SHERLOCK (YoonMin) [PARTE II] - Capítulo 7 [Final]
CAPÍTULO 7 [Final]
JungKook POV:
Miro alrededor nuevamente intentando evitar
dirigir una mirada directa al espejo a mi lado. Sé que detrás de ese vidrio se
encuentra tanto el policía que me ha interrogado como aquellos que han seguido
mi confesión desde el otro lado del cristal. Me siento terriblemente tentado de
levantarme y apoyar mi oreja ahí, junto al vidrio, pero me olvido de que ellos
pueden verme a mí con total naturalidad y eso sería demasiado extraño, incluso
para alguien como yo. El ambiente está cargado. Ha pasado más de una hora desde
que estoy aquí y el vaso de agua está vacío. Tengo la garganta seca, tengo la
boca rasposa, me duele la cabeza y mis manos se sienten adormecidas por la
fuerza que ejercen las esposas en mis muñecas. Se han empezado a formar marcas
rojizas por el vértice de los hierros al clavarse en mi piel.
Cuando han pasado al menos veinte largos
minutos, eternos, sin duda inmensos, la puerta vuelve a abrirse y siento un
hálito de esperanza con la sensación de que me traen mi condena servida en una
brillante bandeja de plata por mis actos. Cualquier cosa me es satisfactoria
mientras no sea estar por más tiempo aquí encerrado, esposado como un animal
peligroso. El policía que ha sido testigo mudo de toda mi confesión se planta
delante de mí con un taco de papeles metidos en una insulsa carpeta beige sin
cierre y se sienta, con un gran resoplido que denota sus pocas ganas de seguir
hablando conmigo. O tal vez sea una sentencia a nuestra charla. Cualquier cosa
la comprendo.
—Bueno,
tras una larga charla con los psicoanalistas y con el jefe del caso hemos
llegado a una conclusión. –Dice, tranquilo y sosegado mientras abre la
carpeta y pasa papel tras papel como recordándose mi condena.
—¿Van a encerrarme?
—Has
cometido un asesinato, Jeon Jungkook. –Me recuerda como si la sangre sobre
mis manos no fuese suficiente recordatorio—. Pero el jefe del caso está muy feliz de que al fin hayamos acabado con
la plaga que suponía para este país Park Jimin. Gracias a ti hemos conseguido
su localización y allí han hallado pistas de muchos otros chanchullos que tenía
por ahí. Tráfico de personas, droga, prostitución, delincuencia…
—No van a meterme en la cárcel… —Le digo,
estupefacto.
—No.
–Sentencia—. No has cometido asesinato,
sino homicidio y a demás, ha sido en defensa propia. Todos aquí comprendemos la
situación en la que te has visto inmerso y solo eres un joven que desea
estabilidad. Solo buscabas a tu amigo para saber que estaba bien. Nadie te
condenaría por defenderte frente al criminal Park Jimin. Y nosotros tampoco lo
haremos. –Me dice, guiñándome un ojo como muestra de confidencia. Yo
asiento. Satisfecho con sus palabras—. Así
que quedas absuelto, indultado por colaboración con la justicia en lo referente
con la muerte de Jimin. En cambio, por colarte en los archivos privados de la
agencia policial, el juez te condenará a seis meses de trabajos comunitarios.
–Me mira con una interrogación en el rostro.
—Está bien. –Digo, conteniendo mi felicidad.
—Los
psicoanalistas han determinado que dices la verdad en cuanto a no conocer el
paradero de Min Yoongi. Y sin embargo, no confiamos en que si alguna vez lo
sabes, vayas a avisarnos de ello.
—Lo siento, agente. –Suspiro—. Pero está en lo
cierto, no lo haría. Pero debe tener en cuenta los años de colaboración de mi
amigo con la policía y con el FBI. Le han ayudado en cientos de casos y…
—Las
buenas acciones no justifican las malas. –Dice, y yo asiento, cabizbajo—. Sin embargo, tienes razón. Ha colaborado en
cientos de casos, y por lo pronto, se abrirá una investigación para hallar el
paradero de Min Yoongi. Ya que usted no va a aportar datos, espero que no
dificulte la investigación.
—No lo haré. –Digo, asintiendo con el rostro y
él me devuelve una sonrisa amable y condescendiente. Con un gran suspiro me
pasa unos cuantos papeles en donde me citan para un juicio en donde me
condenarán a petición policial a seis
meses de trabajos comunitarios y me quita las esposas, dejándome las muñecas
levemente adoloridas.
—Vamos, te
acompañaré fuera. –Me dice, amable y paternofilial mientras salimos de la
pequeña salita y nos desenvolvernos a través de las oficinas hasta el ascensor
que nos conduzca a la planta baja. Cuando nos quedamos en el silencio del
ascensor, yo aun con los papeles de la mano y el abrigo bajo el brazo, se
vuelve a mí y me mira, con una expresión curiosa—. Ahora que no está trabajando para Min Yoongi. ¿Qué piensa hacer?
—He decidido ser escritor de historias
policíacas. Después de todo lo que he vivido creo que tengo la experiencia
suficiente como para invertir en ello. Los primeros años malviviré y haré
trabajos extracurriculares para pagar el alquiler… pero poco a poco iré
saliendo adelante.
—Espero
que tengas mucha suerte. Y si alguna vez necesitas ayuda, ya sabes dónde
encontrarme. –Me dice y saca de su cartera una tarjeta de presentación con
su nombre, su profesión y el logotipo de la policía. Yo asiento con una gran
sonrisa convencional y cuando salimos del ascensor él me despide con un gesto
de la mano y yo atravieso el vestíbulo para salir fuera y que el frío de la
calle me refresque el rostro. Con una sonrisa cínica y algo ofendida tiro la
tarjeta de presentación en la primera papelera que encuentro de camino a casa y
me pongo el abrigo, más que por el frío, para ocultar las manchas de sangre de
la ropa y que las personas puedan pensar que me he metido en un altercado o que
incluso estoy herido. Después de una larga noche sin dormir, no me encuentro en
condiciones de dar más explicaciones y me conduzco a casa con la esperanza de
caer rendido tras tomar una taza de té caliente.
Llego a esta más pronto de lo que me espero y
cuando estoy atravesando el umbral de la puerta me sorprende la soledad, la
oscuridad y el silencio al que ya me he acostumbrado. Sin embargo siempre tiene
este espacio un aura tan melancólica que no consigo comprender que es aquí en
este piso donde yo vivo. Solo. Alejado de la realidad que se escenifica fuera.
Una vez en el interior de mi hogar se me hace muy rocambolesca la idea de que hace unas horas he matado a una persona y
de que he pasado la noche en una sala de interrogatorios. Es tan rocambolesco,
tan fantasioso, que tengo que convencerme de que no es más que un cuento. Solo
una historieta.
Me encamino a la cocina y dejó ahí mi abrigo y
los papeles sobre una mesa. Una mesa vacía de material químico como
acostumbraba a estar. Cojo una tetera de la encimera y la pongo sobre la
vitrocerámica repleta de agua y en una bandeja de metal pongo dos tazas de té
con sus respectivos platos a juego. Sirvo un terrón de azúcar en uno de ellos y
en el segundo, dos. Una cuchara en cada uno y una bolsa de té en la tetera.
Cuando el agua hierve sirvo té en ambas tazas y me encamino con ellas al cuarto
de Yoongi, el cual se mantiene entreabierto con una luz anaranjada saliendo de
él. Una luz nostálgica y hogareña que me invita a entrar, y lo hago de
espaldas, abriendo la puerta con el codo mientras que descubro apoyado en el
cabecero de la cama el cuerpo de Yoongi, enfrascado en la lectura de un libro.
Él me mira nada más entro en el interior y
cierra el libro poniéndolo a su lado mientras se recoge un poco más sobre el
colchón y me sonríe levemente expectante ante mi iniciativa de traerle té. Yo,
con una sonrisa aun mayor dejo la bandeja de té en la mesilla al lado de la
cama y le señalo una de las dos tazas, la que tiene dos terrones.
—Esa es la tuya. –Le digo mientras él me mira
sin decir una sola palabra, con ojos levemente enrojecidos pero felices y
agradecidos. Sigue con ellos todos mis pasos, todas mis acciones. Olvidaba lo
intimidatorio que podía ser eso y la sensación que producía en mí. Pero la
añoranza es dolorosa y su mirada es un buen calmante al dolor—. Bueno... yo
cojo la mía y me voy. –Le digo pero él se vuelve a mí y se aparata un poco,
dejándome espacio en la cama a su lado.
—Siéntate un poco. –Me dice, palmeando la cama
a su lado y yo me siento justo en el borde, de cara a él y con las piernas
cayendo al suelo. Él cruza las suyas. Había olvidado su flexibilidad, su cuerpo
menudo. Porta un pantalón de vestir y una camisa blanca. La misma que anoche.
Está hermoso. Exuberante.
—Gracias…—Suspiro mientras cojo mi taza y bebo
un poco, templando mi cuerpo con el calor del té. Él no bebe, se queda
mirándome con esa expresión amable y sincera. Con una de sus manos vaga hasta
el puño de mi camisa y roza con la yema de su pulgar la sangre manchando el
blanco de la tela—. Gracias… por todo lo que hiciste. No tenías porqué haberlo
hecho.
—Por una vez quise hacer lo correcto. –Dice,
dolido pero con una sonrisa.
—Me salvaste la vida. Eso es más que “Hacer lo
correcto”.
—He salvado muchas vidas antes, pero ninguna
que me importase de verdad. –Suspira—. Y he matado a gente, pero nunca a nadie
que me importase de verdad.
—Me tenía ahí, acorralado contra la pared. Si
no llegas a intervenir, me habría matado. Te… te he echado de menos. –Digo y él
parece reaccionar ante mi afecto y chasquea la lengua.
—¿Te han exculpado?
—Sí.
—¿Cinco meses de servicios comunitarios?
—Seis. –Le corrijo.
—¡Vaya! Espero que te lo pases bien…
—Tenías razón, ellos no me han condenado a la
cárcel.
—Decir que habías sido tú era la única salida.
De haber dicho que fui yo, y contigo todo ensangrentado, no se lo creerían. No
después de todo lo que has estado inmiscuyéndote…
—Siento que hayas tenido que hacerlo. –Cojo su
mano en la mía y él se sobresalta. El contacto físico nunca fue su fuerte—. Sé
cuánto le amabas.
—Y yo sé lo que él era capaz de hacer por estar
juntos. Y eso es algo que no podía permitir.
—Gracias. –Aprieto aún más mi mano sobre la
suya—. De corazón.
—No des tanto las gracias. –Me aparta la mano,
levemente ruborizado—. Las personas como nosotros no tenemos una larga
esperanza de vida.
—¿Los psicópatas?
—Los enamorados. –Suspira y me mira sonriendo—.
¿Se han creído todo lo que les has contado?
—Sí. Creo que no sospechan que fuiste tú. Y
tampoco creo que vengan aquí a casa a buscarte.
—Has mejorado con tus mentiras…
—He tenido un buen profesor. –Le guiño un ojo y
él bebe un poco del té, divertido—. ¿Qué estabas leyendo? –Miro el libro a su
lado y me describo reconociendo en la portada el libro que yo le regalé hace
tiempo. Él lo esconde, ruborizado y yo le miro, con ojos brillantes y orgulloso
de su actitud—. Bueno, ahora sí me voy. Te dejo aquí…
—Espera. –Me pide y yo me quedo estupefacto
mientras veo como me agarra de la muñeca y me reconduce hasta quedar sentado a
su lado y me abraza, ocultando mi rostro en la línea de su cuello. Su olor,
cuánto lo extrañaba. Me acaricia con su mano el cabello en mi nuca y con la
otra forma círculos sobre mi espalda. Se me forma un gran nudo en la garganta—.
¿Por qué me buscaste? –Me pregunta, pensativo—. ¿Tenías algo que decirme?
—Quería saber… ¿Qué lleva a alguien a dejarlo
todo e irse con Park Jimin?
—Una vez me dijeron que los polos iguales no se
atraen. Yo digo que son capaces de ejercer tal fuerza de repulsión que acaban
por encontrarse en la más sombría locura.
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