JUNGKOOK IN WONDERLAND (JiKook / TaeKook) [PARTE II] [One Shot]

———.———

💬 Gracias por animarte a leer este fanfic. Comunico aquí que esta es la segunda parte de dos. (Si quieres seguir leyendo te aconsejo que leas primero la temporada uno): "JungKook in Wonderland (JiKook/TaeKook) [Parte I][OneShot]"

Si ya leíste la primera parte, espero que te haya gustado y estés preparado para una nueva temporada. Disfruta.

———.———


JUNGKOOK IN WONDERLAND [PARTE II] [One Shot]


JungKook POV:


Ha pasado tanto tiempo…

Aun parece que fue ayer cuando, en ese oscuro taxi, me descubrí fascinado al encontrar el único recuerdo real de que mi mayor pesadilla, el sueño más real que jamás tuve, existió realmente. El tacto de la carta en mis dedos jamás desapareció, hoy día, está escondida bajo el almohadón de mi cama esperando, aguardando a que regrese de nuevo a ese maravilloso mundo que aunque me trajo de cabeza, hoy guardo un grato recuerdo de él.

Los personajes que protagonizaron el delirio hoy se han convertido en parte de mí a pesar de que no volví a verles. No volví a saber nada de ellos. Yoongi el gato, aún fantaseo con sus ojos felinos mirándome, con la forma tan delicada y sutil con la que desaparecía y en cómo su locura afectaba a mi paciencia.

El sombrerero Jimin. Jamás volví a tocar a una mujer por su culpa. Maldita sea. Me masturbo pensando en el tacto de sus dedos con mi piel, en sus labios contra los míos. Se ha convertido en un mito erótico, en aquello a lo que recurro por las noches cuando siento la presión abrumarme. Cuando una chica se acerca, la presencia de Jimin se hace notoria en mi mente privándome del deseo carnal por las mujeres.

Taehyung. Aún recuerdo su voz al otro lado de mi teléfono.

 

FlashBack On:

 

—¿Conejito?

—¿Taehyung? –Pregunto cohibido a la par que sintiendo el corazón a mil por hora.

—¡Conejito! ¡Te extrañé! –Siento como mis ojos se llenan de agua.

—Yo a ti también. ¿Cómo es posible que pueda hablar contigo?

—Porque tienes una imaginación prodigiosa.

—No digas eso. –Le riño alicaído—. No eres un sueño. Eres real, estoy hablando contigo.

—No lo es, ahora tengo que colgar, conejito.

—No. ¡NO! –Intento hacer que continúe hablando por más tiempo pero la llamada se cuelga y cuando intento contactar de nuevo el número marcado es inexistente. No puedo tener más pruebas empíricas de que es real más que he hablado con él en persona y ¿acaso esto fue real?— TaeTae…

 

Flasback Off:

 

Su voz retumba en mi mente como aquel día. Sus palabras se repiten en mi cabeza y es una locura pensar que es real, lo sé pero jamás tuve un sueño tan palpable, y la carta. Ahí está. Es el pilar fundamental que sostiene mi endeble teoría. Cualquiera podría haberla introducido en mi camisa y la llamada en mi móvil, nada más que un delirio de mi drogada mente.

Hubo una época en la que acabé creyéndome eso. Que todo fue producto del alcohol, el cual provocó la pesadilla y la llamada de teléfono por lo que llegué a ingerir grandes cantidades de alcohol solo para caer desmayado de nuevo y soñar que regresaba junto con Taehyung pero nada de eso sucedía y lo que ganaba a cambio de la ingesta de esos productos eran noches de vómitos y bajadas en mi rendimiento escolar.

Y si por mí mismo no quisiera olvidarme de aquello, mis compañeros de clase se empeñaron en recordar mi comportamiento insensible y despectivo como les traté. Y no me arrepiento. Los perdí a todos. A ellos, a las chicas. Todos y cada uno se olvidaron de mí. Mentira. Ojalá se hubieran olvidado porque en realidad se jactaron de sus borracheras para torturarme y maltratarme día a día en la escuela. Me humillaron por mi comportamiento antisocial repentino y fue un incentivo más para que yo repitiera curso.

“Mis nuevos compañeros serán mejor conmigo” Otra mentira más que mi mente se empeña en creer. Con dieciocho años, y aun siendo mayor en mi aula, todos seguían metiéndose conmigo como de costumbre. Dicen que es difícil acostumbrarse al acoso escolar. Mentira. Otra más. Otra más. Mentiras. Acabé por acostumbrarme. Los insultos llegaban a mi mente como el viento se enreda en las hojas de otoño y las desplaza. Los golpes en mi cuerpo no eran más que pruebas diarias. Algo que está ahí y hay que superar. Mi mente, cansada ya de sus propias luchas internas a veces se desconecta y olvida todo marcándome una estúpida sonrisa en el rostro pero desaparece rápido porque el comentario de Jimin regresa a mi mente de la manera más cruel.

—¿Y los dientes? ¿También vienen en el lote? –Y tras esa desconsiderada sucesión de crueles palabras siguen las demás hasta hacerme delirar en mi propia agonía.

Mis padres. Ellos sufren todos mis reprimidos sentimientos y tras varias visitas a unos psicólogos en los que no expresé ni palabra, decidieron comprender que esto es una guerra que solo me pertenece a mí. Ellos en persona me preguntaron si yo era feliz. Y con una gran sonrisa en mi cara y los recuerdos de la divertida y sinuosa cola de Yoongi en mi mente, con el sombrero rojo, con la gran corona y todo ello difuminado con un humo de tabaco asiento y respondo:

—Claro padres. Soy feliz. –Porque es cierto, dentro de mi mente, entre los delirios y los malos recuerdos, aun son tan nítidas las imágenes que me permiten refugiarme en ellas. Me pregunto qué pasará el día en que no pueda hacerlo porque se hayan terminado por disipar. Igual que Yoongi hacía consigo mismo o como el humo de la cachimba intenta abarcar tanto espacio que termina por consumirse en sí mismo. Temo ese día pero sobre todo, temo mi reacción ante la falta de recuerdos.

Y mientras espero, la vida pasa a mi alrededor y tras cinco años de ese acontecimiento, hoy empiezo la universidad. Mis padres están ansiosos y nerviosos, a la par que aliviados porque me ha costado llegar aquí. Algunos de mis antiguos compañeros de clase acudirán conmigo, ya los veo por aquí a la espera de que nos asignen un aula pero no me importa, ya me he hecho a la idea de que me torturarán vaya donde vaya.

Ellos me miran y me señalan siendo conscientes de mi presencia pero yo suspiro, aparto la mirada y calmo la adrenalina que se empeña en querer controlar mi cuerpo. Acaban por asignarnos unas aulas y me encamino junto con mi clase para entrar y que nos reciba el profesor de turno. Esto es ridículo. Este hombre nos ayudará con los problemas que tengamos, nos da unos cuantos panfletos sobre la universidad. Mapas del campus, horarios de las asignaturas, publicidad de la universidad, precio de libros y mierdas similares con lo que me toca cargar hasta llegar a casa.

El profesor, ya anciano y con lentitud para caminar, se despide de nosotros y nos deja libres por hoy para que regresemos a nuestros respectivos hogares en paz. Me adelanto con paso rápido a cualquier mofa por adelantado y salgo fuera para ir directo a las escaleras y ya unas risas de fondo me ponen en sobreaviso de que esto solo está por empezar. Concentrado en esas malditas risas no me percato de que alguien baja a mi mismo ritmo desde el piso superior y choca contra mi hombro haciendo que todos los papeles que portaba se cayeran desparramados por las escaleras mientras sus zapatos, nada pudorosos o educados los pisan sin piedad alguna.

—Aparta, novato. –Son sus únicas palabras. No necesito más para apartar mi vista de los papeles a sus ojos que me miran por encima del hombro mientras baja el tramo de escaleras y ojalá se mantuviera frente a mí el tiempo exacto como para dejarme hablar, lo que hubiera llevado días porque un nudo se me forma en la garganta y otro en el estómago impidiéndome pronunciarme. Sus ojos. Esa sonrisa y la sorna en sus palabras.

—Míralo, ya está Kook estorbando. –Mis compañeros me han alcanzado.

¡¿Y qué más da?! Maldita sea. Juraría que esos ojos eran felinos la última vez que los vi. Juraría que su pelo rosado escondía dos orejas gatunas en vez de ser completamente negro. ¿Dónde está su cola? ¿Dónde ha quedado el gato en la persona que se acaba de cruzar conmigo? Porque ese que se ha reído de mí era Yoongi.

 

 

Lo primero que pasó por mi mente es que tal vez la locura había acabado por hacer mella en mi mente. Que todo lo que mis ojos presenciaron no eran más que simples fantasmas ya bien arraigados en mi memoria y que, obstinados en salir a la luz, se había cruzado y mezclado con la cruda realidad. De regreso a casa, mientras mis pasos se empeñan en avanzar en vez de retroceder y buscar a esa persona, el recuerdo de sus ojos permanece insaciable aun torturándome. Su altura, su cuerpo, la forma de caminar y su sonrisa despreocupada. Sus labios, su nariz. La forma de sus mejillas. Sus manos, como sus dedos la decoran. Todo, nada más que fruto de mi imaginación.

La segunda teoría que salta en mi cabeza es que tal vez, la genética y el destino hayan jugado conmigo para crear a un chico de este calibre solo para alimentar a mi locura o tal vez, no sea la primera vez que vea a este chico y se formase en aquel sueño su imagen para uno de mis personajes. Lo cual es incluso más improbable ya que su estado físico de hace cinco años ahora habría cambiado, igual que ha cambiado el mío pero no. Él sigue igual. Él era Yoongi.

Cuando llega la noche mi cabeza acaba por doler porque su imagen y sus gestos se repiten en mi mente sin descanso. Tanto, que cada vez que se repite es menos nítida, más borrosa. Creo que el recuerdo se desvanecerá pronto y a la siguiente se me hace más difícil recordar. Cuando estoy ya en la cama incluso tengo que hacer un esfuerzo pero regresa de igual manera para torturarme. Tengo miedo. Mañana quiero volver a verlo, quiero saber de él. Quiero decirle quien soy y quiero, no. Espero que me recuerde.

Acabo rendido al cansancio y al despertar, mi despertador se adelanta a mí y suena estridente para que me incorpore y me vaya directo a la ducha y es ahí, bajo el agua caliente cuando soy consciente de lo que me aconteció ayer. Algo en mi corazón palpita fuerte y llevo mi mano ahí para respirar fuertemente y ahogar unas lágrimas de ilusión y confusión. Cinco años a la espera de poder volver a verlos y ahí estaba ayer. Maldita sea.

 

 

He llegado apurado, por los pelos. El profesor de psicología ya entraba por la puerta y me he colado sin que me vea para sentarme en uno de los asientos traseros del aula, o al menos esa era mi intención antes de ver que ya estaban ocupados por los mismos graciosos de siempre por lo que escojo otro al azar y me siento rezando porque la clase pase rápido y al fin tenga al menos cinco minutos libres en los que poder buscar la causa de mis problemas mentales.

La campana suena alterando el ritmo cardíaco de todos los presentes y el profesor con unas últimas palabras se despide cortésmente hasta el día siguiente. Miro rápidamente el horario. Mi siguiente clase será dentro de cinco minutos en el aula de biología. Guardo todo en la mochila y salgo corriendo subiendo las escaleras al piso superior de donde vino ayer Yoongi. Una vez estoy ahí miro a todos lados comprobando que estos chicos tan solo me llevan un año y me aventuro a subir otro piso más y menos mal que lo hago porque veo el frágil cuerpo de Yoongi por el rabillo del ojos subir al último. Dónde están los veteranos en la universidad.

Cuando llego, le veo adentrarse entre la masa de personas que deambulan por los pasillos pero no voy a permitir que se me escape.

—¡YOONGI! –De repente sus pasos se detienen y veo como agudiza el oído para saber de dónde ha venido su nombre, se gira para verme a mí, en medio de chicos que me miran confundido y riéndose de mi comportamiento. Otros temerosos. Otros ni siquiera hacen el esfuerzo de mirarme.

—¿Sí? –Pregunta y se detiene de cara a mí. Yo me acerco hasta que tan solo un paso de distancia nos separa—. ¿Me conoces? –Pregunta frunciendo el ceño.

—¡Sí! ¡Te conozco! Eres Yoongi, el gato sonriente. –Le señalo con el dedo acompañado de una expresión infantil y su rostro se torna una sorpresa pudorosa ante las risas de sus compañeros que nos oyen. Miro su aspecto, completamente diferente a como yo le recordaba. Vaqueros negros con cortes en las rodillas y varias cadenas de metal colgando de las caderas. Una camisa negra con las mangas arremangadas y del cuello, una cadena de metal. Sus orejas no escatiman los pendientes y su pelo es negro y contrasta todo muy bien con el blanco de su piel. En su brazo, la parte de un tatuaje que me oculta su camisa.

—¿Qué estás diciendo, niño? –Alza sus cejas y su expresión de pocos amigos comienza a asustarme y replantearme mi decisión por ceder tan fácilmente a la locura ya revolucionada en mi cabeza.

—¿No me recuerdas? –Con dos de mis dedos de cada mano formo dos orejas de conejo y me las llevo a cabeza para hacer el aegyo más estúpido que jamás se me había ocurrido—. Soy el conejo Jungkook. –Lo único que consigo de él es que tosa un par de veces y mire a todos lados con las mejillas ardiendo.

—No. Vete. –Se da media vuelta para marcharse pero me adelanto y suelto su brazo para retenerle. Se deja fácilmente y ante eso llevo mis manos a su cabello para buscar ahí unas orejas escondidas bajo su pelo. Rápido se deshace de mí.

—Yoongi, recuérdame. –Casi suplico y acudo a los recuerdos para hacerle verme como tal—. Nos acompañaste al castillo. Desapareciste cuando casi nos capturan. –Hago aspavientos con los brazos lo que consigo que sus ojos se agranden sorprendido por los límites de mis desvaríos. Ambos, durante unos segundos nos quedamos mirándonos a los ojos sin reaccionar.

—Mira, muchacho. Si tienes problemas yo…

—¡No! ¡Mentiroso! –Intento agredirle pero detiene mis golpes y me aleja temeroso de mi comportamiento—. ¡Sé que me conoces! ¡Yo soy Jeon JungKook! –La campana para regresar a clase acalla mis gritos y me veo obligado a irme ya antes de que el profesor llegue al aula y sin más, enfadado y muy decepcionado me marcho escaleras abajo ante la atenta mirada confusa de Yoongi hasta que una voz me detiene. Mala suerte tengo que esa voz no se dirige a mí.

—¿Yoongi? ¿Qué ocurría? ¿Qué eran esas voces? –Me giro para ver a un rostro bien conocido, vestido con una camisa blanca y unos vaqueros ajustados que se dirige a Yoongi.

—Un novato con problemas mentales. Decía que me conocía. –Este se encoge de hombros y ambos hombres se miran unos segundos confusos. Maldita sea. Jimin, eres tú y no me lo niegues, llevas un gorro rojo de lana sobre tu cabeza mientras que tu mano se aferra a la de una chica que me trae sin cuidado.

Lo siento, pero tengo que ir a clase.

 

 

La mañana en las clases termina antes de darme cuenta porque me he pasado las horas muertas, con la vista perdida en las imágenes del libro pero con mi mente lejos, muy lejos de las páginas. He pensado en mil maneras diferentes de abordarlos para interrogarlos, de hacerles hablar, de confesarme a ellos de la manera más patética pero el día termina y lo único que he conseguido por mi cobardía es un nuevo dolor de cabeza inducido por las trastornadas ideas en mi mente.

El rostro de Jimin es ahora mucho más nítido en mi mente gracias a que hace tan solo unas horas lo vi. Sus ojos pequeños y oscuros, su pelo se ha degradado del morado brillante a un feo anaranjado que no le hace justicia a sus gruesos labios. Carnosos. Dulces sin duda. Cuantas veces he fantaseado con ellos, he soñado tantas perversiones que temo esté completamente loco ya que no es más que una fantasía de mi perturbada mente. O eso creía hasta ahora pero verlos a ellos dos juntos no solo supera el abismo de casualidad sino que se me hace imposible ya negar que todo es real. O no. ¿Estoy soñando de nuevo? Palpo mi cabeza en busca de unas peludas y negras orejas pero nada. No hay nada.

Llego a casa y como el día anterior lo primero que hago es tumbarme en mi cama y dejar que la locura haga mella en mi mente y dejarla libre para fantasear todo lo que se le antoje. Me entrego a los brazos de la maniática costumbre de cerrar los ojos e invocar sus recuerdos pero ahora son tan recientes que juraría puedo tocarlos, palparlos. Mis manos. Han sido víctimas de la piel del brazo de Yoongi. Ya no era el mismo híbrido que conocí pero su blanca piel de leche es la misma. El color de sus ojos también y sus labios, su nariz. Su voz. Y la de Jimin. Le recuerdo suplicar por su conejito antes del orgasmo y ya me siento duro solo con eso.

Cuando despierto en un día nuevo no hace falta que el despertador me avise porque no he pegado ojo en toda la noche y aunque no he llegado a conciliar un sueño profundo me cuesta horrores ponerme en pie para dirigirme al baño. Mi estado debe ser lamentable porque incluso mi profesor de anatomía frunce el ceño al comprobarme sobre mi mesa, haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantenerme despierto y me hace llamar nombrando mi apellido preocupado.

—¿Jeon? –Alzo la vista mientras el bolígrafo cae de mi mano—. ¿Se encuentra bien? –Niego con la cabeza alicaído y tal vez haya sido la mala noche, o tal vez mi mala alimentación pero la única explicación que encuentro ahora es que tal vez, y al fin, el monstruo de loca destrucción que albergaba latente dentro de mí, al fin ha tomado el control de mi físico—. No tienes que estar aquí si no te encuentras bien. Tienes los apuntes. Ve a casa, anda… —Miro su rostro algo esperanzado y su amable sonrisa me sorprende con una amabilidad impropia de un profesor. Asiento convencido y recojo mi mochila del suelo para salir.

Sé que ese hombre solo quiere mi bien pero me temo que no ha hecho más que lanzarme al abrazo del diablo porque nada más salir por la puerta y dirigirme a las escaleras, de ellas baja el esculpido cuerpo de Jimin, con su ajustada ropa provocativa en dirección al pasillo frente a mí. El gorro de lana sobre su cabeza me hace sentir un escalofrío por todo mi cuerpo pero doy gracias de ese subidón de adrenalina que me hace detenerle con un grito.

—¿Jimin? –Mi voz hace que se gire claro que me oye con facilidad porque nadie deambula por los pasillos ahora en medio de las clases.

—¿Sí? –Pregunta al girarse y me temo que esta conversación empieza igual que la de ayer con Yoongi. Rezo porque no acabe igual.

—¿Eres Jimin? –Pregunto para asegurarme de su nombre ya que su físico lo reconozco bien.

—Sí, pequeño. ¿Algún problema? –Respiro profundamente e intento entablar una conversación antes de asustarle con mis problemas mentales.

—¿Qué haces fuera de clase ahora?

—Me han echado. –Sonríe cínico—. Iba al baño pero los de mi planta están estropeados desde el curso pasado. No tienen dinero para arreglar una puñetera cisterna. –Frunce el ceño sonriendo—. ¿Y tú quién eres? ¿Cómo sabes cómo me llamo?

—Yo… Yo te co—conozco. –Tartamudeo.

—¿Ah sí? –Sonríe—. Yo a ti no. ¿Quién eres?

—Soy… Jeon JungKook. –Me cuelgo la mochila al hombro y ambos nos encaminamos al baño.

—Oh, ya veo. –Sonríe—. Eres el loco que acosaba a Yoongi ayer con la misma tontería de que le conocías. Si es una manera de ligar te informo que está muy visto yademás yo tengo novia. –Se encoge de hombros mientras permite que siga caminando a su lado.

—No, no. –Niego con las manos—. No estoy ligando. Y tampoco es broma. Yo os conozco a los dos.

—¿De qué nos conoces? –Me encojo de hombros.

—Tú y yo nos acostamos. –De repente y antes de entrar en el baño detiene sus pasos para mirarme y comprobar si lo que le digo no es más que una broma o realmente algo hay dentro de mi mente que se podría considerar un problema.

—¿Esto es una broma? –Ahora mira a todos lados confuso sin encontrar nada que le dé la razón.

—¿No te acuerdas? –Pregunto enfadado.

—Nunca me he acostado con un hombre. –Niega con las manos mientras sonríe nervioso.

—Yo tampoco hasta que no te conocí. En el día de mi quince cumpleaños. Hace cinco años.

—Muchacho, hace cinco años yo vivía en Busán y no te conocía. –Niego con la cabeza confundido.

—¡No! Tú eres el sombrerero. Tú y yo… —me llevo las manos a la cabeza sintiendo la ira ya correr por mis venas—. Yo te salvé la vida. Si no es por mí te habrían cortado la cabeza. –Entra en el baño mientras escucha mis palabras desquiciadas y es ahora cuando acepta que no soy más que un perturbado.

—Mira, chico. Estas empezando a asustarme. Así que si no te importa quisiera que me dejases paz.

Mi mochila cae de mis hombros y con un rostro completamente entregado al odio sujeto el cuello de su camisa y lo adentro en uno de los cubículos del baño donde cree que voy a darle una paliza aunque se confía de mi edad para no golpearme primero. Una vez dentro estampo su espalda contra la puerta y cierra sus puños esperando el primer golpe que no llega sino que es sustituido por un cálido beso en los labios.

Al principio todo su cuerpo está tenso, sus manos van a mis hombros para retirarme pero su curiosidad le precede y se deja hacer unos segundos explorando la textura de mis labios con los suyos. Un par de sellos allí donde tanto tiempo fantaseé y ya me siento delirar. Ya no son labios dulces más son mucho mejor que en todas mis fantasías juntas. Mi mano va a su mejilla y acaricio delicadamente su piel haciéndole temblar y es ahora cuando me aparta de él y susurra temiendo que sus palabras caigan como losas por ser demasiado pesadas.

—No me gustan los hombres. –Me encojo de hombros ante sus palabras.

—A mí tampoco. –Sonrío y me acerco peligrosamente a él de nuevo y puedo comprobar que no se aleja de mí—. Te haré recordar, te lo prometo.

Nuestras narices se rozan tímidamente y devoro lentamente sus labios haciendo que se descuide y abra su boca dejándome introducir mi lengua y ambos jugueteamos unos segundos. Mi cuerpo roza el suyo y le aplasto contra la puerta. Nuestras bocas dejando libres nuestras lenguas fuera, ellas se revuelven, se enredan, chocan y producen sonidos escalofriantes. Él es el primero en gemir en el beso y le sigo yo cuando su pierna roza mi polla que se despierta por momentos. Un par de sellos más y ahora su cuerpo gira presionándome a mí contra la puerta.

—Yo tengo novia Kookie. –Dice susurrando—. Esto no saldrá de aquí. ¿Entendido? –Asiento y busco de nuevo sus labios desesperado. Sus fuertes brazos me levantan y me hace enredar las piernas en su cintura mientras yo rodeo su cuello con mis brazos. El éxtasis acompaña a la adrenalina en este viaje por mi cuerpo. Mi cuerpo tiembla con el contacto de sus manos por mi piel, mi polla ya está dura y la suya de igual manera porque la siento chocar con la mía y con varias capas de ropa molesta que nos separan.

Me suelta para quitarme los pantalones y se saca de la cartera en su bolsillo trasero un condón con el plástico azul de fuera recubriéndolo. Quito su gorro de lana y lo dirijo a sentarse sobre el retrete. Él me mira expectante antes de abrir el condón y abraza mi cintura aun de pie frente a él para besar mis caderas, mi ingle y posteriormente mi glande.

—Ji—Jiminiee… —Gimo en susurros mientras sonríe sádico y travieso. Mi mano va a su pelo para acariciarlo mientras sus labios rodean mi polla con sutileza y cuidado. Es lento para torturarme pero me encanta. Cualquier cosa que me haga me es suficiente porque pasé tanto tiempo en soledad con su recuerdo que el simple roce es locura y éxtasis líquido inyectado en vena.

Cuando deja de chuparme abre sus pantalones y saca su polla ya dura y palpitante para cubrirla con el condón y llamarme a su regazo. Me siento sobre él y antes de penetrarme con su falo expectante le hago chuparme dos dedos que introduzco en mí mismo para que no me duela demasiado.

—Kook, ¿ya has hecho esto antes? –Me pregunta algo preocupado.

—Sí, una vez, contigo. –No parece muy convencido con mi respuesta pero ya no tiene marcha atrás y se resigna a continuar cediendo al placer. Cojo su polla mientras él sostiene mis caderas y poco a poco me siento sobre él haciendo que su cabeza caiga hacia atrás.

—Muy apretado, Kook. –Gime con los dientes apretados y yo me dejo caer hasta que está toda dentro. Pongo mis brazos alrededor de su cuello y aunque siento que me parte en dos sonrío y le animo a que me mire. Acaricio su rostro, su pelo. Juego en sus labios con mi pulgar y chupo su cuello incitándole a hacer lo mismo conmigo—. No me hagas marcas, amor. —Me dice y asiento comprendiendo que le está siendo infiel a su novia.

—Ji—Jimin. ¿Me ayudas a moverme? –Le pido y asiente mientras me ayuda a levantarme y caer de golpe haciendo que cierre los ojos fuertemente igual que yo. Al principio es muy doloroso pero la sensación es muy placentera a la par que reconocida por mis recuerdos. Me dejo llevar por ellos una vez más y me muevo rápido sobre él hasta que ya no me aferro a la cordura y salto mientras ambos gemimos suplicando por más.

—Que dulce…e—eres… —Gime evocando mis recuerdos.

—Qui—quiero tu leche dulce y calentita Jimin. –Sus gemidos se vuelven más altos y su cuerpo tiembla cediendo al fuerte orgasmo que nos golpea a ambos. Sudados y delirando nos corremos a la vez yo manchándonos a ambos y él ensuciando el condón alrededor de su pene. Cuando terminamos el tiempo parece ralentizarse porque aunque sale de mí aun no me atrevo a ponerme en pie pero de repente la campana de cambio de clases nos avisa y me veo obligado a separarme de él. Ambos nos vestimos de nuevo y salimos fuera para limpiar nuestra suciedad. Sin poder retener mi lengua la dejo hablar.

—Entonces… ¿ya me recuerdas? –Pregunto y él me mira sonriendo mientras se va por la puerta.

—Ya has conseguido lo que querías Kookie, no sigas con esa tontería… —Niega con la cabeza mientras ríe y me deja ahí de pie, exhausto y palideciendo porque todo esto no ha servido para nada.

 

 

Tras salir de aquel baño no fui directo a casa. Me dediqué a pasear lentamente por las calles de regreso solo para distraer mi mente porque sabía que si regresaba ya, pasaría las horas muertas pensando en todas las estupideces que he cometido a lo largo de estos dos días. En un intento por reanimar mi ánimo me reconforto pensando en lo acontecido con Jimin pero esa experiencia, sin saber quien soy no es más que sexo vacío. Sexo que hace que la soledad en mi corazón se haga más grande y obliga a mis lágrimas a salir.

Suspiro reteniéndolas y me resigno a volver a casa de inmediato o me tiraré por el primer puente que vea. Genial. Ahora incluso me planteo el suicidio como una solución a mi vida. Pero ¿acaso esto es vida? Yo creo que no. Me siento consumir por momentos. Quiero simplemente regresar al país de las maravillas donde aunque no se acordasen nunca de mi nombre al menos pareciera que si me veían y no soy alguien invisible y sin importancia. No era un loco, al contrario, ellos eran los que se sumían en la locura. Tal vez esto sea una graciosa ironía del destino, me muestro a ellos tal como ellos eran vistos por mis ojos.

Al día siguiente regreso a clase y como he hecho durante años ignoro las burlas de mis compañeros y hago un esfuerzo hercúleo para concentrarme en las asignaturas y buscar la esperanza en el descanso de media hora para despejar la mente y rezar para no encontrarme con Yoongi o Jimin por los pasillos. Mucho menos con la novia de este último, vaya a ser que encima se haya enterado de lo que hicimos y quieran pegarme.

Cuando la campana suena me acerco a la máquina expendedora y saco una chocolatina y un zumo de fresas y salgo al campus para despejar mi mente con el viento otoñal que tanto amo. Miro a la nada disfrutando e intentando reconfortarme con el silencio a mi alrededor que se ve frustrado por la estridente risa de Jimin a unos metros a mi derecha. Lo que veo es el muro de la entrada de la universidad donde tres chicos hablan entretenidamente y parecen incluso felices.

Jimin, con su gorro rojo sobre la cabeza, Yoongi vestido del mismo negro que el otro día y otro chico el cual expulsa humo blanco por sus orificios nasales, producido por una calada al cigarro que lleva en la mano. Debo quedarme demasiado tiempo mirándolos porque los tres se percatan de mi presencia y Jimin palmea el hombro de Yoongi para alejarse y dejar a Hoseok ahí solo.

Suspiro y resignado a intentarlo una vez más me encamino hasta él y cuando estoy cerca me inclino en forma de saludo. Él hace un rudo gesto con su cabeza que debo interpretar como un saludo y sonrío animado.

—¿Hoseok? –Pregunto mientras sus ojos parecen querer prestarme atención.

—Sí. ¿Quién pregunta?

—Soy Jeon JungKook. –Doy un muerdo a mi chocolatina despreocupado—. ¿Eres amigo de Jimin y Yoongi? –Asiente—. ¿De qué los conoces?

—Los tres vamos a la misma clase. –Se encoge de hombros como si la respuesta fuera tan simple. No lo es.

—¿Solo de eso? –Asiente con el ceño fruncido.

—¿Y tú de qué los conoces? ¿Y cómo sabías mi nombre?

—Ellos nos presentaron a ti y a mí. ¿No lo recuerdas? –Dejo caer mis hombros cansado ya de esto cuando su ceño se frunce.

—No me suena. –Intenta hacer memoria pero acaba negando con la cabeza.

—Aishh… —Miro a todas partes sin saber ya qué decir—. ¿Eso que fumas es marihuana? –Él abre sus ojos enfadado y niega con la cabeza.

—No fumo esas cosas.

—Oh…

—Aún no has contestado a mi pregunta. ¿Cómo conoces a Yoongi y a Jimin?

—¿Te digo la verdad o te miento?

—Lo que quieras.

—Pues Yoongi me guió por el bosque de los árboles que tienen vida porque le pedí que me ayudara a regresar a casa del país de las maravillas. Me llevó hasta Jimin tras horas de jugar con su cola de gato con la mía de conejo. Jimin era el sombrerero y tras tener sexo en la mesa de té me ayudó a llegar al castillo del rey de corazones. –Tras mis palabras atropelladas queda paralizado y con un pequeño tic en el ojo derecho.

—Oh. ¿Y la verdad?

—…  —Tras ver que no contesto traga fuertemente y mira a todos lados confuso y temiendo que mis delirios sean contagiosos.

—Bien. Pues vuelve a ese mundo de aventuras, niño. Y déjame en paz. –De su boca sale toda una nube de humo que lanza a mi cara y antes de toser y alejarla compruebo que su olor a menta y limón es reconfortante.

—No es una broma. Tienes que recordarme. –Le exijo con voz autoritaria—. ¡Tú me ayudaste a llegar hasta Taehyung!

—¿Taehyung? –Pregunta de repente con un extraño brillo en los ojos.

—Sí. ¡SÍ! –Hago aspavientos con las manos—. ¿Lo conoces?

—Claro, viene con nosotros a clase también. Los cuatro tenemos una peña en un local ¿No lo sabes? Tanto que conoces a Jimin y a…

—¡Cállate y dime ahora mismo! ¿Dónde está Taehyung? –Su rostro se enfurece y siento que se pondrá azul pero en vez de eso sus mejillas enrojecen.

—Ten cuidado que hablas con un hyung… —Junto las manos delante de mi pecho.

—Por favor, dímelo, te lo suplico. Tengo que hablar con él.  –Suspira y accede porque en el fondo le da igual.

—Está en la cafetería, como todos los días. Jugando al póquer. Es el mejor. –Sonríe pero deja de hacerlo cuando me lanzo a rodear su cuerpo con mis brazos y le estrecho fuertemente haciendo que su cigarrillo caiga al suelo.

—¡Gracias, muchas gracias! –Sin entretenerme por más tiempo salgo corriendo en dirección a la cafetería con una gran sonrisa en el rostro y sintiendo ya la adrenalina por el rencuentro ascendiendo por mi columna vertebral.

 

 

Creo que no puedes hacerte una idea de todas las veces que he soñado, fantaseado y rezado por este inesperado momento que acontece en este mismo instante. Mis piernas utilizan el máximo de su potencia para llegar cuanto antes a la cafetería, mis brazos se ayudan del movimiento para cortar el aire. Mis cabellos, libres no se interponen en mis ojos. Estos, juraría que están a punto de llorar pero tal vez el viendo se lleve las lágrimas lejos de mí por una vez en la vida.

Sonrío mientras las personas se dedican a mirar mi recorrido algo confusos pero no me importa ser el centro de atención porque esa atención solo dura dos segundos, en lo que tarde en desaparecer de su campo de visión. En mi mente el nombre de Taehyung se repite hasta que la locura sacia sus ganas de torturarme devorando el nombre en un nuevo festín del que ya estoy acostumbrado.

—Taehyung… —susurro mientras ya veo la puerta de la cafetería a unos metros y no puedo detener el subidón de adrenalina que me invade por dentro. No es más grande que un salón de clase normal pero aun así está todo abarrotado de personas y tan solo soy plenamente consciente de dónde puede estar cuando una voz grave y adulta grita en una mesa al otro extremo de la puerta.

—No me hagas trampas esta vez, tramposo. –La mesa está rodeada de personas que no son más que público o espectadores a la partida de póquer que se juega sobre la mesa. Unas cartas repartidas y cada una de las dos personas con cinco en sus manos. Me hago espacio entre la gente para poder ver mejor las caras de ambos jugadores y una de ellas me es gratamente familiar. Sin duda las expectativas me engañan porque lo que mi mente recuerda es el rostro de un niño de quince años y este hombre aquí probablemente tenga dos más que yo. Es todo un adulto y sin embargo, su sonrisa infantil y sus ojos vivos y llenos de inocencia si son los mismos.

Inocencia. Falsa inocencia porque, debo recordarlo, es al póquer a lo que juegan y su rostro se torna sádico y malvado. Perverso y diabólico cuando sus manos dejan descubrir sus maravillosas cartas que le proporcionan la victoria.

—Póquer de ases. –Los coloca cuidadosamente sobre la mesa para que todos a su alrededor, incluido su contrincante, los vea bien y cuando se ha asegurado la victoria coge una sola carta de las cuatro, el as de corazones y lo lanza despiadado y maleducado a la cara del otro jugador humillándolo en la derrota. Mi corazón saldrá de mi pecho con sus fuertes palpitaciones y sin poder resistir por más tiempo me termino de hacer hueco entre las personas para conseguir mi objetivo.

—¡TAEHYUNG! –Grito y todos me prestan atención mientras me lanzo a los brazos del chico que se queda paralizado mientras se deja abrazar por mí. En el intento por una bonita reconciliación tiro algunas de las cartas al suelo mientras que los espectadores muestran su descontento con mi comportamiento y mi reacción, enfureciéndose y bufando como animales—. ¡Cuánto tiempo! ¡Cuánto te extrañé! –Me separo de él para decir esas simples palabras y vuelvo a abrazarle pero esta segunda vez ya no se deja tan fácilmente y me parta un poco cohibido y avergonzado por la cantidad de personas que nos observan.

—Alto alto, chico.

—¿TaeTae? –Le miro con ojos temerosos de encontrar en los suyos la misma indiferencia con que me obsequiaron el resto—. ¿No me reconoces?

—Lo—lo siento. Pe—pero yo… —Tartamudea por mi creciente llano y mira a nuestro alrededor intimidado por tantas miradas atónitas.

—Hyung… —Hago un puchero involuntario—. Soy Jungkookie. ¿No me recuerdas? –Niega con la cabeza—. TaeTae, ¿cómo no sabes quién soy? ¡Soy tu amigo!

—Hablemos fuera chico. –Se levanta de su asiento y todos abuchean su comportamiento por retirarse de la partida. Su mano aferra fuertemente la mía y me saca al patio donde poder hablar medianamente tranquilos.

—Hyung… —Suplico por su atención pero sigue preocupado en mirar a todos lados confuso por la situación—. Hyung, te he echado de menos.

—No sé quién eres. –Dice con una sonrisa tímida.

—Estuve en tu castillo, yo era tu amigo. –Niego con la cabeza sintiendo como todas y cada una de las esperanzas que albergaba en mi subconsciente se evaporan—. Prometí ser tu amigo. Para siempre. Me besaste, me diste…

—¿Castillo? ¿Te besé? –Pregunta atónito. Piensa unos segundos y acaba negando con la cabeza confiado en su gesto—. Creo que nunca he hecho tal cosa. Además yo no tengo ningún castillo. Aquí iba a estar yo si lo tuviera. –Sonríe con esa sonrisa cuadrada que tanto he rebobinado en mi mente durante estos años.

—Tengo… —Tartamudeo—. Tengo tu número de teléfono. –Saco rápidamente mi teléfono y marco el número esperando por los pitidos. A los segundos su teléfono suena en su bolsillo y lo saca para mostrarme que soy un número desconocido. Desconocido.

—Eso no es muy asombroso, cualquiera que me conozca puede habértelo dado.

—Me lo diste tú, maldita sea. Me lo escribiste en una carta de póquer. En un as de corazones. –De repente su expresión cambia y hace un mohín con los labios.

—No me suena. –Se encoge de hombros y acabo por suspirar llevando mi mano a mi pecho, sintiendo un dolor y un nudo en mi garganta que me oprime la respiración. Tantos años invocando su recuerdo y ahora que están todos delante de mí ni quiera saben quién soy—. ¿Estás bien? –Me pregunta y veo obligado a negar con la cabeza mientras mis piernas ceden y caigo de rodillas al suelo reprimiendo un grito agónico pero lo que no puedo evitar es romper a llorar.

—Hyung… —Gimoteo.

—No llores, no llores. –Repite nervioso mientras se arrodilla a mi lado—. Mira hagamos una cosa. –Coge mi teléfono y apunta algo ahí mientras yo froto mis ojos—. Mañana por la tarde ven a esta dirección con la carta esa si la tienes y a lo mejor me acuerdo. –Deja el móvil en mi regazo, acaricia mi pelo hasta revolverlo y se marcha dejándome ahí con los ojos llorosos. Leo lo que ha escrito.

 

Av. Los Rosales. Calle 34. Local nº5.

No tiene pérdida. Tae.

 

 

A veces la vida puede ser cruel, pero otras, simple y llanamente despiadada. Insensible y sin duda incomprensible. Veo como se divierte conmigo de una manera tan desalmada que juraría solo soy una pequeña marioneta sin voluntad y a pesar de ella esta se vuelve en mi contra mostrándome lo más atroz de mi persona. El desequilibrio en mi cabeza está a punto de alcanzarme, ya le oigo susurrar en mi oído lo cerca que estoy de sus manos, la insensatez  de mis actos, de mis palabras, de mis gestos muestran lo tan sumido que estoy ya en los brazos de la barbarie que devora mi mente.

Pero no pido la libertad de mi condena a mi situación, incluso pareciera que disfruto de ella lo que es mentira. Me duele a cada segundo que pasa pero ya no puedo contener el llanto al pensar que el hombre que ocupó mi corazón tanto tiempo, por quien comencé un delirio mental, por quien perdí a mis amigos en un intento de seguir sus consejos, ayer me dijo que no me conocía. Y lo peor de sus palabras es que eran ciertas.

Mi único y último intento, la carta escrita bajo mi cama. La rescato de la presión del almohadón y juego unos segundos con ella en mis manos. Sonrío débilmente sintiendo como pesa incluso en mis manos. Es tan pequeña pero durante tanto tiempo ha servido para recordarte, para no hacerme olvidar. Ha sido el soporte a mis días en soledad y la pequeña esperanza de que eras real. Hoy. Se ve minúscula ante tu real cuerpo. Ante el cuerpo de todos vosotros y de que sirve, si no sabéis quien soy.

Serás, pequeña carta, mi última esperanza. La miro unos segundos más y la introduzco en el bolsillo de la camisa que porto antes de salir de casa en dirección al lugar donde me señaló Taehyung. Salgo de casa informando a mi madre y una vez estoy en la calle me animo con los pasos de la depresión a la que me han sometido estos días. Sonrío optimista y una vez llego, me encuentro con una puerta de chapa metálica pintada de azul oscuro. Oigo voces dentro todas y cada una reconocibles. Suspiro y llamo sin demorarme más.

—¿Sí? –Pregunta la voz de Yoongi desde dentro y aprieto mis puños nervioso.

—Soy Jeon JungKook.

—¿Quién? –Pregunta confuso esta vez abriendo la puerta para encontrarse con mi rostro que le da todas las explicaciones que necesita. Frunce el ceño suspirando y va a cerrar dejándome fuera pero interpongo mi mano para sujetar la puerta y que no la cierre. Al hacerlo veo en su brazo el tatuaje que descubrí en él el otro día. Todo mi cuerpo tiembla al ver a un gato tatuado, bien definido, perfectamente delineado y sus llamativos colores me hacen arder. Es un gato morado.

—¡Déjale pasar! –Oigo la voz de Taehyung desde dentro y tras otra mirada de desprecio por parte de Yoongi se aparta de la puerta para darme espacio y entrar—. Yo le he hecho venir.

Esto es un espacio no mucho más grande que mi cuarto, donde tres sofás ocupan las paredes que no dan a la puerta, alguna silla perdida y una mesa central, pequeña y cuadrada. Mi corazón vuelve a sufrir otro subidón de adrenalina al ver como sobre la mesa una cachimba azul la decora con elegancia y una de las mangueras con la boquilla acaba en la boca de Hoseok, tirado en el sofá más cercano a ella. Este me mira pero voltea la vista al no darme importancia.

—Ven aquí. –Me dice Tae apareciendo ante mí y me invita a sentarme en el sofá a la derecha. Accedo sonriendo tímidamente y mientras me recuesto y él planta una silla delante de mí para mirarme cara a cara, en el sofá a mi derecha está Jimin sentado, con esa mirada de incredulidad por estar aquí pero la misma me llevo yo al verle coger una taza blanca y llevársela a los labios. El olor me llega hasta aquí. Té negro—. ¿Has traído lo que te pedí? –Me dice Tae mientras Yoongi se sienta al lado de Jimin en el sofá y se cruza de brazos para –aunque jamás lo reconocería— escuchar atento nuestra conversación.

—Sí. Pero antes…

—¿Qué haces aquí? –Pregunta Jimin algo tenso.

—Yo…

—Es un acosador. –Salta Yoongi, haciéndome enrojecer como un tomate.

—¿Qué? –Pregunta Tae girándose en la silla.

—Vino a nosotros diciendo que nos conocía y no sé qué pollas.

—¿A vosotros también? –Pregunta Hoseok entrando por primera vez en la conversación. Jimin y Yoongi asienten.

—JungKook… —Me mira Tae—. Si esto es una broma de mal gusto…

—¡No! ¡No! –Niego con las manos pero nadie parece querer prestarme atención.

—Échalo de aquí, es un fisgón que solo quiere amigos. –Dice Yoongi y siento como el nudo en mi garganta vuelve a formarse.

—¡Taehyung!  —Cojo el rostro de Tae con mis manos y le obligo a mirarme ya desesperado por este extraño sentimiento de ira confusa con tristeza rabiosa que se instala en mis venas—. ¡Escúchame a mí! ¡Somos amigos! ¡Tú me diste esto! –Llevo mis manos a mi camisa y saco del bolsillo la carta ya con el blanco en tonos beige y con los bordes un poco estropeados. Cinco años he dormido con ella bajo mi cabeza y la toqueteaba siempre que me acordaba de él.

De repente sus ojos parecen tener solo capacidad para ver la carta en mis manos y las suyas tímidas se acercan a mí para ser ahora él quien la sujete. Mi corazón se ralentiza, y mis manos tiemblan en mi regazo. Sus pupilas se mueven, observan la carta, los números escritos en ella y no parece tener suficiente con uno o dos segundos. Debe hacerlo durante el tiempo suficiente como para cansarme y obligar a mis ojos para desviar mi vista.

Pero la escena con la que me encuentro no es mejor porque Yoongi en el sofá empieza a revolverse nervioso y Jimin se quita su gorro de lana para mirar atentamente el cabello sobre su cabeza. El naranja se tiñe lentamente y desde la raíz de un morado oscuro y brillante que consigue asustarle. Yoongi no parece darse cuenta de ello porque de su asiento saca una cola de gato púrpura que era el objeto que le molestaba. Al tirar de ella se percata de que forma parte inseparable de su cuerpo igual que las dos incómodas orejas que descubre sobre su cabeza. Su rostro palidece al principio pero lo hace aún más cuando al mirarse el brazo, el tatuaje se mueve sobre su piel hasta difuminarse y desaparecer dentro de él.

Miro detrás de Taehyung enfocando al sofá donde Hoseok fumaba tranquilamente pero ya no sujeta con su boca la cachimba porque sus labios entreabiertos por la sorpresa han dejado caer la boquilla. Se mira el cuerpo que con los segundos se torna azul llamativo. Su mano gira delante de su rostro sin poder creerlo aun.

Enfoco mejor la vista delante de mí para ver a Taehyung con esa sonrisa cuadrada sobre sus labios. Sus ojos no han cambiado y sin embargo lo que hay delante de mí no es más que un inocente chico de quince años. La carta en sus manos se ve presionada por la emoción que transmite su cuerpo y al apartar la vista de él de nuevo Jimin me mira con una sonrisa en su rostro, alzando la taza en señal de brindis. Yoongi mueve sus orejas con la estúpida e infantil sonrisa que tanto extrañé de él. Hoseok regresa de nuevo con su tabaco y no puedo evitar atender a TaeHyung cuando sus palabras hacen eco en el local.

—¡Conejito!

Ahora estoy seguro. He caído en manos de la locura, al fin.

 

 

FIN

 


 

JUNGKOOK IN WONDERLAND [PARTE I]


Comentarios

Entradas populares