JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 11
Capítulo 11
Jimin POV:
Noviembre llega acompañado de las lluvias
torrenciales y de días esporádicos de nieve. No nos ha quedado más remedio que
introducir dentro de casa todas y cada una de las plantas que adornan mi
preciosa terraza, porque si no, –según la chatarra a mi lado–, estas podrías
tener una sobrehidratación o incluso que el agua en ella se congelase
matándolas. Y como la supervivencia de mis preciosos hijitos está por encima de
todo no nos ha quedado otro remedio que arremangarnos y coger macera por maceta
y meterlas dentro.
El espacio a partir de esto estará un poco más
reducido y he tenido que poner papel de periódico bajo las bases para que no me
mojen el suelo. Es muy engorroso pero al menos tengo a Suga para que cargue con
el peso de unos cuantos. Ya está dentro la mitad, solo queda, claramente, la
otra mitad.
–Debes doblar las rodillas. Mírame. –No puede
ser, ¿me está dando lecciones?
–No necesito tus estúpidos consejos, soy aún un
chico joven y no voy a partirme en dos.
–No eres tan joven. Eres un hombre viejo dentro
de un cuerpo joven. –Se ríe. Pero lo hace solo porque a mí no me hace gracia.
Es más, sin querer corroboro su teoría refunfuñando por lo bajo como haría
cualquier anciano y eso solo le alienta a reír más. En cierto modo es agradable
tener a otra persona aquí conmigo. Oír las risas de otra persona a parte de las
mía. Es encantador que alguien se ría de mí de nuevo.
–Maldita chatarra. ¿Cómo osas reírte de mí de
esa manera?
–Puedes reírte de mí, si quieres, pero no voy a
entender la mitad de las cosas que me digas si no me las explicas.
–Pero entonces no haría gracia.
–Ahí está el chiste. –Me mira sonriendo de
nuevo–. Solo yo tengo la capacidad para hacerte de rabiar.
–¿Quieres que te parta una maceta en la cabeza?
–La maceta difícilmente se va a romper, antes
se rompe mi cabeza.
–Ahí está la gracia. –Lo piensa pero no lo
entiende–. Maldita sea Suga.
–Sé directo, siempre es más fácil así.
–Voy a sacar todos y cada uno de tus tornillos.
Te arrancaré los chips a mordiscos y golpearé la chatarra que sobre hasta
morir.
–No tiene sentido, mi cerebro está en los chips
y aunque los extraigas de mi cuerpo ellos seguirán funcionando, al contrario que
tú que morirás intentándolo.
Pienso durante muchos segundos esperando que
una nueva idea venga a mi mente pero su comentario ha terminado por noquearme y
no pienso más que en la vergüenza que siento. Lleno mis mejillas de aire
mostrándole toda mi ira contenida pero él se sigue mofando de mí incluso a
pesar de haber ganado.
–¡Qué lindo! –Coge mis mejillas entre sus manos
y las aprieta mientras grita lo lindo que soy. Maldito trasto. Pero como si no
tuviera suficiente se acerca a mí y aun con sus manos sobre mi rostro besa
brevemente mis labios obligándome a retroceder. Es culpa mía por enseñarle todo
esto.
–¿Qué diablos haces? –Salgo a la terraza para
seguir cargando con más macetas cuando me doy cuenta de que ya no queda
ninguna. Regreso dentro y cierro observando como el cielo se encapota por
momentos amenazando con llover. Me siento triste, al igual que el día. Expreso
mis sentimientos en alto.
–Él día está triste. –Él está tras de mí, yo
mirando fuera.
–No. Él día, al igual que yo no tiene capacidad
emocional.
–Se dice que el día está triste cuando está
gris y quiere llover.
–Vaya definición de tristeza más extraña. Las
opiniones personales son muy variadas y lo tu odias a otro puede darle la vida.
–Joder Suga, puedes hacer que un día gris se
torne negro de aburrimiento. Di algo normal por una vez.
–Sabes que no voy a hacerlo. –Me giro y me
apoyo en el cristal cruzado de brazos–. No seas tan cascarrabias por lo de las
plantas. En unos meses volverán el sol y las altas temperaturas y te ayudaré a
sacarlas de nuevo.
–Oh… –Pienso por un momento–. No creo que eso
sea posible.
–¿Cómo?
–Te irás después de navidad. Cumplen los cinco
meses de tu garantía y voy a devolverte a la tienda. Jungkook me dijo que al
menos te aguantase estos meses.
–Oh… –Ya no me mira. Mira a todas partes
guardando en su memoria mis duras palabras que debe asimilar. Sus labios se
mueven pero no dice nada. Al tiempo reacciona–. Pensé que me quedaría. –Sus
ojos me miran inexpresivos pero me invento en ellos una tristeza que en realidad
no hay. Quiero verla a pesar de que no está ahí porque mis remordimientos no
hacen más que golpearme.
–¿Por qué, sabiendo que no tienes sentimientos,
me siento tan culpable? –Y por primera vez en todo este tiempo, tras haberle
formulado una pregunta no me da más respuesta que un encogimiento de hombros y
se larga de mi vista.
Quiero llorar, pero me he cansado de creer que puedo sentir algo más que repugnancia por el cacharro delante de mí.
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