JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 7

Capítulo 7


Jimin POV:


Llego a casa cuando comienza a oscurecer. Aparco el coche frente a la puerta y al salir noto como la temperatura ha bajado considerablemente a pesar de estar en verano. Entro con todas las bolsas de comida y me sorprende Suga en el sofá sentado, exactamente en el mismo sitio que le dejé cuando me fui.

–He llegado. –Digo viendo como sus ojos se iluminan al enfocarme en ellos.

–Hola. Te he echado de menos. –Me dice mientras se levanta y me sigue camino a la cocina.

–No digas tonterías.

–No son tontería, es enserio. –Le miro deteniendo todos mis movimientos–. Me has acostumbrado a la rutina de verte todos los días por lo que un cambio tan brusco como este hace que me sienta desorientado y perdido. Ya no estabas para decirme todo lo que odias de mí, ni para llamarme chatarra inútil.

–Mira por dónde, –comienzo a colocar toda la comida–, yo no te he extrañado. Es más, me están entrando ganas de volver a marcharme.

Él no dice nada y me ayuda a colocar todo. Ha aprendido rápidamente donde va cada cosa y estoy muy agradecido porque no soportaría que me desorganizase toda la cocina también. Me detengo y le miro como no se lo piensa, mecánicamente sabe dónde van los sacos de arroz, los huevos, los cartones de leche…

–¿Qué has hecho este tiempo que he estado fuera?

–Nada interesante.

–¿De veras? Siento no tener nada para que te hubieses entretenido.

–No tengo esa necesidad, no te preocupes. ¿Y tú? ¿Has estado en la ciudad?

–Sí, he comprado comida y he ido a visitar a Jungkook.

–Suena genial.

–Odio mucho a Jungkook. –Sonrío alegremente. Él se detiene.

–Dado que tenéis una estrecha relación y estas sonriendo puedo deducir que tus palabras no son ciertas, ¿verdad?

–Le odio porque es el culpable de que estés aquí.

–¿Soy una desgracia para que deba haber un culpable? –Me mira inexpresivo. Yo sonrío divertido.

–Sí, eres lo peor de mi vida.

–Oh… –Piensa un momento seguramente guardando mis palabras.

–Y debo ser un idiota porque he traído algo para ti. –Me mira terminando de guardar la comida.

–¿Para mí?

–Sí, ven al sofá. –Enciendo las luces para tener una mejor visión de él y le veo sentarse colocando sus manos sobre sus piernas juntas. De mi bolsillo saco el pequeño perforador que le he comprado a Jungkook y se lo muestro–. ¿Sabes qué es esto?

–No. ¿Qué es?

–Es una perforadora para hacer pendientes. –Me siento a su lado–. Dime que me dejas usarla contigo…

–No me han diseñado con pendientes…

–Lo veo, por eso quiero hacerte unos. Por favor.

Me mira y pasa su vista al aparato en mis manos. Duda, no sabe qué diablos hacer pero antes de responderme o dar una excusa se pretende levantar pero me interpongo en su camino sentándome sobre sus piernas. Dejo todo mi peso allí Para evitar que se vaya de manera cobarde.

Me mira sorprendido y una de sus manos va a al tatuaje en el brazo para aferrarse allí y ejercer fuerza sobre mí y retirarme, pero sabe que no puede.

–No huyas de mí Suga. Vas a dejarte y da gracias que solo van a sufrir tus orejitas. El septum me encanta mucho más.

–No sé si es lo más adecuado teniendo en cuenta que…

–Olvídate de esas cosas. Mírame, yo tengo dos en cada oreja, uno en las tuyas quedaría genial. –Saco de otro bolsillo uno de los pendientes de oro y lo separo poniendo por una parte la tuerca en un extremo y por otro el propio pendiente. He visto hacer esto muchas veces y me siento preparado.

–¿Debo fingir dolor? –Me pregunta como si fuera algo que me preguntase cada día.

–¿Qué tonterías dices? Si no te duele no tienes por qué hacerlo. Suerte tienes que no vas a sentirlo.

–Eso no es correcto. Lo sentiré pero el quejarme o no es voluntario.

–Tú no tienes voluntad. –Agarro su lóbulo.

–Hablo de tu voluntad. –Siente el metal en su oreja aun sin ser accionado y sus manos van a la tela de mi pantalón para aferrarse allí impaciente. Aprieto rápido y al soltar el pendiente ya adorna su lóbulo de la manera más perfecta.

–¡Perfecto! –Exclamo y él relaja la presión en sus manos. Una de ella va a su oreja y toca allí donde está ahora un pendiente de oro.

–Es extraño.

–Te acostumbrarás, te lo prometo. –Giro su rostro para dejarme ver su otra oreja–. Ahora la otra.

De nuevo se aferra a mí para desahogar su fingida tensión y cuando termino vuelvo a sonreír encantado con lo que veo.

–¿Te hace feliz verme así? –Me pregunta, serio.

–¿Cómo?

–¿Eres feliz?

–Claro… que tontería… –cambio de tema–, cuando me canse de verte con pendientes de oro te pondré de los míos. Estarás aún mejor.

–Vale.

–¿Te molestan? –Le veo extraño. Incómodo con ellos.

–Sí.

–Perdóname. –Agarro su mandíbula y beso cada una de sus orejas para recompensarle–. ¿Mejor?

–¿Qué poder curativo tienen los besos?

–Ninguno, pero las mamás besan a los niños cuando se hacen daño.

–¿Es un placebo como ayuda de una mente inocente?

–Es una manera de hacerte confiar en mí, y en que acabarás acostumbrándote igual que te has acostumbrado a mí.

–Entiendo.

–¡Es mi turno! –Grito quitándome de sus piernas y me siento a su lado pasándole el cacharro y un pendiente más.

–¿Qué debo hacer con esto?

–Lo mismo que yo te he hecho pero el mío, a continuación de estos dos. –Le dejo mi oreja derecha a su libre disposición. Le veo enganchar correctamente el pendiente y sujetar mí oreja titubeando.

–Debo hacer el tercero a la misma distancia que hay entre el segundo y el primero, ¿verdad? –Asiento. Coloca el aparato en el lugar pero no lo acciona. Yo presiono mis mandíbulas preso de la tensión–. No sé si debo hacer esto, Jimin. Duele, y no he sido diseñado para herir. No debería hacerte daño.

–Solo hazlo, rápido y certero.

–Deberías hacértelo tú solo…

–Yo no puedo verme con la claridad con la que tú lo haces. –Aprieto mis puños–. Hazlo antes de que te golpee.

No se lo piensa más y aprieta sus manos con toda la fuerza que cree conveniente atravesando mi carne. El sonido es impactante y el dolor solo aumenta con los segundos. Es una sensación conocida por lo que es incluso agradable. Suelta sus dedos y el pendiente queda anclado allí. Me quedo inmóvil unos segundos saboreando la adrenalina en mi cuerpo cuando sus labios besan mi oreja que ha sido perforada.

–Perdóname. –Oigo de su boca. Primero le miro de reojo pero luego giro el rostro para verle de frente. Sus ojos negros me miran sin parpadear y juraría que puedo sentirle triste y temeroso de sus propios actos. Toco mi oreja inconscientemente no para sentir el nuevo agujero sino rememorando el tacto de sus labios allí. ¿Cómo es posible que estuvieran cálidos igual que los de una persona de verdad? Juraría haber sentido incluso su aliento.

–Vamos. –Me levanto rápidamente saliendo de mi ensoñación–. Quiero cenar algo.

  




 Capítulo 6                    Capítulo 8                                              

 Índice de capítulos                                                



Comentarios

Entradas populares