EL PRECIO DEL ARTE [PARTE II] (BTS) - Capítulo 45

 Capítulo 45

 

Yoongi POV:

27/07/1995

 

Me sobrecoge la kamikaze idea de entregarme. Es solo un instante. Las luces de los coches patrullas alumbran el rostro de Jeon por unos segundos antes de que se estacionen justo delante de nuestra puerta, y durante todo ese instante siento la tentación de entregarme como cebo para que el resto escape. Es algo que mantengo como idea hasta que Jeon se vuelve a mí con ojos cristalinos y las manos temblorosas desde la ventana, mirándome con miedo pero con la adrenalina recorriéndole, como a todos. Sus palabras me desmoronan en un solo segundo.

—¡Ha sido culpa mía! –Dice, agarrando con fuerza la cortina en su mano, lo que le denota de una expresión misericordiosa—. Tenía que haberlo resuelto antes. ¡Podía haberme dado cuenta de madrugada! Podíamos haber escapado… —Dice y a cada palabra que suelta cada vez parece más hundido, cada vez más derrotado, consciente de que estamos atrapados y él se siente el culpable por ello, porque todo su esfuerzo no ha merecido la pena. Yo niego con el rostro y camino rápido hacia él mientras sujeto con fuerza sus brazos a cada lado de su cuerpo. Le hago mirarme mientras Taehyung y Jimin comienzan a perder los nervios.

—¡No ha sido culpa tuya!—Le digo mientras le sujeto con fuerza. Él tiembla en mis manos—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Te prometo que no va a pasarte nada! –Grito porque las sirenas de los coches patrulla inundan el piso con su penetrante sonido desgarrador y Taehyung y Jimin comienzan a hablar entre ellos buscando una solución a nuestra huida. Con la sensación de que ya están dentro del edificio Taehyung nos sobresalta a todos con un grito que me hace dar un respingo.

—¡En la ventana de mi habitación hay una escalera de emergencias! –Todos le miramos como iluminados por una única luz de esperanza y sin pensarlo demasiado todos salimos corriendo en esa dirección. Antes de llegar a ella ya están aporreando la puerta de salida. Las maletas quedan esparcidas por medio del suelo. Quedan por todas partes sin cuidado ninguno. No pensamos en ello, yo al menos olvido todo por completo excepto todo lo que sea mi integridad física y la de mis compañeros. Yo camino primero agarrando el brazo de Jeon mientras tiro de él hacia la habitación de Taehyung. Jimin nos sigue detrás y tras este, Taehyung, mirando a todas partes, detrás de él mismo y hacia delante mientras camina. Apenas tengo tiempo para pensar en nada que no sea huir, pero al parecer soy el único que siente ese primario instinto de supervivencia porque nada más entrar en la habitación, Jungkook tira de mi brazo para soltarse y cuando lo consigue me lanza una mirada de terror y súplica. Grita, a pleno pulmón:

—¡Los papeles! –Dice y se da media vuelta para regresar al salón. Intento contenerle sujetándole de nuevo de la sudadera sobre su brazo pero sale corriendo y la tela se escapa de mis dedos. No consigo retenerle y eso me hace sentir terriblemente culpable, pero no lo pienso más tiempo. Me dirijo como un kamikaze hacia la ventana con Jimin a mi lado ambos abriéndola mientras nos asomamos fuera. La voz de Taehyung me hace dar un respingo.

—¡Jungkook! –Grita saliendo detrás de Jungkook al salón, pero todo pasa demasiado rápido. Todo pasa a la velocidad de la luz. La puerta del salón cede y entran. Acaban de entrar justo cuando yo tengo un pie fuera sobre la reja metálica de la escalera de incendios. El sonido de la puerta golpeando contra la pared por el impacto al abrirse a la fuerza me hace sentir como golpeado en la nuca. Levemente inconsciente. Aturdido. Jimin sujeta mi brazo mientras intento saltar al fin a la plataforma metálica y Jimin me sigue, ambos dos sin perder de vista el interior de la habitación esperando que en algún momento reaparezcan en escena. Es casi inconsciente el deseo de que estén de vuelta. Tienen que volver porque no hay otra alternativa. No hay otra realidad que no sea la de ellos dos vivos. Se oye un golpe seco. Varios disparos. Jimin se detiene a medio camino, sentado sobre el borde de la ventana con un pie en cada lado. Uno sobre el suelo del cuarto y el otro a punto de tocar la reja metálica. Agarrado con fuerza de mi hombro para saltar se paraliza con el sonido de los disparos. Ambos nos quedamos helados mirando hacia el interior de la habitación.

Se oye alboroto. Se oyen gritos y golpes. No consigo ser consciente de nada de lo que sucede en la estancia justo al lado de esta pero cuanto desearía poder inmiscuirme. Sé que debo huir, pero no puedo mover un solo músculo hasta que no veo reaparecer a Jeon con un brazo sujetando el paquete de folios y el otro tirando de la puerta para cerrarla, quedando en el interior de esta. Cierra el pestillo, lo cual solo va a darnos unos segundos de ventaja. Verle me hace sentir tremendamente eufórico y animado, pero cerrar detrás de él no es sino signo de que Taehyung no va a regresar. Por la expresión crispada y pálida de su rostro puedo advertir lo que ha sucedido pero ahora solo puedo pensar en huir. Ayudo a Jimin a terminar de bajar y cuando Jeon se pone a nuestra altura para bajar también, comienza a balbucear, asustado.

—Le han golpeado con la culata. La culata de una de las pistolas. En el su—suelo le… le…

—Vamos, Jungkook. –Le dice Jimin tirando de él mientras comenzamos a bajar las escaleras. El sonido de nuestros pies sobre las rejas metálicas nos pone en evidencia pero supongo que poco importa ya eso. Estamos bajando a través de las escaleras de la parte trasera de un edificio que más bien parece un patio interior, pero tiene salida a través de una callejuela que desemboca directamente en una avenida principal. La miro esperanzado pero mientras tanto sigo bajando casi tropezándome con mis propios pies. Jeon sigue balbuceando.

—Le han disparado. –Dice, casi como si no lo comprendiese—. Yo he escapado forcejeando pero… joder… —Murmura extasiado pero yo no puedo imaginarme nada que no sean mis pies bajado a toda velocidad. Jimin da un pequeño traspié pero Jungkook lo sujeta justo a tiempo. Su tobillo aún está débil. No está preparado para carreras de esta índole. Pero pensándolo más fríamente, no creo que nadie esté hecho a huir tan desesperadamente de la muerte. Cuando llegamos al último escalón saltamos de la escalera y desde la distancia oímos el sonido de la puerta del cuarto que Jeon ha cerrado siendo forzada. Acaban de echar la puerta abajo porque el sonido viene seguido del alboroto que los propios policías han armado al no encontrarnos dentro. La única salida es llamativa. Es evidente. Yo nos veo corriendo callejuela adelante con la mirada puesta en la salida que da a la calle principal. Detrás de mí viene Jimin y detrás de este, Jeon que podría ser más rápido, pero se mantiene en cuidado de Jimin mientras contiene con sus dos brazos el paquete de folios. Me sorprendo al mirar hacia atrás y ver como algunos de los folios salen volando por los aires con el viento y la velocidad que él mismo proyecta. No parece preocupado por ello, pero yo no lo habría estado de dejar allí los papeles. No consigo comprender hasta qué punto está dispuesto a jugarse la vida por una venganza que no va a traerle una recompensa. Descubro la respuesta a mi pregunta en el momento en que uno de los policías se asoma a la ventana y apunta hacia nosotros con su arma. Mi instinto me obliga a agacharme, a pararme en seco o salir volando, cualquier cosa menos seguir corriendo mientras no pierdo de vista al policía con su arma. Si me dispara, quiero mirar a los ojos a mi verdugo. Quiero morir sabiendo qué me ha matado y quién me ha condenado, pero no soy yo quien recibe el disparo. Como si le hubiesen golpeado, Jeon sufre un leve impulso hacia delante y los papeles salen volando por los aires. Estos se desparraman de sus brazos y comienzan a caer como grandes copos de nieve opacando toda vista posible de la realidad de lo que le ha sucedido. Yo lo he presenciado, le han disparado y su rostro lo ha sufrido con una mueca de crispación y dolor. Ha sido más rápido de lo que podría desear, porque antes de que todos los papeles caigan al suelo él ya está tumbado boca abajo en el pavimento, inmóvil. Algo dentro de mí acaba de morir, junto con él. Una parte de mí se recuesta a su lado y se acurruca entre la pila de papeles que ahora forman una demacrada tumba.

—¡Jungkook! –Grita Jimin mientras se para en seco, observando la misma escena que yo y está a punto de retroceder pero yo le sujeto fuertemente del brazo, a lo que un disparo pasa casi rozando una de sus piernas. De no haberlo detenido, le habría alcanzado. Él parece volver a la realidad con ese impacto pero aún así, lucha conmigo para ir hasta el cuerpo de Jungkook perdido en el suelo, a lo que yo le retengo. Algunos de los papeles comienzan a mancharse de un color rojizo que me pone los pelos de punta.

—¡Vámonos! –Le ruego mientras tiro de su sudadera hacia la salida de la calle, pero él rompe a llorar mientras corre y eso debilita su velocidad. Agarro con fuerza su muñeca mientras tiro de él lejos de unos disparos que no consiguen alcanzarnos. Frente a mí se presenta una realidad que no quiero aceptar. Me deshago de ella prometiéndome que todo saldrá bien y que hay algo más que una lucha interna contra la muerte. Me prometo que no va a pasarnos nada y que podremos salir de esta, pero mientras el sonido de nuestros pasos me alejan de esta calle, no consigo centrarme en algo motivador. No consigo comprender nada de lo que nos sucede, de lo que siento. No hay nada alrededor y caigo a un abismo del que he huido toda mi vida. Esta es mi vida. Una huida constante dejando tras mis pasos cadáveres de amigos que alguna vez juré proteger. Le prometí a Jeon que no le pasaría nada hace apenas un minuto, y en un minuto no he sido capaz de cumplir mi promesa. También se lo prometí a Jimin, y sin embargo a tiempo de poder cumplirlo, no me veo capaz, no tengo ni la habilidad ni la fuerza moral para jugarme su vida de nuevo a este juego de mi ego contra mi capacidad.

Uno de los disparos me alcanza en el costado y lo siento perfilar mi cintura. Doy un traspié pero no caigo y sigo corriendo. No duele tanto como duele mi pecho al sentir que mi respiración se agolpa en mi tráquea y no me deja seguir adelante. Con la mano con la que o sujeto a Jimin la poso sobre mi costado para ver cómo a través de la camisa negra se filtra una sustancia húmeda y rojiza que ha manchado mi mano rápidamente con un color carmesí que me hace sentir con energías recobradas para seguir huyendo de mi propia muerte. Cuando vuelvo la vista atrás Jimin me mira con ojos de espanto porque ha visto, como yo, mi mano manchada de sangre pero yo no le doy una sola explicación. No la merece, es solo un rasguño que no me llevará a la tumba. Si puedo evitarlo, nada nos llevará a nosotros dos y cuánto desearía que fuese realidad. Pero la vida no es así. La vida tiene un comienzo y un final. Todo lo que nace, debe morir. Y nosotros algún día moriremos.

Una macabra pregunta acude a mi mente. ¿No es este tan buen momento como cualquier otro para hacerlo? Supongo que sí, pero mi orgullo herido me prohíbe abandonar ahora esta empresa y sigo adelante hasta que llegamos al final de la callejuela y giro a la derecha para correr fuera del sonido de los disparos  a mi espalda. Cuando damos con la calle, esta apenas está abarrotada de personas. Unos cuantos transeúntes que se quedan mirándonos con expresiones asombradas y algo confusas. Yo me estoy desangrando y Jimin camina con el rostro enrojecido y con una expresión de horror pintada con grandes brochazos a través de su piel. Algunos se apartan a nuestro paso y otros prefieren no mirarnos. Sin embargo la sociedad cumple con su papel de corderos cobardes en cuanto ven aparecer a la policía en tres coches desde tres direcciones diferentes.

Unos aparecen desde una calle perpendicular al punto en el que estamos, deteniendo el tráfico. Otro desde la dirección en la que estábamos corriendo y la última desde nuestra espalda, desde la puerta del portal en donde estábamos instalados. Las luces son terriblemente cegadoras y la sensación de adrenalina consumiendo mi cuerpo no me deja pensar con claridad suficiente para maniobrar en esta situación y dejarme salir de esta. Uno de los coches se sube a la acera cortándonos el camino y antes incluso de detenerse ya bajan hombres armados. No puedo pensar, y no lo hago. Cuando siento las pistolas apuntarnos directamente al rostro mi único pensamiento es proteger a Jimin ante cualquier indicio de peligro y lo acerco hacia la pared del edifico a mi lado y yo me pongo de espaldas a él, de cara a los policías y mientras levanto las manos en señal de rendición comienzo a gritar.

—¡No disparen! –Pido, a punto del llanto—. ¡No disparen! –Mis palabras se quedan en el aire el tiempo suficiente como para que los policías accedan a su lado racional de sus putrefactos cerebros y no se atrevan a disparar a un hombre desarmado. Jimin a mi espalda intenta deshacerse de mí para ponerse él delante pero no le dejo, interponiendo mis brazos cada vez que quiere retirarme. Su único gesto es posar una mano sobre mi pecho, protegiendo casi de forma inconsciente mi corazón. Ojalá pueda sentir lo rápido que va. Ojalá pudiera comprender que por segunda vez me rindo y me entrego a la policía porque lo he perdido todo y no tengo nada más en mis manos. Todo por salvarle a él la vida. Justo antes de que los policías acudan hasta nosotros siento su rostro cayendo sobre mi hombro derecho rompiendo a llorar. Siento los espasmos de sus hombros y sus lágrimas mojando mi camisa. Su camisa. Comienzo a sentir la sangre llegando hasta la línea de mis pantalones y como estos se empapan lentamente.

Cuando los policías nos alcanzan lo primero que hacen es separarme de Jimin y este intenta que no me lleven, pero otros dos policías lo sujetan a él desde los brazos y nos obligan a tirarnos al suelo como métodos de precaución. Para no herir a nadie, para no huir más. Yo me dejo caer al suelo y con un quejido me ponen los brazos tras la espalda. Alzo el rostro para ver como Jimin, tumbado ahí en el suelo a solo dos metros de mí, intenta contener el llanto mordiéndose con orgullo el labio inferior, pero yo no lo contengo más, dejo escapar dos grandes lágrimas de mis ojos y cuando me ponen en píe a él ya lo están incorporando y no puedo retener por más tiempo mis palabras.

—¡Lo siento! –Le digo mientras tiran de él hacia uno de los coches patrulla. Él me mira con ojos vidriosos, sin contestarme—. ¡Lo siento de veras, por todo! ¡Perdóname! –Le grito y él solo baja la mirada y sus hombros vuelven a convulsionarse. Mientras me dejo arrastrar veo como le meten en el asiento trasero de uno de los coches y se queda ahí, con la cabeza gacha y con lágrimas resbalando a través de las mejillas.

Yo voy después a otro coche y me sientan justo en el mismo lugar en que han sentado a Jimin. Me quedo unos segundos ahí quieto, paralizado, y viendo como el coche que lleva a Jimin se aleja carretera adelante, me dejo caer en el asiento y comienzo a llorar mientras los agentes se suben a sus respectivos asientos y arrancan el coche.

—¿Estás herido? –Me pregunta uno de ellos con la seriedad que le otorga su puesto de trabajo.

—Sí. –Suelto, entre espasmo y espasmo de mis hombros.

—Te llevaremos al hospital, y después a prisión. Tienes derecho a permanecer en silencio… —Comienza con la retahíla de estupideces que dicen siempre y que tan cansado estoy de oír. Yo aprieto con fuerza los dientes y bajo mi rostro empapando mis rodillas de mis lágrimas. Me abandono en el sonido del motor del coche desplazándose y poco a poco me acuno con mis recuerdos. Me tiemblan las piernas al cabo de unos segundos y me arden los ojos. La garganta me quema. Las manos me duelen. Me siento terriblemente perdido. Acabo de llegar al fondo de mi abismo. Ya no hay salida.

 


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