JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 6
Capítulo 6
Jimin POV:
–Adiós Jimin. –Me mira inerte mientras yo salgo
de casa con las llaves de la mano–. Conduce con cuidado y pásalo bien.
–Hasta luego. –Digo una vez he cerrado detrás
de mí y cando la puerta evitando que en uno de sus cruces de cables le dé por
salir fuera. Aunque estoy seguro si se lo propone es capaz de destornillar
todos y cada uno de los engranajes de puerta.
Camino hasta el cuatro por cuatro para conducir
a la ciudad. Al menos, una vez por semana debo hacerlo para comprar comida y
todo lo que pueda necesitar que se acabe ya que no hay ningún comercio cerca, y
aunque odie la ciudad, me encanta conducir. Sentir la velocidad y el viento
cuando abro las ventanas.
Llevo una lista de cosas para comprar que antes
de salir Suga ha revisado poniendo pegas a todas y cada una de las palabras
escritas, y doy gracias, no tengo apuntada mi sorpresa para él. Hoy hace una
semana que él regresó aquí y no sé cómo he sobrevivido tanto tiempo con sus
estúpidas recriminaciones en mi cabeza que incluso cuando duermo me atormentan.
Todas las noches se mantiene en silencio pero cuando sus ojos se cierran
mientras se carga la batería de todo su cuerpo, juraría que puedo oír su voz
aun juzgando todo lo que hago.
Me deshago de esos pensamientos y me centro en
conducir. Aprovecho de la soledad que este momento me proporciona y temo que
estos vayan a ser los únicos que pueda tener de aquí a cinco meses. Lo he
encerrado en casa no sé si por su precaución o por la mía. Aunque no sé de qué
forma puede dañarme que salga y se caiga por un barranco, un problema menos.
Por desgracia, no es tan estúpido.
El camino va a ser tranquilo y lento. Pongo un
poco de música.
…
Sé que he llegado al fin cuando los neones de
luz me sorprenden por todas partes. En los edificios, en las fachadas… El
tráfico es estresante, el aire deja de ser puro y se torna contaminado y pesado
para respirar. El ruido de las personas daña mis oídos paulatinamente pero con
el tiempo, como con todo, te acabas acostumbrando aunque sea superficialmente.
En medio del atasco cometo la locura de bajar
la ventanilla y mirar la gran televisión de publicidad que está sobre un edificio
a mi lado. El anuncio me sobrecoge mostrándome los rostros de robots de
compañía. Robots como el mío pero con caras diferentes, con diferentes cuerpos.
Mujeres, hombres… Los veo hablar y puedo oír su voz por unos altavoces que
tiene la televisión.
El coche delante de mí avanza y yo avanzo con
él pensando que mi juguete es mucho más guapo que todos esos.
…
Salgo del supermercado dirigiéndome al
aparcamiento para dejar las bolsas de comida. Y una vez todo está guardado me
vuelvo al asiento del conductor. Arranco y me dirijo a mi tienda favorita de la
ciudad. Te preguntarás por qué estando en la ciudad no aprovecho para ir a ver
a mis padres. Es muy simple, no quiero saber nada de ellos.
Aparco el coche viendo ya a mi querido Jungkook
a través del cristal que da paso a su tienda. Es extraño pero no suelo venir a
verle tampoco a él, sin embargo no ha sido él quien me ha traído hasta aquí,
sino que mi objeto es algo más material.
–Buenos días… –Entro saludando al jefe y a
todos los tatuadores, incluido JungKook, que ya me conocen.
–Buenos días, –me contestan todos menos mi
pequeña galleta que salta de sus silla y me rehúye poniendo una camilla de
tatuar por medio.
–¿Has venido a matarme? –Pregunta fingiendo
llorar.
–Claro que no, ven, abrázame… –Rodeo la camilla
pero él me sigue rehuyendo asustado por mi cara de psicópata. Realmente quiero
matarle. Acabo riendo de mi propio comportamiento y él cede a abrazarme aún
receloso. Nos sentamos en unas sillas contiguas en su escritorio para hablar.
–Hacía mucho que no me venías a ver. ¿Qué me
has traído esta vez? –Me pregunta refiriéndose a algún diseño para tatuarme.
–No estoy aquí para eso Kookie…
–¿Un pendiente nuevo?
–Algo así. –Me mira sin comprender. La verdad
es que no suelo ir al grano con las cosas–. La última vez que estuve aquí vi
que vendíais pequeños aparatitos para perforar con pendientes.
–Ah, sí. Cierto.
–¿Es bueno? Es decir, –no me dejan que me
explique.
–Sí. –Habla un compañero de trabajo de
Jungkook, Hoseok. Es un entrometido encantador–. La verdad es que si tienes
buen pulso es mucho más fácil que tener que trasladarte a una tienda para que
te los hagan. –Se levanta y regresa con lo que le pido de la mano.
Es un pequeño trozo de plástico trasparente,
parecido a una grapadora donde en sus extremos están los huecos
correspondientes para el pendiente y la tuerca. En un trozo cartón me muestra
su funcionamiento y Kook y yo atendemos expectantes. Es muy bueno para hacerse
entender, al contrario que Jungkook.
–Me llevo uno de esos, y varios pendientes de
oro.
–Recuerda desinfectar la zona antes y durante
los días próximos. –Le corto las recomendaciones que he oído durante toda mi
vida. La verdad es que tengo varios pendiente ya, dos en cada oreja, cada par
seguidos.
–Siempre he querido tener uno de estos. Así no
comes a costa de mi dinero.
–No digas eso, sé que los tatuajes y los
pendientes solo son una excusa para verme. –Alza su mentón lleno de egocentrismo.
–La verdad es que esto no es para mí, en
realidad. –Me mira frunciendo su ceño–. He pensado que un piercing en la polla
de Suga quedaría de lo más sexy. –Mi rostro no puede expresar mejor mi sadismo
y el suyo se descompone en mis palabras.
–Trae eso aquí, pervertido. –Intenta
arrebatármelo pero yo le calmo alegando que era broma. Me mira receloso pero,
¿cómo evitarlo? Sabe que si quiero puedo ser muy retorcido.
…
Esperé a que fuera su turno de descanso y ambos
salimos de la tienda para poder invitarle a comer en el primer sitio que
encontremos. Y el primero, como no, es un McDonald. Odio los sitios de comida
rápida como este pero no puedo evitar derretirme ante la visión de mi Kookie
devorando una hamburguesa más grande que él.
–¿Cómo te va con Suga?
–No lo metas en la conversación. Hablemos de
ti.
–¿Sigue sacándote de tus casillas? –Ríe
fingiendo sentirse culpable. Sé que esto es un castigo por todas las veces que
me metí con él en clase.
–Sí, pero cuéntame, ¿cómo te va la vida?
–No me trata mal. Sabes que este trabajo no me
permite darme lujos, pero soy muy feliz.
–Si necesitas dinero…
–No estoy diciendo eso… –Me mira sonriendo–. He
podido regalarte a Suga, por el amor de dios. Solo digo que me encantaría ir a
visitar a mis padres más a menudo. –Ahora está triste.
Sus padres viven en Busán y él se trasladó aquí
porque es donde tenía más posibilidades de encontrar un buen trabajo de
tatuador. Yo sin embargo viví toda la vida en Busán excepto en los veranos que
veía aquí de vacaciones. Hasta hace unos dos años que nos vinimos a vivir aquí,
más cerca de mis abuelos. Fue al empezar una vida aquí que retomé el contacto
con Jungkook.
–Pues deja de regalarme cosas y ahorra para ir
a verles.
–No sabes la suerte que tienes de poder estar
cerca de ellos.
–Sabes que no quiero estar con ellos.
–¿Pero por qué?
–Nunca creyeron en mí. Me obligaron a estudiar
cosas que yo no amaba tanto como era el hecho de escribir libros. Me odiaron el
día que publiqué mi primer libro a sus espaldas y comencé a ganar dinero por mi
cuenta. No sé que les duele más, saber que puedo vivir sin ellos o que he
podido a pesar de todos los inconvenientes que me pusieron.
–Pero ha pasado mucho tiempo desde entonces…
–Siempre insiste en esto cada vez que nos vemos, es una conversación que no
podemos evitar porque siente envidia de que tengo la posibilidad de estar con
mis padres al contrario que él.
–Ellos actúan como si no pasara nada, pero sé
que les come la envidia.
–Cuando sean mayores, deberás cuidar de ellos
Jimin.
–Nah, –sonrío alegre–, compraré un robot para
que los mate de aburrimiento.
Ambos reímos y la tensión en la conversación
desaparece poco a poco. Los temas que van surgiendo cubren un gran abanico de
posibilidades hasta que llegamos a una parte que era inevitable.
–Entonces… –habla Kookie mientras remueve la
pajita en su coca cola–, la tiene más grande que tú… ¿No es así?
Me cuesta asimilar sus palabras pero cuando lo
hago mis ojos se abren avergonzado por ellas.
–¡Jungkook! Baja la voz, idiota.
–¿Cómo se la has visto?
–Yo… em…. –tardo en contestar buscando la mejor
respuesta–. Estábamos en el baño y no sé, se la vi.
–¿Le forzaste? –Baja su voz para que solo le
oiga yo.
–¡Nada de eso! ¿Me crees un pervertido?
–Bastante pervertido…
–Pues no lo soy. Fue casual.
–Me estas mintiendo Jimin… –Canturrea de una
manera siniestra.
–No… –Me cruzo de brazos.
–¿Sabías que estaban diseñados para que no
tuvieran que desnudarse? A menos que sea de forma obligada ellos no muestran
sus partes íntimas. Todos lo saben.
Siento mis mejillas arder, quiero hablar pero
la garganta está seca. Mis brazos cruzados ya no son tan convincentes y creo
que voy a desmayarme. Me ha cazado como a un niño pequeño e inexperto en la
vida. Respiro hondo para contestar algo coherente pero él se adelanta.
–Solo te advierto, no me lo devuelvas con semen goteándole del culo ¿entendido?
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