JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 3
Capítulo 3
Jimin POV:
Regreso de la cocina con mi taza de café y me
siento en el pequeño sofá que da a la terraza. Veo dentro aun el cuerpo inerte
de Suga allí plantado, esperando a ser reiniciado. Creo que ya han sido unas
tres veces las que me he leído el manual de principio a fin pero sigo sin
comprender muchas de las funciones que esta chatarra puede realizar.
Doy un sorbo a mi café y veo como está
anocheciendo, tengo hambre pero debo dejar esto por concluido antes de que
acabe el día. Me levanto y me dirijo de nuevo frente al cacharro inútil y lo
miro seriamente de brazos cruzados y con la taza en la mano. Alzo mi mano libre
para presionar el interruptor pero antes de hacerlo me detengo en su cabello,
lo aliso y lo dejo enredarse entre mis dedos sintiendo su suave tacto. Es
fascinante. Sus labios, sus mejillas sonrosadas parecen tan reales. Sus cejas
también están ahí. Mi pulgar va a su nariz y presiono levemente sintiendo como
se hunde igual que una nariz de verdad.
Retiro un poco su pelo en la sien para que me
deje libre el interruptor y veo sus lóbulos sin pendientes, al contrario que
los míos. Se ve tan débil e inocente. Pensándomelo mil veces, presiono allí y
de nuevo veo sus preciosas pupilas negras aparecer por debajo de los párpados y
una luz azul salir de ellas.
–Hola Jimin. –Me saluda. Tengo claro que no se
ha reiniciado y no me toca explicarle todo de nuevo–. Te he echado de menos.
–¿Qué idiota te ha programado para decir esa
estupidez?
–Creen que este tipo de comentarios hacen que
la relación entre el producto y el cliente sea más estrecha. Facilitan la
convivencia y animan al oyente.
–¿Tienes repuesta para todo?
–Sí, Jimin. –Lo que más me fastidia de todo
esto es que su expresión afable no cambia diga lo que diga.
–Tengo un problema Suga.
–¿En qué puedo ayudarte?
–Me he leído esto mil veces, –le muestro su
manual en mis manos–, pero sigo sin entenderlo.
–No creo que haya sido posible que hayas leído
tan rápido como para que supere la cifra de mil veces. Un humano no es capaz de
leer…
–Basta, basta. –Lo detengo pero él parece no
entenderme.
–Y el hecho de que no lo entiendas tal vez se
debe a una falta de vocabulario o una deficiencia mental…
–¡YA! –Detiene sus palabras y abre sus ojos
expectante–. Maldita chatarra. ¿Me llamas idiota? Soy escritor y tengo un
máster en…
–¿Eres escritor?
–Sí. –Digo mirando el trozo metal ante mí por
encima del hombro.
–¿Ficción, romance, aventura…?
–De todo… empecé con cuentos infantiles y ahora
tengo varias novelas de aventuras. Viajes al extranjero. No me gustan los
cuentos románticos.
–Suena interesante. Pero por lo que sé, los
sueldos de escritores no solo no son estables sino que tampoco muy altos. –Río
despreocupado y él frunce el ceño.
–No tengo muchos gastos, no te preocupes por
mis ingresos.
–No es molestia, puedo ayudarte a distribuir
mejor tus ingresos y guardar tus ahorros.
–Me parece increíble estar manteniendo una
conversación con un trozo de chatarra.
–¿Chatarra? –Vuelve a fruncir el ceño. Esto
comienza a ser desesperante.
–Tú. Significa trozo de metal inútil.
–¿Yo soy inútil?
–Sí. –Le digo sonriendo esperando una respuesta
pero no parece llegar y me preocupo. Queda por un momento pensativo y no me
mira–. Suga. –Me mira de nuevo–. ¿Puedes ayudarme de una vez con esto? –De
nuevo le muestro el manual en mis manos.
–¿Qué necesitas?
–Que me lo expliques.
–¿Todo? –Dudo en qué responder y asiento
esperando que continúe pero en vez de intentar aclarármelo, lo que hace es
recitarme de memoria todas y cada una de las páginas del manual.
–No, no. –Se detiene–. Lo he leído pero no
entiendo qué diablos dice. –Suspiro exasperado–. ¿Qué sabes hacer?
–Muchas cosas. Estoy diseñado para ser lo más
semejante posible a un humano. Aprendo con el tiempo a partir de la observación
y la experiencia. Puedo leer, hablar, escuchar y responder. Puedo mostrar
emociones pero no sentirlas de la misma manera que tú puedes hacerlo. Puedo
producir calor corporal, y al mismo tiempo puedo sentir la temperatura ajena a
mí.
–Wow, para, demasiada información.
–Unos estudios realizados por la empresa de la
que yo provengo creen que la mejor manera de conocer mis funciones es por el
propio uso.
–Va a ser complicado, yo no tengo mucha
paciencia.
–Yo, aun menos. –Rio de su jocoso humor pero él
se mantiene serio a pesar de saber que ha hecho una gracia.
–¿Y qué precauciones debo tomar? ¿No mojarte?
¿Mantenerte donde no haya humedad?
–No debes preocuparte por eso. Mi cuerpo está
bien sellado y es imposible que penetren el agua o la humedad.
–¿Lejos del fuego?
–Con eso si debes tener cuidado, lo que crees
que es mi piel no es más que una capa de plástico, y por lo tanto ante el fuego
se deshace.
–¿Qué debo hacer si eso ocurre?
–Debes acudir conmigo al punto de reparación
más cercano.
Me dispongo a preguntar más pero mis tripas
suenan y me veo obligado a llevar las manos a mi vientre. Y al igual que yo he
reaccionado, él imita mi gesto pero sus manos se posan en mí. Yo las aparto
rápidamente golpeándolas.
–¿Sé puede saber qué tocas?
–¿Tienes hambre? –Me pregunta retornando sus
manos de nuevo a su posición.
–Sí. –Pienso un momento–. ¿Sabrías cocinar algo
para mí?
–No, pero puedo narrarte cualquier receta de
cocina que quieras. –Me encamino hacia la cocina y él me sigue encantado.
–¿Tienes un libro de cocina instalado en el
chip?
–No. vaya tontería, –le miro sonriendo–, están
en las tarjetas de memoria. –Le miro serio por su prepotencia. Creo que su
personalidad es insoportable pero me recuerdo que no tiene personalidad.
–Está bien, ¿qué debo hacer de cena?
–Cualquier cosa que juntando los ingredientes
que estén a tu disposición agraden a tus papilas gustativas sin poner en riesgo
tu integridad digestiva.
–¿Enserio? ¿No jodas? –Hago que el sarcasmo en
mis palabras sea evidente pero no lo entiende–. Me refería a qué me propones
tú.
–No lo sé, yo no tengo capacidad gustativa.
–Madre mía Suga… –suspiro–. ¡¿Arroz tres
delicias?!
–Excelente opción.
–Venga… Dime… ¿Cómo se prepara?
–¿Qué receta prefieres? ¿Con soja? ¿Sin gambas?
¿Solo de verduras? ¿Sin tortilla?
No puedo creerlo. Si creía que las personas
eran lo más exasperante de este planeta he vivido una mentira porque el ser
delante de mí es lo más insufrible que he tenido que soportar. Estoy seguro de
que JungKook lo ha modificado para que me suba la tensión.
–Basta Suga, basta. Dime la receta más sencilla
que sepas.
Sorprendentemente es capaz de dictarme una
sencilla receta de comida china y sigo sus pasos lentamente y con precisión.
Mientras yo estoy al fuego él me observa detenidamente unos pasos lejos de mí.
Cuando ya están las gambas refriéndose le miro y no puedo evitar hablarle.
–¿No quieres ayudarme?
–No siento el impulso de la necesidad por hacer
algo. No tengo voluntad.
–Joder Suga… Que si sabes cocinar.
–No Jimin. Pero aprendo de verte a ti. –Es
cierto porque sus ojos miran fijamente mis manos.
–¿Lo estas gravando?
–Sí, mis ojos actúan como cámaras para, una vez
llegue el momento, yo también poder realizar este acto.
–¿De veras?
–Sí, y mis oídos como grabadoras del sonido. Y
por la cantidad de veces que has repetido mi “estúpido” nombre en este último
minuto, veo que ya te has acostumbrado a él.
–Yo no he repetido tanto tu nombre. –Y sin darme
cuenta comienza a reproducir desde su boca todas las veces que le he llamado
por su nombre en este rato. Su boca está abierta pero no vocaliza, se limita a
dejar salir el sonido de mi voz por ella.
–También sirve de reproductor. –Me mira con
ojos alegres y yo me paralizo casi dejándome quemar las gambas.
–Maldito trasto del demonio.
–¿Trasto del demonio?
–Chatarra inútil, trozo de metal sin
sentimientos, humanoide deforme. –Me gusta la forma en la que se toma mis
insultos, asimilando mis palabras incomprensibles y silenciando su boca. Me
encanta.
A los minutos termino de cocinar y salgo al
salón colocando la comida sobre la mesa, y una vez esta está llena de todo lo
que necesito la muevo hacia la terraza para cenar aquí fuera. En las noches de
verano como estas, en las que ni siquiera sopla el viento, amo cenar a la luz
de las estrellas, y un par de farolillos a mí alrededor.
–¿No era más fácil sacar la mesa cuando esta
aun no estaba con la cubertería?
–Sí, pero se me ha ocurrido hacerlo demasiado
tarde. Bon Apetite.
Él me mira mientras yo como guardando en su
memoria todo y cada uno de los movimientos que hago, lentos o rápidos, todos
son testigos de su incesante mirada. Y al igual que él, yo tampoco dejo de
mirarlo. Su cuerpo está firme y recto en la forma de sentarse y su barbilla
erguida. Sus manos juntas en su regazo y su semblante serio.
–Contigo he tenido la conversación más larga de
los últimos años.
–¿Eso a qué se debe?
–No soy un hombre de muchas palabras.
–Y sin embargo eres escritor de libros. –Me
atraganto al reír y no puedo evitar destornillarme yo solo dejándole sin
entender el porqué de mi ataque.
–¿Tú no te ríes?
–¿Es momento de reír?
–Por supuesto, eres muy ingenioso.
–¿Por qué?
–Porque has sabido ver la ironía del hecho de
que no soy un hombre de muchas palabras. –Asiente guardando mis palabras pero
sigue serio–. ¿No te ríes?
–Ya ha pasado el momento para reír.
–Ríete, quiero verte reír.
–No voy a hacerlo. Estoy programado para
hacerlo en determinados momentos.
–Vaya… –hincho mis mejillas mostrando mis
frustración como un niño pequeño y él acerca su rostro al mío fijando sus ojos
detenidamente en mi cara. Sin pedírselo ni esperarlo de repente imita mi gesto
llenando sus mejillas de aire y frunciendo el ceño–. ¡QUE LINDO! –Grito
dirigiendo ambas manos a su rostro y sujetar con ellas sus carrillos tan
infantiles.
–No pretendía ser lindo. –Deshincha sus
mejillas–. Pretendía aprender a imitar tu gesto furioso abultando levemente mis
mejillas. ¿Lo he hecho mal?
–Lo has hecho genial. Ahora, déjame cenar. –Sin
haberme dado cuenta de mis palabras se levanta y se marcha serio dentro de la
casa. Termino de cenar recordando su aegyo.
…
Veinte minutos después me digno a recoger la
mesa y entrar dentro en la cocina donde no he parado de oír el ruido de
cacharros. Cuando llego veo a Suga fregando los pocos instrumentos de cocina
que he utilizado para hacer la cena.
–Idiota. No hace falta que hagas eso.
–Pareciendo que no me ha oído arrebata de mis manos lo poco que he traído de la
mesa y lo limpia también.
–¿No tienes lavavajillas?
–No
–He podido observar que aparte de mí, lo más
modero que hay en esta casa es la vitrocerámica y ni siquiera es táctil.
–¿Algún problema?
–Sí, muchos. –Le miro frunciendo el ceño–.
Deberás mostrarme cómo funcionan la mayoría de estos electrodomésticos y
utensilios.
–No me gustáis las cosas modernas.
–¿Qué te gusta, entonces? –¿Por qué diablos no
se ofende?
–Mmm. –Pienso unos segundos apoyado en el
granito de la cocina recreándome en su trabajo–. Me gustan mis plantas, leer…
–Eso es evidente. Pero los humanos tenéis
aficiones ocultas y pequeñas que son las que pueden modelar una personalidad.
–Pienso en sus inteligentes palabras.
–Me gusta arroparme con una gruesa manta en invierno
a pesar de no tener frío. Me gusta el chocolate caliente con mucha azúcar a
pesar de que ya es dulce. Me gusta portar gafas a pesar de no necesitarlas en
absoluto. Me gusta cantar a pesar de que se me dé mal y bailar por mucho
ridículo que haga.
–¿Haces deporte?
–No. Odio el deporte.
–Tengo entendido que en grandes explanadas de
terreno sin edificar como es el caso de vivir en una casa lejos de la ciudad,
es bueno y fácil hacerlo.
–Lo sé. Pero lo odio igualmente.
–Tienes buen cuerpo. De todas maneras. –Mis
mejillas arden por haber recibido un halago tan inesperado.
–Pensé que no tenías juicio para dar una
opinión.
–No es mi juicio quien te ha halagado, sino los
cánones de belleza con los que me han programado. Tal vez te falte altura pero
aun así…
–¿Cómo que me falta altura, trozo de chatarra?
–Detiene todos sus movimientos ante mis palabras pero a los segundos los
retoma–. Me subo al cuarto. Cuando termines me avisas.
…
Río descontroladamente inducido por el programa
de televisión que estoy presenciando en la única tele que hay en toda mi casa,
en mi cuarto. Agarro mi estómago por la risa pero a los segundos debo taparme
la boca para bostezar, tengo mucho sueño.
Llaman a la puerta.
–Adelante… –No me asusto porque sé quién es.
–¿Jimin? He terminado. –Entra lentamente
fingiendo ser educado.
–Debo dormir y tú debes recargar tu batería.
¿Vale?
–Como quieras. Debes buscar una toma de
corriente para mí.
–Abajo hay una junto al sofá grande. Vamos. –Me
levanto pero él no se mueve
–¿No sería mejor quedarme aquí?
–No. –Río negando con las manos–. No quiero que
al despertar sea tu cara lo primero que vean mis ojos.
–Como desees. –Ambos bajamos al salón y se
sienta en el sofá dejándome a mí de pie frente a él. Me muestra su brazo y de
la cara interna se ve una pestaña que él mismo levanta y me muestra en su
interior un cable recogido el cual desenrolla y me da a mí. Lo llevo a la toma
de corriente más cercana esperando que llegue y lo enchufo. Veo sus ojos negros
convertirse en azules. Parpadea pero el color no se va. Me indica que se está
cargando.
–Ya estás listo. Yo me subo al cuarto.
–¿No vas a bloquearme? –Me giro ante sus
palabras.
–¿Puedo hacer eso?
–Desde luego, así, si no me necesitas, gasto el
mínimo de batería. Solo debes decir la palabra “Bloqueo” para bloquear y
llamarme por mi nombre para desbloquear. –Me acerco lentamente hasta él seguido
por su mirada y hablo para él.
–Bloqueo. –Sus ojos se cierran instantáneamente
y su cabeza cae relajada. Todo su cuerpo es inerte de nuevo.
Le miro a la luz de las lámparas cercanas y
puedo admirar lo hermoso que es en silencio. Su chirriante voz ha hecho que me
duela la cabeza y ahora ya no puedo sacarla de mi cabeza. Sin embargo, se ve
muy hermoso. Cojo su barbilla y la alzo para verle mejor. Sus cabellos caen
inducidos por el movimiento despejando su rostro.
–Suga. –Sus ojos se abren y me enfocan
–¿Por qué me has desbloqueado? Aún no es de
día.
–Solo estaba probando. Eres muy guapo cuando
cierras la boca. –Y de nuevo vuelve a abultar sus mejillas fingiendo enfado
infantil. La sonrisa en mi rostro se deshace y suelto su mentón.
–Bloqueo.
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