservado toda la noche para una despedida de soltera.

—¿Cómo? —Frunzo el ceño—. Pensé que los días de chicas eran los viernes. —Este establecimiento no solo proporciona placer a los hombres sino que tiene un gran abanico de posibilidades del que yo me desentiendo.

—Lo sé, pero han insistido mucho y... —se acerca a mí y tapa su boca con la mano—, para mí que la novia es amiga del dueño, ya me entiendes. —Me guiña un ojo haciéndome entender que estas dos personas mantienen una relación algo más complicada que una simple amistad.

Suspiro desilusionado con la idea de romper mi rutina y asiento convencido.

—Qué remedio, ya que he venido hasta aquí, ponme lo de siempre.

—Sí, señor Jeon. —Se gira y alcanza de una estantería cercana un whiskey que sabe que adoro. Lo sirve en un vaso con dos hielos y cubre un par de dedos de cantidad. Lo pone ante mí y me pregunta lo de siempre a pesar que sabe que conozco la respuesta—. ¿Algo de picar?

—Me temo que hoy me tendré que conformar con unos cacahuetes porque no tengo pechos para morder. —Ambos reímos por mis palabras y rápido pone un cuenco con frutos secos delante de mí. El primero lo introduzco en mi boca saboreando la sal excesiva que contiene.

Cuando el ambiente se calma un poco acude frente a mí y comienza una conversación que agradezco porque la necesito como el whiskey delante de mí.

—Bueno... ¿Y qué tal todo, señor Jeon? —Me encantaría cohibirle de que me llamase señor Jeon y simplemente un Jungkook le sirviese, pero me temo que mi orgullo me lo prohíbe.

—Bien, como siempre.

—Le conozco desde hace más de un año y no sé nada de usted a pesar de que viene cada semana.

—No hay nada que contar. —Desde luego que lo hay. Mi nombre es Jeon Jungkook, tengo veintidós años, trabajo en la empresa de papá y tengo todo el dinero que quiera solo con abrir mi cartera. Aficionado a los vicios. Esclavo de los placeres terrenales, todos y cada uno de los que se me exponen delante. Sin amigos, sin personas a las que querer. Sin pareja, obviamente, y con una debilidad. Yo mismo.

—No sea así, señor. Bueno, en realidad si le conozco bien. —Le miro alzando mis cejas en señal de que quiero oír lo que tiene que decirme—. Le gusta el whiskey caro, la independencia y la soledad que le proporciona este lugar en la barra, y las mujeres naturales, nada de operaciones irreales.

Asiento enorgullecido de sus palabras y dándole la razón que se merece. Aplaudo su observación y doy un trago a la copa delante de mí.

—¿Soy tan predecible?

—También es un hombre de costumbres.

—Esto, —me refiero a la despedida de soltera—, arruina todos mis planes.

—Yo podría intentar complacerle pero me temo que no soy su tipo, ¿cierto? —Ambos reímos.

—Desde luego que no. ¿A caso estaría dispuesto?

—Me temo que sí ya que seguro que sería generoso con su pago. —Me guiña un ojo y asiento de nuevo atribuyéndole la razón.

Y sin esperarlo las luces del local se degradan hasta desaparecer. Las mujeres gritan histéricas y todas se acercan al escenario donde tan solo una luz ilumina la escena a la espera de alguien ya que el espacio está vacío. Yo miro sin importancia allí donde tantas miradas coinciden y enciendo un cigarrillo distrayendo mi mente de un posible espectáculo masculino que es muy probable, me desagrade.

—Ya sale. —Dice Yoongi a mi lado y de repente desaparece por ahí para limpiar la barra que de un momento a otro se ha tornado desierta. Un pequeña parte de mi siente curiosidad por saber quien llega a continuación pero la otra gran parte está más centrada en disfrutar de las caladas del cigarrillo y del alcohol que ingiero.

Una música estridente y fuerte, que hace que mi corazón palpite dentro de mí y los gritos de las chicas se hacen aun más evidentes dada su desesperación. La voz de un cantante inunda el local y antes de darme cuenta un joven, envuelto en un abrigo de piel blanca y unos pantalones vaqueros aparece de no sé donde para mostrar su esculpido cuerpo a las guarras que babean por él.

Y ahí estás tú. Llevas un micro con el que cantas una preciosa canción que en mi opinión es demasiado pornográfica. Tu pelo castaño, tu rostro fruncido en una mueca de placer falso y tus músculos al aire. Maldita sea. ¿Quién eres? Cojo la copa en mis manos y salgo de la barra para acercarme un poco al escenario, uno o dos pasos, nada más. Lo suficiente como para que todo su cuerpo me atrape en una violenta danza en que tus extremidades se coordinan a la perfección.

Todo un cosquilleo recorre mi cuerpo de pies a cabeza. Me siento impotente, inútil e invisible con tu sola presencia. ¿Qué me estás haciendo? Quiero gritar como hacen las mujeres frente a mí pero me contengo porque tal vez si lo hiciera primero debiera aflojar el nudo en mi corbata y sin querer lo hago pero no para gritar sino para poder respirar con más facilidad porque algo presiona mis pulmones.

Veo como muerdes tus jugosos labios y sin pedir permiso a mi autocontrol te deshaces de tu chaqueta de pelo blanco y la tiras por ahí sin importante nada en absoluto. Me muestras mejor todo tu cuerpo y veo cada músculo marcado y tenso. Firme y fuerte convirtiéndome en nada más que un mísero espectador de tu juego de seducción. No, yo no caeré en él porque soy mejor que todo esto. Yo no me veo atraído por nada de un hombre más que de mí mismo.

Me miras. Sé que me estas mirando a mí desde ahí arriba y trago saliva porque los escalofríos se hacen más notables en el nacimiento de la columna. ¡No! ¡No me hagas esto! Quitas tu cinturón poco a poco para provocarnos y no lo consiento. Y a pesar de que me horrorizas sigo mirándote como un cordero, dispuesto a ser devorado por tus violentos actos. Una vez la correa en tus manos la lanzas y acompañado de extraños movimientos de cadera desabrochas los botones del pantalón blanco. No conozco tus límites y permíteme que te diga que no quiero participar en ellos. Muerdo mi labio. Y tú haces lo mismo una y otra vez. Yo te imito esperando que me estés mirando y conozcas mis sucios pensamientos al verte bailar de esa manera tan suculenta. Por el amor de dios, Jungkook. Reprímete. Y es entonces, cuando terminas por quitar su ropa interior y nos muestras todo de ti, cuando me recuerdo a mi mismo que no soy la persona ideal para la castidad ni la templanza. No me reconozco al pensar en ti como una presa pero tampoco al verme a mí como alguien capaz de controlar sus instintos.

Te veo titubeante por un segundo y ofreciéndole la mano a una chica del público la subes contigo al escenario y me veo sumido en la envidia de ser testigo de cómo esta pervertida escruta tu cuerpo antes de catarlo y degustarse en él. ¿Tan fácil eres? ¿Tan desvergonzado que no te importa que esa desconocida te manosee de esa manera tan vulgar? Si me dejaras a mí...

Aprieto el vaso de cristal en mis manos pero no tengo miedo de romperlo y menos de cortarme con él porque ya no siento nada más que el éxtasis de verte tan cerca, la envidia de esta chica a tu lado, la soldad que me proporciona la oscuridad del local. Comienzo a sudar y mis sienes se empapan obligándome a perderte por un segundo de vista en lo que limpio mi rostro. Un maldito segundo en que he perdido parte de tu actuación y me siento culpable por ello.

Todo parece incluso estable dentro de mi mente hasta que tus fáciles labios se posan sobre los de la chica a la que has ofrecido tu seductor baile y aunque todas griten excitadas la ira recorre mis venas, ira producida por la envidia de la situación. Me canso de estar simplemente observándote y apago el cigarrillo de mi mano y tiro la colilla en la copa de whiskey que porto en la otra. Furioso y rabioso me dirijo de nuevo a la barra a pesar de que el espectáculo aun no ha terminado y dejo con brutalidad la copa sobre la madera.

—¿Señor...? —Pregunta Yoongi del otro lado y mientras él limpia una copa yo le dejo sobre la barra unos cuantos billetes que sin duda agradecerá.

Salgo de allí con dirección a una de las estancia más alejadas de la barra. Entro en un pasillo iluminado por luces rojas y acabo en una recepción donde una señora me espera detrás. Una mujer mayor, bien vestida a pesar que es algo vulgar en ello.

—Buenas, caballero. Me temo que hoy no hay chicas que puedan...

—No busco ese tipo de compañía. —Me mira extrañada—. Quisiera saber si el bailarín que está actuando en este momento haría un servicio con hombres. —La señora titubea unos momentos pero tras pensarlo acaba respondiendo.

—Sí señor.

—Quiero una hora con él, cuanto antes.

—De nuevo tengo que negarme. Tiene toda la noche reservada con...

—¿Cree que me importa? ¡Míreme! —Golpeo la mesa entre nosotros—. Dígame cuánto cuesta una hora con él y concédamela de inmediato.

—Hay una mujer que le ha solicitado toda la noche. —Entiendo sus palabras en un doble sentido y me temo que no sabe quién diablos soy.

—¿Cuánto ha pagado ella?

—Cinco mil. —Sonríe, la muy estúpida.

—Le doy el doble.

—¿Por toda la noche?

—¿Me veo como alguien que necesita toda la noche? Una hora. —Aclaro mis ideas—. Quiero un completo con el hombre que está actuando, cuanto antes y le pagaré diez mil por una hora. ¿Entendido? —Ella sonríe aun más satisfecha por mi desmesurada propuesta y asiente extendiendo la mano para buscar mi dinero.

Sin problema lo saco de mi cartera y se lo entrego convencido de que no se esperaba mis palabras.

—Tendrá que esperar media hora. —Me entrega una llave con un llavero colgando con el número 16 indicándome la habitación—. El señor Jimin debe terminar su espectáculo y asearse para usted. —Sonrío encantado de sus palabras. Ahora no me queda más remedio que esperar.

Jimin. Repito tu nombre en mi mente. Ya sé cómo te llamas.

 

 

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