POR TI, TODO MENOS MI DIGNIDAD (Yoonmin) - Capítulo 14 - Humo

Capítulo 14 - Humo

Jimin POV:

 

—¡Ni se te ocurra! —Me amenaza desde el sofá aunque sabe que no puede hacer nada. Estoy sentado sobre él en un intento de hacerle cosquillas pero él detiene mis manos evitándolo.

—Dilo otra vez y te arrepentirás. —Todo su cuerpo tiembla debajo de mí pero aun tiene valor para provocarme más.

—Jiminie donsaeng~ —Su sorna es lo que más me mata. Y como veo que no le da miedo, mis diez dedos van a su cintura para revolverse allí, igual se revuelve su cuerpo debajo de mí. Su rostro gira desbocado sin contener la risa y veo toda la fila de sus dientes con un poco de encía. Creo que debo para cuando veo sus lágrimas brotar de sus ojos incontrolablemente.

Paro unos segundos dejándole respirar y en ese momento puedo ver por la ventana que ya se ha hecho de noche. Miro el reloj de pared que tiene. Son las ocho y media.

—Voy a matarte. —Dice debajo de mí aun riendo con la respiración entrecortada.

—¿A sí? —Me levanto de él y le ayudo a incorporarse. Retiro la mesa que adorna el centro del salón y dejo un gran espacio libre. —Vamos, ven. Atácame.

Me pongo en postura defensiva mientras lo veo delante de mí buscando mi mejor debilidad. No la encuentra, por lo que tras pensárselo durante un rato se agacha y abraza mi cintura intentando derribarme. Yo apenas retrocedo dos pasos y puedo aguantar su potencia que es mínima. Es tan extraño sentirle de esta manera, tan cerca de mí. Siento que podría matar a cualquiera por mi hyung.

—¿Solo tienes esto? —Rápidamente se aparta de mí y me mira fingiendo seriedad.

—Muéstrame cómo se hace, pues. —Cojo carrerilla para embestir su cuerpecito pero a medida que avanzan los segundos se arrepiente—. No, ¡NO! DETENTE.

Y antes de que pueda mi cuerpo chocar contra el suyo sale corriendo rodeando el sofá completamente asustado.

—¿Pero no me has pedido que te lo muestre? —Río cínico y persiguiéndolo.

—Pensabas embestirme con toda tu fuerza idiota, ¿estás loco?

—Es lo que pasa por provocarme~ —No sé como lo hago pero atravieso el sofá saltando por encima y lo hago caer conmigo al suelo. Le oigo gritar como me oigo a mí por el susto. La verdad es que eso no me lo esperaba de mí.

—Hijo de puta. Como me hayas roto el sofá vas a pagarlo muy caro. —Estoy tumbado sobre él. No le sujeto los brazos porque aunque quiera no puede moverse.

—¿Te preocupa más el sofá que tus propios huesos? —Río de su estupidez.

—Desde luego —Dice convencido—. ¿Ahora te preocupas por mis huesos?

Mi corazón da un vuelco cada vez que me recuerda quien soy, y quien he sido con él, pero desde hoy quiero cambiar. Quiero dejar de golpearle para pasar a protegerlo. No sé muy bien por qué, solo sé que si alguien más le hace daño, no voy a tener otro remedio que matarle.

Voy a decir algo cuando un sonido proveniente de su estómago me hace callar al instante. Sus mejillas blancas se tornan rosas al instante provocado por la vergüenza. Ambos nos incorporamos y yo aun sigo sentado en sus piernas.

—Perdona... tengo hambre...

—Yo también. ¿Cuál es tu comida favorita?

—Hamburguesas ¿por qué?

—Genial. Conozco un sitio de hamburguesas que va a encantarte. No es nada caro y puedes pedir muchos complementos para...

—Espera, espera... ¿Vamos a salir lloviendo?

—Ah, no. —Río por su inocencia—. Llamo desde el móvil y nos lo traen a casa.

—Ah... pero, ¿no es tarde para que estés fuera de casa?

—Serás un hyung, pero ya soy adulto y mi madre no se preocupa demasiado por estas cosas... Pero si no quieres que este aquí más tiempo, sólo dímelo. —Lo miro un segundo y rápidamente niega con la cabeza.

—No, no. —Se levanta apartándome de encima—. Haz lo que quieras.

Pasamos varios minutos escogiendo entre los ingredientes y las variantes de hamburguesas de la página web del local y una vez lo tuve todo apuntado me decidí a llamar.

—Ahora vengo. —Dice cuando estoy marcando y se marcha a su cuarto.

—Hola buenas tardes. —una chica muy simpática contesta al otro lado del teléfono—. Queríamos dos hamburguesas medianas una de ternera y otra de pollo. Dos Coca—Colas, patatas fritas y bravas con salsa barbacoa y alioli. Aros de cebolla. Vale, muchas gracias.

Cuelgo el teléfono y lo dejo encima de la mesa del salón no sin antes colocarla en su sitio. Y es extraño pero apenas ha estado unos segundos lejos de mí y ya echo en falta la presencia del estúpido de Suga. Camino hasta su cuarto y abro lentamente.

—Ya está, han dicho que tardarán veinte... —Me detengo al verle. Su cuerpo sentando en la cama, encogido con una manta sobre los hombros y la ventana abierta porque esta fumando. ¿Hyung...? ¿Qué haces?

Pregunto como si no fuera obvio pero no puedo asimilar de un golpe esta escena. No sé pe pensar.

—Sal fuera Jimin, hace frío y puedes enfermar.

—¿Yo? Eres tu quien está allí. —No me importa lo que me dice. Me limito a avanzar hasta que estoy a su lado de pie. Es cierto que hace frío.

—Lo digo enserio...

—Cállate. Deja de cuidarme idiota. —Me siento a su lado y cubro sus hombros con mi brazo. Agarro la mano que sostiene el cigarro tembloroso y me lo acerco a la boca para inhalar el humo que procede de su filtro. Pasados unos segundos lo suelto envolviéndonos en una nube grisácea.

No sé cómo conseguir darle calor a partir de mi cuerpo pero esta es la mejor manera que se me ocurre y pongo mi cabeza en su cuello que está desprotegido de la manta. Me quedo allí esperando una reacción de él pero se limita a seguir dándole caladas al cigarro como si yo no estuviera allí. Lo miro desde la inferioridad que esta situación supone y su rostro es probablemente la mejor definición de belleza que he visto jamás.

Me gustaría decirle, hacerle saber, entender que lo siento. Que me arrepiento de cada golpe que le he dado, y sin embargo me arrepiento demasiado tarde. No importa. No importa si después de esto voy al infierno pero quiero estar el resto de mi vida mortal con él. Quiero susurrarle que le quiero, y que le protegeré pero mis palabras no quieren salir, mis actos son más rápidos aunque torpes.

Me ofrece de nuevo el cigarro y lo sujeto con mi propia mano para consumirlo por completo. Lo tiro por la ventana abierta y rápidamente la cierro para que no entre más frió. Me siento frente a él y no puedo evitar mirarlo y compadecerme de él, sentir la ternura propia de ver un perro abandonado y pudoroso.

—No sabía que fumases. —No sé qué otra cosa decir. Estamos a oscuras solo alumbrados por las farolas cercanas a la ventana. No importa, es muy agradable.

—Ni yo de ti.

—No lo hago.

—Pero ahora sí.

—¿Importa?

—Supongo que no.

—Volvamos...

 

 

 

 Capítulo 13                  Capítulo 15                                              

 Índice de capítulos                                                   


Comentarios

Entradas populares