DESDE EL ORFANATO [PARTE II] (Jimin x V) - Capítulo 20

 Capítulo 20

 

Jimin POV:

 

Estoy corriendo por la acera todo lo rápido que me dan las piernas. Escondido en la chaqueta llevo algo que mis padres no pueden ver, nadie puede hacerlo porque quiero que sea mi hermano el primero en recibirlo. Hemos salido de clase hace unos minutos y he tenido que pasar por la tienda para comprarlo. Llego tarde a casa pero espero no tener que cruzar un interrogatorio antes de subir a mi cuarto.

Llego y entro en el salón con el aliento entrecortado. Mis padres ya están a la mesa con mi hermano y les saludo todo lo normal que puedo.

—Hola, siento llegar tarde.

—¿Ha pasado algo? –Mamá me pregunta.

—El profesor nos retuvo para terminar un examen. –Es la excusa perfecta, a ella no se le va a ocurrir preguntar nada más y eso me quita cualquier culpa que pueda caer sobre mí—. Me cambio y bajo enseguida.

Mientras subo por las escaleras mis padres regresan a sus asuntos pero Tae me mira por encima del hombro sonriéndome pícaro. Le guiño un ojo y enseguida regresa a su plato de comida. Es adorable. Cuando llego a mi cuarto que quito el uniforme y estando en ropa interior escondo bajo los almohadones de mi cama el pequeño peluche que le he comprado. Lo miro por última vez enamorándome más de él.

Un osito blanco, pequeño, no más grande que mi cabeza. Sujeta en sus pequeñas patas una nota musical, una corchea* cuya cabeza es un corazón. Los ojos del peluche me miran, grandes y negros. Sé que le encantará porque lleva meses parándose en la tienda donde lo exponían solo para verlo. No recibe paga, al contrario que yo, por lo que jamás se lo pudo permitir.

—Ya estoy aquí. –Bajo las escaleras con ropa para estar en casa y me siento a comer como el resto. Mi hermano, a mi lado, me mira sonriendo, con esa estúpida sonrisa que tanto amo. ¿Por qué duele tanto quererlo?

 

 

Ambos terminamos y estamos subiendo las escaleras cuando, antes de que se dirija a su cuarto rodeo su cintura con mis brazos y coloco mi cabeza en su hombro.

—¿Qué haces? –Me pregunta confundido, agradeciendo el contacto pero asustado y deshaciéndose de mí.

—¿De veras te has tragado eso? –Frunce el ceño—. Si me sigues como un buen perrito hasta mi cuarto te daré un regalo… —Mis palabras tal vez sean demasiado violentas pero él solo oye “regalo” y se gira para mirarme emocionado.

—¿Regalo? –Da pequeños saltitos pero luego piensa unos segundos y hace un mohín con los labios—. ¿No será algo como…?

—¡NO! –Grito pero me cubro la boca—. Niño sucio—. Susurro—. Ven.

Le doy la mano y entramos en mi cuarto. Puedo sentir su nerviosismo y al mismo tiempo su incomodidad por la situación no hace ni tres días que le golpeé y sin embargo estos tres días han sido los mejores. Ayer mismo vi como cortaba con su “nueva novia” y el orgullo me llenó por dentro. Tal vez fuera la vanidad, o la codicia.

—¿Qué es?

—Cierra los ojos. –Me obedece sin pensárselo y sé que mirará de todas maneras así que lo coloco de espaldas a la cama y yo me dirijo a ella para rescatar de los cojines el pequeño peluche que posteriormente coloco tras mi espalda sujeto por una de mis manos.

Le veo ahí de pie frente a mí, tan indefenso, tan débil, que no puedo resistirme a besar sus labios. Hacen un chasquido al que ya me he acostumbrado y luego un poco más fuerte. Introduzco mi lengua en su boca y cuando salgo de él para confundirlo hago que el peluche le bese. Al sentir la pequeña nariz de plástico negro, fría y sin vida se aparta asustado y abre sus ojos al instante.

—Idiota. –Le digo ante su rostro confundido. Pero no parece escucharme porque está más pendiente de asimilar qué le he comprado.

—¡Es él! –Lo coge en sus manos y lo abraza a pesar de que es pequeño y casi se abraza a sí mismo. Cuando se cansa lo pone ante sus ojos y se deleita observándolo. Toca sus pequeñas orejas blancas, sus ojos, sus manitas sujetando la corchea.

—¿Te gusta? Es para ti.

—¡Claro que me gusta! Pero ¿por qué me lo has comprado? –Me muero de vergüenza pero me acerco a él y susurro en su oído todo lo bajo que puedo.

—Porque te amo. –Me aparto y veo que no soy el único que ha enrojecido. No sabe a dónde mirar y eso me encanta. Cojo el peluche de sus manos y beso los labios del oso con fuerza pero apenas es un sello,

—¡EW! No hagas eso.

—¡No te quejas cuando te lo hago a ti! –Me arrebata el peluche y pasa sus manos por mi cuello.

—¡Solo puedes besarme a mí! –Salta a mi regazo y entrelaza sus piernas a mi cintura. Jamás había hecho cosa semejante y me pongo duro solo de saber que está en mi manos, entregándose a mí. Besa mi cuello de la manera más caliente que he sentido nunca. Tomo nota, debo regalarle cosas más a menudo.

—¿Vamos al baño? –Pregunto y asiente. Lo llevo en mis brazos y cuando estamos dentro giro el pestillo. El peluche cae de sus manos y lo olvida por un tiempo. Ellas están ocupadas en proporcionarnos placer.

 

 

Salimos algo sudados, con las piernas temblando y nuestros labios hinchados. No hemos llegado nunca más lejos de lo que ya sabes, Kook. Pero era suficiente y maravilloso porque no conocíamos nada más que se pudiera hacer.

—Hyung. –Me dice y se tira en mi cama—. Ahora de verdad. ¿Por qué me has comprado esto? –Recoge el peluche y juguetea con él en su regazo.

—Ya te lo he dicho, te quiero. –Me mira sonriendo y sabe que no es solo por eso—. Es una manera de pedirte perdón por lo del otro día. –Ahora lo sabe y es lo que esperaba.

—Ah…

—¿Entonces?

—Entonces… ¿qué?

—¡Que si me perdonas, idiota! –Mira el peluche de nuevo y se hace el remolón por unos segundos no sabiendo que contestar pero la sonrisa en su cara me indica que solo juega conmigo.

—No sé. ¿Qué de todo es lo que hiciste mal? –Me siento a su lado mientras él permanece tumbado, mirando el oso blanco.

—Golpearte. –Susurro.

—¿Solo eso?

—¿Te parece poco?

—Hay muchas cosas que haces, Jimin, y no sabes lo que me duelen.

—¿Qué cosas? –Se pone serio y comienzo a preocuparme.

—No entiendo porque me dijiste que esto estaba mal. Es decir, sé que está mal pero luego vuelves a besarme, me dices que no esté con nadie más. Ahora esto… —Comprendo su confusión.

—Lo sé. Pero no puedo vivir sin ti.

—Podrías haberlo pensado antes de deshacerte de mí el otro día.

—Tenía miedo de que papá nos pegara de nuevo. –No me contesta por un momento y se distrae con cualquier cosa. A los segundos retoma la conversación.

—¿Y qué podemos esperar de esto? –Al fin soy el objetivo de sus ojos.

—¿Qué quieres que suceda? –Me levanto de la cama y me arrodillo a los pies de esa agarrando una de sus manos. Susurro para que solo él pueda oírme. Ni siquiera quiero que el oso participe en esto—. Sé mi novio. Sal conmigo. –Mi rostro es optimista y alegre. Le puedo transmitir mi sentimiento.

—¿Yo?

—¿Ves a alguien más aquí?

—Pero… somos hermanos, Jimin.

—Una cosa más, ¿qué más da?

—¿No hemos pecado lo suficiente? –Me pregunta sonriendo.

—Dime, ¿aceptas o no? –Comienzo a sentirme impaciente.

—No sé…

—¡Maldita sea!

—¡Claro que sí, idiota! –Va a lanzarse para abrazarme pero yo me retiro.

—¡No! Ya no quiero. –Me levanto y camino en dirección a la puerta. Él me ve expectante—. Me lo he pensado mejor. Hay una chica en mi clase que…

—¡No! –Se levanta de donde está y desde la cama salta para que yo le coja. Una vez que está en mis brazos doy vueltas con él allí. Ambos sonreímos, gritamos y disfrutamos del sentimiento que nos llena por dentro—. ¡Acepto! ¡Acepto!

 

———.———

 

*Corchea: Nota musical cuya duración equivale a la mitad de una negra y al doble de una semicorchea. Las figuras de corcheas se representan con una cabeza de nota ovalada coloreada en negro, con una plica vertical con un solo corchete, que tiene forma de gancho o rabillo

 

  

 

 

 

 

 

Capítulo 19                          Capítulo 21            

 Índice de capítulos

Comentarios

Entradas populares