JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 2
Capítulo 2
Jimin POV:
Sin pensarlo un segundo más corro al escritorio
que tengo a mi derecha y alcanzo mi móvil buscando en la lista el número del
maldito Jungkook. Llamo y espero uno, dos, tres toques…
–¡Park Jimin! –Grita al otro lado de la línea.
–Maldito hijo de puta… ¿cómo osas?
–Ya has recibido mi regalo de cumpleaños
¿cierto?
–Frente a mí está.
–¿Qué te parece? Hermoso, ¿cierto?
–Da escalofríos Jungkook. –Me pongo frente al
cacharro para observarlo más detenidamente y no encuentro nada en él que me
guste.
–No digas eso… Lo he diseñado para ti.
–¿Pero tú no hacías tatuajes?
–Me refiero a que yo di instrucciones para que
fuera como es ahora. Idiota.
–No sé qué pretendes que haga yo con esto…
–Te hará compañía. Puedes enseñarle a cocinar,
a que cuide de tus plantas… –piensa durante unos segundos buscando otro
entretenimiento en mi vida pero se da cuenta de que no hay mucho más.
–Si quiero compañía puedo comprarme un perro…
–Pero un perro no cubre las necesidades…
–¿Me has comprado un juguete sexual? –Grito por
el teléfono.
–¡No digas tonterías! Me refería a mantener una
conversación, o alguien que te abrace…
–¿Esto puede mantener una conversación? Lo dudo
mucho.
–No pongas tantas pegas Jimin, por el amor de
dios. Tiene cinco meses de garantía. Hagamos una cosa, si no te ha convencido
en cinco meses, me llamas y lo devuelvo, ¿de acuerdo?
–Por mí, puedes llevártelo ya mismo.
–¿De veras no tienes curiosidad?
–Joder… da muy mal rollo, de veras Jungkook.
–No te exasperes antes de tiempo. Por ahí
andará el manual de instrucciones, léetelo y enciéndelo. No seas tan negativo
hyung. Ahora tengo que colgar que ha entrando un cliente, adiós.
–Adiós. –Dejo que cuelgue la llamada y tiro mi
móvil por ahí.
Me acerco poco a poco a la caja de cartón y
vuelvo a mirar dentro repugnado por lo que veo. No entiendo de que pueden
servir estos artilugios del demonio pero no me queda otro remedio que
tranquilizarme y buscar entre su cuerpo algún tipo de instrucciones. Dejo que
caigan más trozos de espuma blanca y al fin, entre sus piernas, hay un libro
donde la palabra instrucciones parece darme una bocanada de aire fresco.
Me siento en la mesa tras de mí y leo poco a
poco. Soy escritor, por el amor de dios, y aun así me cuesta entender mucho
vocabulario del que aquí aparece. Al menos creo entender como encenderlo. Según
he deducido, voy a la caja y me ayudo de ambos brazos para mover el cuerpo
fuera de esta y buscar tras la oreja del muñeco algún tipo de interruptor. Lo
encuentro y lo presiono para que la manivela vaya en dirección al “On”.
Sus ojos frente a los míos se abren lentamente
haciendo un sonido electrónico. De sus pupilas sale una luz azul que me hace
retroceder un par de pasos asustado. Sonrío por el gran logro que he conseguido
hacer.
Él parpadea un par de veces mientras su cuerpo
está estático. Enfoca sus pupilas y me ve allí delante expectante.
–¿Hola? –Pregunto esperando como un idiota
algún tipo de respuesta.
–Hola. –Su voz me sorprende y emito un “Wow”
con mis labios formando una “O”. Veo como sus labios se mueven a medida que
forman la palabra para soltarla. Es fascinante.
– Hola. –Repito.
–Hola. –Repite él en el mismo tono que antes.
–Hola. –No puedo evitarlo de nuevo.
–Creo que el tiempo de presentación ha
terminado, señor Park.
–¿Qué diablos? ¿Cómo sabes mi apellido?
–Lo siento señor Park, la palabra “diablos” no
está registrada en mi vocabulario. Y en lo referente a su nombre, he sido
programado para usted. Conozco su nombre, lugar de nacimiento y su edad.
Sigue inmóvil, igual que yo, pero poco a poco
inclina su cuello hasta ver el suelo que pisa cubierto de plástico. Sus gestos
son lentos pero precisos y silenciosos. No emite ningún sonido como haría un
robot en mi imaginación. Si soy sincero puedo saber que es un robot porque su
voz parece programada y su piel reluce con el brillo característico del
plástico.
–Esto está muy sucio, señor Park, si no le
importa, ¿podría decirme donde guarda los utensilios de limpieza y ayudarle a
limpiar?
–En la cocina. –Señalo a mi derecha–. En el
segundo mueble.
Sin pensárselo camina lentamente hasta allí y
abre exactamente el lugar que yo le he señalado. Sus pasos son firmes y
certeros, no es mecanizado ni torpe. Sus ojos están fijos siempre en sus
objetivos y se maneja con soltura como si estuviera en su propia casa. Regresa
a mi lado y se dispone a barrer el suelo mientras yo me siento en la mesa
frente a él. Miro su ropa. Es simple. Unos vaqueros ajustados y negros y una
camisa blanca que se ajusta a su cuerpo perfectamente. Sus piernas son delgadas
y firmes. Sus manos fuertes y su piel blanca.
De repente detiene todos sus movimientos y gira
su cuello para mirarme de una manera siniestra. Yo alzo mis cejas, sorprendido,
creyendo que ha leído mi mente pero a los segundos regresa a su tarea hasta que
ha terminado con todo.
–Ya está, señor Park.
–¿Eres una especie de señor de la limpieza?
–No, soy un amigo de compañía.
–No digas eso. –Escupo ofendido–. No eres un amigo.
Solo un trasto.
–Lo siento señor Park, la palabra “trasto” no
está registrada en mi vocabulario. –Frunce su ceño y gira su rostro fingiendo
confusión.
–Y deja de llamarme Señor Park. Mi nombre es
Jimin.
–¿Prefiere que solo le llame Jimin?
–Sí, y tampoco me tutees. –Parpadea y continúa
hablando.
–Ya está, Jimin. –Saborea la palabra.
–¿Y cómo te llamas tú?
–Suga.
–Vaya nombre más estúpido. No me gusta.
–Lo siento. –Desciende su mirada cabizbajo como
si mi comentario le hubiese ofendido.
–¿Tienes sentimientos, Suga? –Vaya pregunta tan
estúpida acabo de hacerle a un trozo de chatarra.
–No Jimin. Pero sé qué son los sentimientos.
–¿Sientes dolor? ¿Hambre? ¿Sueño?
–No siento dolor sin embargo tengo sensores en
todo mi cuerpo que envían señales para que se sepa que parte de mi cuerpo está
siendo presionada, golpeada, quemada… En respecto al hambre, yo no me alimento
y tampoco necesito ingerir agua o líquidos semejantes. Tampoco necesito dormir.
Sin embargo necesito ser recargado de vez en cuando teniendo en cuenta la
cantidad de batería que consuma mi cuerpo.
–¿Puedes sentirme si te toco la mano?
–Sí.
–Quiero, probarlo. Cierra los ojos. –El me
obedece rápidamente y levantándome de la mesa me acerco a él alzando mi mano
delicadamente para posarla muy suavemente sobre su regordeta mejilla. Acaricio
allí sintiendo su suave tacto. Es suave, como la piel de verdad pero al
presionar un poco puedo ver que es blando al principio pero duro como el hierro
unos centímetros más a dentro–. ¿Lo sientes? –Pregunto.
–Sí. Tu mano está sobre mi mejilla. Pero tampoco hace falta que el contacto se produzca. Tu respiración ya me avisaba de que te estabas acercando y el pulso en tus venas me indica que estás nervioso a la par que excitado. Ilusionado y confundido. –Me aparto rápidamente de él–. Ahora tienes miedo de mí. ¿Puedo preguntar por qué?
No me lo pienso. Actúo casi por instinto para dirigir mi mano tras su oreja y apagar el botón que le ha dado vida. Veo temeroso como sus ojos se cierran después de emitir una luz azul que me deja paralizado de nuevo. Su cuerpo se relaja y queda de pie inerte otra vez. Respiro profundamente arrepentido de no haber leído todas las instrucciones antes de encenderlo.
Comentarios
Publicar un comentario