SHERLOCK (YoonMin) [PARTE I] - Capítulo 1

 CAPÍTULO 1


JungKook POV:

 

La sala tiene una tenue luz de fluorescentes cubiertos por una cristalera grisácea. Bajo mis manos, sorprendentemente no esposadas, hay una mesa del mismo color de la luz y me pregunto si es culpa de esta o es que verdaderamente la mesa es también de un gris triste y depresivo. El tacto es limpio, al menos, y entre mis manos, un café de máquina que desprende un olor agradable pero que el gusto no es demasiado agradable. Al fin y al cabo es café gratis a petición del policía frente a mí sentado. Tras de mí, una puerta. A nuestro lado, un espejo. He estudiado lo suficiente y he visto demasiadas series de policías como para saber que tras ese espejo hay otros policías analizando mi conducta. Que bajo la mesa debe haber un micrófono grabando nuestra aún inexistente conversación y que la cámara sobre el techo, en una esquina a la derecha, solo me apunta a mí por si hay algún incidente y necesiten pruebas gráficas. Sin embargo mi rostro aniñado y mi dulce mirada ha hecho bajar la guardia del policía. Yo tampoco tengo ninguna intención de hacer daño a nadie. Yo aun tengo las manos temblorosas por lo sucedido.

Hoy llevo simplemente unos vaqueros negros, un poco rasgados en las rodillas y una camisa blanca. He de ser sincero, no me he dado cuenta de lo que traía puesto hasta que he llegado aquí y me he visto rodeado de gente trajeada. No es habitual en mí llevar este tipo de ropa pero tampoco he estado muy atento últimamente a estas banalidades. En mis pies unas botas de color kaki y sujeto al respaldo de la silla, un abrigo del mismo color que las botas. El hombre frente a mí es un hombre de mediana edad, más joven que mi padre, más mayor que yo. Tal vez ronde los treinta y cinco o más. Su pelo comienza a estar cano en las sienes. Un pelo repeinado con gomina y carente en algunas partes de las entradas, solo un poco. Su rostro intenta ser amigable, a veces, pero cuando se tratar de temas serios, su voz se agrava un poco produciéndome un escalofrío involuntario. Él nota mi recelo, e intenta ser todo lo amable que puede, pero a veces su profesión le impide tratarme como si tuviera cinco años.

Lleva puesta una corbata a rayas azules y blancas, en mi opinión fea. Una camisa blanca y unos pantalones chinos de color azul oscuro, como la corbata. Igual que yo, ha dejado la americana sobre el respaldo de la silla. Sus manos sostienen un café como el mío pero el suyo es negro. El mío al menos tiene algo de leche y un poco de espumita. Bebo un trago lento y me quemo un poco la lengua, pero no me importa y miro al agente con toda la confianza que puedo. Este habla al fin sentándose más cómodamente en la silla.

–¿Señor Jeon? –Alzo la mirada y sus ojos negros me miran serios.

–¿Hum?

–Espero que sepa para qué está aquí. –Yo asiento, energético–. Bien. ¿Le han tomado los datos fuera?

–No.

–Entonces seré yo quien lo haga. –Se saca una libreta del bolsillo interior de la americana tras él y la pone sobre la mesa. Se saca a la vez una pluma de color negro con algunos detalles en dorado. Yo suspiro y espero a que comience con las preguntas–. ¿Nombre completo?

–Jeon JungKook.

–Bien. ¿Edad?

–Veintiséis años. Recién cumplidos. –Añado y al decirlo me arrepiento, me hace sentir infantil. Él policía me mira con esa expresión de condescendencia y ternura.

–Muy bien. ¿Lugar de nacimiento?

–Busán.

–Bien. ¿Le parece que comencemos? –Asiento cogiendo aire. Lo necesitaré.

–Algunos detalles están borrosos. –Le advierto antes de empezar–. Y tiene que tener en cuenta que yo no estaba presente, ni tampoco sé todo sobre ambos. Solo… estaba con él…

–Conozco la situación. Sé que no hubo testigos, pero usted era el más cercano a él, y me gustaría que nos diera toda la información que sepa. Ya sabe como es la gente, le gusta saberlo todo de todos.

–Sí. Ya… –El policía pasa la página de la libreta y cierra la pluma, esperando por algún detalle de gran importancia o a que comience a hablar para hacerse un esquema general–. ¿Por dónde empiezo? –El señor policía se encoge de hombros.

–¿Cómo conoció al señor Min? –Yo suspiro, y comienzo mi relato.

Yo he crecido en Busán toda mi vida. He estudiado allí hasta terminar la universidad con veinticuatro años. Era estudiante de periodismo y en una ciudad como Busán, aunque sí tengan la carrera, no tenían donde poder hacer las prácticas y un amigo me ofreció un trabajo. No quiso especificarme al principio. Yo tampoco le pedí muchos detalles, después de estar un año sabático buscando un empleo al menos como secretario o algo parecido, cualquier miga de pan la engullía sin preguntar qué diablos era. A mis veinticinco años yo ya me sentía avergonzado de estar siendo mantenido por mis padres, tener que hacer trabajillos por allí y por allá, descargando camiones, atendiendo algunos días en alguna tienda. Cosas por el estilo. Yo estaba deseando trabajar de lo que tanto esfuerzo me había costado ser. Periodista.

En cuanto tuve la menor oportunidad compré un billete de bus para Seúl y cuando llegué aquí, sobre el medio día, me dirigí a la agencia de investigación policial de la ciudad. Allí trabajaba mi amigo en el área de criminología. Se ocupaba de las autopsias y esas cosas.

–¿Cómo conoció usted a esa persona?

A través de internet. Ya sabe cómo son estas cosas. Sin darte cuenta estás hablando con una persona a la otra punta del mundo. A ambos nos gustaba un grupo de música y en un foro nos conocimos. No piense usted cosas raras, solo éramos amigos. Le comenté que me gustaría hacer prácticas o algo parecido con relación a mi trabajo y me dijo que había encontrado algo para mí. Una vez llegué allí y nos encontramos pasó su mano por mis hombros y me condujo a los laboratorios. Yo aun no sabía a qué se refería cuando me decía que me había encontrado algo que tal vez no me gustara, pero que tenía que ver con mi trabajo. Por el camino me estuvo explicando.

–Bien, Kookie, voy a explicarte en qué consiste esto que te he encontrado. Uno de los detectives que trabajan en la agencia está buscando compañero de piso, dice que tiene una habitación libre y que no le vendría mal que alguien le ayudase aunque fuera un poco con el alquiler.

–Taehyung. –Le corté enseguida–. Yo no estoy buscando piso, sino trabajo.

–Pero tendrás que dormir en alguna parte, ¿no? –Me preguntó y yo me paré en seco, asentí, pensativo, y él continuó caminando arrastrándome mientras seguía hablando–. Pues bien, tu trabajo será redactar los casos en los que esté inmerso.

–¿Hum? No entiendo nada. –TaeHyung suspiró. No sabía explicarse porque creo que tampoco sabía muy bien qué es lo que yo debía hacer.

–El mandamás. –Señaló arriba, refiriéndose metafóricamente a un puesto superior a él–. Está un poquito receloso con la forma en la que este hombre trabaja. No sé si me explico. Es un hombre, un poco peculiar.

–Peculiar. –Repetí  yo acentuando la palabra, un poco preocupado–. ¿Quieren que le espíe?

–No. Nada de eso. El señor Min es del todo consciente y es más, se ha sentido incluso alagado. Él es así. No quieren que escribas como son sus deposiciones, ni nada de eso. Es como un pequeño diario en el que vas recolectando sus avances en las determinadas investigaciones, sus cavilaciones en respecto a los casos, cosas así. –Yo suspiré y TaeHyung me miró, un poco triste. No entendí esa mirada y al contrario que tranquilizarme me puso más nervioso.

–¿El señor Min? ¿Es así como se llama?

–Sí. Y por los materiales y el sueldo no te preocupes. La agencia te dará un portátil y te pagarán por adelantado, es lo mínimo.

–Esto me está asustando.

–¡Nah! No te preocupes. –Me dijo, no le creí. Ni él mismo estaba tranquilo cuando llegamos al laboratorio y nos encontramos a un hombre de pie, con las manos a la espalda, mirando fijamente un cadáver tumbado frente a él en una camilla de metal. La sola imagen me produjo náuseas y mareos. Vértigos incluso. Pero había viajado hasta Seúl buscando trabajo y techo, no podía desperdiciar la oportunidad.

TaeHyung y yo nos quedamos unos segundos mirando a esa persona. TaeHyung no había querido hacer acto de presencia, y si él no iba a hacerlo yo menos. Por algo sería. Me tomé esos minutos para mirar al hombre frente a mí. Su estatura dejaba mucho que desear, pues yo era posiblemente un palmo más alto y dos cuerpos más ancho. No era corpulento, y su traje se ceñía a él con elegancia y delicadeza. Sus piernas estaban enfundadas en unos pantalones de traje negros, terminándolos en unos zapatos muy elegantes, negros también, impropios para alguien que viene a trabajar frente a un cadáver. Sobre su cuerpo, una camisa blanca, abierta el primer botón y sin corbata, y una americana sobre sus hombros, como si estuviera  a punto de irse a alguna parte. Sus manos a su espalda se notaban rudas y fuertes pero su rostro denotaba una dulzura y palidez encantadoras. Sus ojos, pequeños, entrecerrados mientras observaba detalle a detalle el cuerpo muerto frente a él. Sus labios apretados, pensando. Su cabello, oscuro y levemente ondulado en algunos mechones. Cuando terminó de mirar el cadáver se giró, se acercó a una mesa que tenía tras él y apuntó algunas cosas en una libreta a su alcance. Ese fue el momento que TaeHyung tomó para hablar.

–Ejem… –Carraspeó para hacerse notar pero aunque no hubiéramos sido ni un solo segundo testigo de su mirada, yo sentía que sabía que estábamos ahí desde el principio. La sala entera estaba iluminada por blancos fluorescentes que hacían a la persona allí, mucho más pálida–. Yoongi, este es Jeon, el chico del que te he hablado. –El hombre no se inmutó, siguió escribiendo como si nada y yo fruncí el ceño, dudando de que no estuviera sordo.

El silencio se sucedió unos largos veinte segundos hasta que TaeHyung volvió a hablar de nuevo ante mi nerviosismo, que poco a poco se transformaba en enfado.

–Es el periodista que va a seguir de cerca tu trabajo. –Otros veinte segundos pasaron mientras el hombre ante nosotros había dejado de escribir y se había quedado mirando en silencio la libreta frente a él. Pasado el tiempo comenzó a recoger lo que creo que eran sus cosas personales, un teléfono móvil, unas llaves y la libreta, por su puesto. Tras eso al fin se giró a nosotros y cuando sus ojos me miraron, lo hicieron de arriba abajo y en silencio durante tres o cuatro segundos. Me pareció una eternidad pero no lo fue, realmente. Sus ojos eran oscuros, profundos, pero pequeños. Cuando me miraba, me hacía sentir muy pequeño e intimidado, como si viera más de mí que yo mismo. También miró mi mochila a la espalda con mis humildes pertenencias. Se giró a TaeHyung.

–Ya puedes lavar el cadáver del señor Kang. Ya tengo todo lo que necesitaba. –Palpó ligeramente el bolsillo donde había metido su libretita y pasó por entre los dos caminando a la puerta. Yo le detuve con mis palabras.

–Soy Jeon JungKook. –Dije en un tono evidentemente enfadado pero sin dejar de ser formal. Al fin y al cabo era alguien mayor que yo–. Encantado de conocerle. –El señor Min Yoongi se paró antes de cruzar la puerta se deshizo de la chaqueta en sus hombros posándola en su antebrazo. Se giró a mí y habló con TaeHyung, como un desconocido que habla con el padre del niño cuando en realidad la pregunta es sobre este.

–Está bien. Que se venga a vivir… –Hace el amago de marcharse pero yo le detengo de nuevo.

–¿No sabe usted nada sobre mí y me acepta así de fácil? –Mis palabras le hacen más gracia que enfado y se gira con un grácil movimiento a mí y camina lentamente, hablando para mi desgracia.

–Tienes alrededor de veintitrés y veintiséis años, dado que has terminado la carrera de periodismo y te has pasado al menos un año buscando trabajo, en balde, tienes veinticinco o veintiséis. No tienes las uñas amarillentas ni la voz rasposa por lo que no fumas, no al menos a menudo. Tampoco parece que toques ningún instrumento. No tienes mascotas comunes, porque no veo pelos de gato o perro por las patas de los vaqueros. No usas excesiva colonia ni perfumes demasiado olorosos. Eres estudiante de periodismo, y comienzas a estar frustrado porque no encuentras trabajo ya que has accedido a viajar hasta aquí para conseguir un empleo medianamente decente. –Se paró en seco y una sádica y cínica sonrisa apareció en la comisura de su labio y se extendió por el resto de ambos–. ¿Está bien para comenzar? –Yo me quedé sin habla. Taehyung a mi lado soltó una risilla. Dijo cosas que incluso no le había contado a TaeHyung, por lo que entendí que este no tenía nada que ver. El señor Min me miró una vez más de arriba abajo y señaló la mochila a mi espalda–. Por lo que veo no llevas mucho equipaje, por lo que entiendo que no esperas demasiado de este trabajo. –Se encogió de hombros y caminó hacia la puerta, halando de nuevo–. Yo sí toco el piano, espero que no te moleste. Y también fumo. No tengo mascotas pero algunos gatos de los vecinos vienen a veces para comer algo, mi nombre es Min YoonGi, tengo veintinueve años y vivo en la calle 32 con la 78. Piso 6B. –Se giró hacia mí, me miró, sonrió, y se marchó. Como si nada.

Cuando TaeHyung y yo nos quedamos a solas no pude evitar girarme a él con el ceño fruncido. Él se limitó a encogerse de hombros y hacer como si todo fuera normal. Para mi desgracia lo era.

–Debió ser horrible vivir con alguien así durante un año.

–En realidad tenía sus buenos momentos. Tenía muy malas manías, pero también sus buenas cosas.

–No veo cuales. Pasarse las veinticuatro horas del día con un psicópata debía ser agotador.

–No era un psicópata. –Frunzo el ceño, levemente ofendido por sus palabras–. Psicópata era Park Jimin. Min Yoongi tan solo era un sociópata enamorado..  

 

 

 

 

                                           Capítulo 2                                              

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