HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 24

 CAPÍTULO 24


JungKook POV:

 

Jueves:

 

La soledad del despacho vuelve a acompañarme un día más. Pasada la hora del almuerzo vuelve la calma y el silencio aquí dentro. Es una sensación terriblemente abrumadora y sin embargo conozco escenas peores que me hacen ver este entorno incluso apetecible. Sin embargo aquí sufro mis peores momentos, los momentos en los que quedándome a solas junto con mi silencio, me pongo a pensar. Y esto resulta tan doloroso… me gustaría calmar el dolor con una copa de alcohol, calmar mi estado de ansiedad con un cigarrillo, pero tener que salir del edificio para pensar se me hace demasiado complicado y prefiero seguir en esta pequeña cápsula del tiempo donde al menos nadie rompe el flujo de mis pensamientos. Nadie excepto el valiente que acaba de llamar a mi puerta con unos nudillos inquietos y juguetones.

Sin darme tiempo a darle permiso la persona abre la puerta con osadía y entra un rostro conocido que me hace dar un respingo en la silla y me incorporo rápidamente, tremendamente confuso y sorprendido. El rostro de Jimin se muestra entre la puerta y cuando es consciente de que le he reconocido cierra detrás de él con una mueca de impaciencia y diversión. Yo me quedo de pie tras la mesa de mi despacho y me llevo las manos al borde de la mesa, nervioso por su presencia en mi despacho.

—Jimin… —Murmuro en un susurro y miro a todos lados y a través de las ventanas traslúcidas que dan al resto de la oficina, asustado porque alguien le haya visto entrar aquí—. ¿Qué haces aquí?

—Me he escabullido cinco minutos. –Murmura con la misma picardía con la que me ha mirado al entrar. Sin duda cree que es un juego pero de veras que estoy asustado.

—Será mejor que te vayas. Si mi padre te ha visto entrar puede entrar en cólera…

—No se enterará. –Dice y devuelve su tono a la normalidad acercándose a mi escritorio con lo que yo me siento y le escucho—. Está en una comida fuera del edificio. –Yo suspiro y relajo mis hombros aunque aún algo excitado.

—¿No deberías estar en la reunión de las diez? –Pregunto a lo que él me mira confuso.

—Son más de las tres de la tarde. –Chasquea la lengua—. ¿Molesto? –Pregunta realmente preocupado y yo suspiro y me relajo en la silla, negando con el rostro.

—No, no te preocupes. –Miro a otro lado—. Estaba preocupado por ti. Esta mañana te fuiste antes que yo. Cuando desperté ya no estabas…

—Sí, lo siento. –Suspira—. La verdad es que no me apetecía nada levantarme y desayunar contigo como si nada… —Murmura—. Perdóname por lo do ayer, fui un idiota. –Se lleva la mano a la frente.

—No lo eres…

—Claro que sí, no fui justo contigo, estoy cansado de esto, JungKookie. Cansado de discutir, de verte mal y de empeorar yo la situación. –Sus palabras, junto con una sonrisa en su rostro, parecen animadas y optimistas. Le miro de arriba abajo fijándome más detenidamente en su físico. Lleva un precioso traje azul marino junto con una corbata del mismo color con una línea roja y una azul en medio de esta. Se ve muy elegante y confiado en esa ropa, es sin duda un traje nuevo pero le queda como un guante. Mejor le queda la sonrisa en sus labios y no el sonido de sus lágrimas anoche. Verle así ha conseguido que mi día merezca la pena y la sensación de completo desazón que estaba consumiéndome antes de que llegase ha desaparecido del todo. Emocionado, se sienta en la silla delante de mí y vernos en este contexto me hace sentir terriblemente confuso y desorientado pero con solo mirar a sus ojos el espacio y el tiempo dejan de importar. Solo importan su sonrisa, por muy falsa que sea.

—¿A qué viene este optimismo? –Pregunto con una sonrisa pícara y una mirada sospechosa. Él mira a otro lado, cazado por mi suspicacia.

—Está bien, me has pillado. He pensado que podríamos tener una cita. –Yo frunzo el ceño y él me imita, por mi rostro en una expresión de decepción—. ¿No te gusta la idea?

—No entiendo la idea. –Contesto, riendo—. ¿Por qué quieres tener una cita conmigo?

—Oh, vamos no me mires así. No te voy a pedir matrimonio ni nada así. Yo pensaba en tener una cita como cuando estábamos… ya sabes en una relación cuando nos conocimos.

—¿Una cita? –Pregunto más para mí que para él.

—Sí, podemos hacer lo que quieras. Ir a dar un paseo por el parque, o a los recreativos, o a donde tú quieras. Nos hará bien a ambos. ¿Qué te parece el sábado? –Pregunta con una sonrisa ilusionada y yo me muerdo el labio inferior cayendo en la tan tentadora propuesta. Es sin duda una propuesta a valorar y sus ojos me suplican por que acepte, lo cual se me hace muy difícil de rechazar. Yo suspiro con una sonrisa, muestra de que me tiene atrapado con sus palabras. Él sonríe más.

—Aish… Jiminie…

—¿Qué opinas?

—Está bien… —Murmuro y él sonríe ampliamente—. ¿Y a dónde iremos?

—Pretendía que fuera una sorpresa, pero mañana viernes abren una exposición de arte clásico renacentista y barroco. El domingo es el último día de la expo… —Yo le interrumpo, emocionado.

—¡Sí! ¡Claro que sí! –Grito con lo que consigo que él de un respingo en el asiento de la sorpresa y rápido agarro sus manos sobre mi escritorio para unirlas, aprisionadas junto con las mías. Él se deja hacer, emocionado por mi entusiasmo—. ¡Eres el mejor hyung! Muchas gracias por ser tan amable conmigo, no sé cómo voy a pagártelo…

—Es lo mínimo por dejarme estar en tu casa… —Se excusa pero ambos sabemos que no es cierto y que tan solo es una excusa para su deseo de estar conmigo.

—Te prometo que no voy a discutir contigo nunca más. –Digo a lo que él sonríe mucho más emocionado que antes y se lleva las manos con las mías encima a sus labios para besarme y yo acaricio una de sus mejillas, recibiendo esa expresión de sosiego que tanto me gusta de él—. ¿A qué hora regresas a casa? –Pregunto curioso.

—En dos horas. ¿Tú te quedarás hasta tarde?

—No. A las once estoy en casa, te prometo que llevaré la mejor cena del mundo. ¿Qué quieres cenar? ¿Sushi? ¿Ramen?

—Sushi. –Contesta simple, encogiéndose de hombros y yo, feliz y emocionado me incorporo en la silla y cojo sus mejillas en mis manos y besos sus labios con un sello simple y sonoro. La sensación de besarle en este entorno es del todo abstracto. Un vértigo de realidad me recorre y solo pensar que mi padre podría entrar me aterroriza, pero dentro de ese miedo el sabor de los labios de Jimin y su textura me hace sentir sedado y drogado. Me dejo llevar por la dulce sensación de la felicidad. Una sensación tan desconocida y tan confusa que soy incapaz de reconocer.

Tras ese beso Jimin se levanta de su asiento, se escabulle por la puerta lanzándome una mirada cómplice y regresa el silencio. Ahí me quedo yo, con una sonrisa tonta que se desvanece a medida que pasan los segundos y la soledad vuelve a rodearme con esos brazos empalagosos y pegajosos. Con ese rostro oscuro con una mirada tan fría que me congela la espalda. El miedo a mis pensamientos regresa pero me camuflo en el recuerdo de la radiante sonrisa de Jimin que me acoge como un pensamiento dulce y acaramelado.

 

 

 

 

 

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