HEREDEROS (JiKook) [PARTE II] - Capítulo 23

CAPÍTULO 23


JungKook POV:

 

Las sábanas se sienten tremendamente agradables después de una cálida ducha, un buen cepillado de dientes y el cuidado de Jimin secándome el pelo a conciencia. Con una bolsa de arena caliente cerca de mis pies y la luz de la mesilla produciendo una agradable atmósfera acogedora. Aún tengo ese picor en mi garganta por la sensación del vómito y la bilis recorriendo a fuerza mi garganta pero es lo único que siento ahora mismo, esa desagradable sensación de picor por la acidez. El resto de mi cuerpo descansa cálidamente entre las sábanas de mi cama mientras a lo lejos oigo los pasos de Jimin desenvolverse alrededor de mi casa. Es un sonido que extrañamente me tranquiliza. Me hace sentir más distante de mi realidad y es reconfortante.

A los minutos Jimin aparece por la puerta con una taza de algo caliente sobre un plato. Antes de que me diga lo que es el inconfundible olor a manzanilla me envuelve y me reconforta con una delicada caricia. Camina hasta el borde de la cama y deja el plato junto con la taza sobre la mesilla, con cuidado, cerca de la lámpara. Yo le sigo con una mirada sonriente y él me devuelve una, un tanto triste. Cuando me ha dejado la taza se va de nuevo y sigo oyendo cómo se desenvuelve en la cocina. Por lo que hace entiendo que está metiendo algunos platos en el lavavajillas y a los minutos regresa, ya transmitiendo la sensación de que no le queda nada más por hacer. Siendo las dos de la mañana tiene una evidente mueca de sueño y dado que ambos tenemos que madrugar mañana deberíamos dormir pero él no parece tener esa intención y se sienta al borde de mi cama, de cara a mí, y mira la taza de té humeando sobre la mesilla.

—¿No te lo has tomado…? –Pregunta, con un deje decepcionado. Yo me incorporo levemente en la cama, sumiso a sus peticiones dado que es lo mínimo, y agarro la taza con cuidado llevándomela a los labios bajo su atenta mirada. Me siento intimidado pero el sabor de la manzanilla calma lo último que quedaba de nervios dentro de mí y cierro los ojos sintiendo como la bebida caliente cae a mi estómago calmado la sensación de ardor y pesadez. Suspiro largamente y su mano se posa en mi pierna, describiendo círculos sobre ella, con una mueca pensativa.

—Siento que hayas tenido que limpiar mi vómito… —Digo en un susurro avergonzado. He pensado en esta frase durante una hora pero ahora que la suelto me da vergüenza oírme.

—No importa. No estabas en estado de hacerlo tú. –Dice y no parece molesto lo que calma mi ansiedad y vergüenza—. En realidad me tendría que disculpar yo, he sido un idiota por pensar que querías… ya sabes…

—No, da igual. –Suspiro y bajo la mirada a la taza de té en mi regazo.

—Si no te matas tú vas a acabar matándome a mí. –Susurra con una sonrisa triste pero con voz seria y sentenciadora. Yo levanto la mirada para fruncir el ceño y esperar una explicación por su parte de sus palabras pero no llega. Cuando me mira lo hace con una expresión triste y complaciente.

—¿Qué quieres decir con eso?

—¿No lo ves? Claro que no, estás demasiado cegado… —Murmura. Sus palabras en otro momento me habrían sonado enfadadas, pero ahora me parecen incluso tristes y cansadas.

—¿De qué hablas?

—Mírate, parece que te estás muriendo a cada día que pasa. Acabas de vomitar todo el piso. ¿Es que no te das cuenta? –Niega con el rostro, confuso de sus propias palabras—. Yo ya no sé qué más hacer por ti.

—Nunca te he pedido que hagas nada por mí.

—Me lo pides cada vez que apareces llorando, cada vez que me miras de esa forma cuando vuelves de estar con cada viejo…

—Tú no puedes hacer nada. –Sentencio a lo que él suspira y se resigna, encogiéndose de hombros.

—No sé qué hacer para ayudarte. –Murmura, agachando el rostro. Aprieta con fuerza su mano sobre mi pierna y suspira largamente y después se muerde el labio—. No sabes lo que duele, Jungkook, ver cómo te están haciendo esto…

—Me hago una idea…

—Podríamos ser felices… —Suspira—. Lejos de aquí, lejos de tu padre. En medio de la nada. Solo te necesito a ti para ser feliz. –Me dice sin mirarme.

—Eso no es muy realista.

—Eres todo lo que necesito. Eres todo lo que tengo.

—Tienes una vida en Estados Unidos.

—¿Y tú? –Pregunta, mirándome con lágrimas en los ojos. Aprieta más su mano sobre mi pierna sin darse cuenta. Está intentando aguantarse las ganas de llorar—. ¿Dónde está tu vida? Estás tirándola al retrete.

—Estoy ahogándola en alcohol con la esperanza de vivir en una ebriedad permanente que me haga la existencia más placentera.

—Estas matándote.

—Todos morimos, al fin y al cabo. ¿Qué importa si lo hacemos lentamente o de golpe? –Él parece no querer seguir con la conversación y agacha de nuevo el rostro. Deja escapar dos grandes lágrimas por sus mejillas y murmura con labios hinchados.

—Cuando regresé de Estados Unidos y lloraste de aquella forma… yo pensé que acababas de encontrar el valor para enfrentar tu vida, pero ya veo que estaba equivocado.

—Jimin…

—Me decepciona pensar que todo lo que hago por ti no ha servido para nada.

—No digas eso… —Murmuro.

—Es cierto. Venir aquí, consolarte, cuidarte, mimarte. Quisiera golpearte cada vez que te veo una marca en el cuerpo que no es mía. Me gustaría poder arrancártelas a de un golpe pero me digo que no eres responsabilidad mía. Que no… —Convulsiona levemente por el llanto—. Que no eres mi pareja. Que no somos nada, pero después me besas y yo… —Suspira.

—Tienes razón. No soy tu responsabilidad. –Frunzo el ceño—. ¿Y qué? Ya lo dejé claro, estoy enamorado de ti, te necesito pero no quiero que me des lecciones de vida.

—No pienso darte una sola lección más. Ya veo que es inútil. –Se levanta pero yo sujeto su mano y vuelve a sentarse.

—Me dijiste que encontrase el valor. –Digo—. Lo he buscado por todas partes, pero solo he conseguido hundirme más en este lodazal.

—¿No tienes ningún motivo para salir de esto? –Pregunta y yo busco dentro de mi mente a lo que no contesto y él toma mi silencio como un “no”. Suspira encogiéndose de hombros, se suelta de mi mano y se marcha al salón. Sus pasos alejándose son tremendamente dolorosos y más aún cuando al sonido le sigue el ruido de su llanto. Este es mil veces peor. Yo me quedo así, en silencio, con la taza en mis manos y la luz alrededor. Una luz anaranjada. Aun siento el peso de su cuerpo sentado a mi lado y su mano aprisionando con fuerza mi pierna. Después escucho el sonido de su llanto en el salón y su imagen delante de mí desaparece como el humo. Gradualmente y dispersándose alrededor. Le oigo caminar por la casa, apagar las luces, cerrar la puerta con llave y el peso de su cuerpo tumbándose de en el sofá con cuidado y delicadeza. Me lo imagino en posición fetal cubriéndose el rostro con las manos y es que ha amortiguado el sonido de su llanto con algo. Soy incapaz de moverme, soy incapaz de decir nada. Quisiera levantarme e ir a abrazarle con fuerza. Me gustaría demasiado, pero también tengo demasiado miedo a hacerlo y sentirme rechazado. Me muerdo el labio inferior y aprieto con fuerza la taza en mis manos mientras siento como con el sonido de su llanto la vida se me desmorona mucho más rápido de lo que habría imaginado. La dependencia de su felicidad es tan dolorosa que sentirla fragmentada me destruye lentamente. Cedo ante mi propio miedo y me dejo sumergir entre las sábanas conservando el olor de la manzanilla, dejándola sobre la mesilla y cerrando los ojos mientras apago la lámpara. Su llanto se intensifica y no puedo soportarlo por más tiempo. Rompo a llorar yo también.

 

 

 

 

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