JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 5

Capítulo 5


Jimin POV:


–Dios mío, Suga, no te soporto. –Salgo de la cocina dejándole allí dentro y me encamino con un plato de noodles de ternera picante recién hechos. El cuenco quema en mis manos pero mi boca se hace agua sintiendo el olor.

Y podría disfrutar esto aún más si el trozo chatarra con el que convivo no me repitiera cada dos por tres que no es una comida saludable. Que debo aprender a cocinar y que unos fideos instantáneos de sobre no cubren mis… Blah Blah Blah.

Miro el cuenco en mis manos de camino a la mesa pero veo que he olvidado los palillos de metal por lo que me giro chocando sin querer con un cuerpo a mi espalda. Impacto de frente por lo que el líquido ardiendo cae sobre mí manchando toda mi ropa y abrasando mi piel.

Miro a Suga frente a mí. El culpable del accidente y de todos mis problemas. Le miro a los ojos mientras le grito improperios inducidos por el dolor que siento y la envidia de él que apenas se ha manchado. Aun así, toda su ropa está sucia igual.

Retiro con las yemas de mis dedos las prendas del contacto con mi piel para sentir un pequeño alivio instantáneo.

–¿Quema? –Me pregunta como si no fuera evidente.

–Maldito cacharro. Deberías haberte fundido tú.

–Ya te lo advertí, la temperatura no era adecuada para el consumo…

–Una palabra más… –grito dejando el cuenco de golpe sobre la mesa más cercana que tengo haciendo que se quiebre un poco–, ¡Y prometo que te abro en canal para sacarte los chips uno a uno! –Me mira paralizado y cierra su boca de golpe.

Miro a mi alrededor analizando el desastre lentamente, el suelo a nuestros pies lleno de líquido y fideos que aun me hacen la boca agua. Nuestras ropas sucias y mi torso y vientre quemados. El dolor se va paulatinamente y la tela húmeda comienza a ser molesta. No me lo pienso más.

–Sígueme al baño con cuidado de no mojar más. –En silencio subimos las escaleras con punzadas en mi vientre por sentir que dejo un reguero de salsa picante por el camino. Pienso en la tarea que supondrá fregar todo el piso más tarde.

Llegamos al pequeño baño y rápido me quito la camisa tirándola al primer rincón de la ducha que encuentro. Este baño, es relativamente pequeño, dado que esta casa está pensada para una persona y somos dos aquí provocándome un ataque de ansiedad por la claustrofobia. No puedo evitar de vez en cuando rozarme con él.

Quito mis pantalones también junto con los zapatos y los calcetines para dejarlos junto con el resto de la ropa. Me miro en el espejo viendo mi precioso torso un poco colorado. Soy un quejica pero no puedo evitarlo y más cuando no ha sido culpa mía. Miro al responsable de pié frente a mí inerte.

–Quítate la ropa. –Niega con la cabeza–. ¿Por qué? –Se encoge de hombros confundiéndome–. Hazlo de una vez o lo haré por ti, chatarra.

Lentamente desabrocha todos los botones de su camisa y la deja caer para mí. La recojo y la pongo con el resto mientras se deshace de sus vaqueros. Sus zapatos y los calcetines de igual manera. Queda un cuerpo blanco y reluciente ante mí, desnudo excepto por los bóxers negros que le hacen aun más pálido.

–Voy a meterme en la ducha para lavarme. No te muevas. –Asiente y hago lo que me he propuesto deshaciéndome de la única prenda que me queda. La dejo en un lugar seguro para luego recuperara ya que esta no está sucia y enciendo el agua sintiendo como cae fría sobre mí. Si ya es agradable una ducha fría en verano, aún más cuando acabo de abrasarme el cuerpo.

Miro desde dentro a través de la mampara trasparente y creí que no me sentiría avergonzado pero sus penetrantes ojos no me quitan la mirada de encima. Me observan detenidamente, me analizan y me juzgan en su pequeña memoria. Es incómodo más que vergonzoso.

–¿Qué diablos miras? –Me oye de sobra pero sigue sin apartar la mirada. No me avergüenzo de mi cuerpo por lo que le resto importancia. Salgo con el cuerpo húmedo y me pongo de nuevo la ropa interior–. Más te vale que no hayas grabado mi polla en tu disco duro.

No me responde. Esto es frustrante.

–Tú no estás manchado apenas, ¿te importa que te limpie solo con toallitas húmedas? –Asiente.

Me siento en el retrete y agarro su cintura para que camine un par de pasos y tenerlo frente a mí. Sus manos están agarradas entre sí en su vientre. Aprovecho para limpiarlas a ella primero y cuando ya están me pongo con el resto

–Retira las manos y ponlas a tu espalda. –Obedece sin rechistar.

Cojo una toallita nueva y la deslizo primero por sus clavículas siendo consciente de que su cara no está sucia. Bajo por su pecho blanco presionando levemente sintiendo como mis dedos se hunden en la mejor simulación que he visto de carne en mi vida. Frente a mí está su ombligo enmarcando el centro de un vientre plano perfecto. También limpio allí tiernamente.

–¿Sientes esto? –Me refiero a la leve presión sobre su vientre. Asiente–. ¿Y si te golpeo? ¿Te quejarías? –Asiente de nuevo–. ¿Y si lamo? ¿Te excitarías? –Él no entiende mi pregunta y gira su rostro confuso–. Olvídalo, es broma idiota.

Ya he terminado de de limpiar su cuerpo y miro curioso su ropa interior delante de mí. Mi dedo, libre de remordimientos, va a la fina línea de goma que delimita la prenda. Introduzco mi dedo ante su atenta mirada y cuando intento desplazarlo para ver su interior él se aparta de mí retrocediendo unos pasos.

–¿Qué diablos pasa? –No me contesta y se limita a mirar a todas partes–. ¿No me hablas? ¿Te has quedado mudo al fin? –Sonrío feliz. Pero él me hace un gesto con sus manos para indicarme que tiene los labios sellados por mi culpa. Recapacito rápidamente y le vuelvo a dar permiso para hablar de nuevo–. Perdona. Pero dime, ¿no puedo mirar ahí dentro?

–¡No! Eso no está bien. –Llámame loco pero creo ver sus mejillas encenderse levemente.

–¿Sientes vergüenza?

–No, pero me han diseñado para tener un pudor ficticio ante situaciones como estas. –Me acerco a él lo suficiente como para que choque su espalda con la puerta cerrada.

–¿Me estás tomando el pelo? Ahora eres mi propiedad y por lo tanto tengo derecho a mirar ahí. ¿Qué escondes?

–No escondo más que unos genitales masculinos. Lo mismo que tienes tú.

–¿De veras? La mía es más grande. –Digo orgulloso.

–No lo sé. Yo llevo el tamaño medio. –Una de mis manos va a su hombro para evitar que se mueva demasiado y le estampo definitivamente con la puerta dejándole sorprendido.

–Déjame comprobarlo. Me muero de curiosidad. –Mi otra mano va directa a su vientre y desciendo hasta que la tela se interpone en mi camino y la aparto estirando de su goma para dejarme un sitio por donde mirar. Ambos bajamos la cabeza y miramos el mismo objetivo. Rápidamente asciendo mi rostro avergonzado–. ¡Maldito bastardo hijo de puta!

 

 

Estoy con la fregona recogiendo el estropicio que ha provocado el idiota sentado en el sofá frente a mí mientras mira y toquetea la camiseta amarilla que le he dejado de mi armario ya que no tiene más ropa. Estira sus propios brazos y tira de la prenda para comprobar su elasticidad como un niño pequeño. ¿No puede portarla y ya está?

Estoy terminando de limpiar cuando el móvil suena a unos metros de mí. Suelto la fregona para alcanzarlo y ver el nombre de Jungkook en mi teléfono. Recibo la llamada gustoso de saber que todo mi odio y rencor van a salir de manera inminente.

–¿Cómo está el solitario Park Jimin?

–Añorando la soledad que por culpa de un tal Jeon Jung–hijo–de–puta me ha sido arrebatada.

–No te pongas melodramático de nuevo. –Suspiro de manera evidente para que me oiga mientas cojo la fregona con la mano libre para hacer como que tengo algo más importante en que pensar en la llamada–. Llamaba para saber que tal estás con Suga.

–Genial, –grito sarcástico–, el primer día me demostró lo insufrible que puede llegar a ser tal creación del hombre. El segundo pretendió destruir a mi pequeño niño, –sabe que me refiero al cactus–. Y hoy mismo me ha tirado un plato de noodles de ternera encima dejándome sin comer.

–Seguro que no es para tanto…

–Y además… –Bajo el tono de mi voz para que solo Kook pueda oírme–. Le has puesto una polla más grande que la mía, hijo de puta.

–Maldito pervertido… ¿qué diablos has hecho con mi regalo?

–¿Yo? Nada en absoluto.

–Y no es mi culpa. Era tamaño estándar o una XL. Que la tengas como un niño pequeño no es mi puto problema.

–¡JUNGKOOK! –Respiro profundo–. Llévate este trasto de aquí antes de que lo desguace en un ataque de ira.

–Aguanta unos meses Jimin, te lo ruego.

–Es insufrible.

–Digamos que ambos sois el uno para el otro. –Intento rebatirle su contestación insolente pero antes de darme cuenta ya me ha colgado y la llamada termina. Sigo insultándole a pesar de que sé, no me oye.

Sigo mirando el móvil furioso pero salgo de mi ensoñación cuando unas manos arrebatan la fregona en mi posesión haciéndome consciente de la presencia a mi lado. Suga, comienza, –bueno, más bien termina– el trabajo que yo he iniciado limpiando el suelo.

Inexpresivo pasa la fregona con naturalidad y yo me deleito en la imagen de mi ropa sobre su cuerpo. Unos vaqueros cortos, una camiseta amarilla y sus calcetines blancos, nada más y me encanta como se ve con ella.

–Te queda genial mi ropa.

–Debes comprarme ropa para mí.

–¿Cómo?

–Yo tan solo tengo la ropa con la que me empaquetaron. En internet, desde la página oficial de mi empresa puedes comprarme ropa sabiendo mis medidas y…

–Estupideces. –Me mira serio–. Usarás mi ropa el tiempo que te quedes aquí. No tengo tanto dinero como para desperdiciarlo en ropa de muñecas.

–No es ropa de muñecas, Jimin. Además tampoco es imprescindible ya que yo no tengo poros por los que sudar, así que puedo estar con ella mucho más tiempo que… –deja de hablar porque me estoy marchando para perderle de vista.

–Cinco meses Jimin, –me digo a mi mismo muy despacio y susurrando las palabras–, Solo cinco meses. 


 


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