Mi pequeño diablo (JiKook) - Capítulo 2
CAPÍTULO 2
JungKook
POV:
Al principio me basé en excusas para librarme de todas las mierdas benéficas a las que iba con mis padres. Evitaba a toda costa ir a iglesias, templos o conventos. Tiré todos mis crucifijos y dejé las clases de catequesis.
No me veáis ahora como un anticristo no nada por el estilo. Tan solo me alejé de todo lo que me recordaba a Jimin para acercarme más a ser alguien como él.
Una vez que tenía tiempo, comencé a ir al gimnasio porque me cansé de ver un cuerpo escuálido frente a mí siempre.
Solo intenté buscar mi alter ego. Y lo encontré, el día que llegué a casa con una chaqueta de cuero negra, unos pantalones negros caros y que yo había destrozado para romperlos por las rodillas. Varios pendientes en las orejas que pensé, sinceramente, que serían más dolorosos y sin embargo eran agradables. Mis ojos delineados.
Mis padres casi mueren aquel día. Y yo también por su reprimenda, pero no me importó porque me sentí cerca de él. Sentí que si en algún momento me veía, se sentiría orgulloso de mí. De lo que hizo con migo. Y si me vio, no lo supe. Jamás volvió a dar señales de vida después de eso.
Recuerdo, cuando la última de las señales desapareció de mi cuerpo, me sentí tan solo... Si había sido real, ya no estaba seguro, no tenía nada que me lo demostrara. Pasaron los meses y comencé a pensar que no fueron más que delirios de mi enferma mente.
Pasaron dos años.
Comencé a ser popular entre los de mi clase. Irónico ¿verdad? Las mierdas me temían, los populares me alababan. Las chicas me adoraban. Comencé a saber lo que era por primera vez ser algo.
Tres años.
Salí de fiesta todas las noches. Me emborrachaba hasta tal punto que desconocía mi propio nombre, aunque eso ya no resultaba difícil teniendo en cuenta mi estado psicológico. Las drogas se me hacían muy tentadoras, y las peleas. Los robos. Pintarrajeé con espray coches de 50.000.000 wons solo por diversión mal sana. Por la adrenalina. La necesitaba.
Me encontré adicto a gritar por las calle vacías. Escandalizar peatones inocentes que no hicieron nada. Me pasé más tiempo huyendo de la policía que haciendo cualquier otra cosa. Pero yo era feliz.
Cuatro años.
Tuve el valor de declararme a ella. A la chica de mi clase de la que estaba enamorado. Y no hay día que no me arrepienta.
Tiempo después de nuestra primera cita, hicimos el amor por primera vez. Y no sé muy bien cómo explicar lo que pasó pero cuando yo regresé a casa me vi a mi mismo masturbándome en el baño llorando el nombre de Jimin. Rogando por él. Suplicando.
Con el tiempo he llegado a la conclusión de que su pequeño cuerpo no es suficiente para mí. Sus ojos han dejado de decirme cosas y cuando toco su piel, ya no es agradable para mis dedos. Sus gemidos no consiguen llenar mis oídos. Ya no siento placer. No siento felicidad.
He soñado con él a menudo. Ya ni siquiera son sueños calientes, es tan solo su rostro. La desesperación que siento es tan grande que tan solo verlo, para mí ya resulta imposible, imposible como un sueño. Inalcanzable. Ya no duermo. No quiero dormir. Ya no vivo, tampoco quiero vivir más.
Y ya han pasado más de cinco años, y siento... bueno, en realidad ya no siento nada en absoluto. He dejado la escuela. No tengo trabajo, vivo a costa de mis padres pero me da igual ser una carga para ellos. Me hace gracia la forma en la que me esconden de sus amigos. Como si yo tuviera la peste. Ellos hoy no estaban, y yo aproveché para salir a beber.
Entré en el primer establecimiento de ultramarinos y compré una caja de seis botellas de soju. Seis exactamente. La primera no me hace nada en absoluto. La segunda me provoca mareos. La tercera una felicidad artificial. La cuarta la bendita adrenalina. La quinta me hace ver alucinaciones. Y la sexta... bueno... nunca he llegado tan lejos. Siempre me desmayo antes.
Caminé por las aceras con la caja en una mano y una botella ya abierta ya en la otra. Beso su boca como si me fuera la vida en obtener ese maldito líquido, y tal vez así sea.
Me detengo en una calle donde apenas hay coches aparcados, y menos personas. Me siento en el suelo a ras de la carretera y abro la cuarta. Y junto con ella, saco un cigarrillo y lo enciendo saboreándolo todo lo que se me permite. Introduzco el humo a mis pulmones y un agradable cosquilleo recorre mis entrañas. Suspiro expulsando el aire junto con las nubes grises de mi interior y dijo para mí:
—Ahh... nice...
Me levanto y recojo la botella del suelo y olvido las demás en la caja. Pero no me importa. Termino el cigarrillo y doy el último trago a la botella. Soy consciente de que no camino en línea recta, mas a quien le importa.
—Hijo de puta. ¿Dónde te has metido? ¡Cabrón! —Grito al aire. Articulando como un loco, golpeando a la nada, al vacío—, ¡JIMIN, VE A ROBARME LA INOCENCIA DE NUEVO! ¡VEN SI TIENES HUEVOS, GILIPOLLAS!
En un movimiento mal articulado se me escapa el cuello de la botella de las manos y va a estrellarse contra un coche del cual sale un pitido ensordecedor que me alerta de que debo salir corriendo.
Antes de lo que pienso he llegado a casa y me deslizo por las escaleras hasta mi cuarto. Me apoyo en la puerta jadeando y esperando que se pase el mareo que siento, pero si es a causa del soju, no tengo esperanzas de que se vaya. Me doy media vuelta cuando siento que controlo lo que pasa a mí alrededor pero tropiezo con un zapato que dejé en medio antes de salir y caigo al suelo frustrado.
La ventana está abierta y las cortinas no están corridas. Otra vez mi madre ha entrado aquí y seguramente haya estado rebuscando entre mis cosas para buscar alguna excusa para echarme de su casa. Todo lo que consumo lo hago fuera de casa.
Antes de cerrar la ventana, correr las cortinas y sumir en tinieblas completas la habitación me quedo unos segundos observando la calle. Tranquila. Alcanzo la tablet a los pies de mi cama y la enciendo, junto con la luz de mi cuarto. Me recuesto en la cama mientras recorro todas las redes sociales para distraer mi mente cuando la luz sobre mi cabeza empieza a parpadear. Continúa así durante unos minutos y simplemente se apaga.
Me quedo estático durante unos minutos viendo lo que acaba de pasar. Mi temperatura corporal baja al instante debido a una corriente fría de aire que entra por la ventana en la que estoy sentado. Inmediatamente cierro la ventana y bajo las cortinas dejando la habitación en una serie de líneas de luz paralelas ayudada por la luz de la tablet en mi mano. Me pongo en pie pero no me esfuerzo en pulsar el interruptor, ni tampoco en intentar abrir la puerta.
Respiro una, dos, tres veces hasta que siento la adrenalina disminuir en mis venas. Estoy borracho, pero esto no es una alucinación mía, esto está sucediendo de verdad. Estoy estático de pie en medio de mi cuarto alumbrando mi rostro con la tablet que contando desde tres hacia atrás en mi mente, la apago.
Estoy esperando aquí en medio de la oscuridad, esperando, no sé a qué, pero esperando.
Me mantengo así por varios minutos pero no ocurre nada y suspiro frustrado. Pero no puedo volver a coger aire en mis pulmones porque siento un golpe brutal contra mi espalda que me hace caer al suelo de boca. Me cuesta respirar después de eso. Toso desesperado por recobrar el aire en mis pulmones.
—¿¡Se puede saber quién osa mentar mi nombre en desvaríos ebrios!? —oigo a mi espalda. Es su voz, su maldita voz. Es él.
Me rio sin poder controlarlo contra el suelo y escupo sangre que se aglomera en mi poca. Debo haberme roto el labio en la caída. Recibo una parada en mi estómago que me provoca más toses. Pero ante todo sigo riendo.
—¿Qué te hace tanta gracia hijo de puta? —dice y vuelve a golpearme. No entiende que no me duele.
Me levanto y lo miro recreándome en el recuerdo. Está exactamente igual. Pero la ventaja es que no ahora soy un poco más alto.
—¿Sabes quién soy? —sonrío, por fin está aquí.
—Uno de los tanto niños que he violado. —Dijo sin darle importancia y eso es lo que me mata. Agarré el cuello de su camisa y sin necesidad de ejercer mucha fuerza empujo su cuerpo contra el espejo que está en una de las paredes de mi cuarto. El cristal cede bajo su cuerpo y una vez que su cuerpo ha sido golpeado y su rostro se descompone en dolor, vuelvo a acercarlo a mí para coger carrerilla y estampo su cabeza de nuevo allí golpeándolo por segunda vez.
—Vas a pagarme por todo...
—¿Yo? ¿Se puede saber que he hecho yo?
—¡Destruiste mi vida!
—No es culpa mía que vistas como un maldito gótico para dar miedo, ni que tus padres te odien por ser maricón, ni que no encuentres a nadie que te dé un poco de cariño. No es culpa mía que estés borracho, ni de que te drogues todos los días. No te haces una idea de la cantidad de niños que he torturado y violado como te hice a ti, ¿y te crees especial? Supéralo y sigue tu vida. —dijo aquellas duras palabras y retira mis brazos de él. Me mira desafiante esperando que yo diga algo. Pero yo no sé qué decir, estoy borracho como bien ha dicho, por el amor de dios, solo quiero golpearle.
Y así hago. Mi puño cerrado se estampa contra su mejilla izquierda haciéndole voltear la cara mirando al suelo. Y segundos después vuelve a mirarme ahora con ojos rojos de ira, su barbilla inclinada mostrándome sus cuernos apuntándome como si fuera a envestirme.
—Creo... —dice lentamente para que yo asimile sus palabras—, que no sabes lo fácil que sería matarte.
—Creo que no sabes... —repito en el mismo tono—, cuánto tiempo llevo esperando este momento.
Agarro los cabellos de su nuca y tiro de ellos para dejarme ver su cuello. Blanco, tentador. Me lancé a él como el depredador a su presa. Muerdo aquel lugar tan delicioso mezclado con el sabor de mi propia sangre y diría que comienzo a delirar. Él enrolla su cola roja alrededor de mi muñeca para obligarme a soltarlo pero no puede. Mi otro brazo tira de él hacia mí, todo mi cuerpo está buscando contacto.
—Muchacho, retírate de mí. ¡Fuera!
—Ahora vas a empezar a pagar. —agarré de nuevo su camisa y lo lancé a la cama.
—Voy a matarte —dice tumbado allí esperando a que yo fuera para cumplir su sentencia.
—Vale, pero primero déjame disfrutar. —Yo soy completamente sincero, no me importa que me lleve con él a infierno si antes me transporta al cielo.
Me acerco a él y me subo sobre su cintura haciendo fricción con mi culo en su polla. Me quito la camisa para liberarme del calor que comienza a amenazar mi piel y él me mira con sus ojos negros de arriba abajo.
—¿Qué haces? ¿Realmente quieres que te folle de nuevo? —Comienza a carcajearse de su propia pregunta—. Debes estar completamente loco. ¿Crees que me gustas?
—No estás aquí para ser complacido. Esta vez —Dije con toda la sangre fría que era capad de bombear mi corazón roto—, lo haremos a mi manera.
Él no entiende pero tampoco importa. Agarro su cuello con una de mis manos y con la otra desabrocho mis pantalones metiendo mi mano bajo mis ropas para tocarme. Él solo controla que mi fuerza en su garganta no se exceda lo suficiente como para no dejarlo respirar y en poner caras sexys. Su olor agrava mi estado de ebriedad.
Mi pene bajo mi ropa ya empieza a molestar y lo saco fuera. Al verlo saltar, Jimin sonríe sádico y seguro que piensa en lo grande que es ahora en comparación. Mi rostro permanece serio concentrado en darme un poco de placer a mí mismo. Su polla debajo de mi siento que aumenta por momentos y por ello muevo mis nalgas a más velocidad. Pero cuando siento que le doy placer me detengo y avanzo mi cuerpo hasta que mi pene queda frente a él.
—Saca esa maravillosa lengua y chúpame un poco anda... —le pido pero sabe que no es un deseo, si no una orden. Endereza su cabeza y saca su espeluznante legua para rodear mi pene con ella. Juega allí mientras sus manos aferran mis muslos abriéndolos para dejarme más expuesto a él. Agarro sus cuernos y tiro mi cabeza hacia atrás sus pirando.
—Ahh... Jimin... —podría venir solo con eso. Mancharía toda su cara de mi semen caliente, pero él se detiene nada más que escucha su propio nombre de mí—, ¿Por qué paras?
—Me toca —intenta incorporarse sin mirarme a los ojos pero yo no le dejo.
—Me retiro, pero quítate la ropa.
Lo tengo frente a mí desnudándose mientras yo me masturbo solo ayudado por la saliva que ha dejado en mi pene, aun caliente. Lo hace despacio, para provocarme pero yo no tengo paciencia. Cuando le queda tan solo su ropa interior me tiro a él y la desgarro provocándole un escalofrío. Su pene salta delante de mí.
Él está tumbado frente a mi apoyado en sus codos. Imagen de dioses. Cuerpo escultural. Todo para mí.
—Ven... —agarra mi nuca y me lleva a su pene— hazlo como la última vez.
Yo no necesito pensarlo mucho para deshacerme de su mano y dirigir mi cara a la suya negando y chasqueando la lengua. Frunce su ceño pero inmediatamente lo suaviza cuando masturbo nuestros miembros juntos. Abre su boca aliviado, tal vez llevase duro más de lo que pensaba. Aprovecho esos labios carnosos para torturarlos, morderos, chuparlos. Su saliva caliente es la mejor droga que he probado. Goteando de sus labios por el placer. Me estoy volviendo loco.
Nuestras lenguas se unen anheladas. Sus manos regordetas recorren mi cuerpo y yo extrañaba como un demonio esta sensación. Dios bendito sálvame de esa pecaminosa sensación.
Él gime por lo bajo mientras su cola tantea todo mi cuerpo junto a sus manos. Mi espalda, mis glúteos y más tarde la siento en un intento de penetrarme sin avisar. Pero la detengo a tiempo mientras el rostro de Jimin frente a mí está confundido.
—¿Qué haces? —Pregunta con la respiración irregular.
Miro su cola enredándose en mi mano ya que no puede soltarse.
—Me dijiste que te llevabas la inocencia de los niños en vez de su alma. —Él asiente serio—, Jimin... ¿y tú? ¿Tienes inocencia?
Antes de que pudiera contestar, volteo su cuerpo y agarro firmemente su cola desde la base la cual comienza a enrollase alrededor de mi brazo como una jodida serpiente. Alzo esta para dejar bien a la vista su entrada y al hacerlo sé que estoy haciéndole daño, porque duele, pero no importa, esto le dolerá más. Penetro en él de una vez, sin titubeos, mientras le oigo gritar en mi almohada. Su grito agudo me está matando por dentro, me quema y hace que quiera venir cuanto antes.
Su voz de puta me vuelve loco y por eso comienzo pronto con las estocadas sin dejar que se acostumbre. Desvaría y me intenta agredir pero no lo consigue, es patético. Alzo más su cola haciendo su culo más respingón por mucho que le duela solo como advertencia de que es mejor que se mantenga quieto si no quiere pasarlo peor. Porque aunque no lo parezca estoy siendo benevolente con él y su cuerpo.
Una vez que su voz se ha degradado de gritos a gemidos de dolor, suelto su cola y agarro sus caderas ayudándole en las revoladas para hacerme más placentero esto. Su bonita cola se enrolla en mi cintura y me ayuda con las estocadas. Doy por hecho que le está empezando a resultar placentero por lo que salgo de él y le doy la vuelta debajo de mí. Vuelvo a entrar en él sin previo aviso provocándole otro ataque de ira.
—Maldito hijo de puta. ¿Cómo se te ocurre hacerme esto? De saber que... yo no... ¡AH!... ¡¡AHHH!! —dejó de hablar para gemir como una perra en mi cara—, Mas Kook... ahí de nuevo joder...
Sonreí ante aquello, me había llamado Kook... por lo que golpeé su próstata todas las veces que me pedía solo por el simple hecho de que mi nombre salía incontrolablemente de sus labios. Tiró de mi pelo para un beso y yo accedí encantado de sentir aquella lengua rebuscar en lo más profundo de mi boca. Cuando ambos sentimos que íbamos a venir, me separó de él y me hizo sentarme en medio de la cama y tumbarme tal y como él estaba hacía unos segundos.
Se subió encima de mí y se penetró sin pensárselo. La luz que entraba me dejaba ver su hermoso cuerpo cabalgando sobre mi polla. Su cara en éxtasis era todo lo que yo había querido ver durante años. Ambos gemimos, nuestros cuerpos bailaron para la otra persona, temerosos, confiados, cobardes y valientes.
Agarré su pene y le pedí que viniera a mí. Quería su placer sobre mi cuerpo. Y vino no sin antes sentir su cuerpo tembloroso como un gato sobre mí. Lloró, estaba llorando. Yo aun no había venido pero él se ofreció a ayudarme como aquella vez. Y vine dentro de él ensuciando su boca ya antes manchada de lágrimas.
Le retiré de mí y le besé sintiendo mi propio gusto en su boca. No me importaba. Por la expresión de su cara diría que ni él mismo se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que no limpié sus lagrimas con mis dedos. Se sentó de rodillas entre mis piernas y apoyó en estas sus manos. Me miró serio y yo ya no sabía qué hacer.
—Ya está. —dije como sentencia.
—¿El qué? —preguntó inocente.
—Ya puedes matarme. Rápido por favor.
Ambos nos quedamos en silencio, yo con los ojos cerrados y él recobrando el aliento. No oigo nada más que su respiración, hasta que habla.
—Quiero darme una ducha Kookie, pero no sé si puedo levantarme. ¿Me ayudas? —abrí mis ojos y sus labios forman un pico tan adorable que es difícil resistirme a ellos.
—Cl... claro... ven. —me levanté y lo cogí en brazos llevándolo al baño junto a mi cuarto evitando los cristales rotos en el suelo. Una vez que llegamos le pregunté.
—¿Ducha o baño? —El no pensó simplemente me dejó a mí a opción por lo que nos duchamos.
El agua cae sobre nuestras cabezas, nuestros torsos, y muere en nuestras piernas pero yo solo podía verle a él frente a mí enjuagándose el cuerpo con sus ojos cerrados. Era la primera vez que lo veía con tal claridad. La luz del baño era totalmente reveladora.
Su pelo era negro pero también rojo. Depende de cómo le diese la luz cambiaba de un color a otro pero su pelo no era en lo que me fijaba si no en los dos corpulentos cuernos que nacían de su frente. Los toqué y eran lisos pero con capas, como una concha que se enrosca en sí misma. Moví sus cabellos para ver su origen pero se fundían con su epidermis de una manera fascinante.
Su tez pálida contrasta perfectamente con sus ojos sin su iris y parte esclerótica. Tan sexy... ahora no puedo ver su lengua pero me gustaría verla de nuevo a la claridad y por eso se lo pido. Lleno de pudor la saca a la luz y es la extraña como se sentía dentro de mí. Oscura, casi morada y delgada. Bifurcada como supuse. La silba delante de mi cara haciendo que retroceda asustado. No me gusta que haga eso. Da mucho miedo.
Su cola roja se aferra a mi brazo y vuelve a acercarme a él. Sus manos me extienden la esponja.
—¿Me ayudas con la espalda? —estoy seguro de que esa maldita cola puede hacer el trabajo que estoy a punto de realizar yo pero tan solo quería contacto conmigo, y yo estaba muy feliz de eso.
Asentí positivamente y froté delicadamente su espalda y más tarde hago un masaje en sus hombros y cuello haciendo que deje caer su cabeza de gusto. Pero lo que más gracia me izo fue ver su cola moviéndose de lado a lado inocente.
—¿Por qué haces eso?
—Porque estoy feliz.
—Mmmm —no digo más por el momento. Pero pasados los minutos cuando ahora soy yo quien está siendo ayudado pienso en preguntarle— ¿No vas a matarme?
Mi pregunta es jocosa pero es realmente cierta.
—No.
—Entonces... Te vas a ir, como la última vez.
Él no contesta, apaga el grifo y envuelve mi cuerpo con una toalla mientras me seca. Yo espero su respuesta que no viene. Cuando yo estoy seco, envuelve su propio cuerpo con la misma y alza los brazos.
—Vamos... ¿a qué esperas? —Ante mi cara confundida me explica—: llévame de vuelta a la habitación. ¿No ves que me has partido en dos?
Suspiro y pongo los ojos en blanco. Lo cojo en brazos de nuevo y lo dejo sobre mi cama. Me pongo la primera cosa que saco del armario, una camisa dos tallas más grandes que yo y un bóxer. Cuando lo veo allí doy la luz de mi cuarto y me dirijo a recoger los... un momento, ya no hay cristales. El espejo está intacto.
—¿Qué cojones? —Me dirijo a él de nuevo que me mira con una sonrisa infantil—. ¿Cómo has hecho eso?
—Me alegra saber que te preocupa más no haberte cortado tus piececitos que el golpe de mi cabeza. —Dijo rascándose la zona magullada. Lo había olvidado por completo.
Corro hacia él y casi me saco los ojos con sus cuernos al intentar abrazarle.
—¿Dónde te duele? —Señaló diciendo "aquí" con sus manos en la coronilla y besé aquella zona tiernamente. Sus mejillas se tornaron rojas—. ¿Algún sitio más?
—Me duele el culo pero no creo que... no, para, para. Espera... —Giré su cuerpo y besé su culo sobre la toalla blanca mientras él me golpeaba la espalda con la mano. Enrojeció más si era posible—, No hagas eso idiota.
Era muy gracioso, ya no podía mirarme. Que tierno... Sus brazos están fríos y se ha puesto a tiritar.
—¿Tienes frio? —él negó con la cabeza pero sabía que me estaba mintiendo. Me levanté y saqué ropa de mi armario limpia para él, la puse en su regazo y esperé a que se vistiera pero él no reacciona. Se ha quedado estático mirando la ropa— ¿Ocurre algo? —volvió a negar con la cabeza.
—Ven aquí —abrazo su cuerpo para que no pase frío.
—JungKook. No te contesté antes. —Yo sé a qué se refiere—, No sé qué hacer. No puedo quedarme, pero no quiero irme. Pero si me quedo, a lo mejor tú no quieres que me quede y si me voy yo...
—Quédate. —le digo sin pensar porque es lo que quiero. Me mira esperanzado.
—¿Te das cuenta de lo que supone?
—Sí, que serás mío para siempre. Mi novio.
—No Kook, deberé esconderme de tus padres... y... yo... —pensó un segundo—, ¿No—vio?
Giró su rostro asimilando la palabra, tragándola. Yo sonreí a él infundiéndole todo el valor que tenía.
—¿Estás pidiéndome salir?
—No —digo alejándome de él y me pongo en pie—. Ponte la ropa ahora. Voy a hacer algo de comer que se me ha pasado el pedo.
—Pero si son las tantas de la mañana...
—¡Déjame!
Yo me voy mientras él se muere de un ataque de risa en mi cuarto. Esto es demasiado... yo también me voy riendo.
Camino con su risa en mis oídos, deleitándome con la felicidad que baña mis venas. Cinco años esperando y ahora estoy aquí, con él. Bendito Dios que me ha traído a este ser...
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