DESDE EL ORFANATO [PARTE II] (Jimin x V) - Capítulo 14
Capítulo 14
Jimin POV:
—¿Sabes qué
es lo más característico de la adolescencia, Kookie?
—¿Qué es? –
Piensa unos segundos—. ¿Los granos? ¿El estudio? ¿Salir con los amigos?
—Míralo,
sigues siendo un pequeño niño inocente. –Estrujo sus
mejillas y hace un aegyo adorable. Me acerco a él y susurro en sus labios—. Las hormonas, Kookie…
—¡Ahora
empieza lo bueno! –Se prepara
sentándose más cómodamente para atender.
—Tranquilo,
no seas impaciente. Si tienes ganas de ver sexo aquí me tienes para
desahogarte, amor. –Toco mi
torso haciéndole delirar. Pero el que acaba delirando soy yo porque me golpea
el brazo por comportarme de una manera demasiado infantil.
—No hagas
eso, cuéntame de una vez.
…
El curso transcurría con normalidad. No
volvieron a golpearlo o al menos no que yo supiera. De vez en cuando siempre
tenía discusiones con otros niños. Es normal dada la edad pero siempre estaba
yo ahí para protegerle, para ayudarle y golpear a quien fuera necesario. Tal
vez no sea verdad lo que dije. Él no se metía en discusiones, lo introducían en
ellas si él no colaboraba o simplemente participaba de manera obligada. Es un
precioso niño tranquilo. No hace daño a nadie más que a mi propia cordura.
Acabaron por tenerle miedo por mi culpa.
Sabían lo que se encontraban si se acercaban a él. Y desde luego que se lo
encontrarían si osaban tocar a mi pequeño niño. De vez en cuando lo espié en el
baño a la hora de desnudarse porque sabía que no me contaría si le pegaban a
escondidas. No lo hicieron gracias a dios. Tal vez si me hubiera visto allí
tras la puerta como un pervertido habría pensado muy mal de mí, o tal vez no
tanto porque yo no lo pensé de mí. Solo quiero proteger a mi hermano, maldita
sea.
Yo ya llevaba algún tiempo en la
adolescencia pero supe que él había entrado junto conmigo cuando comenzó a
sentir pudor por su propio cuerpo. Tenía trece años cuando ya no se desvestía
delante de mí con tanta facilidad ni tampoco me hablaba de sus cosas. Ya no me
abrazaba, ya no me besaba en las mejillas con sus dulces labios.
Había crecido en estos meses hasta
alcanzar mi altura. Era denigrante pensar que podría superarme y me fastidiaba
pero ¿qué puedo hacer? Ya no era tan fácil burlarme de él y poner mi mano sobre
su cabeza para zarandearla como a un niño pequeño. Y esto, sumado a su novedosa
independencia de mi persona era cada día más difícil vivir en convivencia con
él. Siempre distante, siempre molestado con todo. Debiendo estudiar y nunca
queriendo.
El colmo llegó un día de primavera en que,
como las lluvias eran muy frecuentes, una de las cañerías que pasaban por
encima del techo del cuarto de baño de Tae reventó provocando una enorme gotera
allí. Mamá se asustó mucho pero nuestro padre rápidamente llamó a un fontanero
o no sé qué.
¿Por qué esto es algo malo? Porque le
obligaron a usar mi cuarto de baño hasta que el suyo estuviera disponible. Un
mes. Un maldito mes que tenía que compartir el cuarto de baño con mi hermano.
Que desgracia más amena.
—Voy a ducharme, hyung. –Entra en mi
cuarto mientras yo leo un comic tirado en mi cama. Le veo como siempre con su
ropa doblada en sus brazos, un peine y su pequeño reproductor de música.
—¿Otra vez? Te duchaste ayer.
—¿Y?
—Seguro que lo haces para molestarme.
—No digas tonterías. –Entra en el cuarto
de baño y cierra detrás de él. Yo me quedo un momento pensando, con la mirada
fija en la puerta y el ceño fruncido. Hoy ha tardado más que yo en regresar a
casa y eso que yo vengo entreteniéndome con mis amigos en la más pequeña
distracción. Oigo como enciende la música y es algo lento. Es música clásica,
tal vez Beethoven, no entiendo de música.
Me levanto de la cama y me acerco a la
puerta con paso sigiloso. Escucho a través de ella y lentamente la abro
viéndole con el reproductor en las manos. Casi se le cae porque se asusta al
verme allí.
—¿Qué haces? Me obligarás a poner el
pestillo. –Se enfada pero retorna su mirada al cacharro en sus manos. Yo entro
del todo y cierro apoyando mi cuerpo en la puerta. A los segundos su mirada
regresa a mí—. ¿No te vas?
Me cruzo de brazos mientras él deja el
aparato en una estantería por ahí. Se mira unos segundos en el espejo haciendo
tiempo y colocando su pelo –estúpido acto ya que se va a duchar ahora— y me
vuelve a mirar esperando algo.
—¿No te vas a duchar? –Pregunto.
—¿Contigo ahí? Me parece que no. –Viene
hasta donde estoy yo me agarra del brazo echándome fuera pero apenas consigue
moverme.
—Estas en mi baño. Puedo hacer lo que
quiera. –Suspira y mira a todas partes—. Vamos, desnúdate y dúchate de una vez.
—Pero estás ahí.
—Ya veo. –Alzo una ceja—. ¿Tienes algo que
ocultar?
—¡No!
—¿Entonces?
—Es solo que me da vergüenza. –Se cruza de
brazos igual que estoy yo. Suspira exasperado y no se mueve de donde está.
—¿No? –Niego con la cabeza siguiendo el
sonido de mis propias palabras—. Muy bien.
Avanzo hasta él y agarro el borde de su
camiseta gris y la remango pero él no me deja tirando de ella hasta cubrir su
cuerpo. Forcejeamos durante un tiempo y doy gracias que el sonido de la música
amortigua nuestra discusión porque sino nuestra madre habría subido a comprobar
qué pasa.
—¡Acabaré golpeándote si no me obedeces!
–Señalo la ropa en su cuerpo—. ¡Quítate la ropa ahora y déjate de estupideces!
Con un puchero en sus labios se resigna a
mi autoridad y poco a poco, de manera tímida y pudorosa baja sus pantalones,
luego quita sus calcetines. Puedo ver sus blancas piernas, lisas, brillantes,
perfectas. Poco a poco se sube la camiseta y me deja al descubierto su
impecable vientre con sus costillas un poco evidentes y sus clavículas
sobresaliendo. Me encanta este precioso niño.
La culpabilidad por haberle acosado me
tortura porque no tiene un solo golpe y me paralizo observando la escena ante
mí. Sus manos van directas a quitar sus calzoncillos pero me acerco a él y lo
detengo agarrando sus muñecas.
—Perdóname. Pensé… yo…
—Sé lo que pensaste. Y penaste bien.
–Frunzo el ceño—. Hoseok y los demás me persiguieron a la salida y por eso
tardé algo más en llegar.
—¿Cómo? –Cojo su rostro en mis manos—.
¿Estás bien?
—Sí. –Sonríe—. Los despisté.
—Perdóname de todas maneras, dongsaeng.
–Abrazo su cuerpo y él me corresponde de buena gana.
Cuando creo que ha sido suficiente me
aparto un poco de él y miro su cuello, luego su toros y no puedo evitar que mis
dedos vayan allí y se deslicen por su cálida piel. Me siento muy bien al
hacerlo y continuo mientras sonrío alegre. Juego con su pezón unos segundos y
continuo hacia abajo mientras escruto su rostro algo confundido pero cuando
sabe que le miro me sonríe como si todo fuera normal.
Respiro profundo y desvió ambas manos a su
espalda para acariciar la piel allí. No quiero quitarle la mirada, ni tampoco
que él se acobarde. Mírame –pienso— eres hermoso.
Beso su mejilla y cierra los ojos
disfrutando del contacto. Lo hago de nuevo y él besa mi cuello. Me pregunto si
se acordará de aquel caliente beso que me dio hace años, con el que yo le
entregué mi cordura para siempre. Me gustaría saber qué sintió o si volvería a
repetirlo. Yo desde luego que sí. Pero tengo mucho miedo, demasiado como para
controlarme, por lo que le suelto de mis brazos y dejo que se aparte poco a
poco confundido pero aceptando la situación.
—Dúchate, pero no tardes que ya es de
noche y hay que dormir. –Salgo y me voy suspirando por estar tremendamente
atraído por mi hermano.
Comentarios
Publicar un comentario