PARTE DE LA ÉLITE [PARTE I] (BTS) - Capítulo 1

 Capítulo 1


JungKook POV:

 

—Kook, es hora de comer.

Mi mamá me dice con una sonrisa mientras estoy sentado en el sofá viendo la vieja tele. Ella, ante mí, pone un plato con arroz y píldoras alimenticias que devoro al instante muerto de hambre.

Mi nombre es Jeon JungKook pero mi mamá y mi papá me llaman Kook, o Kookie porque resulta más adorable. Tengo diecisiete años y soy un niño muy feliz a pesar de que mis padres no lo sean y lo expresen constantemente. Vivimos donde el noventa por ciento de la población del país vive, a las afueras de “La zona privilegiada”. Aquí, las casas no son más de dos plantas e incluso estas ya son muy afortunadas. Las paredes son todas grises y la pintura en la piedra cae cada día un poco cediendo a los deseos del temporal. El terreno es de barro y piedras, la comida es escasa y nuestros recursos limitados. Pero no me importa, nunca conocí otra cosa. Mi madre siempre recuerda el día que dio a luz ahí, en el cuarto donde duermen sin ayuda de medicamentos ni personal sanitario. Me encojo de hombros ante ello.

Cada día, mi padre al llegar y oler el arroz cocido hace una mueca desagradable y habla de un plato llamado Kimchi, que no sé muy bien que es pero consigue que se relama los labios. Para mí, “Kimchi” es una pastillita naranja que me da los nutrientes necesarios para pasar el día, ya que solo tenemos una comida diaria.

—¡Ya estoy en casa! –Dice mi padre mientras entra por la puerta con su habitual ropa sucia y ajada. Igual que nuestros muebles, sucios y ajados. Igual que nuestra casa, agrietada hasta en las esquinas.

—Hola amor. –Mis padres se dan un dulce beso mientras yo ingiero las varias pastillas de hoy y mi madre le sirve exactamente lo mismo a mi padre. Este come rápido, sin darse tiempo a respirar y a los diez minutos sale de nuevo para volver a la fábrica textil donde trabaja. Nuestra rutina diaria. De lunes a domingo.

—Mamá. –Llamo la atención de mi madre cuando regreso a llevarle el plato vacío.

—¿Sí?

—¿Cuándo va a jugar conmigo papá a la pelota? –Pregunto queriendo estrenar ya una pelota pinchada que me encontré.

—No lo sé, amor. Tu padre no tiene tiempo.

—Pero me prometió que…

—Lo sé. –Me corta—. Ya veremos, mi vida.

—¿Puedo salir yo solo?

—Sabes que es peligroso. –Susurra. Yo me encojo de hombros y regreso al sofá para ver la televisión. Un único canal de televisión que financia el nuevo estado del país. “El renacido”. Antes de que yo naciera el país se llamaba de otra manera pero hoy no nos dejan hablar de ello y mis padres no lo han nombrado nunca. Siempre que hacen alguna referencia a su infancia, simplemente dicen: “antes, en los viejos tiempos” o “antes, cuando todo era diferente”.

Siento una tremenda curiosidad por algunas cosas que son incluso difíciles de imaginar ya que jamás las he conocido. Mi mamá me dijo que cuando tenía mi edad salía a la calle y gritaba, bebía y cantaba canciones de idols que hoy nadie recuerda. Aquel día que me lo contó entre susurros me llevé las manos a la cabeza incapaz de ver en mi mente semejante imagen.

Mi padre me hablaba de cuando iba a la universidad para ser arquitecto y colaboraba en manifestaciones en contra de la corrupción y las leyes estudiantiles con las que no estaba de acuerdo. Aquello fue incluso peor porque hacía unos meses acababan de retransmitir en televisión el fusilamiento por parte del ejército de unos hombres que intentaron hablar de más en una revuelta general.

A los días quedó en nada pero en mi interior quedó marcado como algo que no se debe hacer. No hay que alzar la voz, no hay que ir en contra de nada que sea mayor que nosotros porque sufrimos el riesgo de ser aplastados.

A veces, cuando mi madre está triste tararea para ella sola una canción que no se debe cantar. Hay tantas cosas que no se deben cantar. Todo y sin excepción de lo que no sea el himno de “El renacido”.

De repente este himno suena delante de mí en la pantalla y mis ojos se abren de par en par sabiendo lo que viene a continuación. Me aferro al sofá excitado y sonrío llamando a mi madre para que atienda a la televisión como hago yo. Al reconocer el motivo de mi excitación ella hace una mueca y se vuelve a seguir con sus tareas pero yo me mantengo expectante.

Seis rostros ya muy bien conocidos aparecen delante de mí, uno detrás del otro, bien maquillados, con trajes negros e insignias en sus pechos. La bandera del país ondea detrás de ellos y sobre la pantalla, su escudo es brillante y llamativo. Alguno sonríe, otro se mantiene serio. Son tan fuertes, tan imponentes. Son la policía secreta del estado. Las personas a las que admiro.

—¡Mira mamá! –Señalo cuando sale uno de ellos hablando sobre la seguridad del estado y de una misión que acaban de realizar—. ¡Ese es Jimin! –Sonrío como un idiota. Ella solo se digna a darme una sonrisa de compasión, no por mi inocencia, sino por las causas en las que me ha tocado nacer. No es culpa mía, desde luego, sino de ella, por acceder a la presión del estado y procrear la especie.

—¿Jimin es tu favorito? –Me pregunta ella con curiosidad.

—¡Sabes que sí, mamá! Pero Taehyung es también muy guapo. Y Suga también… y…

—Entiendo hijo. –Dice ella como cada vez que empezamos esta conversación.

Termina hablando el mayor de ellos que es Kim SeokJin, el hijo de nuestro presidente. Y si Dios quiere, un día nuestro futuro presidente. Nunca me he atrevido a decir nada malo de él ni tampoco de nadie de su familia. El último que lo hizo desapareció. Era nuestro vecino, amigo de papá.

—Yo quiero ser como ellos, mamá. –Ahora apenas sonríe. Suelta un bufido y se marcha al cuarto a hacer más cosas de mamás. Yo me limito a seguir viendo a mis idols personales hasta que desaparecen de la pantalla. Son lo mejor de mis días.

 

 

 

                                              Capítulo 2                

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