HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 25
CAPÍTULO 25
JungKook POV:
Viernes.
Estoy a punto de meter la llave en la cerradura
pero me contengo un segundo antes de hacerlo. El silencio es intimidatorio, de seguro que sabe que soy yo
quien ha subido en el ascensor. Sabe que debo estar aquí, al otro lado de la
puerta, inexplicablemente parado frente a ella. Debo verme absurdo desde el
otro lado pero a este, me siento terriblemente decepcionado y hundido. Mi
rostro muestra la verdadera sombra de lo que oculto y quisiera que todo fuese
más fácil, no conozco el límite de su posible reacción pero el miedo me está
consumiendo y me dejo llevar por la realidad que me exige que introduzca la
llave en la cerradura y entre, preparándome para lo que hay en el interior.
Apenas son las once y media y en la mano libre porto una bolsa con algo de
comida dentro. La última vez que repetí esta escena él ya no estaba dentro y
una nota me aguardaba en la mesa. Esta vez es un sobre. Un sobre en el cálido
ambiente de una noche acaramelada. Cuando entro y me quedo parado en medio del
salón miro alrededor buscando a Jimin con la mirada. Las luces están encendidas
y puedo ver su sombra en el interior del cuarto. Sale al exterior mirando en dirección
a la puerta y aparezco yo en su visión. Me sorprende con una sonrisa que me deja atontado y yo dejo a
un lado mi maletín de trabajo y me quito el abrigo. La imagen de su rostro
viniendo a mí y besando mis labios me hace sentir que el día ha merecido la
pena, pero en realidad todo es un engaño, todo es una mentira putrefacta.
—Ya he comprado las entradas. –Me dice animado
y va hacia la mesa para coger ese sobre blanco y me lo entrega. Yo me lo quedo
mirando con una mueca confusa y él lo abre delante de mí, ya que yo no me
atrevo. Se pone a mi lado, su olor es tremendamente intenso, un olor que solo
consigue ablandarme aún más. Yo quería mostrarme impasible y firme, pero me
está desmoronando a cada segundo que se mantiene a mi lado. El corte de su pelo,
su olor, la forma de sus ojos al sonreír. Su maldita sonrisa.
—¿Las has comprado? –Pregunto con un deje
decepcionado que él no puede ver. No lo ha oído. Está sordo por su entusiasmo.
Él abre el sobre a mi lado y saca de él dos entradas con la imagen de dos
esculturas del barroco sobre un fondo negro y el nombre de la sala de
exposiciones. Junto a este el precio que no quiero mirar y la localización de
la sala. Yo retiro la mirada y es ahora cuando él recae en la expresión de mi
rostro con lo que mira él más detenidamente las entradas temiendo haber algo
mal pero como no encuentra nada, vuelve a mirarme, para buscar el problema en
la expresión de mi rostro. Al no encontrar nada guarda las entradas de nuevo en
el sobre y me mira de esa forma, con un confuso interrogante en el rostro. Yo
me saco el teléfono de la americana y después esta sobre mis hombros. Me paso
la mano por el pelo, buscando las palabras que no consigo encontrar.
—¿Qué ocurre, JungKook? ¿No te hacen ilusión?
Pensé que te gustaba la idea…
—No, no es eso Jimin… —Suspiro y él sujeta el
sobre con una expresión atontada—. Yo… lo siento mucho.
—¿Qué pasa?
—Yo… —Decido soltarlo de golpe—. No puedo ir.
Tengo una… reunión mañana.
—¿Mañana? –Pregunta con una expresión confusa
que a los segundos, tras que lo comprende, frunce en un ceño enfadado—. ¿Por la
tarde?
—Sí, estaré desde la hora de comer, hasta por
la noche. –Digo, y no me muevo un ápice mirándole, esperando una reacción de
él. Su única reacción es quedarse con ese ceño enfadado e indignado mirando el
sobre blanco en sus manos. Lo mira con una mueca decepcionada. Nunca antes
había visto esta expresión en él pero es la que le sigue, una sonrisa
sarcástica, que me pone los pelos de punta. Yo suspiro y miro a mis pies al
suelo.
—¿Lo estás diciendo enserio? ¿Es una broma? –Me
pregunta, a lo que yo niego con el rostro. Vuelve esa sonrisa en su rostro y su
siguiente gesto es tirar el sobre la mesa con un gesto violento que me hace dar
un respingo. Me le quedo mirando mordiéndome el labio inferior.
—Lo siento. Podemos dejarlo para otra vez…
—No hay más. No habrá otra vez. –Dice, negando
con el rostro. Esa sonrisa sigue en él, y se lleva la mano a la frente para
retirarse el pelo de ahí. Él sabe leer mis expresiones pero yo no veo más que
lo que me muestra. No veo qué intenta decirme, qué es lo que pretende con este
comportamiento. Tampoco tengo elección y apenas ha sido hace unas horas que he
sabido que mañana tengo la reunión.
—Si es por las entradas puedo devolverte el
dinero… —Digo pero eso parece enfadarle aún más con lo que las recoge de la
mesa, y dentro del estado de nervios en el que se encuentra borra la sonrisa de
su rostro y rompe el sobre en dos mitades que me tira al pecho, con lo que yo
retrocedo un paso sujetándome en la encimera de la cocina. Trago saliva.
—No es por las malditas entradas. El problema
es que no sé qué diablos hago todavía en esta puta casa. –Dice y se dirige al
cuarto con lo que yo me quedo a solas en el salón. Pienso que su intención es
encerrarse ahí pero le veo a través de la puerta sacar su maleta de debajo de
la cama y comenzar a meter en el interior toda su ropa. Primero lo hace con la
que hay esparcida alrededor y después comienza a meter la que estaba doblada
dentro de mi armario. Al ver claras sus intenciones me abalanzo sobre él dentro
del cuarto y le aparto de la maleta sujetándole por el brazo, con lo que él se
revuelve, nervioso pero autoritario—. ¡Suéltame!
—No vas a irte a ningún lado. –Le digo y tiro
de la chaqueta que tenía en su mano—. ¡Suelta eso, joder!
—¡No me pongas una mano encima! –Me grita
empujándome desde mi pecho y retrocedo hasta chocar con la espalda en el
armario lo que nos deja a ambos un tanto paralizados. Juraría que está a punto
de llorar, pero por una vez el rencor supera su llanto—. ¿Es qué no te das
cuenta? No pinto nada aquí. No podemos hablar, no podemos salir, no tenemos
sexo. ¿Qué esperas de que yo esté en esta casa? De veras que no quiero
enfadarme pero no me dejas otra alternativa.
—No... no quiero que te vayas.. –Suplico—. No
quiero estar solo.
—¿No lo ves? Estás solo de todas formas. No me
escuchas, no me atiendes, no parezco importar nada…
—Sabías que yo no era fácil de sobrellevar.
Pensé que te lo tomarías mejor.
—Me mata verte de esta forma. –Dice lentamente,
remarcando cada una de las palabras—. Realmente pensé que podría sobrellevarlo
pero me está empezado a afectar. ¿Querías una relación esporádica? ¿Algo
superficial? ¿No quería que me involucrara?
—No quiero hacerte más daño. –Murmuro a lo que
él no responde. Vuelve esa sonrisa irónica y niega con el rostro mientras se
gira y sigue haciendo la maleta. Yo camino a su lado y detengo sus manos esta
vez con menos ansiedad. Suspiro—. No te vayas, me mataría que te fueras, y más
en este estado.
—¿Cómo? ¿Enfadado? ¿Y cómo no estarlo?
—Jiminie, por favor. –Sujeto sus manos en las
mías sintiendo un fuerte nudo en mí garganta. Él evita mirarme y por una vez en
mi vida siento que realmente todo comienza a desmoronarse. Siento que ya nada
se sostiene en mis manos y aunque nunca me ha gustado la forma en que sostengo
mi vida, verla caer de esta forma me hace sentir perplejo y paralizado. Me
gustaría recoger los trozos que se están esparciendo alrededor pero de veras
que no consigo ver nada en esta absoluta oscuridad de la que me veo rodeado.
Jimin frunce sus labios unos segundos, pensativo.
—Si no quieres hacerme más daño… —Suspira—…
déjame ir. –Le miro directamente a los ojos pero él no me devuelve la mirada.
Yo suelto sus manos, tembloroso—. Déjame ir, te lo suplico. No lo aguanto más.
Tu padre me prometió que estarías bien, tú me prometiste tener valor. Me
dijiste que me amabas. Mentiras. Estoy cansado de mentiras. –Sentencia y sigue
metiendo sus cosas en la maleta hasta tenerla casi completa. Yo ya no encuentro
un solo argumento que le haga abandonar la idea de dejarme solo. Y mientras
cierra la cremallera de la maleta caigo al suelo, a sus pies, sintiendo que se
me va con él el último resquicio de mi cordura. No me salen ya las palabras,
tampoco servirían de nada. Me agarro con fuerza a su pierna y rompo a llorar
ahogando mis lágrimas en la tela de su pantalón. Aprieto la mandíbula y él
suspira largamente. Intenta deshacerse de mi agarre con sus manos pero no lo
consigue y se limita a permanecer de pie, impasible. Sé que piensa que solo
intento darle pena, a mí también me lo parecería, pero de veras que no puedo
dejarle ir.
—Sálvame de mí mismo, Jimin. Te lo suplico.
–Murmuro escondido en su pierna.
—¿Y hundirme yo? Ni lo sueñes. –Me aparta de un
empujón de su pierna y yo me quedo ahí en el suelo tirado con una expresión
desazonada. Él coge del asa su maleta y la hace rodar por el suelo. El sonido
de esta me produce una extraña sensación de alerta. Salgo de mi ensoñación y
gateo un par de palmos en su dirección pero él ya se ha marchado y el golpe en
la puerta sentencia su ida. Me quedo paralizado escuchando como las ruedas
caminan alrededor del pasillo en el exterior del portal. Oigo el ascensor
ascender para ir en su busca y aun estoy a tiempo de pararle pero nada de lo que le diga ya va
ha hacer que cambie de opinión y en medio de la soledad de mi casa me sobrecoge
nuevamente ese terrible fantasma de la depresión que se burla de mi situación.
Oigo su risa, la risa de un espectro pululando
alrededor de la habitación y se repite en mi mente la patética imagen que acabo
de darle a Jimin. Me avergüenzo de ello y segundos después rompo a llorar
oculto en mis manos. El odio que me consume, la vergüenza, el miedo, no es nada
comparado con la sensación de pérdida que me consume. Me está matando
lentamente como no sabría explicar. Me consume, está burlándose de mí con un
cinismo que me provoca arcadas. Quiero vomitar una vez más, quiero sentir que
puedo seguir viviendo pero no quiero seguir engañándome. Quiero obtener el valor
de alguna parte, pero sin él, ¿qué sentido tiene? Nada de lo que haya va a
devolverme todo lo que acabo de perder y me debo abrazar por los brazos del
alcoholismo que me espera en un par de botellas en la cocina.
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