JUNTO A LA SOLEDAD (YoonMin) - Capítulo 10
Capítulo 10
Jimin POV:
Septiembre
El tiempo pasa sin darme cuenta. El verano
termina lentamente y no puedo evitar sentirme triste porque, quiera o no, toda
esta casa y este lugar se ven más hermosos bajo la brillante luz del sol. Los
árboles de fuera pierden poco a poco sus hojas, y mis preciosas plantas las
siento tristes, mustias, pero pase lo que pase, mi pequeño cactus sigue ahí,
inamovible, inmutable. Por eso lo amo tanto.
Mi mano se curó gracias a las insistencias de
Suga por cuidar de ella. La verdad es que se lo agradezco mucho y cada día que
pasa me acostumbro más a su presencia, y eso, me asusta. Me he acostumbrado a
levantarme cada mañana y ver su rostro caído esperando por mis buenos días. A
la forma en que se preocupa por mí a pesar de que no sienta realmente ese deseo
por saberlo. Me he hecho adicto a su voz, a sus gestos que con el tiempo se han
vuelto más ligeros y elegantes. Me gusta la forma en la que me hace sonreír a
pesar de que él no sepa corresponder el gesto y como acepta mis insultos sin
preocuparse.
Pero también odio cosas irreparables. Sus
palabras insensibles. Su maldita prepotencia indisciplinada. Como lo sabe todo
pero no sabe hacer nada en absoluto. No entiende mi vocabulario soez, mis
ironías y mis insultos. No me gustan muchas cosas y doy gracias, que acabará
desapareciendo de mi vista pronto.
Estoy sentado en el sofá con tan solo unos
calzoncillos mientras él hace algo por ahí, al verdad es que no me importa
demasiado. Acabo de salir de la ducha y soy muy perezoso para ponerme ropa
cuando en unas horas iré a la cama. Pienso que debería cambiar ese hábito antes
de que llegue el invierno, sin embargo sigue haciendo buena temperatura.
Suga se
sienta aquí a mi lado a los minutos y ya comienza con sus quejas y tonterías
acerca de que me ponga ropa o cogeré un resfriado. Pongo los ojos en blanco
cansado de sus palabras. Una vez se ha detenido me observa de arriba abajo
deteniéndose en el tatuaje del brazo: El precioso koi.
–¿Te gustan? –Palmeo mi brazo.
–Sabes que no tengo criterio.
–Oh, cállate y di un simple sí.
–Sí. –Repite sin emoción–. Lo entiendo. –Dice
al rato pero yo no sé a qué se refiere.
–¿Qué entiendes?
–El porqué del tatuaje.
–¿A sí? Ilústrame con tus palabras.
–Teniendo en cuenta que eres una persona un
tanto tradicional no es normal que tengas tatuajes, y aún menos algo como un
koi que es muy popular en diseño de tatuajes por toda Asia oriental, por lo que
este koi, debe ser tan importante como el cactus en tu muñeca. –Respiro
sintiendo miedo de él–. He pensado que tal vez fuera una mascota pero por lo
que sé de tus padres no parece que tuvieran el dinero suficiente como para
gastárselo en un pez que es caro e insignificante a la vez. Por lo que he
pensado que los libros me darían la respuesta. –Señala la estantería que hay al
lado del escritorio–. He leído todos y cada uno de los que hay ahí, tan solo
tres mencionan a los koi. Uno de ellos, escrito por ti, y teniendo en cuenta la
fecha, es el primero que escribiste y se publicó, pensando que todos tus libros
publicados están ahí.
–Para, para. ¿Has leído todos los libros? Hay
más de cien libros Suga…
–No leo, exactamente. Paso mi vista por las
hojas escaneando las palabras para guardarlas en mi memoria. –Ante mi rostro
confundido recita una parte del libro del que hablaba–. Y es entonces cuando
puedo comprender que la libertad significa algo más que viajar sin rumbo
fingiendo ser feliz, significa encontrar el lugar idóneo para comenzar a ser
feliz, y soy libre porque nadie me prohíbe asentarme aquí, acompañando de la
sonrisa en mi cara y la soledad por fin hallada.
–Suga… –No me deja hablar.
–Es gracioso porque en la portada hay un koi,
es más, se titula “El koi y su pecera de cristal” pero en ningún momento
vuelves a mencionar a un koi. Más bien es como una autobiografía en la que
escapas de una vida de sufrimientos y represiones adolescentes. Cómo buscas una
salida y al fin, al encontrarla te aferras a ella desesperadamente. –Se detiene
un momento reflexionando–. ¿Eso es tu vida? –Me mira inexpresivo.
–Sí.
–Es un libro genial. Puedo ver que es
importante para ti y… –Ahora soy yo quien detiene sus palabras porque me he
lanzado a sus brazos para estrecharle entre ellos. Siento su cuerpo pegado al
mío y poco a poco él corresponde el abrazo posando sus manos en mi espalda
desnuda provocándome escalofríos involuntarios. El olor de su pelo entrando en
mí de nuevo, su piel rozando la mía. No
puedo evitar sonrojarme.
Cuando me separo de él me mira sin entender el
porqué de mi gesto, es más, me lo pregunta. Es muy sencillo.
–Me encantaría que fueras real para que
pudieras ser mi amigo. Tú pareces entenderme.
…
Ya es octubre.
Cuelgo mi teléfono y salgo corriendo tirando
esté encima de la cama de mi cuarto. Bajo corriendo las escaleras y una vez
llego abajo grito el nombre de Suga todo lo alto que me permiten mis cuerdas
vocales. Él aparece con una expresión preocupada entrando de la terraza, y
suelta todo lo que tiene en las manos para atender mi emergencia.
–¡SUGA! Han publicado el libro que envié hace
tiempo. Se han vendido muchísimos ejemplares y he ganado bastante dinero.
–¿De veras?
–No soy multimillonario pero más me alegra que
a la gente le haya gustado. –Él está frente a mí. Inerte.
–Eso es una muy buena noticia. ¿Cierto?
–Asiento y no puedo creer lo que hace. Sonríe. Sonríe como un idiota y me
encanta.
Todo mi corazón da un vuelco y mi sonrisa se desvanece paulatinamente mientras la suya aumenta por momentos haciendo que sus mejillas asciendan y sus ojos desaparezcan en dos líneas casi invisibles. Suspiro viendo sus blancos dientes y sus rosadas encías iluminar mi rostro, y mi vida.
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