DESDE EL ORFANATO [PARTE II] (Jimin x V) - Capítulo 12
Capítulo 12
Jimin POV:
Estoy en mi cuarto haciendo cualquier cosa
menos deberes porque me han expulsado una semana por golpear a aquel chico. Es
por la tarde y me aburro como una ostra porque como si no fuera suficiente mi
madre me ha prohibido salir. Mi paga se ha visto reducida al igual que las
horas de videoconsola. Y sin embargo mi padre ha elogiado mi comportamiento por
defender a mi hermano. Si no recuerdo mal dijo que fue un acto que me honraba.
Por una vez estuve de acuerdo con él.
Era miércoles por la tarde. Me acuerdo
perfectamente porque hoy habría tenido clase de arte que tanto odio y agradecí
habérmela perdido. Caminé de un lado a otro por la habitación buscando algo que
hacer menos estudiar o aburrirme en mi propia desesperación. Decidí salir e
incumplir las normas impuestas por mi madre e ir discretamente al cuarto de
Tae.
No corría peligro, mi madre estaba abajo
viendo la tele acompañada de su té y sus pastas de chocolate diuréticas. Me
encaminé a su cuarto y cuando estuve ante su puerta la abrí sin llamar creyéndome
en el derecho de hacerlo. Las luces estaban apagadas y la persiana algo bajada.
El tiempo no favorecía a que hubiese demasiada luz y la orientación de la casa
menos. La luz que me guiaba era la que procedía del baño y me dirigí a ella
como un insecto curioso de su poder.
Sé que está ahí, puedo oírlo en su
respiración, en los gestos y en sus actos débiles. La puerta está entornada y
lo primero y único que veo es su reflejo en el espejo. Se mira a sí mismo
deleitándose en su rostro. Tiene el tabique algo enrojeció igual que su pómulo.
Nada que no le haya visto ya y sin embargo me impacta demasiado. Pero lo peor
viene cuando levanta su camiseta blanca, dos tallas mayor que él y veo su
vientre algo magullado. Algunas muy leves contusiones que apenas soy capaz de
ver, pero no me importa. Me sobresalto en mi escondite y abro la puerta de
golpe para hacer visible mi presencia allí.
—Tae… —Él baja su camisa asustado y yo me
niego a asumir lo que he visto. Me acerco a él hasta que choca su cuerpo en la
pared y subo la prenda de ropa fijándome más en los goles.
—Mamá no lo sabe. –Sus ojos titilan
llorosos—. No se lo cuentes, por favor.
—¿Esto te lo hizo el día que ese chico te
golpeó o después?
—Fue ese día, te lo prometo. –Me mira
suplicante por que le crea y eso mismo le delata.
—Dime su nombre.
—¿El de quien?
—¡No te hagas el loco conmigo, Taehyung!
Su nombre. El del chico que te golpeó.
—¡Hoseok! –Cede ante mi histeria—. Jung
Hoseok.
…
—Espera,
espera. –Detiene Kook mi historia—. ¿Ese no era el amigo que tenía cuando iba a la universidad? Es
decir, con el que salía siempre de fiesta y acababa borracho…
—Sí. Ese
mismo.
—Pensé que se
conocieron más tarde.
—No. Por
mucho tiempo no fueron amigos pero acabaron siéndolo. Malas influencias Kook.
Por eso me preocupaba tanto que saliesen juntos.
—Entiendo,
continua por favor.
…
Sigo mirando su vientre algo enrojecido
por algunas zonas. Tae no me mira avergonzado, es más, muerde su labio
intentando no decir nada más que pueda ponerle en un apuro.
—Prométeme que…
—No diré nada. –Le corto conociéndole de
sobra.
—Gracias. –Termino de mirarle el cuerpo y
devuelvo la camiseta a su forma. Le veo alisar la prenda en su cuerpo y se
vuelve para regresar frente al espejo—. ¿No tendrías que estar en tu cuarto
castigado?
—Me he escapado para verte. –Hago un
puchero adorable para que valore mi presencia aquí pero no le da importancia.
—Me alegro. —Unta pasta en su cepillo de
dientes y lo introduce en su boca para lavarlos.
—¿Te ocurre algo conmigo?
—No.
—¿Por qué insistes en mentirme? ¿Te he
hecho algo?
—No hyung. Es solo que no se me va de la
cabeza cómo te pusiste el lunes.
—¡¿Cómo me puse?! –Le espeto.
—Como una fiera. Pensé que los matarías a
todos.
—Eso quería pero no me dejasteis. –Me
cruzo de brazos sonriendo como un sádico asesino. Enorgullecido y nada
arrepentido de lo que hice.
—Y por eso te han expulsado.
—¿¿Me dices que no te gustó que te
defendiera??
—NO, solo que se podía haber solucionado
de otra manera…
—No te las des de maduro ni de ganador del
premio nobel de la paz. Eres un niño, el más pequeño de tu clase, y voy a
defenderte y matar a quien sea para que no te pongan un dedo encima.
Mira mi reflejo en el espejo yo lo hago lo
propio. Nadie habla, nadie dice nada. Asimila mis duras palabras y asiente algo
confundido por lo que estas significan. No me importa que piense que puedo ser
su guardaespaldas o su acosador. Él es mi hermano y voy a morir por él.
…
El viernes mi madre estaba de buen humor y
acabé convenciéndola –después de fregar los platos, recoger mi cuarto y pasar
la aspiradora— de que me dejara salir con mis amigos a los recreativos. Mi
padre debió hablar con ella y hacerle entender que defender a la familia al fin
y al cabo no es algo tan malo.
Faltaba algo de tiempo y la mejor manera
de matarlo era jugar con Tae a la consola en mi cuarto. Es divertido verle
hacer esto, es mal perdedor, sin duda, pero no tanto como yo y cuando pierdo,
que dios nos ampare a ambos. Mil veces hemos terminado tirándonos de los pelos
por no reconocer una derrota.
—¡ESO ES TRAMPA! –Me grita al ver que mi
coche –jugamos a un juego de carreras— ha chocado con el suyo haciendo que
saliese de la carretera. Los mandos en mi mano de repente salen por los aires
porque me ha empujado con todo su cuerpo para hacerme perder el control del
coche virtual en la pantalla.
—¡Serás idiota! –Le arranco la consola de
las manos y le empujo al suelo ya cuando he perdido y no hay vuelta atrás. Me
siento en su cintura y sujeto sus muñecas para impedir que me agreda a mí.
Físicamente tengo yo más fuerza y sabe que en esto no tengo rival. No le
importa, se defiende como puede y su mejor estrategia es morder mis brazos uno
a cada lado de su cabeza.
Lo hace siempre desde que tengo memoria
pero por hoy voy a intentar soportar el dolor. Sus dientes se clavan y mis
músculos se tensan pero aguanto como un valiente. Aprieto mis muelas y frunzo
el ceño pero no me aparto de él. Muerde mientras observa mi reacción y se
detiene al darse cuenta del sabor metálico en su lengua.
Yo mismo me sorprendo al ver unas pequeñas
muescas rojas en mi brazo pero ha merecido la pena porque su expresión perdida
se hace aún más llamativa. Me mira confundido. No entiende cómo no me he
apartado y ahora teme una posible represalia contra él.
—¿Solo sabes hacer eso? –Sonrío sádico.
Oigo su fuerte respiración.
—Lo—lo siento. –Tartamudea y antes de
dejarme hacer nada levanta su torso para besar mi mejilla. Emite un sonido alto
que me pone los pelos de punta. Vuelve a caer sobre el suelo esperando una reacción
de mí.
—Un beso no te va a salvar la vida. –Me
inclino hacia su rostro y juego un poco con mi nariz en su cuello y luego con
mis labios. No le beso, no le hago nada más allá de un simple roce. Algo que le
ponga nervioso y al mismo tiempo que le guste. La tensión le puede e intenta
zafarse de mí pero no suelto sus muñecas. Es el momento. Muerdo su cuello y
todo el aroma de su piel me invade volviéndome loco. Ya no puedo parar de
torturarle. Le oigo quejarse. ¿Y qué más da?
—Duele hyung… —Suplica y Dios, compadécete
de mí porque yo lo hago de él. Mis dientes dejan de atacarle para que ahora mis
labios describan un dulce recorrido por toda su mandíbula. Su estado se
apacigua y comienza a disfrutar de mis jugosos labios en su piel.
Me aparto de él cuando sus mejillas han
sido besadas ya y solo sus labios me llaman a gritos lastimeros. Grandes,
húmedos. Rojos y carnosos. Ahí está mi enemigo y el culpable de mis más
profundas pesadillas. Nos miramos. Somos pacientes y confiados de que nadie
entrará. No me importa, si soy sincero. Hace años que no beso sus labios y ya
he olvidado cómo se siente al ser dominado por su lívido.
Yo sé que quiero pero no sé si él querrá.
¿Acaso importa? Sin duda merece la pena el atrevimiento, y eso hago. Me acerco
a él hasta que nuestros alientos entrecortados se mezclan y ya puedo sentir
como me llama por un beso ardiente cuando una música que mi cerebro reconoce al
instante me obliga a sobresaltarme.
Diviso el horizonte algo confundido y
puedo ver sobre la cama mi móvil vibrar e iluminarse junto con el son de la
música. Me llaman. Levanto mi cuerpo del suyo y me lanzo a cogerlo y descolgar.
—¿SÍ? –No he mirado el nombre en la
pantalla pero sin duda sé que es Yoongi.
—¿Dónde estás? –Miro la hora en el reloj a
mi lado. Llego diez minutos tarde—. ¿Te han castigado de nuevo?
—¡LO SIENTO! –Me disculpo por mi despiste—.
No me he dado cuenta. Salgo ya. Esperarme. –Cuelgo y me levanto nervioso
recogiendo todo lo que necesito para salir. He perdido la noción del tiempo
completamente.
—¿Te vas? –Veo a Tae sentado de nuevo en
el suelo con uno de los mandos de la consola.
—Sí. Llego tarde.
—Pensé que jugaríamos toda la tarde
juntos. –Hace un puchero adorable.
—He quedado.
—Pero mamá te castigó.
—Me ha perdonado. –Abro el armario y me pongo
una chaqueta porque fuera hace mucho frío.
—No te vayas, por favor. Quédate conmigo.
–Le miro por última vez antes de salir y niego con la cabeza.
—Te prometo que mañana pasaremos el día
juntos. —Me voy dejándolo ahí sin saber qué hacer pero me pueden las prisas.
Maldito niño, me ha hecho llegar tarde.
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